viernes, 9 de diciembre de 2011

“El pensamiento de la izquierda no puede ser estático”

GALO MORA WITT, SECRETARIO EJECUTIVO DEL PARTIDO OFICIALISTA DE ECUADOR

Es músico y fue el funcionario que más tiempo acompañó al presidente Rafael Correa. Ahora es el secretario ejecutivo de Alianza País. Desde ese lugar, Galo Mora Witt analiza las políticas de su gobierno y el nuevo contexto latinoamericano, la Unasur y la flamante Celac. La relación con la prensa y la urgencia de la comunicación popular.



Por Mercedes López San Miguel y Natalia Aruguete

¿Qué cambió a partir del intento de golpe de Estado contra el presidente Rafael Correa el 30 de septiembre de 2010?

–La amenaza está latente. Es una espada de Damocles que baila sobre la democracia. Lo que hicimos fue fortalecernos en la voluntad del pueblo ecuatoriano. Fueron tres los factores que impidieron el golpe: la respuesta de la gente, el comunicado de las fuerzas armadas respaldando a Correa y la reunión de los presidentes de América latina aquí, en Buenos Aires. Todo aquello confluyó. Quizá hay un cuarto factor: el secuestro del presidente evitó la caída. A partir de allí nos afianzamos en la radicalización el proceso, para erradicar la pobreza extrema y fortalecer las instituciones.

–El Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe (ONU) destacó el año pasado la alta desigualdad que había en Ecuador, ¿cuál es el desafío del gobierno de Correa en esa terreno?

–Alejar al pueblo de la pobreza es la mayor lucha de una izquierda renovada, nunca hay que olvidar, por el fragor del debate doctrinario, que la razón fundamental está allí: la miseria no puede existir junto a la ostentación. Hemos bajado diez por ciento la pobreza total en las comunidades indígenas. Esa es una cifra inmensa para nosotros. Son las comunidades más ultrajadas por todos los síntomas del racismo y de la explotación. Logramos un tema que es muy complejo: bajar de dos cifras el desempleo, cuando España tiene zonas en las que el nivel de desocupación llega al 40 por ciento y en Estados Unidos el 15 por ciento. Entonces la ciudadanización de la política está en la fuerza colectiva; de lo contrario seguirá habiendo un espíritu corporativo entre las élites de cada sociedad.

–¿Cómo interpreta que una potencia mundial como Estados Unidos no logre salir de la crisis económica?
–Es paradójico que el multimillonario Warren Buffet le pida a (Barack) Obama que le cobre más impuestos. El gobierno de (George) Bush exceptuó del pago de impuestos a los más ricos acentuando la contradicción. Ante esa alerta, hay una respuesta. No es una iniciativa del gobierno de Obama. Enhorabuena existen metáforas históricas como ésta. Aquí se necesita justicia, y la justicia no puede estar diversificando su voluntad: para unos sí, para otros no. Estados Unidos vive una crisis que nos quiere hacer pagar como la antigua: que los que no tenemos la culpa paguemos las crisis a los que las provocan. Afortunadamente, América latina tiene una posición absolutamente distinta. Bolivia, Ecuador y Perú, por sus políticas anticíclicas soportaron mejor la crisis de 2009, como lo señaló el Banco Mundial. Mientras que Perú tenía un gobierno de otra orientación ideológica.

–En el terreno comunicacional, ¿cómo define la relación entre el gobierno de Rafael Correa y los medios?

–Es muy compleja, hay que admitirlo. Hace poco, la Justicia ratificó la condena contra el diario El Universo (de Guayaquil), el director y el editorialista (Emilio Palacio) que causó esta crisis. Palacio está en Miami y se considera un exiliado, para nosotros es un prófugo porque la irresponsabilidad no puede acompañar el supuesto libre albedrío de la profesión periodística sin información veraz y verificada; sin responsabilidad ulterior no se puede hablar.

–¿No es excesivo que por la publicación de ese artículo deban ir a prisión o pagar una multa tan alta?

