martes, 7 de agosto de 2012

“Tenemos que repensar la universidad”:› ENTREVISTA A MICHAEL BURAWOY, PRESIDENTE DE LA ASOCIACION INTERNACIONAL DE SOCIOLOGIA




Burawoy sostiene que, a nivel global, la universidad parece “haber dejado de ser un bien público para pasar a ser un bien privado que debe financiarse a sí mismo”, por lo que pierde legitimidad. Valora como “único en el mundo” al sistema público argentino.

“Tenemos que repensar el significado de la universidad pública. El asunto no es sólo quién tiene acceso a la universidad, ni cuánto cuesta, sino más bien qué responsabilidad asume ante la sociedad, qué diálogo puede construir con los distintos actores públicos.” La frase es del presidente de la Asociación Internacional de Sociología (ISA), Michael Burawoy, que visitó Buenos Aires para participar del Foro Internacional de Sociología. Británico y marxista, residente en Estados Unidos y profesor de la Universidad de Berkeley, Burawoy mantiene un blog titulado “Universidades en crisis”, tal como nombró a la conferencia que brindó en un seminario de la Untref antes de dialogar con Página/12.

–¿A qué se refiere cuando habla de crisis en la universidad?

–Lo primero para decir es que no creo que las universidades argentinas estén en crisis. Estuve recientemente en Chile, y podría afirmarlo allí, pero no necesariamente en Argentina. Hay cuatro aspectos distintivos, al menos desde un punto de vista exterior, sobre la universidad argentina. En principio, el sistema público domina totalmente; segundo, el ingreso es abierto; tercero, es básicamente gratis; cuarto, hay elecciones democráticas para su administración. Entiendo que estos puntos nunca se dan de modo acabado, pero al menos a primera vista es un conjunto único en el mundo y un buen punto de referencia para evaluar y entender otros sistemas de educación superior.

–Otros sistemas que, al parecer, sí están en crisis. ¿A qué se refiere con ello?

–Hay cuatro crisis que afectan a las universidades en el mundo, aunque lo hacen en grados distintos según los lugares. La primera es una crisis fiscal. En casi todo el mundo la universidad parece haber dejado de ser un bien público para pasar a ser un bien privado que debe financiarse a sí mismo. Se busca obtener dinero de los estudiantes. En Inglaterra pagan alrededor de 10 mil libras cada año. En Chile, obviamente, las protestas tienen que ver con esto. También en Estados Unidos, en la universidad donde trabajo, han incrementado las cuotas tres veces en los últimos diez años. Otra forma de obtener dinero es a través de donaciones de gente rica, y ciertamente varias universidades son exitosas en esto. Pero la otra gran fuente, en realidad, es la investigación: se vende el conocimiento. Más allá de quién se queda con el dinero, la lucha por el patentamiento y los derechos de propiedad intelectual... lo cierto es que la venta del conocimiento se ha transformado en una fuente de ingreso creciente. Esto afecta en la medida en que sólo las disciplinas que generan dinero se vuelven importantes, como medicina, biología, ingeniería, etcétera, mientras que las ciencias sociales y humanas tienen grandes dificultades para sobrevivir.

–¿Cuáles son las otras tres crisis que observa?

–Tenemos también una crisis de gobierno en las universidades. La pregunta aquí es si vamos a construir universidades como corporaciones, que trabajen como multinacionales, o si vamos a continuar con el antiguo sistema colegiado donde las facultades forman parte de la administración. Es una disputa entre dos visiones, y por ahora el modelo corporativo es el que gana. Por eso tenemos cada vez más administradores vendiendo la universidad a los estudiantes y al mercado. La tercera crisis que ubico es la que llamo crisis de legitimidad. No bien la universidad se convierte en un bien privado, por el que tenemos que pagar para ingresar, no bien pierde su autonomía vendiéndose a las corporaciones, su apoyo público disminuye, cae su legitimidad. Luego tenemos la cuarta crisis, la de identidad. Profesores, estudiantes, administradores, empiezan a preguntarse qué significa la universidad, y por lo general tienden a confundir lo que en verdad es, el verdadero rol que ocupa en la sociedad. Estas cuatro crisis, por supuesto, están interrelacionadas.

–¿Qué expresiones de este proceso encuentra en Latinoamérica?

–En Chile, por ejemplo, crecen las universidades privadas, así como las cuotas y las protestas estudiantiles. El sistema universitario chileno tiende a ser bastante elitista, y tiene una particularidad: casi ningún estudiante trabaja mientras estudia. Las familias cargan con los préstamos, por eso las protestas estudiantiles son tan interesantes e inusuales. Están apoyadas por los padres, los abuelos, por toda la familia, algo insólito para Europa. En Estados Unidos los estudiantes sacan préstamos para pagar sus cuotas universitarias, pero trabajan, y asumen responsabilidades para afrontar sus deudas. La lógica es individualista, es el alumno el que paga el préstamo, y no la familia. Es más, cuando tenemos una crisis económica y los estudiantes van a las protestas, la gente les dice “ustedes de qué protestan, son más ricos que nosotros”. De modo que, en realidad, el público en general no suele estar a favor de las protestas estudiantiles. Es el opuesto de lo que sucede en Chile. Y acá en Argentina lo asombroso es que aún mantengan la educación pública. Es un milagro, quiero decir, tiene sus problemas, pero no deja de ser asombroso. Parece una forma extrema del antiguo modelo de educación pública.

–¿Qué puede hacer la universidad para contrarrestar este proceso de crisis que describe?

–Hay dos conjuntos de presiones exteriores que las universidades deben contrarrestar. El primero es la mercantilización y la presión por obtener dinero a cambio de la producción de conocimiento. Lo segundo es la importancia creciente de los rankings globales. Comenzaron en China. La Universidad de Shanghai quería evaluar a las universidades chinas comparándolas con las americanas, porque suponían que eran las mejores del mundo. Y con el tiempo la mayoría de los países comenzaron a evaluar a sus propias instituciones bajo el mismo sistema. El costo de este proceso es que los investigadores son incentivados para producir conocimiento en revistas occidentales, en inglés, mientras los problemas locales y nacionales se vuelven menos importantes, y hasta el enfoque de las cuestiones empieza a distorsionarse, porque el investigador debe situarse en la forma en que Estados Unidos o Europa entienden los problemas. Así, el capitalismo hoy en día tiene un sistema de ranking, y sabe, en base a ello, en qué universidades invertir. Por eso todos los países quieren tener una o dos universidades entre los primeros puestos.

–Acá no se les presta demasiada atención a los rankings mundiales de universidades...

–¿Crees que no, en serio? Los profesores son incentivados y obtienen más puntos si publican en una revista en inglés, incluso en Argentina, estoy seguro. Hay rankings en Latinoamérica también, y creo que los rectores de las universidades están buscando dónde aparecen. ¿Dónde aparece la UBA?, se pregunta el rector, ¿dónde aparece La Plata?, y compiten entre ellos al interior del país. Es una forma maliciosa de penetrar en los sistemas de educación.

–Y ante estas presiones exteriores, ¿pueden construirse modelos alternativos de incentivo y de producción?

–Bueno, habrá que ver si es posible crear modelos de discusión crítica en las universidades. ¿Puede una universidad constituir entre sus facultades, estudiantes e investigadores una comunidad en donde se discuta colectivamente qué es la universidad y cuál es su lugar en la sociedad? Los académicos suelen ser muy competitivos e individualistas.

–¿Qué rol tiene la sociología en introducir esta discusión?

–Depende de lo que se entienda por un sociólogo. Desde mi punto de vista, un cientista social vincula experiencias micro con parámetros macro desde la perspectiva de la sociedad civil. Los economistas, en cambio, tienen como punto de partida la expansión del mercado. Los politólogos lo hacen desde la consolidación del Estado y el poder. Creo, por lo tanto, que los sociólogos tienen un lugar especial en la constitución de la universidad pública como la entiendo, porque la universidad tiene que ser capaz de entablar un diálogo con la sociedad civil, no sólo con el Estado, y no sólo con el mercado.
Entrevista: Agustín Saavedra.
Fuente: Página/12

La era del capitalismo pasó: la izquierda y la dialéctica sujeto-objeto del fetichismo moderno.

 Entrevista
Robert Kurz · · · · ·
 
 
Robert Kurz (1942-2012)
“En tanto no consiga cuestionar los fundamentos del sistema, la izquierda seguirá desorientada, y si se aprovecha del ‘carro de la administración estatista de la crisis’ para proponer sus reformas sociales, descarrilará con él”

