Cuatro años atrás, Carta Abierta nació de un gesto dramático, la convocatoria para una urgente respuesta a la ofensiva de las patronales agropecuarias y los medios que no disimulaban su propósito de llevarse puesto al gobierno de Cristina Kirchner. La importante adhesión mostró que muchos compartíamos esa sensación de angustia frente al insólito avance de un discurso que negaba el rol del estado y condenaba a priori cualquier impulso de redistribución.
Desde entonces, el cambio ha sido vertiginoso hasta llegar a la situación actual caracterizada por la hegemonía kirchnerista en lo político y cultural. El mérito es para un gobierno que aguantó el acoso y –gesto inédito en la política argentina– contestó el hostigamiento con la profundización de su proyecto, pero no puede negarse que Carta Abierta prestó también su modesta contribución.
Confieso que he utilizado con cuidado el término hegemonía, porque lo que celebramos como producto del mayor consenso social con el gobierno y el incremento de su influencia política, como prueba de la debilidad argumental de la oposición y sus voceros mediáticos, es señalado por otros como una perniciosa tendencia del oficialismo a imponer un “relato disciplinador y engañoso”, utilizando –entre otros recursos no menos repudiables– la “inducción de mecanismos alienatorios sobre las formas colectivas de la subjetividad. (Manifiesto de Plataforma 2012).
En estos días, dos nuevos agrupamientos de intelectuales hicieron su presentación, lo que debe saludarse y anuncia futuros debates. El texto dado a conocer por uno de ellos, titulado Argumentos, hace aportes interesantes y manifiesta notables coincidencias con Carta Abierta, particularmente en lo que hace a la valoración del cambio operado desde el año 2003. También los señalamientos críticos sobre la acción de gobierno coinciden, en general con la mirada de nuestra reciente Carta 11. Es previsible con ellos un intercambio provechoso.
El otro nucleamiento, de un claro perfil opositor al actual gobierno, es el ya citado Plataforma 2012, en el que revistan algunos escritores y artistas muy valiosos. Este grupo hizo una presentación menos amigable, cuestionando duramente la ingenuidad de los análisis justificatorios que atribuyen a los intelectuales nucleados en Carta Abierta, a los que no vacilan en calificar –contra toda evidencia– como voceros del gobierno.
La caracterización del momento político iniciado en el 2003 es, sin duda, el eje de nuestra polémica con este sector de intelectuales. Plataforma critica algunas políticas y actitudes oficiales y le bastan esas críticas para señalar como rasgos definitorios de la hora actual la impunidad de los gobernantes y la represión generalizada de la que hace responsable al gobierno nacional. Enfatizando que nos hallaríamos ante un nuevo ciclo de violaciones a los derechos humanos, el grupo no considera relevantes los juicios a los responsables del terrorismo de estado, ignora la fuerte presión social que resistió el gobierno de Néstor Kirchner negándose a reprimir los cortes de calles de los piqueteros y desconoce la decisión con la que el fallecido ex presidente impulsó el juzgamiento de los responsables del asesinato de Mariano Ferreyra.
No consideran tampoco necesario mencionar la drástica y virtuosa alteración de rumbo de la política exterior argentina y las consecuencias sociales de medidas tan significativas como la sanción de la Asignación Universal por hijo. Lejos de valorar los resultados de estas y otras políticas sociales, los integrantes de Plataforma consideran que se han profundizado las desigualdades en la sociedad argentina (artículo en la web de Maristella Svampa y Roberto Gargarella, firmantes del manifiesto de Plataforma 12). No sólo desconocen, de este modo, los cambios tan significativos en los indicadores económicos sociales del país, informados por la Cepal hace pocos días, sino que no se preocupan en explicar de qué modo se compadece ese supuesto proceso de creciente desigualdad con medidas como el matrimonio igualitario o la sanción de una ley de medios que abre inéditas posibilidades para una pluralidad de voces.
Los desacuerdos respecto a la valoración del proceso iniciado en el 2003 se solapan con otra discusión no menos importante. El llamamiento de Plataforma señala que algunos intelectuales respetables –queremos creer que se refieren a Carta Abierta, aunque el elogio no es sino el pie necesario para el cuestionamiento posterior– se han metamorfoseado abandonando la mirada crítica. Es evidente que para los integrantes del grupo existe una incompatibilidad absoluta entre la función de intelectual crítico y la adhesión a cualquier gobierno. Quien adoptara esta última postura estaría dimitiendo de la independencia que se espera del intelectual, renunciando al privilegio de ser el enunciador de un discurso experto e incontaminado para degradarse en el pantano de la política.
No aceptamos esa idea sobre el rol del intelectual. No nos consideramos parte de un grupo privilegiado que tendría la función de decir lo que no pueden decir otros. No habría nada más escandaloso ni mejor modo de profundizar la desigualdad –sugiere Jacques Ranciere– que otorgar a un grupo de personas la capacidad exclusiva de pensar. Los integrantes de Carta Abierta somos intelectuales políticos, comprometidos o militantes, como se prefiera, no porque nos nucleemos para mostrar a través de la crítica nuestra amplitud de miras, ni para hacer alardes de nuestros saberes, sino porque queremos intervenir decididamente en una coyuntura política en la que se juega la suerte de un proyecto que está transformando el país. No formábamos parte de ninguna corporación de intelectuales preexistente: nos constituimos como tales cuando salimos a decir lo que creíamos necesario y nos comprometimos a hacer política ejerciendo la reflexión, el debate y la crítica. No porque esas prácticas nos caractericen como grupo intelectual sino porque son herramientas imprescindibles en la constitución del gran movimiento político y social necesario para sustentar el ciclo kirchnerista y profundizarlo bajo el signo de la igualdad.
* Miembro de Carta Abierta.
Alejandro Grimson *
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