Un intento de desprestigiar
Por Daniel Filmus *
En los últimos días hemos asistido a un nuevo intento de desprestigiar y menospreciar uno de los avances más importantes que en materia de políticas sociales ha impulsado el gobierno de Cristina Kirchner: la Asignación Universal por Hijo (AUH). Ya habíamos escuchado argumentos según los cuales este apoyo a las familias de escasos recursos era derivado al alcohol y a la droga, pero ahora el intento de desvirtuar el sentido de esta política llegó más lejos. El ministro de Salud de Corrientes, por ejemplo, señaló que “algunas chicas se embarazan porque tienen un recurso económico como premio”. Grave afirmación de quien tiene la responsabilidad de prevenir el embarazo infantil y en su lugar recomienda la eliminación de la AUH. Así no tendrían incentivo para embarazarse.
Hace pocos días hemos visto otro intento de desacreditar la AUH en las páginas del diario La Nación. Este matutino cubrió con gran despliegue una investigación realizada por el Observatorio de la Educación Básica Argentina bajo el auspicio de la Fundación Banco Santander Río, titulado “Bajo impacto de la AUH en la escuela”. Esta investigación es reproducida por el diario Clarín al día siguiente: “Cuestionan la eficiencia escolar de la Asignación Universal por Hijo”. Como no hemos podido acceder al texto que originó la versión periodística, analizaremos algunas de las informaciones que se brindan en la nota. Empecemos por los datos de la escolaridad primaria.
Afirma quien presentó la investigación que “el 99,6 por ciento de los chicos de 6 años concurren a la escuela”. Es verdad, en nuestro país casi todos los chicos en edad escolar concurren a la escuela primaria (es lo que muestran los censos), que es prácticamente una de las más universales del mundo. Ahora bien, si casi todos los chicos van a la escuela primaria, la evaluación del aporte de la AUH en este nivel no se puede realizar a partir de cuánto mejoró la matrícula, sino de los aspectos cualitativos que un mayor ingreso de la familia aporta respecto del aprendizaje (alimentación, útiles, abandono de tareas familiares, mayor dedicación a la escuela, etc.). Sobre estos aspectos, por ejemplo, existe una muy buena investigación de seis universidades públicas que muestra importantes avances respecto del presentismo, cambio de hábitos y rendimiento de los alumnos. Sin embargo, el propio artículo afirma que el “reingreso en el nivel primario es del 13 por ciento”, lo que no parece ser poco exitoso. No queda claro el 13 por ciento de qué universo, pero seguramente sumado al 99,6 de chicos que ya concurrían, nos da más del 100 por ciento, lo que matemáticamente es imposible.
Ahora bien, sabiendo que las estadísticas escolares del nivel medio son precarias para analizar cambios en los comportamientos educativos en cortos tramos de tiempo, ¿es posible aproximarnos a analizar el impacto cuantitativo de la AUH? En este punto quizá lo más serio sea recurrir a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Como ya hemos señalado, hasta los 14 años la escolaridad es prácticamente universal. ¿Qué pasó a partir de los 15 años?
La EPH muestra que, entre el primer trimestre del 2009 (año en el que comienza la AUH) y el 2011, la cantidad de jóvenes de 15 a 19 años que sólo estudian se incrementó en 258.675. En cambio, los que trabajan o buscan trabajo y estudian al mismo tiempo descendieron en 62.300, y los que trabajan o estaban desocupados y no estudiaban también disminuyeron en una cifra cercana a los 118.220. Por lo tanto, no es difícil inferir que la AUH permitió un retiro de muchos jóvenes del trabajo precario o de la desocupación para dedicarse plenamente al estudio. Otro dato permite corroborar esta hipótesis: la población económicamente activa (PEA) de esta franja etaria, o sea la que tiene predisposición a trabajar y buscar trabajo, después de mantenerse relativamente estable en el período 2003/2009, entre el 2009 y el 2011 descendió vertiginosamente 5,9 puntos porcentuales (de 24,7 a 18,8 por ciento), mientras que en el resto de la población no sufrió movimientos. Un tercer dato, que también puede extraerse de la EPH del 2011 es que, si tomamos las edades en que los jóvenes asisten al secundario (13 a 18 años), el porcentaje de quienes asisten a la escuela ascendió de 84,9 a 88 por ciento en los últimos dos años. Si a este último dato le sumamos los que ya la terminaron, llegamos al 90 por ciento. No hay otra razón para explicar este inédito cambio de comportamiento entre tantos jóvenes en sólo dos años que no sea el hecho de que recibir la AUH les permite abandonar el trabajo o la búsqueda del mismo y reinsertarse en el sistema educativo.
También hay que señalar que una porción menor de estos jóvenes que se retiraron del mercado del trabajo por recibir la AUH no se ha logrado integrar en la escuela (33.859): se trata de mujeres que se dedican al trabajo hogareño, por lo que es necesario estudiar políticas específicas para este sector.
Sintetizando, se trata de poco tiempo y de precariedad de instrumentos para evaluar en toda su dimensión los diferentes aportes educativos de la AUH. A pesar de ello, los datos con los que ya contamos permiten evaluar un importante aporte tanto cualitativo como cuantitativo de la AUH en la escolaridad de niños y jóvenes. Sin lugar a dudas, se trata de una de las políticas sociales más distributivas que ha encarado el Estado argentino en toda su historia. Sabemos que hay sectores que añoran disponer de esos recursos y pretenden que se dirijan nuevamente hacia los grupos de privilegio y la concentración económica, y no hacia quienes más los necesitan. Hay mucho para mejorar en una política universal que recién comienza, bienvenidas las investigaciones serias y las críticas constructivas que ayudarán a transitar este camino. No es el caso de los artículos periodísticos a los que hemos hecho referencia.
