Para Ernesto Martinchuk, la integración sudamericana tiene que poner en la comunicación una mirada estratégica para apoyarse en la tradición intelectual y cultural de la región.
Por Ernesto Martinchuk *
Se realizó la semana última en Tecnópolis la reunión Patria Grande Conectada. Es importante destacar que hoy uno de los instrumentos más importantes de la Geopolítica son los medios de comunicación. Esos medios marcan la agenda en la región. EE.UU., la Unión Europea y Japón controlan el 90 por ciento de la información de todo el planeta. Cinco agencias de países ricos distribuyen el 95 por ciento de las noticias en el mundo.
El Sur es modelado según los intereses del Norte, y la fijación de un “pensamiento único” impuesto desde las elites económicas y políticas mundiales redunda en la concepción de un único mundo posible, con un único sistema económico viable. Los países empobrecidos o del Tercer Mundo sufrimos una evidente paradoja: la información que nos sirve para entender el mundo es fabricada en los mismos centros de poder económico y político responsables del saqueo y la dependencia.Uno de los temas más significativos que hoy debe abordar nuestra Sudamérica es una ley de medios de comunicación a todos los países. La pregunta es: ¿por qué no podemos ver nuestros canales nacionales a nivel regional, pero sí las señales de las televisoras estatales de España, Italia, Francia, Inglaterra y EE.UU.? También sus canales de “entretenimientos”. Hoy no basta saber y demostrar cómo los medios masivos del capitalismo encubren y mienten sobre el mundo en que vivimos, sino que es necesario abordar la relación que establecen con lo emocional y lo cultural, provocando odio o sumisión.
Sudamérica debe pensar en esto, porque tiene que ver con la educación y con la comunicación como instrumento de la integración. No debemos olvidar que los procesos de transformación de la historia de la humanidad los hacen los poderosos, no los marginados, demonizando procesos a través del ejercicio de la palabra, realizada por los monopolios mediáticos.
Estamos en la sociedad del conocimiento –una expresión neoliberal correcta– pero la lucha debe ser del conocimiento autónomo y autóctono, no importado. Los estudiantes descubren que construir el saber no es lo que aprendieron en la universidad tradicional. Le corresponde a los Estados sudamericanos, conformando una nueva entidad pública regional, asumir su función como herramienta de socialización del conocimiento local.
“Nadie educa a nadie”, decía Paulo Freire; las personas tampoco se educan a sí mismas, nosotros nos educamos en comunión mediatizados por el mundo. No mediatizados por el currículum, por la escuela, el maestro, sino por una lectura crítica del mundo. Es sacar de las mentes de los estudiantes lo que pusieron en sus mentes. La pedagogía del oprimido es la pedagogía desde la perspectiva, desde la mirada del oprimido. No es “para” el oprimido, porque nadie libera a nadie...
El colonialismo induce en el conquistado la resignación a que su libertad haya sido cercenada, y que, para continuar existiendo, deba darse por vencido aceptando repetir aquello que le imponen sus opresores. Así, el conquistado termina considerando el pensamiento impuesto como propio y la obstrucción a su libertad como parte del camino que lo llevará al mejoramiento de su vida.
Desandar esos pasos, romper con esos vínculos puede parecer una aventura sin destino, un suicidio intelectual y moral. Nadie puede renunciar a su derecho de crear, imaginar y proyectar su propia vida: la frustración, el desarraigo, la pérdida de objetivos y el olvido de los sueños que padecen muchos jóvenes en nuestras sociedades no tienen otro origen que la ruptura de los vínculos con nuestras realidades: sociedades oprimidas, empobrecidas, construidas sobre la desigualdad, la exclusión y la desmemoria, aunque dotadas de la voluntad y la esperanza de remontar su condición al sometimiento.
Para evaluar los “daños colaterales” infligidos en nuestra capacidad de pensar, deberíamos comenzar por comprender los alcances del cercenamiento de la identidad, la memoria y la voluntad, del proyecto de futuro en los egresados del sistema educativo durante las generaciones del neoliberalismo. Algo muy profundo se ha perdido en las últimas décadas y corremos el riesgo de que nos quedemos sin instrumentos de conocimiento que nos permitan utilizar nuestras reservas estratégicas para salvar nuestros saberes tradicionales, los recursos naturales, sociales y estratégicos de nuestros países.
Debemos tener la capacidad de convertir los conceptos impuestos, recogiendo la enorme tradición intelectual y cultural que han hecho de Sudamérica la región de mayor riqueza histórica, viva, del mundo.
* Periodista. Docente Escuela de Periodismo Círculo de la Prensa.
Fuente: Página/12
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