El filósofo alemán Robert Kurz (Nuremberg, 1943) falleció el pasado 18 de julio en la ciudad que le vio nacer. Kurz ha sido probablemente el último representante serio de la variante teórica del marxismo filosófico que la gran Rosa Luxemburgo, va ya para un siglo, y la señora Joan Robinson, va ya para medio siglo, calificaron con certera malignidad de “rococó hegeliano”. Pero no es necesario coincidir siquiera genéricamente con los planteamientos de Kurz para reconocer la originalidad de los mismos. O el interés crítico-cultural de su obra. O la rara solidez intelectual en el desarrollo metafísico hylemorfista de sus esquemas conceptuales. O la insobornable consistencia política de su trayectoria vital, tan sobria como admirablemente divorciada de la superficialidad oportunista del prêt-à-penser, de la pseudoerudición mendigada y de la vulgaridad narcisista de la época. Para recordarle y honrar su memoria, publicamos a continuación la traducción castellana de una entrevista concedida hace tres años (30 de marzo de 2009) a la revista socialista brasileña IHU-On-Line. SP.
Robert Kurz no hace concesiones al comparar el pensamiento posmoderno con la ideología neoliberal.  Ahora, dice él, “la izquierda posmoderna se encuentra con los destrozos de sus ilusiones y es confrontada con la dura realidad de una crisis monumental, la que desde el comienzo no quiso admitir y para la que ella, por eso mismo, no está preparada”. Incapaz de captar la “dialéctica sujeto-objeto del fetichismo moderno”, la izquierda cayó en un “objetivismo tosco con un subjetivismo igualmente tosco”.  Estas ideas fueron desarrolladas en una entrevista realizada por Patricia Fachin y Márcia Junges para IHU-On-Line.
IHU- On-Line - ¿Las actuales crisis financiera y ecológica están relacionadas con el "colapso de modernización"?
Robert Kurz -  El término colapso es un cliché provocativo, generalmente usado en un sentido peyorativo, con el fin de descalificar como "apocalíptico"  aquello que no debe ser tomado en serio por los representantes de una teoría radical de la crisis. No sólo las élites capitalistas, sino también los representantes de la izquierda, prefieren creer que el capitalismo puede renovarse eternamente. Está claro que un sistema social global no se desmorona de una hora para otra como un individuo infartado. Pero la era del capitalismo pasó. Después de todo, la modernización no fue otra cosa que la implementación y el desarrollo de ese sistema, no viniendo al caso si los mecanismos eran del capitalismo privado o del capitalismo de Estado. 
A pesar de todas las diferencias exteriores, el fundamento común consiste en la "valorización del valor", es decir, en la transformación de "trabajo abstracto” en "valor agregado".  Sin embargo, esto no es una finalidad subjetiva, sino un fin en sí mismo que terminó quedando independiente. Tanto los capitalistas como los asalariados, así como los agentes estatales, son funcionarios de ese fin en sí mismo que se soltó y es incontrolable, lo que Marx llamó el "sujeto automático". En este caso, la concurrencia  universal obliga a una dinámica ciega de desarrollo de la capacidad productiva, la cual  genera constantemente nuevas condiciones de valorización para finalmente encontrar una barrera histórica absoluta. 
La barrera económica interior consiste en el hecho de llevar el desarrollo de las fuerzas productivas a un punto en que “trabajo abstracto” en tanto “sustancia” del “valor agregado” es tan reducido, mediante la racionalización del proceso productivo, que resulta imposible aumentar la valorización real (reale Verwertung). Esa “desustancialización del capital” o “devaluación del valor” significa que los propios productos en sí dejan de ser mercancías, pudiendo ser representados en forma monetaria como forma genérica de valor, limitándose a ser meros bienes de consumo. La finalidad de la producción capitalista, sin embargo, no es la fabricación de bienes de consumo para satisfacer las necesidades y sí el fin en sí mismo que es la valorización. Por lo tanto, según criterios capitalistas, para alcanzar la barrera económica interna es preciso cerrar la producción y, por lo tanto, el proceso vital de la sociedad, hasta que todos los medios estén disponibles.
En términos reales, esta situación ya había surgido a mediados de los años ´80, con la tercera revolución industrial.  El capitalismo prolongó su vida en forma “virtual”, por un lado mediante al endeudamiento históricamente  sin precedentes (anticipación de valor agregado futuro, que en la realidad nunca puede ser rescatado); por otro lado, por la hinchazón, también nunca vista, de las llamadas burbujas financieras (acciones y bienes raíces). Esta pseudo acumulación de capital monetario “desprovisto de sustancia” fue utilizada para alimentar también la producción real de mercancías.
Resultó de ahí una coyuntura deficitaria global con flujos unidireccionales de exportación principalmente a los Estados Unidos.  Las zonas de procesamiento de exportaciones de China y de la India, sin embargo, no representan una expansión real del “trabajo abstracto”, porque su punto de partida no fue poder adquisitivo real, y sí capital monetario “desprovisto de sustancia” representado en el endeudamiento y en las burbujas financieras. Durante más de dos décadas se alimentó la ilusión de que el “crecimiento empujado exclusivamente por las finanzas” sería factible. De cualquier forma, el fin de esa ilusión consiste únicamente en una crisis financiera. La célebre “economía real”, en realidad, hace mucho que no es más real, y sí fue alimentada artificialmente con burbujas financieras “desprovistas de sustancia”. Ahora el capitalismo se ha reducido a sus reales fundamentos de valorización. El resultado es una nueva crisis de la economía mundial, sin que se vislumbren nuevos potenciales reales de valorización.
La barrera natural exterior y la barrera económica interior presentan un horizonte temporal diverso. Mientras que el final de la real “valorización del valor” ya se encuentra  en el pasado y la economía capitalista atraviesa su crisis histórica ahora, en el espacio de pocos años (a grosso modo a lo largo de la próxima década), la barrera natural absoluta todavía se encontrará en el futuro (en un período máximo de dos a tres décadas). La crisis económica y el cierre concomitante de la capacidad de producción frenan el agotamiento de los recursos energéticos – a expensas de la creciente miseria social global en forma capitalista. Simultáneamente, sin embargo, los procesos  de destrucción de las bases naturales y del clima muestran tal avance que no puede ser detenido, por lo que la barrera natural exterior será alcanzada a pesar de todo.
Destrucción capitalista de la naturaleza
El fin de la modernización significa, pues, que, además de tener que superar la forma capitalista de reproducción, durante mucho tiempo una sociedad poscapitalista tendrá que lidiar con las consecuencias de la destrucción capitalista de la naturaleza. Para el análisis y crítica teórica de la crisis, es importante entrever la interconexión interna de las dos barreras históricas del capitalismo. Existe, sin embargo, el peligro de jugar uno contra el otro, estos dos aspectos de la crisis histórica; esto vale para ambos lados: para las elites capitalistas tanto como para los representantes de un “reduccionismo ecológico”, que sólo admiten la barrera natural exterior. La gestión capitalista de la crisis y el reduccionismo ecológico podrían entrar en una  alianza perversa, que conduciría a negar la barrera económica y, en nombre de la crisis ecológica,  predicar a las masas empobrecidas y en la miseria una ideología de “renuncia social”. Contra esto, debemos sostener que la crisis, la crítica y la superación de la estructura capitalista tienen prioridad, porque la destrucción de la naturaleza es una consecuencia, no la causa de la barrera interior de ese sistema.
¿Por qué dice Usted que la vergüenza de la crisis es también la vergüenza de la izquierda postmoderna?
RK- La crisis no es ninguna vergüenza, sino un proceso objetivo resultante de la dinámica ciega de la competencia y del desarrollo incontrolado de la capacidad de producción. Con respecto a la izquierda postmoderna, se puede hablar de vergüenza  en la medida en que descartó, en su mayor parte, la crítica de la economía política. El “economismo” de los tradicionales marxistas de partido solamente fue criticado para eliminar terminantemente la objetividad negativa de las categorías capitalistas de “trabajo abstracto” y “valorización del valor”. La dinámica de la crisis inherente al capitalismo pasó totalmente desapercibida, habiendo sido traducida a “posibilidades ilimitadas”.  Tal como las élites neoliberales, izquierda postmoderna creyó en el “crecimiento empujado las finanzas” y se convirtió en la expresión ideológica del capital ficticio. El virtualismo económico fue complementado con el virtualismo tecnológico de la  Internet. La Segunda Vida del espacio virtual  sufrió la mutación de tornarse en la forma de vida “propiamente dicha”, el supuesto “trabajo inmaterial” de Antonio Negri terminó siendo la continuación de la ontología capitalista del trabajo. El verdadero problema de sustancia del “trabajo abstracto” fue negado; un “antisubstancialismo” ideológico" (o antiesencialismo) en contraste con Marx denunció ese problema de sustancia como simple metafísica de un pensamiento ultrapasado , en lugar de reconocer en él una “metafísica real” del capitalismo, la que no deja de ser bastante material. Al mismo tiempo, hubo una orientación por la esfera de la circulación. La ilusión financiera capitalista  de que actos de compra-venta también podrían generar crecimiento, como la producción real de mercancías, constituye también la premisa implícita del pensamiento posmoderno. El endeudado sujeto de mercado y consumo aparecía como portador de la reproducción y  de una posible emancipación, cuando nadie podía decir en lo que ésta consistiría.
El falso virtualismo económico y tecnológico tuvo su correlato filosófico en una epistemología que ya no quería criticar y superar la fetichista “apariencia real” del  capital, pero seducía a las personas en la creencia de poder “realizase así mismos”  en esas condiciones. Siguiendo las ilusiones virtualistas, la “jaula de hierro” (Max Weber) del sistema productor de mercancías fue redefinida como “ambivalencia” y “contingencia”, abiertas para todo y a cualquier hora.  En realidad, incluso la verdad  negativa de la crítica, no tendría más base objetiva en las condiciones reinantes, pero podría ser “producida” y “negociada”. Para la izquierda posmoderna la naturaleza negativa del capital se disolvía en una indefinible “pluralidad” (Vielfalt, diversidad) de los fenómenos, a la cual se presentaría como desconectada “pluralidad” de movimientos sociales, sin focalizar el meollo concreto del capital.
El pensamiento postmoderno y el neoliberalismo
En términos sociales, la izquierda postmoderna fue un marcador de la moda (trendsetter) de la individualización y  la flexibilidad capitalista. El flexi-individuo abstracto no fue reconocido como forma del sujeto burgués en crisis, pero recibió el nimbo de anticipación de la libertad individual ya en el seno del capitalismo. En lugar de aparecer como forma última de existencia del mercado totalitario y como la amenazante “guerra de todos contra todos” en la competencia universal de la crisis, la individualización aparecía como forma atomizada de la “autorrealización” y del “ser humano flexible” (Richard Sennet), se presentaba no como objeto indefenso al gusto de las imposiciones capitalistas, sino como su propio “soberano”, que podría conquistar nuevos espacios y transformarse a sí mismo en lo que quisiese. La proximidad del pensamiento posmoderno a la ideología neoliberal siempre ha sido incuestionable, a pesar de los contrastes exteriores. Ahora la izquierda posmoderna se topa con los restos de sus ilusiones y es confrontada con  la dura realidad de una crisis monumental, que desde el principio no quería admitir y para cual, por lo tanto, no está preparada. 
¿La izquierda de hoy vive una crisis existencial? ¿Antes de sugerir alternativas a la actual crisis mundial, la izquierda tendría que resolver sus propios problemas?  ¿Para  Usted, existe hoy un vacío teórico de la izquierdista o un “desajuste metodológico” en la búsqueda de una base común para una teoría?
RK - La crisis existencial de la izquierda consiste hoy, precisamente, en el hecho de que ella no ha podido transformar el marxismo y reformular la crítica de la economía política dentro de los estándares del siglo XXI. Pues naturalmente no hay vuelta a los paradigmas de una época pasada. La etiqueta de la “posmodernidad” era falsa, porque la real  transformación social del capitalismo no inauguró nuevos espacios sociales, sino porque justamente marcó la transición a su ruina histórica. Ni el fin del antiguo movimiento de los trabajadores  ni el naufragio del “socialismo real” fueron digeridos críticamente. La transición posmoderna no superó el marxismo tradicional, apenas le dio continuidad a una forma vacía.  Mientras desaparecía totalmente de la vista el objetivo socialista y se disolvía aquella falsa “pluralidad” de aspiraciones meramente particulares, el paradigma de la “clase obrera” se transformó en una  insostenible multitud de sujetos sociales postizos; en el caso de Negri, desembocó en el concepto totalmente vacío de “multitud”, que significa todo y nada. El vaciamiento del sujeto tiene su correlato en una virtualización de las luchas sociales, que en gran medida todavía sólo tienen carácter simbólico, siendo cada vez menos capaces de intervención real.
Caracterizar esta situación con el “impase” de la izquierda es un eufemismo. Tanto la vieja izquierda como la posmoderna terminaron.  No existe más el sujeto ontológico del “trabajo”, porque el “trabajo” terminó revelando ser sustancia histórica del capital y quedó obsoleto. Con esto, también el paradójico concepto marxista de “sujeto objetivo” en sí, que solamente necesitaría llegar al “para sí”, está liquidado en términos históricos y no puede continuarse con sucedáneos. En este sentido, el “vacío teórico" de la izquierda es idéntico al “desencuentro metodológico”.  La izquierda nunca consiguió captar la dialéctica sujeto-objeto del fetichismo moderno. El resultado fue caer en un objetivismo tosco o en un subjetivismo igualmente tosco.  La oscilación entre esos dos polos del fetichismo remata buena parte de las discusiones de la izquierda que no pudo dejar atrás esa polaridad.
Sujetos paradójicos
Para un nuevo movimiento social emancipatorio lo que importa ya no es más despertar por el beso de un “sujeto objetivo”,  sino hacer una crítica de la forma sujeto, sin salvaguarda ontológica,  e interpretarla como una forma de existencia capitalista. La forma “sujeto” sólo puede ser siempre un agente del “sujeto automático” de la valorización del capital y no puede ser confundida con la voluntad para la acción emancipatoria, la cual necesita constituirse a sí misma y no puede tener fundamento ontológico. Esto es algo difícil de ser pensado, porque justamente la izquierda postmoderna desistió  de la crítica del sujeto (el Foucault tardío volvió a apelar al sujeto particularizado). Esa crítica fracasó principalmente por no estar conectada con la crítica de la economía política.
Este problema también está ligado a la crítica de la moderna relación entre los géneros. Es cierto que la izquierda tradicional  y también la izquierda posmoderna hicieron sus mesuras obligatorias ante el feminismo, pero nunca llevaron realmente en serio su temática. También el propio feminismo, a pesar de meritorios análisis, en gran parte se limitó a definir a las mujeres como “sujeto objetivo” tan paradojal como la “clase obrera”. El postulado de una “formación de sujeto” femenina, por lo tanto, lleva al mismo callejón sin salida. También el feminismo fue victimizado por la transición postmoderna  y disolvió la forma de existencia femenina “divergente” (abgespalten) en el capitalismo en una “diversidad” de aspiraciones emancipadoras particulares que no comprenden el problema central.
También ahí sería importante mediar la crítica del patriarcado moderno con la crítica de la economía política y no tratarla como una cuestión “derivada” (abgeleitet), secundaria. En este caso, es fundamental la noción de que las categorías aparentemente neutras del capital y la respectiva  forma “sujeto”  en sí ya son “masculinas”, y que la “razón” capitalista es androcéntrica  en su origen. La disolución de la familia tradicional y de los respectivos papeles de género nada altera el caso, porque el carácter androcéntrico del capitalismo continúa de otra forma.  La crítica de esas formas sociales y la crítica de la relación capitalista de los géneros se condicionan mutuamente y requieren ser pensadas en conjunto.
La crítica del “sujeto objetivo” del “trabajo”  y de la existencia femenina “divergente” no es un juego de palabras, pero tienen enormes consecuencias prácticas para la superación del capitalismo. Resulta que de este modo también quedó liquidada la noción del marxismo antiguo de emancipación social y de socialismo “dentro” de las categorías capitalistas, que solamente tendrían que ser reguladas y moderadas de otra forma. En el límite histórico del capitalismo, se eleva el desafío de la “crítica categorial” de la conexión entre “trabajo abstracto”,  forma de mercancía y “valorización del valor”, así como la relación entre los sexos en este contexto. Esto también es difícil de ser pensado, porque estas condiciones existenciales están interiorizadas, habiendo sido incluso firmado además por el pensamiento posmoderno. Sólo la formulación del nuevo objetivo socialista sobre la base de una “crítica categorial” puede conducir al desarrollo de las exigencias inmanentes  de la transición que también sean las adecuadas al proceso de la crisis histórica, consiguiendo así poder real para imponerse. Sin el enfoque unificador sobre el núcleo del capitalismo, los movimientos sociales permanecen indefensos y particularizados. Es de temer, sin embargo, que la izquierda tomada de sorpresa por la crisis, termine confiando en concepciones demasiado tacañas de supuesta “salvación”, ratificando así su impotencia histórica.
¿En qué sentido la actual situación ha contribuido para que la política se convierta en un modelo en extinción? ¿Podemos decir que la economía “colonizó” política? ¿Esta repensando la política a partir de lo que está sucediendo?
RK - La política centrada en el Estado como instancia sintetizadora está saliendo de línea no por haber sido colonizada por la economía, sino por haber fracasado hace mucho tiempo en función de sus propias premisas. El problema no tiene que ver sólo con la condición exterior de la mundialización del capital, que rompió los espacios de la economía nacional.  La fuerza reguladora del Estado se extingue  principalmente por el hecho de que no hay nada más sustancialmente para ser regulado. La valorización capitalista en las formas de “trabajo abstracto” de dinero siempre han constituido la premisa del Estado, que él no puede esquivar. Cuando el capital se desvaloriza  por el propio desarrollo de la capacidad productiva, el Estado solamente logra reaccionar mediante la inflacionaria emisión de dinero por su banco central.  Esto no supera la falta de sustancia del capital virtualizado, pero exacerba como devaluación al medio – fin en si mismo - llamado dinero. Ocurre que la competencia del banco central es puramente formal; su generación de dinero sólo puede dar expresión a la producción sustancial de valor agregado mediante “trabajo abstracto”, pero no consigue sustituirlo.
Los límites del crédito estatal ya habían sido alcanzados a finales de los años 1970. En aquella época, la expansión del crédito estatal, desprovisto de sustancia, fue castigada por la ola inflacionaria. La ilusión del neoliberalismo consistió en el hecho de atribuir la inflación exclusivamente a la actividad del Estado. La desregulación neoliberal solamente transfirió el problema del crédito estatal a los mercados financieros.  Aunque el castigo de la inflación fue transferido por causa del carácter transnacional de la economía a las burbujas financieras, el potencial inflacionario comenzó a manifestarse en la coyuntura deficitaria global hasta el año 2008. Este proceso, en un  primer momento, fue interrumpido porque desde entonces el capital virtual y con él la coyuntura mundial están dando su último suspiro. Pero si ahora el Estado  es nuevamente invocado como “última instancia” y  deus ex machina, sus medidas coyunturales y de salvación nuevamente provocarán la desvalorización del propio dinero; sólo que ello ocurrirá en una fase de desarrollo más elevada y en proporción mucho mayor que treinta años atrás.
