Carlos
Sánchez Berzain, Mandred Reyes Villa, Gonzalo Sánchez de Lozada y Mario
Cossío son los nombres que aparecen en un informe de octubre que
prenunciaba el golpe.
Carlos Sánchez Berzain, uno de los nombres en la trastienda golpista.
Evo
Morales tenía razón. El 23 de octubre denunció que estaba en marcha un
golpe de Estado, dieciocho días antes de que se consumara. La movida
para derrocarlo se gestó adentro y afuera de Bolivia. En el exterior,
todos los caminos conducen a Estados Unidos y en particular a Miami. Esa
ciudad siempre respiró al ritmo de las conspiraciones. Los decanos de
esos complots fueron los cubanos anticastristas. Les siguieron los
venezolanos antichavistas. Ahora se conjuraron los enemigos del
presidente exiliado en México. Pero todos interactúan entre ellos, con
la bendición de la OEA. Carlos Sánchez Berzain es uno de los nombres que
aparece más visible en esta trama. Fue ministro de Gonzalo Sánchez de
Lozada y ambos escaparon a EE.UU después de la llamada guerra del gas.
El 27 de octubre pasado se lo vio en un acto en una calle miamense junto
a la actual ministra de Comunicación del régimen golpista, Roxana
Lizárraga. La misma que denunció en La Paz días después a periodistas
argentinos por “hacer sedición”. El Instituto Interamericano por la
Democracia del que es director ejecutivo el ex funcionario prófugo,
opera financiado con fondos de la USAID, la Agencia de los Estados
Unidos para el Desarrollo Internacional.
Sánchez Berzain no está solo. Hombre de fortuna incomprobable y
columnista habitual de Infobae, fue acompañado en su cruzada por
Manfred Reyes Villa, un excandidato a presidente de Bolivia que también
vive asilado en EE.UU. Capitán retirado del ejército, fue condenado en
2016 a cinco años de prisión en Cochabamba – departamento al que gobernó
entre 2005 y 2008– por enriquecimiento ilícito. La lista de connotados
golpistas civiles en Estados Unidos es más amplia y se mixtura con
oficiales retirados que se reúnen en la autodenominada Coordinadora
Nacional Militar. Estos se encuentran en su país, como otros civiles que
armaron el golpe desde adentro.
El 8 de octubre pasado, cuando
todavía no se habían realizado las elecciones en Bolivia, el sitio
Behind Back Doors (Detrás de la puerta trasera) anticipó el golpe de
Estado en marcha ubicándolo entre fines de 2019 y marzo de 2020.
Su información, basada en dieciséis audios tomados durante diferentes
reuniones a distintos protagonistas de esta conjura, tuvo relativa
repercusión hasta que se produjo la destitución de Evo. El analista
internacional mexicano, Alfredo Jalife Rahme, tradujo el material de
Behind Back Doors al castellano y lo difundió. El domingo 10 empezó a
replicarse en las redes sociales y a llegar a los medios. Así
aparecieron los nombres de Sánchez de Lozada, Sánchez Berzain, Reyes
Villa y Mario Cossío, un exgobernador de Tarija y expresidente de la
Cámara de Diputados condenado a seis años de prisión por enriquecimiento
ilícito. A diferencia de los tres primeros se exilió en Paraguay.
Sánchez Berzain fue el más activo de todos. Apareció en cuánto foro
pudo volcar su tesis de una conspiración castro-chavista a escala
continental en la que por supuesto incluye a Evo. El 25 de julio pasado
el Instituto Interamericano por la Democracia que lidera organizó una
actividad donde lo presentó Norberto Spagnaro, un residente argentino de
Miami. Coordinador de la campaña del macrismo en esa ciudad de la
Florida, le cedió la palabra para que hablara sobre Argentina y la
política regional. El orador que cerró la jornada fue el periodista
Alfredo Leuco. Su tema fueron las elecciones que se venían en nuestro
país.
La organización que lidera el exministro de Sánchez de
Lozada es un mosaico de nacionalidades. Pero su pensamiento es bastante
uniforme. Postula todo lo que huela a neoliberalismo, se alinea sin
fisuras con las políticas hemisféricas de Estados Unidos y junta a
ciertos personajes que parecen sacados de la Guerra Fría. Su integrante
argentino más notorio es Guillermo Lousteau Heguy, el padre de Martín
Lousteau, ex secretario de Turismo de la dictadura cívico-militar entre
1981 y 1982. El directorio del Instituto también cuenta con los cubanos
Armando Valladares y Carlos Alberto Montaner, dos propaladores del
anticastrismo más rabioso. El primero estuvo preso en Cuba, devino en
embajador de EE.UU ante la comisión de Derechos Humanos de la ONU y
hasta hoy no pudo desligarse de una imputación por estafas con un
desarrollo inmobiliario en España.
Los audios que divulgó Behind
Back Doors atribuyen a Reyes Villa haber ventilado que el golpe era
promovido por los senadores de EE.UU Marco Rubio, Bob Menéndez y Ted
Cruz. La nómina se completa con la representante por Florida, Ileana
Ros-Lehtinen, quien preparó el terreno en el Congreso estadounidense
para la interrupción del orden constitucional en Bolivia. Trató a
Morales de “matón” en la Cámara Baja, le cuestionó su “retórica
antimperialista”, las expulsiones de “todas nuestras agencias: DEA,
USAID y al embajador de EE.UU” y dijo que “el pueblo de Bolivia necesita
nuestra ayuda”. El gobierno de Evo la acusó de injerencista el año
pasado.
El informe de Behind Back Doors conocido el 23 de octubre
también mencionó que “funcionarios del Departamento de Estado
acreditados en el país, como Mariane Scott y Rolf A. Olson, se han
reunido con funcionarios diplomáticos de alto nivel de Brasil, Argentina
y Paraguay, a fin de organizar y planificar acciones de
desestabilización contra el gobierno boliviano, como además de entregar
los fondos estadounidenses a la oposición”. La pista brasileña lleva
hasta el canciller de ese país, Ernesto Araujo, quien recibió al líder
golpista Luis Fernando Camacho en mayo, según reveló la revista Forum.
Al dirigente del Frente Cívico cruceño lo llaman en Bolivia el
“Bolsonaro” local por sus posturas racistas y ultramontanas. Su
comportamiento medieval no alcanza a disimular otro motivo clave de su
destacada participación en la asonada. Su acaudalada familia perdió el
negocio del gas en Santa Cruz cuando el gobierno derrocado lo
nacionalizó.
El protagonismo de Camacho está lejos del perfil
bajo que mostró otra pieza clave en el complot para derrocar al gobierno
de Evo. Se trata de Erick Foronda Prieto, un periodista boliviano que
trabajó para la embajada de EE.UU en La Paz por casi veinte años. La
denuncia de Behind Back Doors le atribuyó “un papel importante en la
obtención de información de políticos y periodistas en el país, con el
objetivo de satisfacer el interés de Estados Unidos”. Además “se
convirtió en una persona de confianza y estableció estrechos vínculos
con el antiguo embajador de los Estados Unidos, Phillip Goldberg”
expulsado en septiembre de 2008. El informe le otorgó a Foronda Prieto
un rol fundamental durante la campaña del No a la reelección de Morales
en el referéndum de febrero de 2016. Evo lo perdió en medio de una
campaña de fake news que le atribuyeron la falsa paternidad de un hijo
con la menor Gabriela Zapata. Ella misma desmintió la noticia. Pero el
daño ya estaba hecho.
Fuente:Pagina/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario