lunes, 9 de diciembre de 2013

RECORDANDO A MANDELA

“En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola.” (1)

Esta cita de Lenin, que ronda mi cabeza desde los 80 (cuando las remeras con la cara del Che me hacían dudar entre la libertad democrática y la mortificación fetichista) es sumamente pertinente, a la hora de recordar a quien nos ha dejado físicamente este 5 de diciembre que pasó: Nelson Mandela.
Si recordar es volver a pasar por el corazón, habrá entonces tantos recuerdos como corazones, y en consecuencia, el recuerdo jamás se presentará: ni divorciado de la conciencia, ni por fuera de los intereses de clase de quien recuerda.
Muy temprano, desde el Imperio, pretendieron vendernos un Mandela Nóbel, como si fuese posible equipararlo a rufianes de la talla  Henry Kissinger o Barak Obama (que se empeña en convencernos de que es negro).
Ni hablar del Mandela “pacificador, humanista y exorcista del odio”, tan caro en estas horas a las Corporaciones mediáticas, como si cada uno de esos conceptos, no estuviesen atravesados por una lucha de clases que le asigna sentidos y los impregna de consecuencias políticas.
Sabemos perfectamente que filantropía no es solidaridad, y que la paz, el humanismo y el amor que Mandela le propuso a los sudafricanos, no fueron un punto de partida, sino la consecuencia de una posición de Fuerza y de una acumulación política, conquistadas con años de luchar y militar un proyecto político revolucionario.
No hace falta ser muy astuto para rechazar cualquier semblanza que de este luchador, pretendan vendernos desde los intereses político-económicos contra los que tanto luchó.
A no confundirnos, el Apartheid, por más que exacerben su componente racial, tenía su fundamento no en lo étnico, sino en la necesidad de una particular supraestructura que asegure la acumulación capitalista.
Son ciertos todos y cada uno, los hitos que circulan hoy a manera de homenaje. Pero sería incorrecto no remarcar algunos aspectos que sospechosamente están ausentes en las pompas fúnebres “políticamente correctas”. Barrer bajo la alfombra, por ejemplo, al Mandela que ante el endurecimiento del Régimen (un  21 de Marzo de 1960, en Sharpeville, al suroeste de Johannesburgo, la policía abrió fuego contra una manifestación que protestaba por la ley de pases matando  a  69 ciudadanos y dejando casi 400 heridos) pasó a la clandestinidad; y en junio formó el brazo armado del CNA, Umkhonto we Sizwe (La lanza de la Nación) del que fue su primer comandante en jefe. Negar, sin ir más lejos, al Mandela admirador de Yasser Arafat y la lucha del Pueblo Palestino. Ocultar al Mandela camarada de Fidel y amigo entrañable de la Revolución Cubana y de Cuba Socialista. Él, más que nadie, sabía de los aportes de los internacionalistas cubanos, en el rescate de Angola de las garras del Neocolonialismo y en la Victoria de La batalla de Cuito Cuanavale ( entre diciembre de 1987 y marzo de 1988[))) que significó la debacle militar de los racistas sudafricanos, la Independencia de Namibia y la posibilidad de forzar una negociación para terminar con el Apartheid.
Nuestro recuerdo tiene que incluir en toda su dimensión sus 27 años de cautiverio; la forma en que lo detuvieron; y que pretendieron al encerrarlo. Se sabe que en junio del 1964, fue sentenciado a cadena perpetua y trasladado a la prisión de Robben Island; y que estuvo en esta isla hasta 1982, cuando lo llevaron a la prisión de Pollsmoor, en Ciudad del Cabo, de donde finalmente fue liberado en 1990. Lo que no cuentan los liberales, son las vergonzosas maniobras que acompañaron esa historia. Su amnesia selectiva omite que Nelson Mandela fue apresado junto a otros abogados cuando, como tales, habían asumido la defensa de dirigentes presos;  y que durante los años en Pollsmoor  tuvo que rechazar varias ofertas de liberación condicionadas que le ofrecieron, buscando debilitar la resistencia y la movilización de la población africana.
Este homenaje no hace más que retomar el recuerdo integral que él tenía de sí mismo. Valorar su sentido de la responsabilidad y su compromiso con la causa de la liberación.
Cuando el Lunes, 14 noviembre 2011 La Asociación de Militares Veteranos Umkhonto we Sizwe lo premió por su papel como "comandante en jefe" en la lucha armada contra el apartheid; su nieta Ndileka Mandela, (que recogió el premio en su nombre), recordó las historias que le contaba su abuelo sobre su entrenamiento militar en Etiopía en 1962, y afirmó que Nelson Mandela la definía como... "una de las etapas de la que me siento más orgulloso".
Pretender que haya muchos Mandelas, es también una ventaja para los que desde un discurso revolucionario, encaran dogmáticamente esa empresa. Nelson Mandela sabía perfectamente que la naturaleza de la lucha no la decide el resistente, sino el poder. Para que los poderosos no nos lo arrebaten, a cada propuesta política en cada etapa de su vida, debemos remarcar la condición de RESISTENTE, para que no sean descontextualizadas.
La advertencia del líder bolchevique con la que comencé esta semblanza, también alcanza este peligro. Al fin y al cabo “canonizar”, un termino muy asociado a las esferas eclesiásticas, deriva del término griego κανών (canón) que significa "regla". Usarlo como regla, y eso es, lisa y llanamente matar lo revolucionario que precisa de la creatividad.
Un homenaje que lo respete en toda su real dimensión, debe ser un homenaje que rechace cualquier canonización, ni la del poder, ni la del dogmatismo.
Ha muerto un Marxista, un Comunista; su homenaje, nada tiene que ver con las reglas, sino con guías para la acción.
Hasta la Victoria Siempre Madiba!
Rafael Bianchi
Rosario 06 /12/2013

(1) Vladimir I Lenin “El estado y la Revolución” CAPITULO I: LA SOCIEDAD DE CLASES Y EL ESTADO .1. EL ESTADO, PRODUCTO DEL CARACTER IRRECONCILIABLE DE LAS  CONTRADICCIONES DE CLASE. Agosto de 1917.
Fuente:Bando-Neon

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