Por Cecilia Diwan
Para LA NACION
Miércoles 05 de noviembre de 2008
"El consumismo puede promover la uniformidad, pero también es un
poderoso diferenciador. La incapacidad de consumir es una receta segura
para la exclusión. Quienes no pueden consumir son vistos como personas
que no merecen cuidado y asistencia. Entonces, consumir más es el único
camino hacia la inclusión social."
La afirmación es del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, un reconocido
ensayista que conoce bien el drama de la exclusión. Bauman nació en 1925
en una humilde familia judía que tuvo que emigrar a la Unión Soviética
luego de la ocupación nazi. Tras su paso por el ejército polaco en el
frente ruso, fue profesor en la Universidad de Varsovia, hasta que en
1968, por otra persecución antisemita, emigró a Israel. Cuatro años
después se radicó en Inglaterra, donde aún vive.
Bauman, que fue profesor en la universidad inglesa de Leeds, se
convirtió en protagonista del debate contemporáneo con la publicación de
sus libros Modernidad líquida, Vida de consumo, Etica posmoderna y Amor líquido, leídos por un público amplio. A los 83 años, Bauman publica más de un libro por año. En su última obra, Archipiélago de excepciones
, plantea el drama de los refugiados, de los que dice que son vistos
como "residuos humanos personificados", sin ninguna posibilidad real de
ser sumados a la vida social.
En una extensa conversación telefónica con LA NACION desde Inglaterra,
Bauman habla, sobre todo, de lo frágiles que se han vuelto los lazos
entre los seres humanos.
-¿Qué ocurre en la actualidad con los no consumidores, los muchos que no tienen recursos para consumir?
-La sociedad contemporánea integra a sus miembros, fundamentalmente,
como consumidores. Para ser reconocidos, hay que responder a las
tentaciones del mercado. Todas éstas son cosas que los pobres -gente que
no tiene ingresos decentes, tarjetas de crédito ni perspectivas de un
futuro mejor- no están en condiciones de hacer. Entonces, son vistos
como inútiles, porque los miembros "decentes" y "normales" de la
sociedad, los consumidores, no quieren nada de ellos. Nadie los
necesita. Estas sociedades del consumo estarían mucho mejor si los
pobres simplemente quemaran sus carpas, se dejaran quemar con ellas o se
fueran. Lamentablemente, estos deseos ocultos no hacen más que empeorar
las cosas. El resentimiento resultante es más agudo y el deseo de
venganza, todavía más violento.
-Entonces, ¿la tendencia al consumo nos deshumaniza?
-Cada vez más tendemos a pensarnos, a apreciarnos o degradarnos sobre la
base del patrón de los productos del mercado. Ir de compras y consumir
significa, hoy en día, invertir individualmente en la propia membresía
social. El consumo es inversión en la autoestima individual.
-¿Tratamos a los seres humanos como objetos de consumo?
-Los habitantes del mundo de consumidores perciben el mundo como un
enorme contenedor de piezas de repuesto. Ya no se espera que nadie se
conforme con lo que tiene y con lo que es. Si alguna pieza de los
instrumentos utilizados a diario, de la red de contactos humanos o del
propio cuerpo pierde su encanto, se la extirpa y se la reemplaza por
otras piezas de repuesto, nuevas o mejoradas. Los consumidores son
entrenados desde el nacimiento. La mentalidad de desechar se ha
convertido en el objetivo principal de la educación a la que las
empresas someten a sus futuros clientes desde muy temprana edad.
-¿Cómo se encaran hoy las relaciones de pareja?
-Si el objeto de amor buscado no alcanza un puntaje, el futuro
"comprador" debe abstenerse de adquirirlo, tal como lo haría en el caso
de todos los demás bienes en oferta. Si llega a descubrirse una falla
luego de la "adquisición", el objeto de amor fallado, al igual que todos
los otros bienes del mercado, debe ser descartado y reemplazado. Esto
se ve, por ejemplo, en quienes buscan una pareja ideal por Internet.
Seleccionan a una persona en una página de citas, como si fuera un corte
en el mostrador de la carnicería. Pero el amor no es algo que pueda ser
simplemente encontrado . Debe ser constantemente resucitado,
reafirmado, atendido y cuidado. La creciente fragilidad de los lazos
humanos tiene como resultado la escasa popularidad de los compromisos de
largo plazo y el vaciamiento de todo deber excepto de aquellas
obligaciones para con uno mismo. El amor tiende a ser visto o como
perfecto desde el principio o como fallido. No se puede esperar que un
amor así sobreviva siquiera a la primera pelea. Mucho menos, a los
primeros desacuerdos y enfrentamientos serios...
-Lo que hemos ganado es la libertad de elegir, de cambiar. Pero ¿se puede ser libre si no hay seguridad?
-La libertad viene en conjunto con los riesgos, y los riesgos implican
inseguridad. Desde la perspectiva de los afortunados, todas las
previsiones hechas en pos de la seguridad son vistas como restricciones
innecesarias e inoportunas. Sin embargo, incluso esas personas pueden
descubrir que están en un error, como les pasó a los multimillonarios de
Lehman Brothers, AIG y otros titanes de Wall Street y de la City de
Londres.
-Es más fácil moverse con las masas que actuar por cuenta propia, pero ¿qué espacio le queda a lo individual?
-La gente lucha individualmente por obtener reconocimiento social y se
guía por las listas de discos y libros más vendidos, las cifras de
taquilla de los cines, los ratings de audiencia de la TV.
Necesitamos orientación, y esa orientación sólo puede ser brindada si se
observa lo que está en el centro de la atención pública, lo que está en
boga y lo que deja de estarlo, lo que sube y lo que baja. Somos muchos
observando a unos pocos...
-¿Cree que la xenofobia y la violencia funcionan como mecanismos de integración en la sociedad?
- Las fronteras de los estados han dejado de
ser el marco natural para la construcción de la identidad, y vivir en
estrecha vecindad con gente de diferentes etnias se está convirtiendo en
un problema. Se necesitan una continua renegociación de los modelos de
convivenciay constantes reajustes de los acuerdos existentes. Lo que
está en juego es la humillación y la dignidad humana: el poder de
humillar a los otros, haciéndolos aceptar un estatus inferior, es decir,
el estatus de ser definidos por otros, en lugar de definirse a sí
mismos.
-En este sentido, ¿se podrían entender las
políticas de control migratorio de la Unión Europea como una manera de
mantener la identidad de ese continente?
-La inmigraciónha sido, por regla general, enriquecedora para los países
de llegada. En el largo plazo, Europa no puede retener sus poderes
económicos sin aumentar su fuerza de trabajo mediante la inmigración.
Nuestros dirigentes probablemente sepan que esto es así, pero el
pensamiento de largo plazo no es algo que posean ellos. Hay una visión
miope y profundamente desorientadora.
-En este mundo multicultural, ¿es posible la convivencia pacífica?
-La convivencia pacífica no es una cuestión de posibilidad o
imposibilidad, sino de vida o muerte. La única alternativa para vivir
juntos es morir juntos. Llevará su tiempo que asimilemos esa verdad en
nuestras mentes y más tiempo aún para que prevalezca sobre la búsqueda
de ganancias en el corto plazo. Pero si se trata del bien de la
supervivencia de la humanidad, ninguna tarea es demasiado complicada.
Algunas veces debe intentarse incluso lo imposible.
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