Opinión
El
episodio espeluznante de la maestra secuestrada y torturada en Moreno
careció de figuración principal, y hasta secundaria, entre los medios
dominantes de la agenda publicada.
La displicencia de títulos perdidos arrojó disparates que
relacionaron al tema con agresiones de los narcos, ratificados por Heidi
en declaraciones de este sábado.
Los diarios del macrismo hablaron de que “se denunció” una “agresión”
cuando la foto de la panza tajeada de la docente ya era un documento
público.
A Corina De Bonis la subieron a un auto. Le pusieron una bolsa en la
cabeza. La tallaron a sangre con un punzón en el abdomen, porque junto a
sus compañeras y madres del barrio organizó ollas colectivas para
amortiguar el cierre de comedores escolares en la localidad bonaerense.
Es un espanto que se deba relatar lo que pasó, en lugar de poder darle al hecho un carácter de conocimiento masivo.
Es casi tan terrorífico cómo lo atravesado por una educadora que,
como si fuera poco, apenas declaró con una humildad infinita no entender
nada; no saber por qué le hicieron esto siendo que ni ella ni sus
colegas hablan ni del gobierno anterior ni de éste; no comprender las
amenazas previas de que la próxima olla deberían hacerla a la puerta del
cementerio.
Es casi tan siniestro como los comunicadores que callan sin la
vergüenza propia ni ajena de que nada les sucedería si le brindaran al
tema siquiera un ligero comentario. Una indignación siquiera actuada.
Es casi tan vomitivo como esos otros comunicadores que, habilitados
por la impunidad otorgada desde el orden simbólico del macrismo, hablan
de las negras de mierda, de los vagos planeros que pagamos todos, de los
chorros que nunca son quienes satisfacen sus honorarios porque sólo se
trata de escupir odio en toda oración –cuando pueden construirla– de su
tristísimo vocabulario.
El paquete de la invisibilización mediática de lo que debería estremecer viene atado.
El caso pavoroso de la maestra de Moreno, que remite sin dudar un
segundo a la imagen de los grupos de tareas en la dictadura, es una
advertencia extrema de unos tiempos de violencia que estarían al caer. O
que ya están.
Tiempos que, como viene avisando el lenguaje oficial, serán
adjudicados a preparaciones de guerra de guerrillas; clubes de
helicóptero; avanzadas troscokirchneristas; focos de inadaptados que no
asimilan el esfuerzo nacional que se necesita; enloquecidos en las
sombras que, obviamente, nunca serán presentados como la mano de los
servicios.
Será imprescindible no sorprenderse por la capacidad que tiene el
aparato gubernativo para inventar cualquier cosa. Indignación sí.
Asombro no.
Por tomar sólo un ejemplo, que no es el menor, el macrismo desató desde su debut una campaña furiosa contra los docentes.
Los chicos como rehenes, la fiesta de las licencias por enfermedad,
los maestros sin título al frente de las aulas, sus sindicalistas
corruptos, la falta de capacitación.
¿A quién se le ocurre que ese clima promovido oficialmente no es el detrás racional de la maestra secuestrada y torturada?
Una parte significativa de esta sociedad compra las fantasías
probablemente no porque les crea en forma auténtica, sino por necesidad
de desprecio hacia el abajo de quienes le quedan lejos. Y otra parte
impredecible sería capaz de adquirir esos buzones, porque la aterra no
asumir que quienes desea ver lejos van quedándole cerca.
Sobre esa lógica trabaja el aparato mediático. Por acción y omisión. Ambas son parte del mismo dispositivo.
Por acción son las fotocopias de los cuadernos, los empresarios
apretados en sede judicial para declarar cualquier cosa que incrimine a
ex funcionarios, las bóvedas, las excavaciones estancieras en busca de
algún container o barril repleto de dólares K que nunca encuentran.
Por omisión es Corina De Bonis o incluso Larry Kudlow, director del
Consejo Económico de la Casa Blanca, quien, sin careta alguna, admitió
en público que el Tesoro de Estados Unidos analiza la virtual
desaparición de la moneda argentina, y su reemplazo por el dólar, como
única probabilidad de que estas pampas resuelvan su crisis recurrente.
Las declaraciones del amigazo o enemigo íntimo macrista, uno de los
principales asesores de Donald Trump, tampoco importaron para el
complejo mediático oficial sino a través de algunos editorialistas. Algo
más, no mucho, que el encapuchamiento y la tortura a la maestra de
Moreno.
La cuestión no es otorgarles a los bufones de la prensa oficial,
constitutiva de la Alianza gobernante, más de lo que el pito vale.
Afortunadamente, en las redes y en unos pocos o bastantes medios y
programas alterativos o alternativos hay una respuesta combativa,
singular, incluso eficaz para que el concepto de hegemonía sea puesto en
disputa.
Pero sí es cuestión de que las acciones y omisiones de esa prensa
revela desorientación ¿e impotencia? en el bloque Gobierno/Medios, o
establishment genéricamente expresado al que debe agregarse Comodoro
Py.
La inflación galopante con el 3,9 por ciento de agosto y una
previsión porcentual del 5 o 6 para septiembre reciben asimismo el
menosprecio mediático, para no hablar de los cortes en la cadena de
pagos, el cierre de comercios, la multitud por goteo de despidos
estatales y privados.
Las partidas presupuestarias para Ciencia, Educación, Niñez,
Ambiente, son recortadas en transferencias a Policía Federal,
Gendarmería y Fuerzas Armadas. Con esa sola objetivación basta para
designar al modelo Cambiemos, PRO, o como se llame el destrozo presente y
futuro de esto que votó una mitad de los argentinos.
Los datos duros de esa realidad incontestable, para la tilinguería
amante de lo que afirman órganos atendibles de los países serios, surgen
del Financial Times, el Wall Street Journal, Moody’s, Morgan Stanley y
siguen las firmas.
Esa es la gente que muestra a Macri y su equipazo como susceptibles
de derrumbe porque –concepto implicado– no hay mayor inconveniente con
que sean una murga de ladrones que trafican influencia, sino con que no
puedan garantizar la gobernabilidad de sus negociados.
Mientas tanto, como antes y después, toda “gilada” disputable puede
concentrarse en los bolsos de López; en las retroexcavadoras patagónicas
que después terminan en Patricia Bullrich admitiendo que estudian
analizar mejorar las denuncias; en resucitar la causa del suicidado
Nisman. O en la aspiración o hipótesis de máxima, que es Cristina presa a
como viniere.
Se cargaron a Lula sin pruebas. Sólo con la “convicción íntima” de
que “robó” un departamento. ¿Qué loco podría suponer que serían capaces
de no hacerlo con la única figura representativa –la ex presidenta– de
lo que al macrismo le conviene para polarizar? Perdido por perdido, ¿por
qué no lo intentaría en medio de que, además y nada menos, sus
cuadernos serviciales pueden alcanzarlo de lleno para que las empresas
norteamericanas vayan quedándose con todo?
Exactamente eso es lo que hicieron y hacen en Brasil con el Lavajato,
el Lawfare, la penetración de los intereses estadounidenses para
enfrentar la expansión china que amenaza los intereses del Imperio.
Sea teoría conspirativa o producto de la impericia de una clase
dominante que nunca termina de lograr ser dirigente en el sentido lúcido
de la acepción, la banda macrista continúa solventándose en la
desarticulación opositora (política, gremial, social, su ruta).
Si le alcanzará o no, hasta cuándo y para qué, también sigue siendo
la pregunta que absolutamente nadie está en condiciones de responder.
Fuente:Pagina/12
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