–El presidente Correa les dijo que tuvieron seis meses y que el tiempo de la caballerosidad ya pasó para publicar una disculpa. Correa planteó que con una disculpa se acababa todo, no había ni prisión ni multa. En el origen es una injuria que pretende llevar a Correa a una Corte internacional que lo juzgue por “ordenar disparar contra un hospital lleno de civiles”. El presidente pidió que se rectifique la información y el columnista Emilio Palacio no lo hizo. Fue una injuria vergonzosa.

–Se les aplicó una multa de 40 millones de dólares.

–Vean cómo reaccionan los directivos del medio: soterráneamente envían mensajes de que quieren disculparse; por arriba, vociferan. ¿Dónde está la doble moral, en nosotros o en ellos? Creo que aquello de que las noticias sean veraces y justificadas, que consta en la Constitución, debe ser parte de todos los días. No se pueden lanzar injurias sin que nadie sea responsable. Las víctimas de esos ultrajes son seres humanos.

–¿Qué avances hubo a partir de la sanción de la ley de medios?

–Esa es otra muestra de la inutilidad de tanto esfuerzo. Desde que se aprobó, van dos años que reposa la ley de Comunicación bajo los intereses supuestos de asambleístas que deciden si hay quórum o no. Hoy estamos en el camino final porque el 7 de mayo el pueblo aprobó en una consulta tener una ley de comunicación y aprobó temas esenciales como que la banca no puede financiar a los medios. La prensa es el gran combatiente porque la derecha no tiene voz.

–Visto desde el recambio que hubo en los gobiernos de la región desde comienzos de este siglo, ¿cuáles deberían ser los rasgos de la nueva izquierda?

–Hemos planteado algunas diferencias con lo que se conoció como socialismo real, que en realidad creo que era irreal, se lo conoció también como socialismo del Este. Y muchos articulistas, editorialistas, escritores hablaron del fracaso del comunismo, incluso, con un absoluto desconocimiento histórico. Ni las comunidades primitivas ni el cristianismo, y mucho menos los gobiernos a los que hice referencia, pueden ser llamados comunismo porque ése es un estado absolutamente avanzado de la sociedad al que ninguno ha llegado. Por otro lado, creo que la izquierda, para poder sintonizar con el siglo XXI y aproximarse a los grandes avances de la humanidad, debe entender que su pensamiento no puede ser estático, tiene que volver a la dialéctica, pero no la dialéctica que la adormeció por su mala interpretación.

–¿Qué es lo que ha interpretado mal?

–Ha hecho una reducción de la idea de tesis, antítesis y síntesis, e ignoró que probablemente la síntesis podía ser menos trascendente que la tesis. Es decir que no hay resultados de consecuencia lógica en las historias porque la historia no es matemática.

–¿Cómo concibe la historia?

–La historia tiene demandas situacionales, históricas y temporales que las corrientes revolucionarias deben observar en profundidad y entender que lo que se está construyendo se construye con el aval de la gente.

–¿Cuáles cree que son las nuevas demandas situacionales?

–Voy a citar un tema que aparecía permanentemente en los discursos: la dictadura del proletariado. Sin responsabilidad se la repetía en países donde no había fase industrial, no había obrero industrial que es el que puede estar capacitado para entender ese proceso. Creo que ahí había un error de concepto y de eco, en el sentido de generar una mímesis de lo que había ocurrido en algún sitio. Si las revoluciones no son exportables, mucho menos se pueden exportar demandas que son características identificadas con determinado tiempo, con determinada sociedad y ciudadanía. Precisamente ese último término nos lleva a proponer una radicalización en el proceso de ciudadanización de la política donde los ejes no estén determinados por cúpulas, sino que sea la ciudadanía la que marque el destino, independientemente de que su ejercicio no esté ligado al poder, porque no es posible que toda la ciudadanía sea parte del Ejecutivo o el Legislativo.

–¿Cómo concretarían, entonces, esa ciudadanización?
 –A través de sus demandas. Es decir, someter los criterios de la teoría y la doctrina a su voluntad, no a la voluntad de quienes ejercen el liderazgo.