Renacimiento de la política
En este escenario, la esperanza por el “renacimiento de la política” es la más grande de todas las burbujas. Los daños causados por la limitación política de los perjuicios serán incluso mayores que la crisis actual. El Estado todavía sólo consigue reglamentar la muerte definitiva del capitalismo. En este aspecto, la izquierda también está desorientada mientras no logra cuestionar los propios fundamentos del sistema. En la misma medida en que la supuesta “autonomía” de los movimientos sociales particulares y simbólicos desaparecen por la barrera interior de la valorización, es de temer que la izquierda sufra una regresión hacia su tradicional estatismo, porque nada más le ocurre. Ya ahora la mayor parte de aquello que pretende ser crítica social de izquierda prácticamente no pasa de un  poquito nostalgia keynesiana. Si es que la izquierda espera lanzar sus “reformas sociales” aprovechando  el tranvía de la administración estatista, ella terminará descarrilando junto con él y, una vez pasado el carnaval del virtualismo, ella se convertirá en un trendsetter  de la política inflacionaria. Bien que merece este destino.
¿Qué otras fuerzas de izquierda pueden surgir en este momento? 
RK – De fracasar la izquierda global prisionera de las categorías capitalistas, la gente naturalmente preguntará dónde es que hay otras fuerzas de emancipación social.  Seguramente habrá rebeliones y conflictos sociales cuando las personas queden privadas de sus condiciones de vida básicas, por más precarias que sean. Estas erupciones también pueden tomar el rumbo de la derecha, manifestándose como sexismo, racismo, antisemitismo y nacionalismo, aunque eso no tenga la más mínima posibilidad de superación reaccionaria de la crisis. También ocurren levantamientos sociales espontáneos que se entienden vagamente como izquierdistas, como puede verse en Grecia hace unos meses. Esos jóvenes marginales  que reaccionan visceralmente contra la opresión de las necesidades vitales ya están siendo mitificados por algunos izquierdistas, que los usan contra la necesaria trasformación teórica.
Pero el culto a la espontaneidad siempre pasó vergüenza. Las revueltas espontáneas de la juventud, por más organizadas que sean, quedarán en la nada, si no pueden adquirir una noción crítica de la situación de conformidad con la época. Por ello, no existe alternativa, sin desarrollar una nueva meta socialista por medio de una crítica categorial que no puede ser vinculada al “falso carácter inmediato” de la praxis espontánea. Es necesario aguantar esa tensión para que la resistencia social emergente no muera sofocada en su propio palabrerío para  campear “filosofía de vida”. 
Usted dice que la sociedad mundial necesita liberarse del juego del economicismo real y organizar sus recursos de una nueva forma, además del Estado y el mercado. En este sentido, ¿cómo la izquierda puede desarrollar un trabajo revolucionario y cambiar la situación actual? ¿Cuál sería, en este caso, las propuestas de la izquierda antes de la crisis financiera internacional?
RK – Es preciso destacar que es justamente la sociedad la que necesita ser liberada globalmente del economicismo real del capital. Es cierto que una nueva forma de reproducción sólo puede tener éxito más allá del mercado y el Estado. En los últimos años, esta fórmula ha sido cada vez más utilizada en el sentido de ser sólo una economía alternativa cooperativista, por así decirlo “al lado”  de la síntesis social por el capital, y la que de alguna manera habría que ampliar gradualmente. Esto solo da continuidad al particularismo “colorido” posmoderno.  Sin embargo, la formación de una sociedad negativa (negative Vergesellschaftung) del capitalismo solo puede ser superada por entero, o no será superada. La economía alternativa cooperativa ya tiene una larga historia y siempre ha fallado, la última vez en los años 1980.
Esta crisis de proporciones históricas no mejora las condiciones para semejantes ideas, al contrario. Esto es porque una reproducción “alternativa” restringida a un pequeño espacio no sólo está vinculada a las cargas sociales ocultas, sino también por quedar sujeta a las funciones del mercado y del Estado, en tanto que por cuenta propia sólo puede sólo satisfacer algunas necesidades vitales. Y la reproducción real de los individuos queda inserta en un encadenamiento que Marx,  bajo condiciones capitalistas, llamó “trabajo social”. Esta estructura sólo puede ser transformada por entero; no se puede comenzar con patatas o software y encontrar que se ha creado un “modelo” en escala reducida, que sólo necesitaría aplicarse a la sociedad como un todo.  El “platonismo del modelo” es el producto de la teoría económica burguesa, no de la crítica radical.
Cuando en plena crisis, por falta de “financiación”,  cortan el agua y la luz, cuando entran en colapso la asistencia médica y la distribución capitalista de los productos alimenticios, entonces lo que está en la agenda no es lo gradual  “entrar en red” de  comunas que pretenden reformar la vida, o la “formación de redes” de permuta virtual,  sino la transformación del modo capitalista de “formación de red” de la sociedad en su conjunto. Para ello, es necesaria una resistencia organizada de toda la sociedad contra la administración de la crisis que establece metas propias en nivel de síntesis social.
Economía solidaria como placebo
Por lo tanto sólo desvían la atención los placebos particularistas tipo “economía solidaria”, que generalmente consisten en un revoltijo de economía de subsistencia, “reformas monetarias” ilusorias y abstracta ideología comunitaria. Queremos hacer de la mala suerte  una bendición. Es muy coherente que estas propuestas se enamoren con “soluciones para la crisis financiera” aliadas de la nostalgia keynesiana. No existe ninguna solución para la crisis financiera; se debe atacar el propio criterio de la “financiación”, si es que se pretende proponer en serio un nuevo modo de reproducción que vaya más allá del mercado y del Estado. 
RK – La informática como base de la tercera revolución industrial precisamente generó  el desarrollo de la capacidad productiva que necesariamente tenía que llevar la barrera interior del capitalismo. Bajo condiciones capitalistas, se trata de pura “tecnología de la crisis”, que solamente más allá de la  valorización podría desenvolver potenciales positivos. La ilusión posmoderna y del capitalismo financiero consistía en que la informática implicaría nuevas formas del “trabajo inmaterial”, en una así llamada sociedad de la información, bien como nuevas relaciones entre el capital y el trabajo, con mayor “autodeterminación” de los trabajadores.  En realidad, la “era de la información” ya en el pasado llevó al desempleo en masa, al subempleo y a la precariedad de las relaciones laborales. Ya la supuesta autodeterminación llevó a una compulsiva “autorresponsabilización” de los individuos por el proceso de valorización.  Antonio Negri pretendía estilizar esa evolución negativa como una opción para una “autovalorización autónoma” (autovalorisazzione). Esta terminó virando en un término de moda para la administración represiva del trabajo, que se transformó en la propuesta de definir a los individuos como “empresarios autónomos de su fuerza de trabajo” y como “gestores de su propio capital humano”, con el fin de dejarlos completamente a merced de las condiciones del capitalismo en crisis. La nueva crisis exacerbaría dramáticamente estas tendencias y desmentiría de una vez por todas  las tentativas de procurar percibir en la forma capitalista de la sociedad de la información una  “ambivalencia” con potencial emancipatorio.  La metafísica posmoderna de la ambivalencia está agotada.
La globalización no puede reducirse a la tecnología de la información. Bajo condiciones capitalistas ella sólo  podría ser una globalización del capital, bajo cuyo mando también se encuentra la información. Es de esperar que, con la política inflacionaria del Estado, el procesamiento de la crisis lleve a una “desglobalización” en la medida en que se ensaye la retirada hacia el egoísmo proteccionista de las economías nacionales, que son todavía solamente formales; todo eso acompañado por ideologías neonacionalistas. Sólo que esto no puede superar la crisis, incluso la agrava. También se puede preguntar si la Internet es sustentable – no por causa de un posible colapso tecnológico (aunque aquí también hay signos de agotamiento de la capacidad), sino porque ella depende de una formidable infraestructura, cuya “financiación” está tan en duda como el resto. Una globalización meramente virtual no es sustentable si no está ligada a la reproducción de material transnacional más allá del capitalismo. Las cotorras de la blogosfera y los intolerantes freaks de Internet todavía pueden llevarse  un increíble susto.
¿Cómo se puede hablar de ética en los moldes actuales de la sociedad capitalista?
RK - En todas las formaciones históricas fetichistas, la ética no pasó de una tentativa de convivir socialmente con las condiciones de reproducción dadas, presupuestas a ciegas, sin superarlas. Incluso la ética burguesa moderna  pretende resolver contradicciones y crisis sin tocar las causas constitutivas. En ella, el lugar de la crítica radical debe ser asumido por un canon de normas de conducta moral para los individuos, a fin de que, dentro de las formas existentes, una persona pueda ser agradable para las otras. Lo que puede fallar no es el sistema, sino sólo la moral de los individuos. La crisis actual, por cierto, también ha sido atribuida a los déficits éticos de banqueros y ejecutivos. No es casualidad que el “paquete de rescate” de mayor volumen está en la ética, que, para variar,  va en aumento. Lamentablemente, ese paquete es totalmente hueco.  El “sujeto automático” no es accesible para cualquier imperativo ético; ética, por lo tanto,  es más o menos la última cosa de la que la teoría crítica debería ocuparse.  
Robert Kurz estudió filosofía, historia y pedagogía.  Cofundador y redactor de la revista teórica EXIT – Kritik und Krise der Warengesellschaft.

