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Por Alfredo Zaiat
Los
principales miembros de la burguesía paulista son actores centrales de la
actual crisis económica y política de Brasil. Los “campeones nacionales”
ocuparon sectores estratégicos de la estructura productiva en la primera década
del siglo XXI. Tuvieron condiciones para asumir el desafío de la acumulación
internacionalizada desarrollando una agresiva política de exportación de
capitales. La combinación de fuerte recesión y escándalos de corrupción está
exponiendo con impiedad la relación que han tenido las burguesías nacionales
con el Estado a lo largo de la historia del capitalismo. Cuando se expandieron,
para ocupar un espacio relevante del desarrollo, fue a partir de la
construcción de un vínculo privilegiado de intercambio de favores y fondos con
el Estado. Así fue en Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón o Corea del Sur,
y también en Brasil. En la Argentina, quienes promueven la idea del desarrollo
nacional, con cierta autonomía y diversificación productiva, han manifestado
persistentemente una corriente de admiración hacia la burguesía paulista. Era
una observación provocada por la debilidad tradicional de la burguesía
nacional, categoría de sujeto social que dado su opaco recorrido en Argentina
es una licencia analítica para facilitar el marco conceptual de este artículo.
En Brasil, con la internacionalización del capital y la financierización del
proceso de acumulación del capital, los “campeones nacionales”, crecimiento
acelerado de grupos empresarios, proyecto que impulsó con mucha decisión el Partido
de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva, han quedado heridos.
Casi el 90 por ciento de los 300 mayores grupos nacionales privados brasileños
estaban bajo control familiar en la década del ‘80. Desde entonces su
participación en la economía ha ido aumentado en forma sostenida. Los grupos de
base financiera y los de la construcción tuvieron una creciente importancia,
con diversificación al sector industrial. Casi todos mostraron interés en las
concesiones de servicios públicos y en las privatizaciones, particularmente en
las áreas de telecomunicaciones y energía eléctrica, asociados con grupos
extranjeros. Otra de sus características fue que gran parte de los grupos
tuvieron una fuerte internacionalización. Así lo describe el economista
brasileño Regis Bonelli en el capítulo “Las estrategias de los grandes grupos
económicos brasileños” del libro Grandes empresas y grupos industriales
latinoamericanos, de la Cepal.
La
lógica económica de esos grupos (JBS, Odebrecht, Camargo Correa, BRF, Braskem,
Ambev, entre otros), apoyada por el Estado a través del Banco Nacional de
Desarrollo Económico y Social (Bndes), fue su internacionalización al ritmo de
su veloz crecimiento. Así empezaron a adquirir importantes firmas de países de
la región, destacándose el desembarco que hicieron en Argentina, y a participar
activamente en grandes obras de infraestructura en Latinoamérica (por ejemplo,
Odebrecht asociado con IECSA del Grupo Macri en el soterramiento del corredor
ferroviario Sarmiento). El objetivo central del Estado liderado por el PT era
fortalecer ya no sólo una burguesía dinámica para impulsar el desarrollo
nacional consolidando el mercado interno, sino internacionalizarla para
convertir a sus miembros en líderes mundiales. Una de las firmas más destacadas
en ese plan fue el frigorífico JBS que compró Swift de Estados Unidos y hoy
tiene operaciones en casi 110 países. Ese proceso derivó también en que
multinacionales adquirieran parte o el total de grandes firmas brasileñas, por
casos la belga Interbrew asociada con Ambev o la india Arcelor Mittal
absorbiendo varias siderúrgicas.
La
crisis brasileña obliga a una evaluación del comportamiento de los grupos
económicos denominados “campeones nacionales”, como así también la propagación
de la financierización y la primarización de la economía (hubo una fortísima
expansión del agronegocio en Brasil). Ese esquema del desarrollismo, con los
grupos económicos concentrando capital y contabilizando ganancias abultadas, en
estrecho vínculo con el Estado, debería haber impulsado el crecimiento firme de
la economía local, además de difundir beneficios al resto de la sociedad.
Es la idea tradicional de una burguesía dinámica comprometida con el desarrollo
nacional. Pero esa aspiración quedó trunca cuando la lógica de las finanzas
pasó a ser hegemónica y la actividad agropecuaria se convirtió en dominante. Al
respecto, datos oficiales del IBGE indican que en el primer trimestre de este
año, el PIB brasileño continuó con signo negativo, al bajar 0,4 por ciento en
términos interanuales, pero el agro fue el único sector que exhibió saldo
positivo, con un crecimiento del 15,2 por ciento.
