Durante su reciente estadía en nuestro país para participar de un seminario organizado por la revista Topía, el psiquiatra francés dialogó con Tiempo Argentino sobre el sufrimiento y el placer en el ámbito del trabajo.
Por su escasez o por sobreabundancia, el trabajo influye en forma directa en la salud mental de una persona, atraviesa a la sociedad en su entramado más íntimo y marca la tendencia productiva de una nación. Su impacto es enorme. El psicoanalista francés Christophe Dejours puso en foco estas cuestiones. Dejours es director del Laboratorio de Psicología del Trabajo en Francia y es autor de libros como Trabajo y desgaste mental, La Banalización de la injusticia social y Trabajo vivo, por lo que fue invitado a Buenos Aires por la revista Topía. Sus conclusiones aportan una nueva mirada sobre los modos de medición del trabajo, una cuestión que, según el galo, modifica la constitución personal de un individuo y genera sufrimiento.
Dejours está lejos de la inspiración librepensadora que concebía al
trabajo como una acción liberadora. Al describir la situación del
mercado laboral en los países capitalistas, Dejours habla de un esquema
que aprisiona. Con pasión de entomólogo, el investigador francés afirma
que "volvimos a una época anterior al acuerdo fordista, a formas del
capitalismo salvaje del siglo XIX".
–¿Cómo transmutó el trabajo hasta convertirse en una actividad de opresión y control social?
–Desde los años noventa, nuevos métodos de organización del trabajo
provocaron un gran deterioro en la salud mental. Hasta el hecho de que
ha habido suicidios en lugares de trabajo, como viene ocurriendo en
Francia desde 2007. Estos nuevos métodos son los de evaluación
individual del desempeño. Esto provoca precarización, con contratos de
trabajo de duración indeterminada, por ejemplo. Y nos hablan del
desastre que golpea al mundo del trabajo desde hace décadas.
–¿A qué se refiere con "evaluación individual"?
–Es un instrumento inventado por los managers que confunde, de
manera intencional, el trabajo con sus resultados. No hay una
proporcionalidad entre el trabajo y el resultado del trabajo. En
realidad no se puede medir el trabajo. El trabajo no se mide y nunca se
va a medir. El trabajo es el resultado de la inteligencia de los
trabajadores, si no se moviliza la inteligencia de los trabajadores no
hay producción de valor. El sufrimiento en el trabajo, el placer en el
trabajo, el reconocimiento, todo eso no pertenece al mundo visible sino
que pertenece a la subjetividad. La subjetividad, como el amor, el
dolor, el odio, la amargura, la decepción, todo eso no pertenece al
mundo de lo visible, no se ve. Y no se puede medir más que lo que se ve o
lo que puede hacerse visible. Cuando se hace una evaluación
individualizada del rendimiento se mide algo, pero no se mide el
trabajo. En el mejor de los casos lo que se está midiendo son los
resultados del trabajo. Es decir, lo que se llama el desempeño, el
rendimiento, la performance. Pero no existe ninguna proporcionalidad
entre el resultado del trabajo y el trabajo mismo. Por ejemplo, un
maestro con niños pobres trabaja más y obtiene resultados menos
aceptables que un maestro con niños burgueses preparados, que trabaja
menos. Esa dedicación exhaustiva no se puede medir y sin embargo, los
resultados son peores que los del docente con chicos burgueses.
–¿Qué efectos tiene este método en los trabajadores?
–La evaluación individualizada del rendimiento lleva a todos los
trabajadores asalariados a un proceso de competencia generalizado, y si a
ello se agrega una amenaza al puesto de trabajo, entonces la
competencia se vuelve más grave aún y hay una lucha individual donde el
éxito de un colega resulta malo para otro. Entonces todo está permitido.
Finalmente la solidaridad se va destruyendo, uno está solo y en un
mundo hostil. Para invertir esa evolución negativa hay que dejar un poco
de lado la evaluación individualizada e interesarse por el trabajo
colectivo y por las condiciones de posibilidad de la formación de una
cooperación. La vulnerabilidad psicológica frente a la injusticia está
sin duda exacerbada por la sensación que tienen los individuos de ya no
estar formalmente protegidos por las instituciones. La cooperación no es
posible si la gente no se habla, para cooperar hay que escuchar al
otro, hay que expresar el punto de vista de uno, aceptar el debate,
buscar soluciones intermedias y acuerdos y esa dinámica que es necesaria
para construir la cooperación, también es una dinámica que reconstruye
al mismo tiempo el saber vivir juntos, la convivencia y la solidaridad.