domingo, 5 de agosto de 2012

Los días del Golpe

 
 
Historia en debate. La conformación de un sello institucional empresario –la Apege– en la previa del 24 de marzo fue apenas una de las muestras de los proyectos económicos que se dirimieron entonces. El Rodrigazo del ’75 como antecedente de lo que vino después.
Qué harían los que uno asocia a las familias tradicionales de la oligarquía terrateniente si no tuvieran hoy beneficios extraordinarios? La pregunta la planteo por lo que sucedió antes del golpe del ’76, porque dos meses antes apareció un sello de goma, la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (Apege), creada por esa vieja institución de la Sociedad Rural Argentina.
Alberto Dearriba:
–No sé si fue creada por la Sociedad Rural Argentina. Sí fue empujada e integró, como entidad central, la Asamblea Permanente de las Entidades Gremiales Empresarias. En realidad producen el lockout empresario de enero del ’76, que precede al golpe y genera las condiciones por las cuales se produce la extraña situación que convoca el paro de la Sociedad Rural y para hasta el gallego de la esquina.
Alejandro Horowicz:
–Los kiosqueros paran en masa.
A. D.:
–De modo que si la pregunta es qué harían: harían un golpe. Por lo menos respondieron de ese modo. Hoy las condiciones son otras.
–Alberto, hacés una pausa que dice mucho, por lo menos para los que tenemos una mirada sobre la historia reciente, que es esa capacidad de liderar sectores medios, cómo ha pregnado esa ideología terrateniente en sectores importantes de la sociedad argentina.
A. D.:
–Hay sectores que siguen a las elites, pequeños y medianos empresarios que tienen intereses en el mercado interno y que no tienen nada que ver con otra cosa. Es histórico; sectores que han crecido con el peronismo. Burgueses nacionales que fueron y son históricamente antiperonistas.
A. H.:
–Hoy vale la pena pararse a mirar por qué la Apege es una de las tres variantes políticas, que en el bloque de clase dominante tienen entre 1971 y 1975. Conviene recordar que el plan Gelbard, que terminó siendo el plan del gobierno de Cámpora, Lastiri y Perón, era en principio el plan que pivoteaba en el Gran Acuerdo Nacional. El famoso plan CGE-CGT se plantea a mediados de 1971, a pocos meses de Lanusse en el gobierno. Y cuando sale este plan la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina explicaron que era socializante y estatizante. De modo que lo rechazaron. Cuando el plan se transforma en el plan del Frente Justicialista de Liberación, las cosas cambian un cachito, sobre todo con la victoria del 11 de marzo. En consecuencia, se producen dos cambios importantes al interior del bloque de clases dominantes y sus estructuras empresarias. El primero es que la Unión Industrial Argentina se fusiona con la Confederación General de la Industria en el marco de la CGE. De criticar el plan pasa a integrar el bloque que lo auspicia. El segundo es que la Sociedad Rural hace un acta de compromiso con el gobierno de Cámpora para alcanzar los objetivos del plan trienal: incrementar la productividad agropecuaria del 2,2% a su promedio histórico, a más del 4%, que era lo que necesitaba el programa para arrimar las divisas requeridas para el proyecto de industrialización. El tercer cambio es la Apege. Es el momento en que la base de Gelbard, la CGE, vota con los pies, vota contra el programa que auspició y sostuvo. No sólo eso hace sino que, junto a la Unión Industrial y la Sociedad Rural, elaboran los elementos que constituyen el plan Rodrigo, que es la tercera y última respuesta que organizan en 1975. Es el papel de José Alfredo Martínez de Hoz en esa cosa que era Aciel (N. de R.: Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres). Porque Aciel es la única entidad de la Unión Industrial que no se pliega al programa de Gelbard. Y Martínez de Hoz tiene la fórmula famosa: su sentencia de que “el desarrollismo fracasó”. A partir de este planteo, ya no se trata de un programa de sustitución de importaciones, de una versión del plan Pinedo, sino de otra cosa. Se trata de reprimarizar la economía argentina en su conjunto. Desde 1975 hasta el estallido del 2001 ves un hilo de continuidad perfecto y ves todo un ciclo histórico y político. Fijate que Alfonsín y toda la corriente anterior pone en el centro el 24 de marzo de 1976. Ese día comenzó la cacería, pero todo se hace antes.
A. D.:
–Hay una reunión entre Herminio Iglesias e Isabel donde el primero le dice: “Va a haber un golpe”. E Isabel le dice que se quede tranquilo porque “ya les hemos dado todo lo que querían”. El plan económico ya era ultraliberal, resistido por los trabajadores.
A. H.:
–Sin dudas. Ellos hacen el primer paro general contra un gobierno peronista. La CGT tuvo que respaldar el paro porque los trabajadores estaban en la calle.
–Alberto, cuando vos escribiste El golpe, quisiste describir el micro 24 de marzo y no pudiste quedarte en el 24, tuviste que dar explicaciones...
A. D.:
–Yo empecé pensando un libro que fuera algo como ¿qué hiciste tú el 24, papá? Algunos no se acordaban, personas muy vinculadas a la política, militantes. Sí contaban la historia antes y después. Tuve que tomar un punto de partida. Para hacer el libro tuve dos entrevistas con los represores, con los genocidas. Una con Massera y la otra con el general Villarreal, secretario general de la presidencia. Villarreal es el que detiene a Isabel en Aeroparque. Los dos coinciden en que habían empezado a pensar en el golpe cuando murió Perón. Es obvio: cuando Perón regresa ellos se estaban yendo repudiados de la Plaza de Mayo. El mismo día que muere Perón aparecen uniformes militares en la calle y uno de los 16 oradores en el Congreso fue el comandante en jefe del Ejército. A nadie se le ocurriría hoy que en las exequias de un presidente constitucional hablara el jefe del Ejército. Eso mostraba el poder institucional que volvían a tener. Por esos días encontramos un editorial del New York Times que decía que no se descartaba que, pese a que se habían retirado luego de un gran fracaso en el gobierno, los militares volvieran al poder en Argentina en un futuro inmediato. El libro es una crónica día por día hasta llegar al golpe.
–Las complejidades de los intereses que se jugaron también hasta pueden explicar por qué Lanusse también fue un enemigo de Martínez de Hoz y de Videla.
A. H.:
–Yo hice con Lanusse el último libro que hizo él y se llama Confesiones de un general. Fui el editor. En ese libro Lanusse, entre muchas otras cosas, defiende, en mil novecientos noventa y bastante, a David Graiver, a Gelbard, a quien no lo reivindica hoy ni la CGE. El programa de Gelbard de entonces quedó en el olvido y la figura quedó borroneada a tal punto que Lanusse consideraba que había una componente antisemita en la oposición a Gelbard. Cuando uno mira el proceso abierto con el golpe del 24 de marzo, en algunos puntos, sin exagerar, conviene entender que el antisemitismo es una componente sistémica del pensamiento de derecha más tradicional, que jugó todo un papel. Conviene entender que en ese modelo de sociedad todavía la comunidad judía argentina –que era una comunidad rosadita– se inclinaba en esa dirección. Cualquiera que mire hoy la comunidad judía verá que es macrista, no rosadita.
A. D.:
–Te cuento una anécdota de Gelbard que involucra a Lanusse. Yo trabajaba en el diario El Cronista Comercial, cuyo su director y varios compañeros fueron desaparecidos. Era muy joven y fuimos a un almuerzo con Cacho Perrota, el director, y el editorialista en temas económicos, Carlos Ábalos. Estaba el flamante ministro de Economía, Gelbard. Y le pregunto si era verdad que las tierras que le dieron para hacer la planta de Aluar eran tierras fiscales, que nunca se pagaron, fueron cedidas por el Estado, subsidiadas por el gobierno militar. No me contestó. Le pregunté: “Ministro, ¿es verdad que Futaleufú es una represa hecha especialmente para suministrar energía a la planta para generar aluminio?”. Me mira y me dice: “¿Vos vendés aluminio?”. Le digo que sólo le preguntaba porque eran los rumores que circulaban. Y con su acento de judío polaco me dice: “Todo lo que decían era cierto. ¿Pero sabés por qué lo decían? Porque siempre se la llevaron ellos y esta vez se lo dieron a este ruso de mierda”.
A. H.:
–Eso es una percepción que tenía Lanusse, que tenía Gelbard y que expresaba Martínez de Hoz, aunque él no fuera personalmente antisemita.
A. D.:
–Hay dos cosas: la cuestión del antisemitismo y la conciencia de que no integraba la oligarquía histórica. Y tenía concepciones realmente muy avanzadas. El Pacto Social que se escribió mayormente en la CGE fue corregido por derecha por la CGT.
A. H.:
–Igual que el impuesto a la renta nominal.
–Es importante porque los grandes gremios estaban más relacionados con las empresas extranjeras y con el Vaticano que con un pensamiento desarrollista argentino. La CGT, lo que era el vandorismo en ese momento, pensaba en términos de un país dependiente.
A. H.:
–Era el vandorismo sin Vandor porque con Vandor tenía otro nivel político.
A. D.:
–Como homenaje a Gelbard, una más. Él solía repetir: “Yo sé que las burguesías nacionales están condenadas a ser expropiadas por el imperialismo o la clase trabajadora. Entre los dos me quedo con la segunda.” Esa es la clave de su alianza con el peronismo.
A. H.:
–En general, cuando un burgués no entiende actúa como si lo que vos le plantearas fuera una insignificancia y no como si él no lo entendiera. Gelbard tenía semejante comprensión matizada. Timerman me contó una anécdota. En esa época, Timerman viajaba seguido a Europa y vio un dibujo original de Picasso, pintado a lápiz. Costaba 300 dólares. Era dinero, pero no una fortuna. Entonces le compra, por su nombramiento de ministro de Economía, una carbonilla de Picasso. Gelbard mira el dibujo y dice la siguiente oración: “Lamento no tener ni la sensibilidad ni la inteligencia requeridas para disfrutar de su regalo”.
A. D.:
–Yo recuerdo haber cubierto una reunión de la CGE en Salta. Creo que ya estaba Cámpora en el poder como mínimo y todavía andaba dando vueltas la idea del impuesto a la renta potencial de la tierra que obviamente grava a los latifundios improductivos y era resistido por los terratenientes de un modo tremendo. En el medio de la reunión estaba Julio Broner, el que sucedió a Gelbard en la CGE, y tenían la misma ideología. Pide la palabra un señor y dice: “¿Qué le parecería al señor Broner que nosotros quisiéramos socializar sus tornos?”. Para ellos el plan de la CGE era socialista.
–Estos sectores terratenientes lograron mantenerse hasta que en la 125 se expresaron con más o menos los mismos gestos que en golpes anteriores. En esta época, ¿existe la posibilidad de una burguesía desarrollista que piense en términos nacionales o volvemos a repetir el orden cultural de que no hay sectores que se piensen a sí mismos como capitalistas y argentinos?
A. H.:
–Desde 1975, el bloque de clases dominantes no contiene un programa para una clase dirigente. Sólo se proponen vivir de rentas externas. No tienen mayores propuestas que hacer caja. La Argentina es para ellos un country barato. Segundo asunto. Desde que se construyen los bloques extrarregionales, Europa con la Unión Europea, Estados Unidos con el Nafta, China que es una especie de subcontinente propio, la posibilidad de hacer política de verdad, con estas condiciones, supone la Unasur. Sin una estrategia suramericana no tenés nada. Y la Argentina es escandalosamente provincial. Mirá todo el periodismo argentino. Mirá lo que se llama un analista político. Todos creen que es más importante la interna radical de Trenque Lauquen que lo que pasa en el sindicato de metalúrgicos de San Pablo.
A. D.:
–Estos sectores tradicionales y lo que fue la oligarquía, con las variantes que se vivieron luego, conservan una impronta: y es que siempre fueron ultraliberales en lo económico y autoritarios en lo político. La clave para ellos es que la política no se meta en la economía. Recuerdo una frase que expresó un productor sojero: ¿quién es esta yegua para meterme la mano en el bolsillo? Eso resume todo. Es la presidenta de un gobierno democrático, votada con un gran respaldo.
A. H.:
–El menemismo construyó un valor que excede a la oligarquía. Y es que no hay ningún interés superior al propio: mi bolsillo.
Fuente: Miradas al Sur

