Por Alfredo Zaiat
El
debate económico sobre indicadores estadísticos de precios, los números
del Presupuesto o la magnitud del crecimiento económico han ingresado en
el terreno gaseoso de la categoría “mentira” o “verdad”. Transitar por
esa línea orienta a un análisis con cierta tendencia a lo rústico. En
ese fango, el emisor de la sentencia recibirá aprobación de acuerdo a la
idea preconcebida o a la preferencia política de apoyo o rechazo al
gobierno nacional del interlocutor ocasional. Esta dinámica de la
evaluación de variables económicas pasó a formar parte de la disputa
política electoral y de la construcción del sentido común para la
interpretación sobre lo acontecido durante el kirchnerismo.
Este desvío se originó en la deficiente intervención oficial para
instrumentar una necesaria reforma en la organización del Instituto
Nacional de Estadística y Censos, como también una imprescindible
actualización de índices claves, entre los que sobresalen precios al
consumidor, línea de pobreza o distribución funcional del ingreso. La
notable carencia informativa del Indec en la tarea de divulgación sobre
los cambios realizados en un territorio hostil ha derivado en que
especialistas en estrujar datos para presentar escenarios de zozobra,
con el objetivo de domesticar a la población para que acepte el ajuste
con pérdidas de derechos laborales y sociales, alcancen legitimidad en
la exposición de sus propios números, también conocidos como “dibujos”
en la jerga que utilizan para hablar de estadísticas oficiales.
Así, el FMI, cuyas proyecciones macroeconómicas, estudios técnicos
sobre impacto de medidas de ajuste fiscal y los resultados por recetas
impuestas a países vulnerables fueron y son un fiasco, se ha convertido
en juez sobre la calidad de las estadísticas oficiales. Lo mismo que las
calificadores de riesgo internacional (Standard & Poor’s, Moo-dy’s y
Fitch) con varios antecedentes recientes de fraude con sus notas a
países y compañías. Ese lugar de privilegio también pasó a ser ocupado
por los hombres de negocios dedicados a la comercialización de
información económica. Paladines indiscutidos en el libre juego de la
búsqueda de profecías autocumplidas y en la elaboración de pronósticos
fallidos. Ellos encontraron refugio al desprestigio provocado por sus
desaciertos en la muletilla “el dibujo del Indec”. Las cifras que
difunden cada mes sobre el recorrido de los precios, sin precisar
metodología ni alcance de la muestra ni lugares de captura de datos, han
logrado aceptación social con el indisimulado apoyo de grandes medios y
grupos de oposición pese a la fragilidad técnica de esos indicadores.
Conociendo antecedentes lejanos y recientes de esos protagonistas,
se requiere de una férrea voluntad militante para dar crédito a las
cifras que ofrecen. Es legítima las dudas sobre el Indec, pero avalar la
de esas usinas es un acto de fe mística.
En ese escenario resbaladizo de las estadísticas se está
desarrollando una disputa política acerca de los resultados económicos y
sociales del ciclo kirchnerista, con el objetivo de proyectarse sobre
la lectura histórica de este período político. La línea argumental por
derecha e izquierda es explícita: no bajó la pobreza ni la indigencia,
no hubo tanto crecimiento económico, las jubilaciones no avanzaron, las
condiciones sociales y laborales no mejoraron, no ha habido
industrialización y tampoco desendeudamiento. El destino de esta
interpretación se dirimirá, por un lado, en el espacio político, y por
otro, en el devenir histórico. Mientras, para aquellos que tienen la
ambición de comprender más que de pontificar, existe abundante
información local e internacional, diversas investigaciones
cuantitativas y cualitativas privadas y públicas, nacionales y del
exterior, para abordar esas cuestiones eludiendo ordinarias
evaluaciones.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha
publicado la investigación “Argentina en un mundo incierto: asegurar el
desarrollo humano en el siglo XXI” como parte del informe nacional sobre
desarrollo humano 2013 de la ONU. Martín Santiago Herrera,
representante residente del PNUD, explica en el prólogo que ese
documento “es el resultado de un proceso de reflexión, discusión e
investigación” y “brinda un panorama de la evolución del desarrollo
humano en Argentina, de las tendencias globales que condicionarán su
futuro, y de las opciones estratégicas para aprovechar sus oportunidades
y mitigar sus riesgos e incertidumbre”.