–¿Qué mecanismos propone para ello?
–Hacer referéndum cuántas veces sea necesario. Yo he vivido en Suiza, aunque no voy a pregonar sobre el Estado suizo, pero la Confederación Helvética y los cantones realizan referéndum todas las semanas para decidir, incluso, presupuestos. Hay municipios volcados a la votación popular. Si la infraestructura básica se necesita para hospitales, escuelas, carreteras es el pueblo el que lo debe decidir.

–¿A qué otros mecanismos puede recurrir la ciudadanía para profundizar el proceso de politización?
–¿Por qué no confía en la política? Porque se sintió usurpada, usada y usufructuada en tantas ocasiones en las que los políticos la visitaban para ofrecerles algo y no volver nunca más. Creo que esas falacias fueron destruyendo la fe y la confianza. Ahora, recuperarlas deben ser metas fundamentales.

–¿De qué forma?
–Logrando alternativas al ejercicio del gobierno en la voluntad política de autoorganizarse, superando las taras del clientelismo y el asistencialismo. Pero para ello es necesario que se garantice que una población que puede volver al espíritu humanista y solidario no sea usufructuada, que los primeros grandes beneficios de las sociedades contemporáneas sean para ellos.

–¿Por ejemplo?
–Yanacocha es uno de los ejemplos vivos de la administración del presidente Rafael Correa. Por decreto específico –y ahora por ley nacional–, los primeros beneficiarios de la explotación petrolera son las comunidades donde está el petróleo, mientras que durante cuarenta años se habían llevado el petróleo y habían dejado la basura. Por eso, la Constitución ecuatoriana es la primera en el universo que no es constitución de derecho, sino de derechos, fundamentalmente, derechos a la natura. Doy otro ejemplo: el parque nacional Yasuni tiene garantías, en una franja del mismo que es pequeña afortunadamente, hay una gran cantidad de petróleo dormido bajo suelo. Ese petróleo le pertenece al Estado ecuatoriano y al pueblo ecuatoriano y ha sido la protesta más radical en términos de no emisión de carbono hacia la atmósfera en dar un paso hacia una nueva generación, ya no de pozos petroleros sino de nuevas matrices petroleras.

–¿Cómo es la relación actual entre el gobierno y los indígenas?
–Hemos asumido de ambas partes ciertas incomprensiones. Tratamos de superar las relaciones de asistencialismo y clientelismo de la época neoliberal. Hay también una influencia ideológica a través de organizaciones no gubernamentales de impulsar tesis que supuestamente responderían a la ultraizquierda, pero que finalmente confluyen en la Asamblea Nacional con posiciones que representan a la derecha política de Ecuador. Nosotros estamos determinados a caminar con una nueva dirigencia, con las demandas reales de los pueblos originarios. Es decir, al pueblo indígena no le interesa cuántos asambleístas tiene sino cuántos pobres menos hay. Uno es un poder de empoderamiento, lo otro es la realidad. Se tienen que bajar los niveles de pobreza y de miseria con un trabajo fecundo.

–¿Qué efectos tiene en la percepción de la sociedad ecuatoriana las decisiones políticas de Rafael Correa?
–Uno de los problemas mayores es poder divulgar. La verdad no es patrimonio de nadie, pero en el ejercicio político decir la verdad es fundamental, incluso, no aparentando que se ha ganado cuando se pierde. Decir la verdad cuesta mucho y no lo digo ni en el sentido figurado ni en el económico.

–¿En qué sentido lo dice?
–Si al frente tenemos todos los días rancias actitudes de cierto sector de la prensa, que ataca todo lo que se haga como en muchos otros países de América latina, es difícil la comunicación. Una de las decisiones más avanzadas, aunque más complejas y polémicas, fue haber incautado las empresas de quienes estancaron al Estado nacional. A través de esos medios estancados hay una oportunidad de llegar a cierto sector de la población. Pero es también justo reconocer que no son los medios más grandes. Estos ejemplos generan una apreciación de con quién y para quién está este gobierno. El apoyo popular del 79,6 por ciento, surgido de una encuesta no realizada para el gobierno, confirman que (Correa) no se equivocó, que ése era el camino por donde caminar. Pero no se puede hacer política a través de las encuestas, las definiciones no se juegan allí.

