Los
autores, dirigentes sindicales internacionales, sostienen que después
de la repetición de errores del FMI, es necesaria una estrategia
económica alternativa que estimule la economía real en Argentina.
Imagen: EFE
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los controles de capitales fue una de las primeras medidas de Mauricio
Macri que señalaban su compromiso con las políticas pro-mercado y el
deseo por atraer inversiones extranjeras. Su administración ha sido
definida por la influencia del Fondo Monetario Internacional. Juntos, el
FMI y Macri prometieron prosperidad pero llevaron al colapso. Con pocas
chances de ser reelegido, en parte, debido al fracaso del programa de
financiamiento del Fondo, el restablecimiento de los controles de
capitales podría ser una de las últimas medidas de su gobierno.
Apenas
llegó al gobierno, Macri alcanzó un rápido acuerdo en la disputa con
los fondos buitre que había mantenido a la Argentina alejada de los
mercados internacionales de crédito. Después del acuerdo, los mercados
celebraron a medida que se incrementaba el endeudamiento en moneda
extranjera. Rápidamente la economía entró en problemas. A contramano de
los intentos por culpar al gobierno anterior, no se puede negar que
Macri heredó un país con poca deuda externa.
Macri
buscó con entusiasmo un préstamo del FMI y, para asegurase la
aprobación, hizo lobby ante el Departamento del Tesoro de Estados
Unidos. Christine Lagarde, entonces Directora Gerente del Fondo, apostó
la reputación de la institución y gran parte de sus recursos en el
regreso a la Argentina. El resultado fue un préstamo récord de 50 mil
millones de dólares que rápidamente debió ser incrementado hasta 57 mil
millones en respuesta a los problemas que no tardaron en aparecer. Se
suponía que el préstamo era diferente a los anteriores que terminaron en
un espectacular e infame fracaso donde la economía terminó con una
depresión y en default. Sin embargo, el acuerdo no tenía otra cosa que
la receta ortodoxa del FMI que impulsaba austeridad y desregulación al
tiempo que apelaba a recuperar la “confianza inversora” para restablecer
el crecimiento.
Era esperable que la austeridad empujara a la
Argentina hacia la recesión y que no se cumplieran las proyecciones de
crecimiento del FMI. A medida que el fracaso del programa se hizo
realidad, el organismo redobló la apuesta a su recetario. La pobreza
aumentó, la inflación y el desempleo escalaron, y decenas de miles de
empresas desaparecieron. Cuando el gobierno de Macri reaccionó
desesperadamente con medidas que incluían controles de precios, el Fondo
reafirmó su apoyo y miró para otro lado a políticas ante las que
normalmente se opondría. Para empeorar las cosas, gran parte de los
fondos recibidos del FMI fueron destinados a financiar la fuga de
capitales.
La derrota de Macri en las elecciones primarias
volvió imposible negar el fracaso de las políticas "pro-mercado"
implementadas bajo el programa del FMI. La derrota electoral condujo a
una mayor depreciación del peso y al reconocimiento de que Argentina
necesitaba reestructurar su deuda. Las reservas del Banco Central fueron
drenadas en un intento por satisfacer la creciente demanda de dólares y
defender el peso, permitiendo nuevamente financiar con reservas la fuga
de capitales. Después de perder 3 mil millones de dólares en dos días y
quedarse sin reservas, Macri restableció controles de capitales.
Argentina
es, una vez más, un ejemplo del daño que puede ocasionar el
fundamentalismo de mercado del FMI. Como los sindicatos destacaron desde
el comienzo de la turbulencia económica en 2018, la atención no puede
estar solo en el bienestar del sector financiero y las inversiones
extranjeras sino que debe estar puesta en impulsar una economía
productiva y el consumo interno apuntalado por salarios dignos para los
trabajadores. Es necesaria una estrategia económica alternativa que
estimule la economía real y fomente un crecimiento sostenido.
La
pregunta es hoy qué sucederá con la insostenible deuda argentina. Es
oportuno recordar el “megacanje” del gobierno de Fernando de la Rua que
solo empeoró las cosas. A medida que crecen los interrogantes sobre el
futuro del crédito del FMI y los plazos para una reestructuración, es
hora de dejar de repetir los errores. La economía argentina necesita
espacio para respirar y recuperarse antes que más austeridad. Cualquier
acreedor de buena fe debería estar de acuerdo con este enfoque.
*Presidente de UNI Global Union.
**Director de la Oficina de Washington de la International
Trade Union Confederation/Global Unions.
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