jueves, 2 de agosto de 2012

Privatización de países



Por Ricardo Aronskind *
Pasados ya cuatro años del estallido de la crisis económica mundial, los bancos privados y públicos de Europa y Estados Unidos están fuertemente cargados de deudas de otros bancos dudosos, de títulos públicos en deterioro y de derivados financieros aún más volátiles. También las personas y las empresas están fuertemente endeudadas, y no pueden reducir los compromisos que comprimen sus capacidades de consumo e inversión.
Todas las perspectivas de crecimiento bajan, mientras la crisis se prolonga sin soluciones reales a la vista. Las deudas públicas crecen sin poder ser contenidas.
A diferencia de la caída de 2009, en donde se apeló a una mezcla de mega-salvataje financiero con una gigantesca operación de marketing global de “ya llega la recuperación”, la declinación actual está lastrada por la caída en la actividad real, el reforzamiento de las políticas neoliberales duras, la evaporación de los pronósticos optimistas superficiales y la conciencia general del agotamiento de los instrumentos utilizados hasta el momento.
Una de las características llamativas de la crisis es que no se resuelve ningún problema de los que van surgiendo, y simplemente se amontonan desequilibrios y nuevos conflictos.
En Estados Unidos el desempleo sigue alto, y si algo ha bajado en relación con los peores momentos, es por el desaliento y abandono de quienes hace un tiempo buscaban algún puesto de trabajo. Las ventas se mantienen en un estado de languidez, mientras los mercados inmobiliarios no se recuperan. La dura puja partidaria en torno al “techo” de endeudamiento público no ha terminado. Los “mercados” –o sea, los capitales especulativos– demandan a la Reserva Federal una nueva “relajación cuantitativa”, eufemismo de una tercera emisión masiva de fondos para estimular el mercado accionario. Y allí se agota el repertorio de políticas públicas anticrisis.
La caída del precio del petróleo en los últimos meses está mostrando tanto el nivel de actividad decreciente a nivel global como las expectativas sombrías sobre el escenario próximo. Ni China ni India están pudiendo evitar los impactos contractivos y América del Sur deberá reforzar aceleradamente sus políticas defensivas y de estímulo de la actividad interna para mitigar el impacto de esta nueva contracción del escenario global.

Los réditos de la inseguridad

Cada punto que se incrementa el costo de la deuda de los países que dependen del financiamiento internacional es un punto de ganancia adicional para el capital financiero. Cuanto más se degradan las deudas soberanas, más rentabilidad tienen los prestamistas. Luego del escandaloso episodio con el banco Barclays, uno de los mayores de Gran Bretaña, que ha manipulado nada menos que la tasa Libor –referencia para múltiples operaciones financieras a nivel global–, sería interesante indagar sobre qué significa y qué funcionalidad tienen las sucesivas rondas de “incertidumbre” que aquejan a “los mercados” y los llevan a incrementar sin pausa las tasas que les cobran a casi todos los Estados, incluido Estados Unidos. Es claro que hay una circularidad en todo este proceso, y que es necesario dejar de pensar a los “mercados” como actores pasivos y objetivos de una realidad sobre la que no intervienen. Son actores principales, y responsables centrales del drama económico mundial.
Así como la incertidumbre y el miedo incrementan la ganancia de los “mercados”, también se acentúa el poder político de Alemania en la Eurozona, al constituirse en el único dador de seguridad simbólica, aunque generador de inseguridad material por las políticas que impone a los países avasallados.

Soluciones que no solucionan

Es difícil resumir la cantidad de cumbres y reuniones de los últimos meses en las que se estuvo por arribar a soluciones “definitivas” que concluyeron en la nada. La ilusión más importante que sobrevuela Europa es la “mutualización” de las deudas, o sea, que el conjunto de las deudas públicas de la Zona Euro sean asumidas por todas las economías de esa zona, o dicho más crudamente, por Alemania y otros países ricos del norte. Es claro que, en el corto plazo, la emisión de “eurobonos” en reemplazo de los títulos de deuda individual de los países de la Zona Euro bajaría la fiebre especulativa contra España, Italia y otros países, proporcionando un nuevo motivo de algarabía transitoria a los mercados. Pero no solucionaría el problema, y sobrecargaría con costos financieros más elevados y exigencias contractivas a los países que menos han estado sometidos a los “mercados” financieros. Alemania se niega a eso, y reclama que Bruselas controle rigurosamente –en su nombre– la política monetaria y fiscal de toda la Eurozona, haciendo cirugía institucional en los países del área, como paso previo a considerar alguna solución más convincente. Los nuevos controles previstos por la tecnocracia europea incluyen nuevos recortes presupuestarios y desestímulos a la economía real en toda la región. Si bien Francia ha intentado recientemente introducir un discurso más expansivo, políticas de estímulo serias no aparecen. La morosidad para adoptar las medidas que se van acordando contribuye a que sucesivos países pasen a ser hostigados por los prestamistas y puestos en dirección de la cesación de pagos. Para evitar el “peligro”, se introducen reformas neoliberales de largo alcance, sin que se supere el problema original.

Países residuales

En Grecia ya no tiene sentido hacer análisis económicos. La economía griega simplemente no puede aguantar las medidas que le impuso la tríada UE-BCE-FMI. La muy alta votación en las recientes elecciones del frente antiajuste Syriza lo coloca como un claro protagonista político en el corto plazo. Es característico de esta coyuntura que ese frente de “izquierda radical”, como trata de estigmatizarlo la prensa, haya representado la sensatez económica y social, mientras que los partidos “moderados” representen hoy el fundamentalismo del mercado, que no acepta soluciones realistas que afecten sus “derechos de propiedad”. La trabajosa victoria de los partidos que aceptan el “memorándum” no ha despejado el camino hacia la salida de la crisis del país. Es tan sólo el comienzo de una serie interminable de problemas que irán surgiendo a medida que se acentúen los daños económicos y sociales, y no se aporte ningún alivio concreto.
En España, la situación patrimonial de la banca es sumamente endeble, dado que una parte significativa de sus activos se ha evaporado debido al derrumbe de la cotización de las propiedades inmobiliarias, y los deudores hipotecarios muestran crecientes dificultades para el pago de las cuotas. El préstamo de 100 mil millones de euros que ha otorgado la UE alejará la posibilidad de impagos por parte de la banca española... a los bancos de los países del norte de Europa. Es por ese “salvataje” que el gobierno español admitió la cesión a la Eurozona de instrumentos clave de su política económica. La tecnocracia europea ya tiene enfocados diversos “costos” a suprimir en la economía española, entre los que figuran los de las “autonomías” y el seguro de desempleo. Quieren avanzar en reducir los gastos de las administraciones regionales en las que se ha basado el equilibrio político español de la etapa pos-franquista. Para viabilizar los pagos externos, pondrían políticamente en crisis al país. También reducirán las prestaciones por desempleo, haciendo más precario y dramático el cuadro social. La UE exige que las entidades financieras pasen a pérdida las deudas con decenas de miles de pequeños ahorristas españoles, que verán drásticamente recortado su patrimonio. Los consumidores, a su vez, observarán un salto en los precios producto del aumento del IVA, mientras se contraen sus ingresos, especialmente los de los funcionarios públicos.
La fundamentación técnica de las medidas es insostenible, pero no cabe duda de que es el sueño de ingeniería social más retrógrado que la derecha española y europea pudieran imaginar. Y sienta precedentes para nuevas rondas de degradación en otros próximos países a ajustar.

Conclusiones

Los países que reciben el “rescate” quedan con su economía intervenida por una tecnocracia externa, sometidos a severos planes de recortes presupuestarios, de reducción de derechos sociales y a políticas de contracción económica permanente. Deben limitarse a administrar ordenadamente el estancamiento, cuando no la decadencia. Se provoca la degradación de las condiciones materiales de la mayoría de la población y los jóvenes son despojados de un horizonte de progreso, aunque sea mínimo.
Hoy, la política de la UE transforma a sociedades vitales en países residuales. Los países dejan de existir como entidades políticas soberanas para transformarse en máquinas recaudatorias para tranquilizar a los financistas.
En el nuevo esquema de poder que se está ejecutando en Europa, los países intervenidos por las autoridades europeas dejan sus principales políticas en manos de la burocracia de Bruselas, que a su vez responde especialmente a los principales gobiernos del norte, que están tomando como causa nacional las necesidades de los bancos y los capitales acreedores. En esa región, las políticas públicas se están privatizando a través de una extendida y difusa cadena de mandos. El crecimiento, el Estado de Bienestar y la propia esencia de la democracia –el autogobierno de la sociedad– están siendo derogadas hasta nuevo aviso.
El experimento ultraconservador europeo está contribuyendo a estancar la economía global y a crear desafíos mayores para las regiones no subordinadas a esa lógica de dominación. Las perspectivas globales son de una creciente conflictividad social, renovada incertidumbre económica y una mayor tensión sistémica, que inducirá a nuevas rupturas y configuraciones que hoy sólo son juegos de política ficción.
* Economista.
El presente artículo fue desarrollado en el marco del Programa Interdisciplinario para el Seguimiento de la Crisis del Orden económico mundial (Pisco), que el autor coordina en la Universidad Nacional de General Sarmiento.