–¿Dónde se juegan?
–En la ética y la moral, a través de las decisiones mayoritarias del pueblo, de lo que consideramos política soberana. Esa es otra forma de comunicación y creemos que es un paso difícil y complejo. Nosotros no somos políticos de carrera, no nos hemos graduado en organizar nada, venimos de otros ámbitos. Yo vengo de la literatura y de la música, siempre viviendo los temas políticos. El presidente Correa viene de organizaciones populares, de la academia, de las luchas universitarias, fue el primer vencedor en las elecciones de la Federación de Universidades Católicas hace 25 años.

–¿Cómo analiza la situación actual de la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) en términos de integración regional?
–La muerte de Néstor fue un golpe muy duro porque, alrededor de su figura ecuménica, se invocaba una proyección mayor. Pero por dolorosa y dura que haya sido esa pérdida no puede frenar este proceso. Creo que el Banco del Sur, la Unasur y la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) son las grandes orientaciones actuales en la región. El Banco del Sur se encargará de crear esos fondos comunes e ir reemplazando al Banco Mundial y al Fondo Monetario, instituciones que explotaron a los pueblos. La Celac debe ser una entidad que otorgue una soberanía cualitativa y cuantitativa, que vaya desde México a Chile, formalizando la naturaleza de esta liberación en las compras de armas, la dependencia en la tecnología única. Creo que hacia allá hay un camino de diversificación y conducción responsable de la política internacional.
Fuente: Diario Página/12


viernes, 2 de diciembre de 2011

TONI NEGRI, EL FILOSOFO DE LOS AUTONOMISTAS Y LA CRITICA A LAS DEMOCRACIAS REPRESENTATIVAS



“La representación es la ausencia de la participación”
En una nueva visita a la Argentina, el filósofo italiano relata su fascinación por los nuevos movimientos estudiantiles en Chile y de los indignados en Europa. Acaba de hacer una visita para dar charlas a los estudiantes chilenos.

 
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Por Veronica Gago

–¿Qué significa la emancipación hoy?

–Hay que situar la emancipación desde una perspectiva espacial que implica pensar “desde abajo” y desde una perspectiva temporal que pone en primer plano la tendencia que aspira a que todo aquello común, que hoy sólo compartimos a un nivel virtual y técnico, se convierta en algo actual y político. Y para esto hay que pensar, como experimento, las figuras actuales de la subjetividad. Con ellas debemos confrontar toda expectativa de emancipación.

–¿Cuáles son esas figuras?

–La primera es la del hombre endeudado, aquel trabajador precario que queda preso del crédito casi de por vida, reducido a una suerte de servidumbre por deudas. A esto corresponde la “renta” del capitalismo actual y la resistencia es decir “no pago”, como una forma multitudinaria del rechazo y, a la vez, de apropiación de la riqueza común. Luego, el hombre mediatizado, que reemplaza a la vieja noción de alienación para dar cuenta del sometimiento a los dispositivos de comunicación, que esconden la inteligencia humana, la verdad común de la comunicación, bajo formas nuevas de control. En tercer lugar, el hombre asegurado es aquel obsesionado por la seguridad de su propiedad, por el riesgo de su vida, por el miedo a la pobreza. Finalmente, el hombre representado, que podemos decir que es el núcleo del problema de la emancipación.

–¿Por qué? ¿Cuál es la crítica?

–Esto lo estamos trabajando con Michael (Hardt) ahora. Es una tipología que tiene como problema la cuestión de la nueva constitución a partir de entender cuáles son los deseos y las experiencias de estos sujetos. Desde un punto de vista negativo, tiene razón Schmitt cuando dice que la representación es la presencia de una ausencia. También la representación de Rousseau es siempre una ruptura, una fetichización de la presencia. Y esa presencia viene construida por elementos que no tienen nada que ver con la participación.

–¿En qué sentido?

–En tanto la representación es la ausencia de la participación y la presencia de una máquina de poder que se organiza de manera nueva frente a estas figuras de la deuda, el control del riesgo y los medios de comunicación. En este sentido, no es la vieja crítica a la representación por la burocratización de sus procedimientos administrativos. Hoy no existen esos procedimientos como instancias separadas porque, entre otras razones, los lobbies ya no son algo externo sino que están completamente absorbidos en el gobierno.

