Imagen: Télam
Hace más de tres meses me preguntaba “cuántas clases medias caben en la clase media”
. La intención de ese artículo no fue precisar un número exacto ni
cerrado de clases medias; ni siquiera tener una única respuesta que
permitiera identificar la amplia tipología de clases medias posibles. El
verdadero objetivo fue afirmar que no existe una única clase media, que
sea monolítica y homogénea. La casuística al interior de esa categoría
sociológica es tan variada como factores consideremos. Todo depende en
gran medida de la episteme local, porque el concepto de clase media
no puede ser “importado” de otras latitudes como si cada país tuviera
la misma historia y los mismos hábitos y costumbres, patrones
culturales, niveles económicos, etc. Y, además, tampoco podemos olvidar
la dimensión subjetiva en torno a la lógica aspiracional, que permite
diferenciar una gran variedad de matices al interior de ese totum revolutum llamado “clase media”.
Bajo ese marco referencial, cada país requiere su
propio análisis. En Argentina, según la mayoría de estudios, la clase
media es, precisamente, el grupo poblacional más nutrido. Pero la
pregunta es la misma de la que partíamos, aunque esta vez adaptada a una
realidad concreta: ¿cuántas clases medias hay en Argentina? A esta
cuestión se podría responder desde una perspectiva doble.
Por
un lado, siguiendo los enfoques clásicos denominados “objetivos”, a
partir de una variable focal muy economicista (ingreso, consumo),
podemos realizar un análisis pormenorizado de la distribución intra
“clase media”. Así podríamos observar cómo existe una gran dispersión de
casos. En Argentina, si mirásemos únicamente al bloque de la “clase
media”, podríamos afirmar que entre el primer trimestre de 2015 y el de
2019, ese grupo pasó de ser el 43,5% al 37,4%, en términos “objetivos”.
Sin embargo, de esta manera no estaríamos identificando toda la
problemática real al interior de ese gran espacio, porque no
advertiríamos que seguramente hay muchos ciudadanos que durante el ciclo
macrista se vieron perjudicados en su nivel de ingreso y consumo, y
quedaron “rozándose” con el umbral de la pobreza. A esos, el Banco
Mundial les llama “casi clase media”. Y no sería justo de ninguna manera
que a ese grupo más vulnerable lo equiparáramos con aquellos que están
al otro extremo de la distribución intra "clase media", que son casi más
clase alta que media.
Por otro lado, está la dimensión subjetiva, basada en la
autopercepción. Este enfoque no es ni mejor ni peor que el anterior,
sino que es necesariamente complementario del otro para tener una visión
más integral y compleja del fenómeno clasemediero en Argentina.
En Celag, en la última encuesta realizada para todo el país (mayo 2020),
hemos preguntado precisamente por esa variable, y los resultados ayudan
a entender mejor la compleja heterogeneidad existente de la “clase
media”:
a) el 41% se autopercibe como “clase media de toda la vida (CMTV)”
b) 27,8% como “clase media con miedo a ser baja (CMMSB)”
c) 7,1% como “nueva clase media (NCM)”
d) 3,2% como “clase media-alta”.
Si hiciéramos un zoom en cada categoría podríamos observar cuán
diferentes son entre sí. Por ejemplo, el 52,4% de la CMTV tiene
estudios universitarios y, por el contrario, en la NCM solo los tiene el
10,2% (y el 25% para la CMMSB); en materia de cobertura médica, la CMA y
la CMTV usan mucho más la prepaga que la CMMSB; preguntados por si “los
que más tienen deben aportar más para afrontar la crisis”, la CMMSB
muestra un respaldo muy superior que la CMTV; por su parte, la CMMSB se
muestra anímicamente menos fuerte que la CMTV para afrontar la crisis
actual del coronavirus.
En conclusión, no hay una única identidad de clase media en
Argentina por mucho que se abuse del término. Las distintas clases
medias presentadas según nuestra encuesta Celag es una de las divisiones
posibles, pero seguramente podrían haber tantas como criterios
utilicemos (por ejemplo, a este mismo ejercicio lo hicimos en Bolivia
con la categoría acuñada por Álvaro García Linera de “clase media de
origen popular”, y representa en autopercepción el 31,7%). En nuestro caso, el argentino, lo verdaderamente importante, sobre lo que queremos llamar la atención, es que hay que evitar caer en la trampa de una generalidad que no existe. Cada “clase media” tiene un nivel económico diferente; posee un matriz de miedos y sensaciones distinta; su lógica aspiracional también varía. Y, en consecuencia, lo riguroso es asumir que no hay única forma de concebir a la clase media, sino que habrá tantas como clases medias existan.
Alfredo Serrano Mancilla es Doctor en Economía y Director delCelag
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