Estaba
en el programa del papa anterior, que el nuevo papa viene justamente a cumplir,
la visita a Brasil. Es claramente parte de un plan del Vaticano para intentar
recuperar el terreno perdido en las últimas décadas en el que es considerado el
continente más católico del mundo.
El papa
Juan Pablo II había tomado una decisión estratégica al alinearse con los
Estados Unidos y Gran Bretaña, para protagonizar, junto con Ronald Reagan y
Margaret Thatcher, la ofensiva final contra la URSS, para provocar el desenlace
favorable al bloque imperialista en la Guerra Fría. Formó parte de eso, a
través de la represión y el debilitamiento de la Teología de la Liberación, que
podría haber sido la versión popular del catolicismo.
La
fuerte ofensiva del Vaticano contra la Teología de la Liberación mató a la
gallina de los huevos de oro del catolicismo y abrió el campo para todas las
variantes evangélicas, que ocuparon el espacio que podría haber sido ocupado
por la versión popular del catolicismo. En lugar de fortalecerse, la Iglesia
Católica entró en una profunda –y probablemente irreversible– decadencia.
La visita
del Papa a Brasil –considerado el país con más católicos del mundo– tiene como
objetivo recuperar el espacio perdido en las últimas décadas, a contramano de
las tendencias de debilitamiento de adhesión a las religiones y de la expansión
de varias corrientes evangélicas.
Pero el
Papa no trae ningún discurso atractivo, especialmente para las nuevas
generaciones, mayoritarias en Brasil y en América latina. Más allá de la
participación de una cantidad relativa de jóvenes durante su visita, nada
indica que el Papa pueda recuperar prestigio y adhesión en Brasil y en nuestro
continente. Sobre los temas que preocupan a los jóvenes y al mundo
contemporáneo, el Papa no tiene nada para decir. Su discurso se revela
conservador en lo que refiere a los temas básicos que interesan a los jóvenes y
que podrían renovar el discurso de la Iglesia: el papel de las mujeres, el
aborto y el divorcio, entre otros.
Hay una
campaña publicitaria que intenta proyectar una imagen simpática del nuevo papa
para contrarrestar la antipatía y la falta de atractivo del papa anterior. Pero
nada más allá de su imagen.
Se
esperaba que, como el nuevo papa es argentino, ya no vendrían dos millones,
sino dos millones y medio de personas, pero estas previsiones ilusorias
rápidamente naufragaron, y se habla ahora de menos de la mitad de eso y
seguramente más del 90 por ciento será procedente de Brasil.
La
visita del Papa tendrá un efecto instantáneo, sólo porque es producto de una
campaña publicitaria para proyectar a algún líder conservador en un mundo en
que los estadistas del bloque occidental –Obama, Merkel, Hollande, Rajoy y
Cameron entre otros– tienen una imagen muy deteriorada. Pero a falta de un
discurso atractivo –más allá de las apelaciones demagógicas y vacías sobre la
miseria, la paz, la revigorización de la espiritualidad, etc.–, nada más se
puede esperar de la visita del Papa, que se irá como vino, sin ninguna
capacidad para fortalecer una Iglesia Católica brasileña con autoridades
oficiales conservadoras e inexpresivas. La derecha conseguirá esporádicamente
proyectar la imagen simpática del papa actual, sin ninguna injerencia en la
situación de Brasil y de América latina.
*
Secretario general de Clacso.
Fuente: Página/12
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