–¿Está pensando en alguna situación particular?

–En Obama, que como candidato presidencial propone reformas, gana con ese discurso y para llevarlas adelante ¡invita a los poderes de lobby que están contra esas reformas! Es una locura. Esto se da en un momento en que los gobiernos en general tienen menos condicionantes parlamentarios para tomar decisiones. El gobierno de Estados Unidos puede intervenir sobre la magistratura sin ningún sistema de control ni de check and balance. Esta concentración de poder, sin embargo, no logra salir de los problemas de una representación forjada en el siglo XVII, que vuelve a las constituciones actuales constituciones de derecha. Con esto me refiero a que la democracia representativa determina unos límites a la participación que son insuperables y vuelve impotente incluso a la concentración de poder.

–En buena medida, contra estos límites se alza también el movimiento de ocupación de plazas de Tahrir a Madrid, mediáticamente bautizado como indignados.

–Me ha fascinado el discurso de los indignados sobre el miedo. Ellos dicen No tenemos miedo. Es una cosa formidable si pensamos que toda la filosofía política occidental está fundada sobre el concepto de miedo, lo cual organiza el ejercicio de la violencia del ejército y la policía como efecto de nuestro miedo, por el cual les cedemos el poder.
–Además, hay formas nuevas del debate asambleario en las calles...

–Esos jóvenes no hablan más que cinco minutos, van a lo esencial, aprendieron del Twitter (risas). Hacen también una crítica al concepto de mayoría, a la obediencia sin más del 51 por ciento. Por último, despliegan toda una crítica muy interesante a la idea de la decisión rápida, mostrando cómo siempre la decisión es un proceso de construcción lenta, conjunta, que se consolida en ese tiempo compartido, lo cual anula de hecho todo el privilegio dado al discurso de los expertos. Y esto que señalo lo aprendés escuchando y hablando con la gente en la calle, no con un coloquio de filósofos.

–¿Cómo comprender la situación italiana después de la renuncia de Berlusconi? ¿Qué cambia?

–La situación italiana tras la caída de Berlusconi es exactamente como antes, menos el “bunga bunga”. El gobierno de Monti es un gobierno “técnico” que intentará realizar el diktat europeo neoliberal que Berlusconi no lograba actuar y conseguirá hacerlo con el apoyo de la izquierda. El chantaje del default funciona de manera notable, sobre todo porque falta cualquier idea alternativa y falta un mínimo de voluntad política alternativa al esquema neoliberal.

–Esas referencias al mercado son conocidas en Argentina...

–Es realmente grotesca la situación en la cual nos encontramos nosotros: estamos bajo el ataque de los “mercados” y nadie intenta entender qué cosa son estos mercados y en nombre de qué cosa se están moviendo; quiero decir: la defensa del dólar y, en consecuencia, el ataque a la Europa política. Al mismo tiempo, se hace todo aquello que es necesario hacer para obedecer a los diktat de los mismos mercados. Nadie osa decir que los mercados son internos a la lógica del poder político actual, sea Berlusconi o sea Monti y del cual la izquierda forma parte.

–Ante este panorama, ¿qué espera de los movimientos sociales europeos?

–La primera cosa que espero, porque en realidad ya lo han demostrado ampliamente durante los últimos meses, es la permanencia de una resistencia a este desastre. Por resistencia entiendo dos cosas: en primer lugar, rechazar punto por punto las iniciativas que se vienen tomando, sobre todo contra los salarios y el Welfare (Bienestar); en segundo lugar, la capacidad de imaginar un programa e instituciones del común para echar a las actuales elites económicas y políticas. La situación es dramática, pero como siempre frente a estas políticas capitalistas de shock, se abren y se extienden frentes de resistencia.

–¿En ese punto es también un momento de innovación política?

–Son ocasiones relevantes para construir nuevas culturas políticas. Todo esto no es imaginable sin conectar las prácticas del común y una revitalización del proyecto de construcción política de Europa. Una Europa de las multitudes y no de los mercados.

