lunes, 10 de julio de 2017

Campeones nacionale(Las burguesias)



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Los principales miembros de la burguesía paulista son actores centrales de la actual crisis económica y política de Brasil. Los “campeones nacionales” ocuparon sectores estratégicos de la estructura productiva en la primera década del siglo XXI. Tuvieron condiciones para asumir el desafío de la acumulación internacionalizada desarrollando una agresiva política de exportación de capitales. La combinación de fuerte recesión y escándalos de corrupción está exponiendo con impiedad la relación que han tenido las burguesías nacionales con el Estado a lo largo de la historia del capitalismo. Cuando se expandieron, para ocupar un espacio relevante del desarrollo, fue a partir de la construcción de un vínculo privilegiado de intercambio de favores y fondos con el Estado. Así fue en Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón o Corea del Sur, y también en Brasil. En la Argentina, quienes promueven la idea del desarrollo nacional, con cierta autonomía y diversificación productiva, han manifestado persistentemente una corriente de admiración hacia la burguesía paulista. Era una observación provocada por la debilidad tradicional de la burguesía nacional, categoría de sujeto social que dado su opaco recorrido en Argentina es una licencia analítica para facilitar el marco conceptual de este artículo. En Brasil, con la internacionalización del capital y la financierización del proceso de acumulación del capital, los “campeones nacionales”, crecimiento acelerado de grupos empresarios, proyecto que impulsó con mucha decisión el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva, han quedado heridos.

Casi el 90 por ciento de los 300 mayores grupos nacionales privados brasileños estaban bajo control familiar en la década del ‘80. Desde entonces su participación en la economía ha ido aumentado en forma sostenida. Los grupos de base financiera y los de la construcción tuvieron una creciente importancia, con diversificación al sector industrial. Casi todos mostraron interés en las concesiones de servicios públicos y en las privatizaciones, particularmente en las áreas de telecomunicaciones y energía eléctrica, asociados con grupos extranjeros. Otra de sus características fue que gran parte de los grupos tuvieron una fuerte internacionalización. Así lo describe el economista brasileño Regis Bonelli en el capítulo “Las estrategias de los grandes grupos económicos brasileños” del libro Grandes empresas y grupos industriales latinoamericanos, de la Cepal.

La lógica económica de esos grupos (JBS, Odebrecht, Camargo Correa, BRF, Braskem, Ambev, entre otros), apoyada por el Estado a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), fue su internacionalización al ritmo de su veloz crecimiento. Así empezaron a adquirir importantes firmas de países de la región, destacándose el desembarco que hicieron en Argentina, y a participar activamente en grandes obras de infraestructura en Latinoamérica (por ejemplo, Odebrecht asociado con IECSA del Grupo Macri en el soterramiento del corredor ferroviario Sarmiento). El objetivo central del Estado liderado por el PT era fortalecer ya no sólo una burguesía dinámica para impulsar el desarrollo nacional consolidando el mercado interno, sino internacionalizarla para convertir a sus miembros en líderes mundiales. Una de las firmas más destacadas en ese plan fue el frigorífico JBS que compró Swift de Estados Unidos y hoy tiene operaciones en casi 110 países. Ese proceso derivó también en que multinacionales adquirieran parte o el total de grandes firmas brasileñas, por casos la belga Interbrew asociada con Ambev o la india Arcelor Mittal absorbiendo varias siderúrgicas.

La crisis brasileña obliga a una evaluación del comportamiento de los grupos económicos denominados “campeones nacionales”, como así también la propagación de la financierización y la primarización de la economía (hubo una fortísima expansión del agronegocio en Brasil). Ese esquema del desarrollismo, con los grupos económicos concentrando capital y contabilizando ganancias abultadas, en estrecho vínculo con el Estado, debería haber impulsado el crecimiento firme de la economía local, además de difundir  beneficios al resto de la sociedad. Es la idea tradicional de una burguesía dinámica comprometida con el desarrollo nacional. Pero esa aspiración quedó trunca cuando la lógica de las finanzas pasó a ser hegemónica y la actividad agropecuaria se convirtió en dominante. Al respecto, datos oficiales del IBGE indican que en el primer trimestre de este año, el PIB brasileño continuó con signo negativo, al bajar 0,4 por ciento en términos interanuales, pero el agro fue el único sector que exhibió saldo positivo, con un crecimiento del 15,2 por ciento.  