Por qué (y cómo) no se callan


 

 Por Mario Wainfeld

¿Por qué no te callas?
Juan Carlos, rey de España, interpelando a Hugo Chávez, presidente de Venezuela.
Luis Alberto Lacalle, ex presidente del Uruguay, le reclama al actual mandatario de su país, José Mujica, que le haga un favor a la República y se calle por un mes. Tomado en sentido literal, el planteo es brutal y asombroso. Leído en sentido figurado, no deja de ser impresionante aunque cabe reconocerle una encomiable franqueza. La derecha de los países de América del Sur quiere, y está en su derecho, relevar a los gobiernos nacionales, populares, de izquierda, radicalizados o reformistas que cunden en la región. Y, sin tanto derecho, brega por amordazarlos porque en las urnas le va costando lograrlo. Es consabido el papel que juegan en esa pugna (que las derechas libran con herramientas ora democráticas, ora no tanto, ora destituyentes) los grandes medios de difusión masiva. Son, por doquier, integrantes calificados o eventualmente vanguardias de la oposición a quienes lideran procesos democráticos que no reconocen precedentes.
Ningún presidente puede ni debe callarse en estas comarcas o en cualquier otra. Barack Obama, Angela Merkel, Mariano Rajoy, François Hollande tomarían en solfa la petición, en el mejor de los casos. Hablar, empero, es complicado en un sistema mediático dominado por adversarios. Los presidentes en ejercicio, entonces, buscan mecanismos propios de interlocución más o menos directa, supliendo mediaciones y ediciones incómodas o distorsivas. Su mensaje debe llegar, pues es sustento de su legitimidad.
El clásico apotegma “mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar” merece ser reformulado en la aldea de masas. Es imperioso “decir” o “prometer” qué va a hacerse o realizarse. Debe explicarse, fundarse, hacerse inteligible. A tal efecto, la comunicación masiva por canales propios deviene una necesidad política.
Dista de ser una novedad, ya lo hicieron antaño el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt (sujeto sospechoso, como todos los que son plebiscitados más de una vez por sus pueblos) o el mismísimo Juan Domingo Perón.
Pero como explica el politólogo Philip Kitzberger (investigador del Conicet, docente de la UTDT) toma otra magnitud en un contexto de gobiernos que confrontan con los grandes medios dominantes. Kitzberger, quien dialogó con este cronista y amablemente lo relevó de la cita textual, agrega que el mecanismo no es monopolio de los gobiernos de centroizquierda o izquierda. El presidente colombiano Alvaro Uribe, recuerda, propagó discursos mediante la televisación de consejos comunales que congregaba, itinerando por su país. Fue cuestionado por sus opositores aunque tal vez no tanto por los medios hegemónicos que simpatizaban con su praxis y su narrativa.
- - -
Aló, café, cadena, enlaces: Los formatos elegidos son variados, dependen de la lógica de cada nación, acaso tanto como de las características personales de sus dirigentes. Cuando algunos critican a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner homologando sus discursos al Aló presidente de Hugo Chávez rondan un hecho concreto que interpretan de modo parcial, en la doble acepción de la palabra. El estilo, digámosle tropical y desbordante, del líder bolivariano es uno entre tantos: un pariente de otros modismos elegidos por presidentes a quienes la Vulgata argentina reconoce sensibilidad democrática.
Kitzberger agrega el Café com o presidente que puso al aire el presidente brasileño Lula da Silva, que se emite por la Radio Nacional frecuencia AM de Brasilia y por las emisoras del sistema Radiobras. Le valió al gran Lula denuestos tremendos del establishment brasileño, que nunca lo pone de modelo como el argentino. La actual mandataria, Dilma Rousseff, conserva la costumbre, por ahora le llueven menos críticas aunque algunas recibe.
José Mujica prorroga como presidente su presencia constante en la radio M 24 donde habla a su guisa, con tono campechano y coloquial y sin privarse de precisiones. Cuando algunos pretensos republicanos (anche uruguayos) blanqueaban el “golpe blanco” contra el presidente Fernando Lugo en Paraguay, el “Pepe” se despachó contra sus autores y beneficiarios. No apeló a ambages o a la falsa seriedad que ciertos sectores exigen (o buscan imponer) a los presidentes. Fue al hueso y dijo: “Esta maniobra tiene como brazo instigante la dirección de parte del Partido Colorado, que ante el horizonte cercano de futuras elecciones venía perdiendo terreno en las encuestas, y que con esta jugada quebró cualquier posibilidad de algún tipo de alianza entre los sectores que apoyaban a Lugo con algún sector del Partido Liberal (...) ese sector (colorado) está muy ligado al sector del narcotráfico (...) en la jerga periodística lo llaman el narco coloradismo”. Caramba, presidente, por algo quieren cerrarle la boca durante un mes.
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Correa de transmisión: El presidente Rafael Correa se topó con el mismo desafío que Lugo no pudo resolver y que el mandatario peruano, Ollanta Humala, busca denodadamente desentrañar. Llegó como outsider de un sistema político carcomido por sus vicios y pésimos desempeños, sin partido y con un grado bajo de viabilidad. Supo construir legitimidad y poder, uno de los recursos fue establecer una red propia de comunicación. Fernando Alvarado Espinel, a quien designara secretario de Comunicación, y su hermano Vinicio son dos de sus asesores más conspicuos y aguzados.
Los Enlaces Ciudadanos de Correa son diarios o más que diarios. El presidente emerge en horarios misceláneos, desde distintas geografías. Puede hacerlo desde Nueva York, si está de gira. O en una de sus habituales reuniones de gabinete, que traslada por todo el territorio de Ecuador. Uno de sus recursos usuales es “aparecer” en el mismo horario que los noticieros nocturnos de los medios concentrados a replicar sus informes u opiniones. La réplica es, entonces, contemporánea al cuestionamiento, a menudo despiadado o hasta violento.
Correa es, podría decirse, un divulgador permanente. Este cronista fue a reportearlo para Página/12 hace algo más de cuatro años. Para su sorpresa, se encontró con que la entrevista era registrada por las cámaras de tevé de la Presidencia. Se le explicó que todo lo que habla el presidente se registra para su eventual edición y utilización ulterior. Y que el formato de un diálogo (cabe resaltar sin condiciones y con mínimas imposiciones de extensión) puede valer como un insumo especialmente válido para su propagación.
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Cada uno con su librito: Cada quien elige el medio, pero todos apelan a recursos alternativos para difundir el mensaje. Sus antagonistas claman porque abusan de su poder, sin sopesar el que tienen los medios hegemónicos en el otro platillo de la balanza. De nuevo: cualquier gobernante ansía (y en alguna medida precisa) que su discurso llegue a la ciudadanía, que es la que lo inviste de poder, por plazos determinados. Y que siempre tiene a mano el recurso de hacer tronar el escarmiento por vía del voto. La opción extendida, ejercida de modo misceláneo para nada uniforme, traduce una tendencia de época. El reduccionismo propio de analistas VIP reduce el fenómeno a sus límites locales. Desconocen el método comparativo o aducen desconocerlo o no se informan de lo que ocurre en el vecindario.
Las “cadenas” de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se inscriben en esa realidad circundante, con formato propio. Como a todos sus pares, le es imprescindible alguna instancia para expresarse sin ser “editada” por otros. Una primera aclaración se impone: claro que sus discursos serán recorridos, recortados o reformulados por otras voces que en buena hora existen y seguirán existiendo. Una de las grandes preguntas a formular es si hay un David y un Goliat en esta controversia. Los oligopolios que priman en la Argentina tienen, como su estilo, una respuesta simplista y banal: se victimizan. Este cronista cree que la realidad es mestiza y chúcara para dejarse sintetizar, pero que el establishment, aunque machucado por la “batalla cultural”, conserva bastantes fierros. Y que sólo la cabal aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual equilibrará la partida.
Por cierto, describir cómo funciona la política democrática en una etapa auspiciosa y cuál es la lógica del cambio del paradigma mediático no equivale a convalidar todo lo que dicen los que no se callan. Ni los modos que eligen, ni sus formatos, ni su intensidad, pertinencia o frecuencia.
Pero hay buenos motivos para que sigan propagando sus premisas los presidentes que no callan ni hacen la venia ante los poderes fácticos. Aunque haya monarcas de todo tipo o dirigentes políticos que se lo exijan.

miércoles, 1 de agosto de 2012

DE AGOSTO DE 1979: MUERE EL POLÍTICO PERUANO VÍCTOR HAYA DE LA TORRE.

Leemos en el Blog del Profesor Chiarenza


Víctor Raúl Haya de la Torre en su juventud. Fundador del APRA peruano.
Haya de la Torre fue el fundador del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). El aprismo ha sido un movimiento político centro de polémicas, pero también punto de apoyo programático de algunos partidos políticos. Su proyecto continental lo llevó a crear filiales en América Latina. No hay que restar importancia a sus ideas que en su momento tuvieron repercusión.

Símbolo de la fraternidad global del APRA.
Cuatro movimientos influyeron en el proyecto del joven Haya de la Torre: la revolución rusa, la revolución mexicana, la reforma universitaria argentina (1918-23) y el pensamiento nacional antiimperialista, que en Indoamérica tiene precursores zapatistas y sandinistas históricos.
El APRA surgió en el momento en que los monopolios –especialmente yanquis- se hicieron cargo del sector primario exportador del Perú. De esta forma apareció un nuevo proletariado, tanto rural como minero y urbano, y nuevas clases medias asalariadas. También fueron afectados los pueblos originarios, al ser una vez más expropiados por los gamonales y las empresas imperialistas.
El pensamiento del joven Haya de la Torre (nacido en Trujillo en 1895) partió del dualismo-estructural. Supuso que había en la sociedad peruana un sector capitalista-imperialista y otro feudal, formado por terratenientes criollos. Al aparecer la inversión extranjera, Víctor pensó que el imperialismo había constituido la primera etapa del capitalismo en América Latina. Pero –como ese capitalismo se había unido al feudalismo-, la lucha había que darla contra el capitalismo y el feudalismo. Es decir, la liberación nacional se iba a alcanzar a través de una revolución antiimperialista y antifeudal.