–Hablando de América latina, usted señaló que ya no se puede pensar a los movimientos sociales como doble poder y que, más bien, puede apostarse a una relación dinámica entre movimientos y Estado. Sin embargo, hoy subraya también el riesgo de disolución de los movimientos en el Estado. ¿Cómo lo sintetizaría?

–El doble poder busca enfrentarse con el Estado. Hoy la cuestión no pasa por allí, sino por la construcción de un común más allá del Estado. Pero este más allá no puede pensarse desde la homogeneidad, por las diferencias de espacialidad y temporalidad que existen. En este sentido, los procesos de singularización son los que devienen centrales para pensar lo común. Y, en este punto, se trata de una totalidad muy difícil de conquistar. Entonces, hay que ser muy prudentes. Pero hay que imaginar nuevas formas de gobierno y para eso el primer problema es eliminar la propiedad privada. No se trata de regularla o conducirla a fines sociales. Sólo la eliminación real, no formal, de la propiedad privada puede dar hoy el reconocimiento verdadero de que la organización del trabajo, la organización de las formas de vida y de las organizaciones sociales ya no pueden ser bloqueadas por el capital privado en tanto son expresión de la potencia común, laboral, cultural, social.

–¿Es una inadecuación de las fuerzas productivas de lo social respecto a los límites de las relaciones que las constriñen?

–De algún modo es la clásica cuestión de las relaciones de producción que bloquean las fuerzas productivas. El dilema es cómo lograr abrir este común a nuevas formas de constitución, lo que significa transformar radicalmente la escritura constitucional, es decir abrir un espacio al poder constituyente, a partir de tomar en serio las formas en las que vivimos.

–Tras varias visitas a Argentina desde el 2003 a hoy, ¿qué cambios advierte en el lenguaje político?

–En Argentina en particular el discurso político parece referir ahora, y con insistencia, sobre todo a la salida de dos crisis: 2001 y 2008. En este punto, algunos analistas empiezan a hablar de América latina, en particular de Argentina, Brasil y Bolivia, en términos de una estasis, de un momento de pausa. Eso se traduce en que en la política de estos países se hace más fuerte la referencia al pasado, a lo que se ha logrado y superado, y tiene menos presencia un discurso de futuro. En relación a Europa y a su crisis, llama la atención cómo funciona aquí la idea de patria, ya que allá no podría convocarse y acá, en cambio, parece una cosa viva.

–Esto, puede decirse, plantea un horizonte progresivo en relación a la historia reciente del país y de la región pero tiene el riesgo de ser conservador cuando no da lugar a otro horizonte...

–Hay que ver hasta qué punto el discurso del estado nación no entra en contradicción con la apuesta a una región latinoamericana si es que esta no se la piensa desde un imperialismo interno. Una relación plural a nivel mundial debe calibrar sus políticas en relación a los otros.

–En Argentina, la referencia a Gramsci es muy fuerte. Es también el autor del concepto de hegemonía que es clave en la teoría de Laclau. ¿Cómo se relaciona usted con este autor italiano?

–Gramsci ha siempre estado constreñido, para mí, por la política italiana, europea, como un hombre que estuvo en la formación del Partido Comunista en Italia, en la Tercera Internacional y que, luego, una vez en la cárcel, se dedicó a estudiar y a pensar de una manera que lo transformó en otra persona. Pero ese cambio ha sido completamente escondido y anulado por el PCI que lo presentó como el teórico de la hegemonía. ¿Pero qué cosa era la hegemonía desde ese punto de vista? Era la hegemonía del partido que se ejercitaba en una alianza entre sectores. Y se dejaba de lado, por ejemplo, el gran problema que piensa Gramsci que es la relación entre norte y sur. También toda la ideología y la práctica sobre los consejos es cancelada y la distinción entre guerra de movimientos y guerra de posiciones se evade. Con esto quiero aclarar que Gramsci no estuvo en mi formación. El primer libro de Asor Rosa contra Pasolini (N. del E.: Scrittori e popolo), que fue decisivo para nosotros, lo leímos como una interpretación contra el Gramsci nacional-populista. Esto quiere decir, contra el Gramsci que no hace ninguna mención a la cuestión de clase, o que si la hay es confusa y dispersa.