Alianzas
  La experiencia fallida de una burguesía paulista debilitada, al tiempo que se expande el negocio financiero y agropecuario, convoca a una revisión de la estrategia de fomentar los “campeones nacionales”. Es un espejo para pensar las controversias acerca del sendero económico y las alianzas sociales, políticas y económicas en Argentina. En el contexto de avance del neoliberalismo, de restauración conservadora, esos sujetos económicos son los principales soportes políticos y financieros del plan de borrar cualquier intento de regreso al populismo. La actual fase del capitalismo dominado por las finanzas globales dictando la orientación de las políticas económicas, y la extranjerización de las economías nacionales, con las multinacionales ocupando un papel preponderante y extorsivo a los gobiernos, son dos potentes condicionantes, que no deberían ser ignorados en cualquier proyecto político que plantee la recuperación de márgenes de autonomía.
  Un factor clave en ese proceso es identificar cuál es el sujeto económico dinámico para enfrentar ese desafío y no repetir experiencias que se topan con los límites al desarrollo nacional, ya sea por la irrupción de la restricción externa (escasez de divisas por la estructura productiva desequilibrada y por la intensidad de la fuga de capitales) o por la carencia de una burguesía comprometida con el destino nacional. 

  La burguesía ha sido un actor económico y social privilegiado por los proyectos políticos populares, opción conceptualizada en diferentes momentos históricos por las conocidas teorías económicas latinoamericanas: centro-periferia, teoría de la dependencia, el estructuralismo, el desarrollismo y el neodesarrollismo. Es el amor no correspondido de los proyectos económicos nacionales en Argentina. Es el deseo o ilusión de sumarla y terminó en frustración en diferentes experiencias, siendo la más reciente durante el kirchnerismo. En el discurso presidencial del 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner convocó a recuperar el espacio privilegiado de la burguesía nacional. Propuesta que terminó en otro desengaño.
  Es un desafío necesario el abordaje crítico acerca del comportamiento de esa clase empresaria, que en el caso argentino es rentista, fugadora de capitales y colonizada por el neoliberalismo. La resistencia militante que ha tenido contra el ciclo político del kirchnerismo, que con sus fortalezas y debilidades, rupturas y continuidades, pretendió impulsar un proyecto nacional, se contrapone con el apoyo entusiasta que brinda al proyecto político del macrismo que desprecia el desarrollo industrial. Aplauden a quienes son sus verdugos y al proceso de concentración del capital donde unos pocos salen favorecidos (Grupo Clarín, Grupo Techint, empresas relacionadas al Grupo Macri, conglomerados energéticos, bancos y grandes compañías vinculadas a la actividad agropecuaria). 
  La gobernadora María Eugenia Vidal cautiva a los empresarios pese a que en su gestión no hubo ministro de Producción en casi seis meses, y quien ahora fue elegido para ese cargo ha sido un ex abogado de Techint. A los empresarios les encanta que Vidal les hable de inseguridad, de educación y, en general, de los conflictos existenciales de la vida, mientras no hace mención a la situación dramática de las pymes e industrias, al cierre de empresas y a la desesperación de productores con miles de hectáreas bajo agua. Este peculiar comportamiento puede interpretarse como expresión de la ideología neoliberal que abrazan, del miedo al populismo que pese a que lo detestan les hizo ganar mucho dinero o, en definitiva, a la escasa densidad nacional -como enseñó Aldo Ferrer- de gran parte del empresariado.  

  El macrismo va ordenando los liderazgos de las cámaras patronales para neutralizar cualquier mínima resistencia. Así lo hizo en la conducción de CAME, que alteró el contenido crítico de sus informes para hacerlos amigables al gobierno, y en la de la UIA, donde influyó en la dinámica de su elección interna. De esa forma busca que el mundo empresario sea su aliado más firme para disciplinar al mundo del trabajo y para limitar cualquier organización empresaria crítica al neoliberalismo.

  Sectores beneficiados de una política de industrialización, inclusión social y desarrollo del mercado interno (pymes, comercios, industrias, pequeños productores, economías regionales), no tiene hoy una representación unificada o con densidad para disputar ni el espacio político ni la construcción del sentido común económico. Más aún, la mayoría está colonizada con conceptos económicos del neoliberalismo.  Por ese motivo no tienen un liderazgo pujante para hacer frente a programas económicos y políticos que, paradójicamente, apoyan electoralmente y que los terminarán barriendo del mercado. 

Fuente:Página/12 
04 de junio de 2017

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