El informe destaca que, entre 2003 y 2011, “se produjo una suave
convergencia hacia niveles más altos de desarrollo humano y una
disminución de su desigualdad, motorizada principalmente por mejoras en
el nivel y la distribución del ingreso”. Esta conclusión no inhibió para
advertir que “estos logros invitan a redoblar esfuerzos para que el
país alcance un desarrollo humano congruente con su potencial de
recursos, y un grado de igualdad acorde con su historia social,
objetivos aún distantes”.
El análisis económico convencional considera que el crecimiento del
ingreso per cápita es el objetivo principal de los gobiernos y que es
una medición del desarrollo de los países. El PNUD, basado en el enfoque
propuesto por el premio Nobel de Economía Amartya Sen, adoptó la idea
que el bienestar de las personas es más que su nivel de ingresos,
incluyendo como parte del desarrollo humano otros aspectos: tener una
buena nutrición (alimentos) y servicios médicos (salud) que permitan
gozar de una vida larga y saludable; una mejor educación que posibilite
más conocimientos; buenas condiciones de trabajo y tiempo de descanso
gratificante; protección contra la violencia; y un sentimiento de
participación en la comunidad de pertenencia. “Todas esas dimensiones
hacen al desarrollo humano”, explica el documento, para presentar un
indicador que trata de reflejarlo: el Indice de Desarrollo Humano (IDH).
Este considera tres dimensiones básicas: salud, educación e ingresos.
“La trayectoria del desarrollo humano en Argentina fue ascendente en
las últimas tres décadas a pesar de los avatares económicos, sociales y
políticos que experimentó el país”, destaca el informe, para precisar
que el desempeño se mantuvo siempre por encima del promedio mundial y el
de América latina y el Caribe, y por debajo del promedio de la OCDE. La
brecha con los países más desarrollados fue disminuyendo,
“especialmente luego de 2003”.
El anexo estadístico detalla la evolución del IDH y de sus tres
componentes (la escala 1 es el máximo desarrollo humano, y 0 el peor):
1996: 0,785
2001: 0,798
2011: 0,848
2001: 0,798
2011: 0,848
El documento del PNUD avanza sobre el concepto del IDH puesto que
considera que ese análisis “nada dice sobre la igualdad en la
distribución del ingreso”. Entonces, para tener una aproximación
cuantitativa del impacto de la desigualdad en el desarrollo humano,
elaboraron el Indice de Desarrollo Humano ajustado por Desigualdad
(IDHD). Este permite calcular la pérdida en desarrollo humano debida a
la distribución desigual entre las tres dimensiones (salud, educación e
ingreso) y dentro de cada una de ellas. En ese análisis que profundiza
la dimensión de las transformaciones económicas y sociales en estos años
se observa una mejora sustancial en la primera década del nuevo siglo:
el retroceso en el desarrollo humano debido a la desigualdad de ingresos
era de 4,9 por ciento en 2001, baja a 4,3 por ciento en 2006 y al 3,4
por ciento en 2011. Esto significa que las mejoras en el reparto de la
riqueza en este período han logrado avances en el bienestar de la
población en salud, educación e ingresos (en el desarrollo humano).
“Argentina se caracterizó durante gran parte del siglo XX por ser la
sociedad más igualitaria de América latina, con sistemas de salud y
educación y niveles de ingresos y seguridad social que facilitaban la
movilidad social ascendente”, recuerda el informe del PNUD. Señala que
eso comenzó a revertirse en el último cuarto del siglo XX,
“especialmente como efecto de una sucesión de experimentos
macroeconómicos de consecuencias catastróficas”. Para concluir que aún
se está lejos de recuperar aquellos niveles de igualdad y aquella
movilidad social, pero “esto podría cambiar si la tendencia de la última
década se mantiene y profundiza”.
Fuente: Página/2
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