Fuente: Diario Página/12

miércoles, 30 de noviembre de 2011

EL SALDO, PARA EL GOBIERNO, DEL CONFLICTO CON UN SECTOR DEL CAMPO

“Salto cualitativo”

En su último libro, Sistema político y modelo de acumulación, Eduardo Basualdo desarrolló los rasgos del pasaje de la valorización financiera, agotada en 2001, hacia un nuevo patrón de acumulación de capital, aún en disputa.


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 Por Natalia Aruguete

La Resolución 125 fue una “divisoria de aguas” para el desarrollo político del kirchnerismo, porque definió un salto cualitativo en términos políticos, asegura Eduardo Basualdo, investigador y coordinador del Area de Economía de la Flacso. Cash lo entrevistó a pocos días de la publicación de su último libro, Sistema político y modelo de acumulación (editorial Cara o Ceca). Basualdo desarrolló con elocuencia los rasgos que signaron el pasaje de la valorización financiera, agotada en 2001, hacia un nuevo patrón de acumulación de capital, aún en disputa. Desde ese análisis, destacó dos aspectos: la evolución del sector hegemónico desde mediados de los ’90 hasta la actualidad y la definición de la identidad del gobierno kirchnerista a partir del “inédito” conflicto con el agro pampeano.

¿Cómo analiza la evolución del sector económico hegemónico durante los ocho años de gestión kirchnerista?

–Se pueden definir dos etapas, relacionadas con el desarrollo político y el grado de avance del kirchnerismo. En ese sentido, el conflicto alrededor de la Resolución 125, sobre las retenciones móviles, es una divisoria de aguas. No sólo porque fue el conflicto más serio y más enclavado en las contradicciones históricas de la sociedad argentina, sino porque, por eso mismo, definió un salto cualitativo en términos políticos en el kirchnerismo.

¿Por qué?

–Desde el punto de vista de la hegemonía, hasta ese momento era un gobierno que se movía entre dos tipos de hegemonía. Una es el transformismo, que venía de la valorización financiera, que no se basaba en las concesiones a los sectores subalternos, sino en la cooptación de sus dirigentes. La otra es la hegemonía clásica, ya que a partir de esa crisis del 2001/2002 los sectores dominantes tuvieron que responder efectivamente a ciertas reivindicaciones populares.

¿Por qué se ven obligados a hacer concesiones?

–Porque entra en crisis el sistema de representaciones políticas y mi impresión es que todavía no salimos de eso. Por lo tanto, había que recrear condiciones de gobernabilidad y hegemonía por parte de los sectores dominantes. La ambivalencia del gobierno de Néstor Kirchner es que estuvo compuesto por medidas y reivindicaciones populares y, al mismo tiempo, por concesiones que aseguraron una reproducción ampliada de capital a los sectores dominantes. Esa ambivalencia se interrumpió con el conflicto de la Resolución 125, provocado a partir de un nuevo paradigma dominante en la sociedad argentina, asentado en la producción agropecuaria pampeana: el paradigma sojero, que se puso en marcha a mediados de los años ’90. Por ello, el sector agropecuario pampeano es el único que no sufrió la crisis de 1998 a 2001.

¿Qué transformaciones acompañaron a ese paradigma sojero?

–Una vez concluido el ciclo de privatizaciones, en 1995 comenzó otra reforma estructural, que fue la extranjerización de la economía. Los grupos locales vendieron no sólo su participación en los consorcios que controlaban los servicios públicos, sino muchas de sus empresas industriales. Los casos de Bagley y Terrabusi son emblemáticos, también lo es el del Grupo Perez Companc, que se reconvirtió. Estas transferencias rompieron la tradición argentina de vender empresas en malas condiciones financieras. Como esas compañías estaban en buenas condiciones, las transferencias que se hicieron dieron lugar a una exacerbación de la fuga de capitales durante esos años.

