
Había
una vez un papá que tenía un montón de plata guardada bajo el colchón,
pero que mandaba a sus hijos con los zapatos rotos al colegio. Según la
ortodoxia de los economistas que han manejado el Estado hasta hoy en
Chile, ese es un papá ejemplar y responsable porque ahorra y no gasta.
Había también una mamá que no tenía plata bajo el colchón, pero que
necesitaba comprar un remedio para su hijo enfermo, y que decidió
comprar ese remedio con su tarjeta de crédito. Según esos mismos
economistas, esa mamá es una populista irresponsable. Santificar el
ahorro y demonizar el gasto público tiene estos absurdos.
Por eso mi propuesta es heterodoxa. Dado el contexto de la
urgencia social destapada en esta fiesta de la democracia que es la
manifestación social -otros ven en ella barbarie y la reprimen-, la
propuesta de "Agenda Social" del Gobierno es absolutamente mezquina. Es
necesario multiplicar por 5 ese paquete fiscal propuesto, de apenas 1200
millones de dólares -que en realidad son 600 millones, porque la otra
mitad son simplemente reasignaciones presupuestarias, vale decir,
desvisten un programa del Estado para vestir a otro- y para eso debemos
romper la regla fiscal del 3%, tomando deuda pública de manera
responsable.
Chile tiene una deuda fiscal pública baja, de menos
del 40%. Hay economías sanas que deben 100%, 170%. Luego, Sebastián
Piñera puede perfectamente, por un tiempo, endeudar conservadoramente al
Estado, porque, igual que los padres que deben comprar zapatos, o las
madres que deben comprar remedios, los chilenos y chilenas están
viviendo un sufrimiento que es inaplazable.
Por lo demás, no es
verdad que Chile no esté endeudado. Lo que pasa es que el modelo
neoliberal chileno consistió en quitar sus deberes al Estado (salud,
educación, pensiones, fiscalización de derechos, etc.), y trasladar esos
deberes privadamente a las personas, quienes, para cumplirlos, han
debido endeudarse hasta más arriba de la coronilla, y pagar de su
bolsillo -y no a través de sus impuestos- por esos derechos que el
Estado tiene el deber de administrar y solventar. Las élites achicaron
el Estado e hicieron crecer la economía con las tarjetas de crédito de
los chilenos y chilenas.
Por eso, un Estado como el chileno pudo
soportar que se privatizaran casi todas sus empresas y jibarizarse
tanto. Por eso pudieron enriquecerse tanto unos pocos y debieron
endeudarse tanto todo el resto. Porque este es un modelo astuto, no
inteligente. Tal vez siquiera es un modelo neoliberal, probablemente es
simplemente un modelo oligárquico. Se hicieron más ricos no solo
privatizando en dictadura las empresas del Estado, sino que, al mismo
tiempo, cargaron su fortuna a las tarjetas de crédito de todos los
chilenos y chilenas
Pero no basta con esto. Los chilenos y las chilenas me conocen.
Fui candidato presidencial 3 veces, por primera vez en 2009, y en todos
mis programas mis compromisos fueron: impuesto específico a los súper
ricos, nacionalización de las riquezas naturales, descentralización,
transformación al sistema de pensiones, de salud y de educación por
sistemas públicos, y un largo etcétera, que es ese mismo etcétera está
hoy en la calle.
Hoy, más que nunca creo que esas medidas son
necesarias, pero también, creo que hay que aprovechar esta coyuntura -de
politización de la sociedad- para reordenar las reglas de este juego
donde siempre ganan los mismos. Por eso, en paralelo a la
reestructuración del gasto público, debemos comenzar también, por otro
de los pregones a los que me sumé con fuerza el 2010: La escritura de
una Nueva Constitución. El mecanismo es simple y Sebastián Piñera puede
empezar ahora mismo si quisiera: a través de un proyecto de ley con
discusión inmediata, que reforme la constitución, que deberá ser
aprobado en pocas horas por ambas cámaras, y que permita la realización
de un plebiscito, que deberá realizarse dentro de los 6 meses
siguientes. Para entonces, una asamblea constituyente habrá redactado
una Nueva Constitución que será, por fin y sobre todo, legítima. Una
constitución política ilegítima, que no representa a nadie es inútil,
porque se convierte en un sistema de reglas al que deberás someter al
pueblo a través del terror y no de la razón. Y ya basta de terror en las
calles de Chile.
Marco Enríquez-Ominami es ex candidato presidencial por el Partido Progresista en Chile. Grupo de Puebla.
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