Antes no se registraban suicidios en los lugares de trabajo porque
existía ese "vivir juntos", había solidaridad y nunca se habría dejado
que un colega cayera en la depresión, los colegas se habrían interesado
por él, le habrían hablado, y le habrían exigido que él hablara, no lo
hubieran dejado solo.
–¿Qué responsabilidad le cabe a los sindicatos?
–Los sindicatos no entendieron la importancia de este giro hacia
los managers, incluso lo apoyaron y ese fue un error histórico muy
grave. Le puedo explicar en dos palabras el análisis que ellos hacían:
ellos pensaban que la evaluación del rendimiento, que se volvió
individual, objetivo y cuantitativo a través de la medición, era una
cuestión de justicia. Permitiría alcanzar, incluso, más justicia porque
todos iban a ser medidos con las mismas herramientas. También la
comunidad científica tiene responsabilidades. Desde ese sector se apoyó a
la ideología de la evaluación al sostener que todo en este mundo puede
ser evaluado y puede ser medido. La responsabilidad de los científicos
es mayor; creyeron que la automatización iba a reemplazar el trabajo
humano. Y creyeron en esa tesis absurda del fin del trabajo. Todo el
mundo aceptó la tesis del fin del trabajo, que es un absurdo intelectual
como si se pudiese producir valor, producir riqueza, sin pasar por el
trabajo humano. Todos creyeron en eso.
–No hablamos del control social que usted plantea en algunos de sus libros…
–Primero fueron experimentadas en las empresas, que debido a la
centralidad política del trabajo tienen un impacto enorme en el
funcionamiento de la comunidad. Esas nuevas formas de dominación están
muy ligadas a la evaluación individualizada del rendimiento, que es un
formato muy poderoso y que fue posibilitado por los managers de un lado y
la informática del otro. Ese fue un momento histórico. Hace treinta
años era impensable que hubiese una computadora en cada puesto de
trabajo, pero los managers comprendieron que el ordenador podía
funcionar como una plataforma que graba todo. Eso fue algo totalmente
imprevisible y se perfilaba como un nuevo método de dominación. Ahora
hay computadoras en todos lados. La evaluación individual de la
performance logró destruir la solidaridad sindical. El sindicalismo en
Francia, por ejemplo, siempre fue muy poderoso, era el país más
sindicalizado de Europa. Hoy sólo el 6 por ciento de los trabajadores
pertenecen a un sindicato, la transformación ha sido enorme. Los
sindicatos aceptaron masivamente la evaluación individualizada y en la
sociedad crecen las personas que adoptan comportamientos individuales,
desleales respecto de los otros, donde la desconfianza ocupa el lugar de
la confianza. Entonces, la solidaridad se destruye también en el seno
de la sociedad. La civilidad se destruye, los valores del vivir juntos
desaparecen; en ese sentido la justicia misma se ve desestabilizada. La
sociedad va mal. Ahora bien, el individualismo no cayó del cielo, fue
fabricado por métodos muy poderosos y la base de experimentación fue la
empresa y luego toda la sociedad. Al mismo tiempo las instituciones, y
en particular el estado, soltaron la conducción a los managers y así
aceptaron reducir la intervención del estado, promoviendo en todo el
mundo la empresa como modelo de la sociedad.
–Usted sabe que Europa está sumergida en una crisis descomunal, y
sus condiciones socioeconómicas no son las mejores para generar una
situación de solidaridad que evite tanto sufrimiento en el trabajo, como
usted describe. ¿Se profundizó la situación de sufrimiento en el
trabajo?
–No estoy tan seguro que la crisis sea una causa del agravamiento
de las patologías mentales, tal vez voy a ser un poco provocativo,
pienso que es todo lo contrario. Es la transformación del trabajo la que
provocó la crisis. Se introdujeron nuevos métodos, la primacía de la
gestión particularmente, que permitió aplicar un proceso de reducción de
personal y que significa una transformación de los métodos de
dominación. La llegada de las ciencias de la gestión ha permitido un
proceso de reducción de personal. En Francia en particular y también en
toda Europa es necesario analizar las causas de esa derrota que hoy en
día tiene consecuencias trágicas y provoca la crisis. Los directivos de
empresas y los managers nunca han sido tan ricos como ahora, sería como
un retroceso histórico que vuelve a poner en cuestionamiento el
compromiso social con el nombre de acuerdo fordista. Volvimos a una
época anterior a ese acuerdo fordista y volvemos a formas del
capitalismo salvaje del siglo XIX. «
Perfil
Investigador
Christophe Dejours es director del Laboratorio de Psicología del Trabajo de Francia.
Fuente: Tiempo Argentino
No hay comentarios:
Publicar un comentario