Alianzas
La
experiencia fallida de una burguesía paulista debilitada, al tiempo que se
expande el negocio financiero y agropecuario, convoca a una revisión de la
estrategia de fomentar los “campeones nacionales”. Es un espejo para pensar las
controversias acerca del sendero económico y las alianzas sociales, políticas y
económicas en Argentina. En el contexto de avance del neoliberalismo, de
restauración conservadora, esos sujetos económicos son los principales soportes
políticos y financieros del plan de borrar cualquier intento de regreso al populismo.
La actual fase del capitalismo dominado por las finanzas globales dictando la
orientación de las políticas económicas, y la extranjerización de las economías
nacionales, con las multinacionales ocupando un papel preponderante y extorsivo
a los gobiernos, son dos potentes condicionantes, que no deberían ser ignorados
en cualquier proyecto político que plantee la recuperación de márgenes de
autonomía.
Un
factor clave en ese proceso es identificar cuál es el sujeto económico dinámico
para enfrentar ese desafío y no repetir experiencias que se topan con los
límites al desarrollo nacional, ya sea por la irrupción de la restricción
externa (escasez de divisas por la estructura productiva desequilibrada y por
la intensidad de la fuga de capitales) o por la carencia de una burguesía
comprometida con el destino nacional.
La
burguesía ha sido un actor económico y social privilegiado por los proyectos
políticos populares, opción conceptualizada en diferentes momentos históricos
por las conocidas teorías económicas latinoamericanas: centro-periferia, teoría
de la dependencia, el estructuralismo, el desarrollismo y el neodesarrollismo.
Es el amor no correspondido de los proyectos económicos nacionales en
Argentina. Es el deseo o ilusión de sumarla y terminó en frustración en
diferentes experiencias, siendo la más reciente durante el kirchnerismo. En el
discurso presidencial del 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner convocó a
recuperar el espacio privilegiado de la burguesía nacional. Propuesta que
terminó en otro desengaño.
Es
un desafío necesario el abordaje crítico acerca del comportamiento de esa clase
empresaria, que en el caso argentino es rentista, fugadora de capitales y
colonizada por el neoliberalismo. La resistencia militante que ha tenido contra
el ciclo político del kirchnerismo, que con sus fortalezas y debilidades,
rupturas y continuidades, pretendió impulsar un proyecto nacional, se
contrapone con el apoyo entusiasta que brinda al proyecto político del macrismo
que desprecia el desarrollo industrial. Aplauden a quienes son sus verdugos y
al proceso de concentración del capital donde unos pocos salen favorecidos
(Grupo Clarín, Grupo Techint, empresas relacionadas al Grupo Macri,
conglomerados energéticos, bancos y grandes compañías vinculadas a la actividad
agropecuaria).
La
gobernadora María Eugenia Vidal cautiva a los empresarios pese a que en su
gestión no hubo ministro de Producción en casi seis meses, y quien ahora fue
elegido para ese cargo ha sido un ex abogado de Techint. A los empresarios les
encanta que Vidal les hable de inseguridad, de educación y, en general, de los
conflictos existenciales de la vida, mientras no hace mención a la situación
dramática de las pymes e industrias, al cierre de empresas y a la desesperación
de productores con miles de hectáreas bajo agua. Este peculiar comportamiento
puede interpretarse como expresión de la ideología neoliberal que abrazan, del
miedo al populismo que pese a que lo detestan les hizo ganar mucho dinero o, en
definitiva, a la escasa densidad nacional -como enseñó Aldo Ferrer- de gran
parte del empresariado.
El
macrismo va ordenando los liderazgos de las cámaras patronales para neutralizar
cualquier mínima resistencia. Así lo hizo en la conducción de CAME, que alteró
el contenido crítico de sus informes para hacerlos amigables al gobierno, y en
la de la UIA, donde influyó en la dinámica de su elección interna. De esa forma
busca que el mundo empresario sea su aliado más firme para disciplinar al mundo
del trabajo y para limitar cualquier organización empresaria crítica al
neoliberalismo.
Sectores beneficiados de una política de industrialización, inclusión social y
desarrollo del mercado interno (pymes, comercios, industrias, pequeños
productores, economías regionales), no tiene hoy una representación unificada o
con densidad para disputar ni el espacio político ni la construcción del
sentido común económico. Más aún, la mayoría está colonizada con conceptos
económicos del neoliberalismo. Por ese motivo no tienen un liderazgo
pujante para hacer frente a programas económicos y políticos que,
paradójicamente, apoyan electoralmente y que los terminarán barriendo del
mercado.
Fuente:Página/12
04 de
junio de 2017
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