Imagen: Joaquín Salguero
En
La Tempestad, Shakespeare incluyó una figura de intelectual: Ariel.
Criatura del aire, sin vínculos con la vida material y sin ataduras de
clase, para Aníbal Ponce –en Humanismo burgués y humanismo proletario–
es un humanista, “mezcla de esclavo y mercenario”, que ha conseguido
alejarse del “trabajo de las manos”. Frente a la tradición intelectual
arielista, en la Argentina y en América Latina del siglo XXI, deberíamos
recuperar la tradición de Calibán. Un/a intelectual a lo Calibán –otro
personaje shakespeareano–, que simboliza la concepción colonial del
“otro”: “primitivo”, “bárbaro” y diversamente pigmentado.
El repugnante
“monstruo rojo”, dice Shakespeare. ¿Qué estoy tratando de sugerir? Que
deberíamos poder poner en diálogo y tensión las figuras de Ariel y
Calibán para forjar al/a intelectual del siglo XXI latinoamericanx y
específicamente argentinx. Un/a intelectual que entre al claustro para
salir permanentemente de él con el objetivo de intervenir en el mundo,
del cual –por otro lado– resulta imposible sustraerse. Que pueda y sepa
contrapuntear ocho horas de biblioteca con otras tantas de plaza. O,
para decirlo de otra manera, que se hamaque entre la historia (el
contacto con el pasado) y el presente. De lo universal a lo temporal.
Teoría junto a un apasionado sentido del presente, con todas las
urgencias que éste reclama. Esto puede ser fraseado también con la
ecuación: trabajo de especialista + militancia (militamos para defender
la vida como forma de la acción; para salir de nuestra zona de confort),
para enfatizar la responsabilidad, el compromiso y el pensamiento
dirigidos a las sociedades de las que somos contemporánexs. En
definitiva, ese/a intelectual nuevx debería contrapuntear universidad
con situación, que es lo mismo que decir universalidad + pensamiento
situado (ya que pensamos en situación y dentro de una situación). De
otro modo: distancia y conexión. Distancia de las élites –políticas o
del discurso– y proximidad con las turbulencias populares. Esto, en
permanente antagonismo con las fuerzas conservadoras, para recrear un
nuevo orden de cosas. Un orden futuro y un orden –lo más rápido posible–
presente que, a falta de una categoría mejor, podemos nombrar como
socialismo. Una sociedad sin clases, sin una CEOcracia dirigente, una
sociedad sustraída a la explotación capitalista y a la opresión de las
grandes mayorías por parte de las derechas latinoamericanas, que si
hacen algo es negar y atacar la vida del campo popular.
Las tareas que emprende el macrismo en la Argentina y las tareas que
emprende la derecha en los distintos parajes de América Latina son
extremadamente complejas. Cada día profundizan la conflictividad social.
En la Argentina estamos frente a una democracia cada vez menos
democrática, una democracia cada vez más limitada, cada vez menos
probable, cada vez menos creíble. Una democracia restringida y muy
limitada al acto electivo. Un régimen: careta democrática para un
funcionamiento que pivota alrededor de Gendarmería, la violencia como
solución de cualquier conflicto. De hecho: ¿dónde está Santiago
Maldonado (y dónde estamos nosotrxs cuando nos hacemos esta pregunta)?
Por eso es necesario e imperioso un cuerpo de intelectuales que asuma
una función estratégica. Un cuerpo que ponga a disposición de la
comunidad su propio saber. ¿Con qué objetivo? Desnudar los entramados
que los poderes fácticos, que los medios de comunicación convencidos,
que los medios de comunicación a sueldo, nos ponen delante todos los
días. Un cuerpo de intelectuales que no desdeñe la militancia. Que a
través de la enseñanza, la oración, la escritura, la intervención
pública logre articular una capacidad perceptiva y una imaginería
contrarias a los relatos de poderes que temen y atacan la vida del campo
popular. Un cuerpo que logre dotar a las grandes mayorías
latinoamericanas de modelos, de criterios de estimación y de símbolos
que oponer a los relatos de los poderes fácticos que en la Argentina se
encarnan en Macri, en Brasil en Temer, en Paraguay en Cartes, en
Venezuela en la derecha proimperialista, etc. Un cuerpo de intelectuales
dispuesto a trabajar para articular esquemas de sensibilidad. Con esto
me refiero a la función de dar forma a valores emancipatorios y a
potencialidades alternativas que ya están en la vida social de las
grandes mayorías. Me refiero a un trabajo que tenga por objetivo cruzar
el sistema central de valores encarnado en los discursos mediáticos y en
las políticas excluyentes que padecemos a diario. Como intelectuales,
debemos dar forma, subrayar, enfatizar esos valores emancipatorios y
esas potencialidades alternativas. Las fuerzas políticas que los
encarnan están presentes en la Argentina. Lo imperioso es fraguar un
Frente de liberación nacional y social, en tanto materialización de la
unidad de las fuerzas populares, despojadas (hasta dónde sea posible) de
sectarismos, con una función de defensa/resistencia y sobre todo de
avanzada, con programa político amplio, premisa de las transformaciones
sociales necesarias, y en cuya órbita lo/a/s intelectuales del siglo XXI
puedan situar su trabajo, como forma de la acción colectiva y la
cooperación.
* Universidad Nacional de General Sarmiento / Conicet.
Fuente:Pàgina/12
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