* Senador nacional (FpV), ex ministro de Educación.
La restitución de derechos
Por Jaime Perczyk *
Desacreditar, desprestigiar y atacar parecen ser los motivos que impulsan a aquellos que hacen operaciones de prensa a partir de sondeos de dudosa rigurosidad metodológica para relativizar el impacto de dos políticas de inclusión social implementadas por el gobierno nacional, como son la Asignación Universal por Hijo (AUH) y el Programa Conectar Igualdad. Este Gobierno ha demostrado que la libertad de expresión, de prensa, es un valor fundamental de la democracia, pero al mismo tiempo sostenemos que debe haber responsabilidad de los diferentes sectores. Por ello, cualquier análisis debe tener en cuenta que este Gobierno ha construido más de 1300 escuelas, ha entregado 1.800.000 netbooks, ha mejorado el salario docente alrededor del 650 por ciento y destinado el 6,47 por ciento del PBI a la educación.
Respecto del Observatorio de la Educación Básica de la Argentina, lo primero que hay que decir es que se trata de una operación de prensa montada por el Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP) –una ONG de ex funcionarios radicales– y los medios monopólicos con el sólo objetivo de cuestionar los resultados del impacto en la inclusión y calidad educativa de las netbooks y la AUH. Ahora bien, lo más grave no son las lecturas malintencionadas a partir de la construcción de datos en base a “percepciones” o la pretensión de que a partir de ellos puedan modificarse las políticas públicas, sino que esos dirigentes que ahora cuestionan las políticas inclusivas son los mismos que cuando tuvieron la oportunidad optaron por recortar los sueldos de los docentes, ajustar el presupuesto de las universidades nacionales y destinar más porcentaje del PBI al pago de la deuda externa que al financiamiento del sistema educativo.
Desde el Ministerio de Educación sabemos que la restitución de derechos no es tarea fácil, sino que requiere de una atención especial para rectificar posibles errores. En este sentido, para conocer los resultados e impacto de la AUH durante 2011 el ministerio convocó a seis universidades nacionales para realizar una investigación rigurosa, tomando 1200 casos distribuidos en siete provincias. Ese trabajo nos permitió ratificar algunas opiniones sobre la AUH y construir certezas. Comprobamos que gracias a ella se produjo una evidente mejora de la condición de vida de los estudiantes permitiendo que 130 mil chicos se reincorporaran al sistema educativo. Asimismo, el consumo por parte de los chicos de útiles, libros, ropa o zapatillas generó las condiciones de posibilidad de su permanencia en la escuela, evidenciada en el mejoramiento del presentismo estudiantil y de la relación de los alumnos con la escuela.
Respecto del Programa Conectar Igualdad, para conocer su impacto en la educación en 2011 el ministerio reunió a once universidades nacionales para llevar adelante una investigación cualitativa que abarcó a 205 escuelas de 23 jurisdicciones. Se realizaron más de cuatro mil entrevistas y más de cinco mil cuestionarios a estudiantes de todo el país; también se entrevistó a ministros, funcionarios provinciales, directores, docentes, preceptores, administradores de red y padres. Este estudio mostró que el 85 por ciento de los adultos y el 78 por ciento de los jóvenes aseguraron que el Programa Conectar Igualdad “mejora la escuela pública”; el 86 por ciento de los adultos y el 85 de los jóvenes señaló que “genera igualdad de oportunidades”; el 80,5 de los estudiantes sostuvo que “ayudará a achicar las diferencias educativas”; y el 69,5 afirmó que “aumenta el ingreso y la reinserción escolar”.
Los entrevistados coincidieron, además, en que antes de la puesta en marcha del Programa Conectar Igualdad, la formación era uno de los últimos usos que los chicos les daban a las computadoras. En cambio hoy, con más de 1.800.000 netbooks entregadas, el fin educativo es la primera causa de utilización, mientras que el juego y la recreación han quedado relegados a un segundo plano. Esto muestra, por un lado, que una política de largo alcance y de la magnitud de éstas no obtiene resultados inmediatos, sino que los procesos socioeducativos de docentes y estudiantes tienen tiempos propios que hay que esperar.
La AUH y el Programa Conectar Igualdad son políticas fuertemente redistributivas en los planos económico, educativo y cultural. Como toda nueva política, apareja nuevos conflictos sobre los que estamos trabajando, por ejemplo cuando el ministerio revisa su programa de formación docente e incorpora módulos en nuevas tecnologías, cuando otorga equipamiento en las escuelas o garantiza la permanencia de los estudiantes en las escuelas. No hay que acobardarse ante los problemas que emergen, estos requieren soluciones complejas, planificadas, que no se pueden hacer de un día para el otro en base a “percepciones”. Por ello, tengamos en claro que aquellos que las atacan no están interesados en mejorar la educación o proponer alternativas, sino que están defendiendo las políticas de concentración económica y desintegración social que llevaron al 40 por ciento de los argentinos bajo la línea de pobreza.
La AUH y el Programa Conectar Igualdad son políticas de Estado inéditas y revolucionarias, que por su alcance y las inversiones que representan no tienen precedente en el país ni en los de la región. Motivos más que suficientes para que todos los argentinos las defendamos y las deficiencias reciban propuestas, antes que desprestigio para ensuciar las conquistas, no de un gobierno, sino de la sociedad argentina en su conjunto.
* Secretario de Educación, Ministerio de Educación de la Nación.
Fuente: Página/12
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