Imagen: Joaquín Salguero
Una
diferencia menor a la esperada --por lo que se preveía tras las
primarias y, quizá sobre todo, por los datos que circularon durante la
jornada-- provocó un efecto “bajoneante”, o de alegría que se moderó, en
muchos votantes del Frente de Todos. Se comprende, pero no se
justifica.
El Gobierno hizo una gran elección, cómo no, pero Mauricio Macri se va.
La fortaleza del antiperonismo se revitalizó desde donde nunca dejó de estar, pero Macri se va.
En todo caso y como se advirtió reiteradamente en los momentos
triunfalistas post PASO, resultó confirmado que no se va lo que Macri
representa.
Pasada la alegría, no importa si más grande o más contenida que la pronosticada, permanece lo esencial.
La economía está desvencijada, tétrica, según todo parámetro que se
tome. La intervención de Axel Kicillof hacia la medianoche de ayer, en
el bunker del Frente, fue una clase magistral acerca de la tierra
arrasada que dejan los poderes fácticos simbolizados en Macri.
Claudio Scaletta (“Los límites del posneoliberalismo”, en este diario,
hace dos semanas) escribió sobre cuatro elementos concretos que
representan una incógnita, y que son muy diferentes a la década inicial
del milenio.
Primero, no hay un ciclo expansivo en los precios de
las materias primas exportables. Segundo, la atención estadounidense
sobre su patio trasero. Tercero, el inmenso peso de la nueva deuda
tomada por el macrismo; y que buena parte de ella sea con el FMI, lo
cual es un condicionante del que será muy difícil librarse. Cuarto, el
más “político, es que la alianza de clases propuesta por el Frente
incluye a muchos que, por acción u omisión, apoyaron al régimen saliente
y no persiguen rupturas radicales con el antiguo orden.
El
objetivo inicial, “en pocas palabras, (…) es evitar la hiperinflación,
atacar el hambre, recuperar parcialmente los salarios y parar el
derrumbe de la economía. Parece poco. No lo es”.
Ese aspecto estructural no cambia en absolutamente nada por el resultado de ayer. Al contrario.
El nuevo Presidente es Alberto Fernández; Cristina vuelve al poder; el
nuevo gobernador de nada menos que la provincia de Buenos Aires es un
cuadro proveniente de la izquierda, de honestidad a toda prueba; el
peronismo unido, en ambas Cámaras, dispone de un vigor que era
impensable hasta hace apenas un par de años.
Y así como no había
antecedentes de la manifestación impresionante que hace cuatro años
despidió a la jefa de Estado, tampoco los hay de la que anoche acompañó a
la fórmula presidencial ganadora. Cuadras y cuadras de emoción, de esa
gente que festeja el retorno imprescriptible de la esperanza.
¿Cómo podría suceder que alertarse por el vigor antiperonista pierda de vista la energía vencedora?
Enfrente, Horacio Rodríguez Larreta despunta como la figura que reconquistaría más votos,
siempre a derecha, a mediano plazo. María Eugenia Vidal, a pesar de su
dura derrota, conservó un núcleo básico y no sólo no recibió facturas
internas, sino que quedó como víctima del empecinamiento de su ex jefe
en no desdoblar las fechas electivas.
Resta comprobar si la remontada de Macri será capaz de animarlo para disputar su interna ex cambiemita.
Desde ya que esas últimas son consideraciones apenas para echarle una
mirada al paisaje de quienes, hasta hace dos años, se comían a los
chicos crudos. Lo urgente es cómo conducirá la transición una pandilla
de ineptos políticos y técnicos, sobre la que cabe reiterar algunas
preguntas elementales.
¿Asumirán algún grado de responsabilidad institucional?
¿Tomarán las medidas que son menester para ponerse por delante de la
crisis, como muy probablemente les exigirá el Presidente electo a fin de
frenar la estampida de reservas?
¿Qué harán? ¿Consensuarán para
no incendiar el país? ¿O munidos del envalentonamiento por su buena
elección preferirán retirarse dejando una herencia más salvaje todavía?
El discurso de Macri, anoche, en la breve oración dedicada al nuevo Presidente para que concurra a Casa Rosada, a primera hora, indicó formalmente que estaría dispuesto a cierto diálogo para apagar algún fuego.
Sin embargo, requiere de demostración efectiva. Confiar a ciegas en que
quienes condujeron la Argentina a este desastre son aptos para
despedirse con la mayor calma posible, por el solo hecho de que lo
indica la lógica, es una irresponsabilidad analítica.
Sí es
seguro que la economía se maneja -también- con expectativas. Sea cual
fuere la disposición de la banda que se va, el nuevo Gobierno parte, en
el mientras tanto y desde que asuma, con un gran plafond para imponer
condiciones ¿O acaso se pierde vista quién y qué ganó?
Entre
nosotros sí hay, como acaban de subrayarlo las urnas, una opción
política -real, no testimonial- que pone en entredicho al
neoliberalismo.
Desde ya: hasta donde podría darle su potencia
local, en un mundo hegemonizado por la concepción de que lo único
posible es el capitalismo en su forma más salvaje (últimamente un poco
menos, vistos Chile, Ecuador, el Líbano, Irak, su ruta y, vamos en
primer lugar, Argentina con esta esperanzadora confluencia alrededor de
recuperar una potencia institucional soberana, no adscripta a que el
Estado sea necesariamente de ese “ellos” que consiste en Aparato
Corporativo-Empresarial/Poder Judicial/Medios de Comunicación. Un Estado
al menos árbitro, nunca cómplice).
De hecho, las campañas de las dos fuerzas principales insistieron en que había, y así seguirá, dos modelos en pugna.
Hay conducción efectiva y hasta liderazgo en el Frente ganador. Hay
fortaleza sindical, mucho más grande que en cualquier otro sitio de la
región. Hay interlocutores de movimientos sociales extendidos. Hay curas
que levantaron la voz. Hay el periodismo que atravesó estos años que
eran de desierto con una lata de anchoas. Hay significativos referentes
sectoriales e intelectuales que también advirtieron acerca de lo que
estaba y lo que se venía. Hay memoria activa e inclaudicable en los
organismos de Derechos Humanos que son orgullo mundial. Hay luchadores
sociales a montones. Hay un espíritu de protesta callejera que es de
siempre, que pone muy nerviosos a los voceros de la falsa prolijidad
republicana. Y que es el reaseguro, al menos, de que toda desviación de
objetivos centrales no se la llevará de arriba.
Ayer, entonces,
podrá haber sido certero -a tono con el vértigo y el desconcierto de
estos tiempos universales- que se votó más en contra que a favor. Y que
el gorilismo tiene excelente salud.
Pero tengamos en cuenta las
características distintivas de este país con empate histórico, entre las
fuerzas reaccionarias y las de orientación popular.
Acá hay disputa efectiva.
Es una gran noticia ratificada ayer, y para aseverarlo no hace falta
esperar nada. Ni “deprimirse” (???) porque la distancia fue más reducida
que lo previsto.
Néstor Kirchner, a nueve años de su muerte, bien contento que estaría.
Fuente:Pagina/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario