Por Emir Sader
Hace pocos años, sobre la naturaleza misma de la cultura se enfrentaban las dos grandes concepciones. La idea de la cultura como mercancía o la idea de la cultura como bien común”, comentó el filósofo y actual secretario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) Emir Sader, en la mesa sobre Economía y cultura: una relación estratégica.
De esta manera, dio paso al enfrentamiento fundamental que cruza la cultura abiertamente: la mirada puesta en la esfera pública, la de los derechos, contra la visión de la cultura como una mercancía.En las últimas décadas, inmensos aparatos de mercantilización se han constituido en el sector hegemónico en el campo de la lectura, y no fue una excepción el área editorial. Por este motivo, Sader expuso la dominación de los centros de poder por sobre la producción cultural de América del Sur. “Empresas que llegan a nuestros países compran todo el proceso de creación y de comercialización editorial. Les encantan nuestros autores de ficción, los encuentran exóticos, pero ningún ensayista latinoamericano de carácter crítico –apuntó filoso Sader, para luego citar ejemplos–. Algunos autores sí les interesan, que reproducen sus esquemas de visión del mundo, entre ellos Vargas Llosa, pero no encontraremos nada de Pablo González Casanova, Celso Furtado, Aldo Ferrer.”En esta reproducción del pensamiento Latinoamericano, los grandes intelectuales críticos simplemente no existen, porque no tienen lugar en el gran mercado editorial. Como dijo Gabriel García Márquez cuando recibió el premio Nobel, “nos encuentran muy creativos en el arte, pero no nos dejan el derecho de hacer nuestra propia historia.”
La distribución también ha sido homogenizada. “Alguien que ya tuvo la suerte y la felicidad de haber ido a la feria de Frankfurt sabe cómo es aquello. Son cinco días cerrados al público de empresarios elaborando cuales van a ser los próximos best sellers. De repente, los mismos libros invaden las librerías, las cabezas de la gente”, continuó el filósofo.Pero no todo puede ser cooptado por la capitalización del pensamiento. Afortunadamente, Sader citó como ejemplo la cantidad de libros que publica anualmente Clacso y, sobre todo, la posibilidad que existe para llegar con estas lecturas alternativas al gran público a través de la biblioteca virtual gratis, bajo propiedad común. “Se imprimen 40 mil textos diarios, un millón doscientos mil al mes, patrimonio común de la humanidad porque son conocimiento formulado en general por escuelas públicas con investigadores remunerados con recursos públicos”, indicó Sader, que también dirige el proyecto Latinoamericana-Enciclopedia Contemporánea de América latina y el Caribe.
Sin embargo, la expansión de la cultura no significa necesariamente democratización y acceso a la cultura. “Las ferias comerciales que se reproducen por el mundo son inmensos aparatos de publicidad en el que el tema cultural está presente pero de forma marginal. La feria del libro de Río de Janeiro siempre se enorgullece por la cantidad de gente que va, pero de los cuatro libros más vendidos, tres son religiosos. Curas que hacen publicidad de sus valores”, ironizó Sader. Un ejemplo simple que sirve para preguntarse si la globalización aumenta o disminuye la democratización y el acceso de la cultura.
En esta disyuntiva, Sader remarcó la cuestión selectiva (basada en las teorías darwinianas y en el superhombre) de la globalización: “Una parte importante de nuestras poblaciones latinoamericanas, sea por analfabetismo puro y simple o analfabetismo funcional, no tiene capacidad de leer. La industria editorial sabe que yo estoy más cerca de comprar diez libros y que hay quienes no pueden comprar ni uno”.
En el plano más teórico, la polarización estatal vs. privada, sin embargo, es errónea. Según Sader, el capitalismo propone la mercantilización de la vida, pero el Estado puede ser también elitista. La verdadera discusión pasa por lo mercantil y la esfera pública, la de los derechos.
“Una política cultural se distingue por su carácter democrático, por la reproducción de la cultura como bienes accesibles o como apropiación por la masa de la sociedad por la cultura producida y su capacidad de reproducirla”, apuntó Sader.
En un mundo en crisis, Latinoamérica vive un proceso de reconstrucción económica, social y cultural crucial. El gran desafío pasa por lograr que mayores sectores accedan a la igualdad de condiciones. En palabras de Sader: “Para que tengamos una sociedad menos injusta, con valores de construcciones colectivas que signifiquen la identificación de la gente con el sufrimiento ajeno. Que termine con la violencia, con la discriminación, con la alienación”.
Fuente:Diario Miradas al Sur
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