Venezuela en el Mercosur


 Por Atilio A. Boron

Ayer se ratificó en Brasilia el ingreso de Venezuela al Mercosur. De este modo el bloque comercial sudamericano se refuerza tanto cuantitativa como cualitativamente. Lo primero, porque agrega a un nuevo socio con un Producto Bruto estimado –por el World Economic Outlook del FMI en paridad de poder adquisitivo– en 397.000 millones de dólares. Es decir, se agrega una economía de un tamaño ligeramente superior a la de Suecia. El Mercosur agrandado cuenta ahora con un Producto Interno Bruto de 3635 millones de dólares, lo que lo convierte en la quinta economía del mundo, sólo superado por Estados Unidos, China, India y Japón, y claramente por encima de la locomotora europea, Alemania. Cualitativamente hablando, la incorporación de Venezuela significa integrar a un país que, según el último anuario de la OPEP, dispone de las mayores reservas certificadas de petróleo del mundo, habiendo desplazado de ese sitial a quien lo ocupara por varias décadas: Arabia Saudita. Además, desde el punto de vista de la complementación económica de sus partes, el Mercosur luce como una espacio económico mucho más armónico y equilibrado que la Unión Europea, cuya fragilidad energética constituye su insanable talón de Aquiles. Comienza, por lo tanto, una nueva y decisiva etapa, donde a un conjunto de países sudamericanos grandes productores de alimentos y, en los casos de Argentina y Brasil, poseedores de una importante base industrial y significativas riquezas mineras, se le agrega la mayor potencia petrolera del planeta. En un contexto de crisis mundial como el actual, y ante las políticas proteccionistas que cada vez con más fuerza adoptan los gobiernos del centro capitalista, la integración de los países del Mercosur es la única salvaguarda que les permitirá resistir los embates de la crisis mundial del capitalismo o al menos amortiguar su impacto.
No hace falta demasiado esfuerzo para comprobar las proyecciones que puede llegar a tener este Mercosur “recargado”. Si los gobiernos de la región diseñan mecanismos flexibles y eficaces para sacar partido de esta enorme potencialidad económica y si, al mismo tiempo, se resuelven las asignaturas pendientes de los acuerdos que originaran al Mercosur –la Declaración de Foz de Iguazú firmada por Raúl Alfonsín y José Sarney en 1985 y, años después, el Tratado de Asunción, fechado en 1991– y que reflejaran la hegemonía ideológica del neoliberalismo en aquellos años, el futuro económico de nuestros países sería mucho más promisorio. Un componente fundamental de esta nueva etapa debe ser, sin duda, el fortalecimiento de los “otros mercosures”: el social, el laboral, el educativo, para no mencionar sino aquellos que han suscitado, precisamente por su ausencia, los mayores y más sostenidos reclamos. Esto les otorgará a los movimientos sociales y las fuerzas políticas populares una oportunidad inmejorable para hacer oír sus demandas y presionar efectivamente a los gobiernos para que adopten sin más dilaciones las políticas necesarias para que el Mercosur deje de ser un acuerdo pensado para ampliar los mercados y reducir los costos operativos de las grandes empresas y se convierta en un proyecto de integración al servicio de los pueblos.
Pero la significación fundamental del ingreso de Venezuela radica en otra parte. El aislamiento de ese país y su conversión en un estado paria era el objetivo estratégico número uno de Estados Unidos luego de la derrota del ALCA en Mar del Plata. El Senado paraguayo se había prestado a ese juego, a cambio de una jugosa recompensa para sus tribunos, pero el golpe de Estado perpetrado entre gallos y medianoche contra Fernando Lugo desbarató, para estupefacción de Washington, los planes del imperio. La Casa Blanca no tomó nota de que las épocas en que sus deseos eran órdenes habían sido definitivamente superadas y jamás pensó que los gobernantes de Argentina, Brasil y Uruguay iban a tener la osadía de aprovechar la suspensión de Paraguay ocasionada por la violación de la cláusula democrática del Mercosur para poner fin a una absurda espera de seis años. Desde el punto de vista geopolítico, la inclusión de Venezuela en el Mercosur es, y conviene reparar en esto, la mayor derrota sufrida por la diplomacia estadounidense desde el descalabro del ALCA. Tal como lo recordara hace pocos días Samuel Pinheiro Guimaraes, quien hasta hace un mes se desempeñara como alto representante del Mercosur, de aquí en más será mucho más difícil y costoso orquestar un golpe de Estado contra un Chávez protegido institucionalmente por la normativa mercosurina. Mucho más complicado para un país como Estados Unidos, insaciable consumidor de petróleo, tratar de apropiarse de la riqueza hidrocarburífera venezolana. Mucho más atractivo para los demás países sudamericanos integrarse cuanto antes a un rico espacio económico que se extiende sin discontinuidades desde Tierra del Fuego hasta el Mar Caribe. Y, por último, mucho más difícil rearmar el esquema de “libre comercio” desechado con la derrota del ALCA. En suma, hay fundados motivos para el regocijo: ayer los sueños integracionistas de Bolívar, Artigas y San Martín han dado un gran paso hacia adelante.
* Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales.

Un diagnóstico regional:EDUCACION SUPERIOR Y DESIGUALDAD SOCIAL EN EL MERCOSUR


El crecimiento de la matrícula universitaria se basa en el sistema público en Argentina y Uruguay, mientras que en Brasil y Paraguay lo hace en las instituciones privadas.


Las desigualdades sociales se intentan combatir con educación en los países del Mercosur. No sin señalar matices y diferencias, investigadores de Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina presentaron ayer sendos informes sobre el sistema universitario de cada país, destacando la capacidad del sector universitario para mejorar las desigualdades de la región. “Estamos tratando de reparar en diez años lo que perdimos en quinientos años de historia”, dijo el brasileño José Romao, de la Universidad de 9 de Julio (Uninove). Los investigadores destacaron los programas nacionales de ayuda estudiantil y expusieron datos comparativos de cara a un análisis regional de la educación superior.
Organizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, el seminario formó parte del Programa Interuniversitario para una Política de Equidad y Cohesión Social de la Educación Superior en América latina, un proyecto cofinanciado por la Unión Europea. Con paneles y mesas de debate, el encuentro comenzó ayer y concluye hoy.
Desde la Uninove, Romao expuso lo que llamó un “breve retrato de las desigualdades sociales” de Brasil, y luego hizo lugar al “esfuerzo del sistema universitario actual” por contrarrestar esa situación. Mencionó, por caso, el Programa Universidad para Todos (ProUni) que “desde 2004 hasta la fecha incluyó a un millón de estudiantes” en el sistema educativo brasileño. Romao atacó la inserción del mercado en la universidad: “Al lograr universalizar la educación básica, el capital privado migró hacia la educación superior, uno de los mejores sitios para la aplicación del capital”, dijo. Es que Brasil tiene actualmente un 80 por ciento de su matrícula estudiantil cursando en instituciones privadas y sólo un 20 por ciento en casas de estudio estatales. Todo lo contrario sucede en la Argentina.
“El sistema universitario argentino es uno de los más inclusivos de América latina”, dijo Natalia Cóppola, investigadora de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Cóppola no dejó de advertir, no obstante, que “aún persisten dificultades para que los estudiantes de los estratos más bajos de la población ingresen en la universidad pública gratuita”. El informe presentado por la Untref señaló que “entre 2004 y 2010 el incremento presupuestario ha sido del 176 por ciento”, y que además de la “creación de universidades, mejoras en infraestructura y en el salario docente”, se impulsaron programas nacionales de becas tales como el Programa de Becas Bicentenario para carreras científicas y técnicas, el Programa Nacional de Voluntariado Universitario y el Programa de Bienestar Universitario (de tutorías).
El desafío que sugirió Cóppola pasa por reparar la “baja tasa de graduación”, sobre todo en carreras del área de las ciencias exactas y las ciencias aplicadas. De acuerdo con la investigadora, “en términos generales se gradúa alrededor del 15 por ciento de los ingresantes”. Es decir, se produce una masiva entrada de alumnos, pero “sigue habiendo dificultades en la permanencia y la graduación”. También el informe llamó a debatir la duración “real” de las carreras: la presentación indicaba que es “del 50 por ciento más que la prevista, entre 8 y 9 años de promedio”.
En Uruguay, al igual que en la Argentina, existe un dominio del sistema universitario público. Y también allí se registró “un incremento en el ingreso del sector educativo universitario”, según la coordinadora de la presentación, Adriana Marrero (Universidad de la República). Según los datos presentados por la UdelaR, única universidad pública del Uruguay, entre 2000 y 2010 la institución obtuvo un incremento de su matrícula del 30,7 por ciento, mientras que el egreso creció un 56,9 por ciento en el mismo período: “Esto significa que ha crecido en volumen y en eficacia”, señaló. Acaso por eso “no existe más que un restringido número de becas” ofrecidas por el gobierno, según Marrera. La UdelaR presentó un dato que, en líneas generales, se replica en toda la región: el crecimiento de la matrícula femenina. En 1960, el 41 por ciento de sus estudiantes eran mujeres, mientras que para el año 2007 eran el 62,8 por ciento.
La investigadora de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) Clara Almada dijo que, a diferencia de la Argentina, desde el 2000 el crecimiento de la educación superior paraguaya se dio en el sector privado. De las 54 universidades que existen en el país, sólo siete son públicas. Pese a ello, destacó los programas de ayuda estudiantil, ya que son “becas y créditos que funcionan como salarios destinados a sectores vulnerables, para incentivar el acceso y la permanencia”. Paraguay creó al efecto el Consejo Nacional de Becas, dependiente del Ministerio de Educación local, y lleva adelante un Plan Nacional de Educación 2024. Con todo, Almada manifestó que “si por un lado existen políticas nacionales de educación superior, por otro se detecta la ausencia de estructuras institucionales de atención a grupos vulnerables”.
Informe: Agustín Saavedra.