¿Qué consecuencias trajo este proceso en este sector de la economía que tuvo tanto poder durante la etapa anterior al kirchnerismo?

–Ese proceso de venta hizo que los grupos económicos perdieran predominio, tanto en la facturación de las doscientas empresas más grandes de la Argentina como en el comercio exterior. Esta fracción del capital, que vendió activos en servicios e industria, se recostó en la producción de bie-nes con ventajas comparativas naturales vinculadas con la producción agropecuaria. La mayoría de ellos fueron siempre grandes terratenientes de la provincia de Buenos Aires y, dentro de la cúpula, son los más importantes de la pampa húmeda, en términos de superficie. La patria sojera tiene como núcleo a estos capitales y fueron centrales en el conflicto de la Resolución 125 para imponer un nuevo patrón de acumulación de capital.

¿Quiénes participan de esa disputa?

–Estamos frente a un fenómeno de fragmentación y rupturas que comienza durante el gobierno de Néstor Kirchner y se profundiza durante el de Cristina, relacionado con nuevos alineamientos sociales, que forma parte de la definición de un bloque social dominante y un bloque alternativo. En esta definición, muchos de los que integran los sectores populares no los van a integrar más y habrá nuevas incorporaciones.

¿Cómo analiza el rumbo que tomó el Gobierno en estos dos últimos años, a partir de la Resolución 125?

–El principal efecto de la 125, tanto en la política presidencial como en la identidad del gobierno y en la relación con los sectores populares, es que eliminó la dualidad en términos de hegemonía. Se definió mucho más como una hegemonía clásica mediante el disciplinamiento del capital. Se trata de una hegemonía clásica dentro de un capitalismo en Argentina y, en ese sentido, de la definición de un tipo de Estado con un fuerte sesgo en términos de políticas hacia la promoción y potenciación de los sectores populares con efectos diversos. Lo que hizo el kirchnerismo en materia de jubilaciones es un hecho muy notable y poco rescatado, incluso por el Gobierno. Lo de la Asignación Universal por Hijo –más reconocido– es sumamente importante. En ese marco, la lucha ideológica y cultural adquiere otros contenidos. Pero hay un déficit original en el kirchnerismo, que es cuando en 2005 Néstor Kirchner pasó a ser presidente del Partido Justicialista. El peronismo (PJ), desde mi punto de vista, difícilmente tenga la capacidad de generar un proyecto popular y nacional, en Argentina, perdurable, porque expresa más el partido del orden que la construcción de un proyecto popular

lunes, 28 de noviembre de 2011

LA CRISIS, SEGUN GAUTIE


Desigualdad europea

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 Por Tomás Lukin
 
La crisis estructural de la Zona Euro y las políticas de austeridad desplegadas para hacerle frente golpean con fuerza sobre los mercados de trabajo. Sin embargo, el economista francés Jérôme Gautié advierte que las consecuencias laborales difieren significativamente entre los distintos países de la Eurozona. Mientras que la destrucción de puestos de trabajo fue el mecanismo del ajuste en España y Grecia, donde el desempleo trepó hasta 21,2 y 18,4 por ciento, respectivamente, en Alemania el impacto fue amortiguado por las políticas públicas. Esos instrumentos permitieron a las empresas retener a sus trabajadores durante la recesión, al punto de que la tasa de desocupación está por debajo de los registros previos a la crisis. En un seminario que organizó el CEIL-Conicet, el profesor de la Universidad de París explicó que “el estallido de la crisis no tiene únicamente factores financieros sino que fundamentalmente responde a factores económicos. Desde los años ’90, en Europa el crecimiento económico estuvo impulsado por desequilibrios como el aumento de las desigualdades de ingresos y la estrategia macroeconómica alemana. Es un modelo que no era económica ni socialmente sustentable”.

El director del Instituto de Ciencias Sociales del Trabajo identificó en la creciente desigualdad en la distribución del ingreso y en el modelo de crecimiento alemán dos elementos centrales del origen de la crisis. “El crecimiento, a partir de los ’80 en Estados Unidos y de los ’90 en Europa, benefició solamente a los más ricos. En la última década, el uno por ciento más rico concentró el 65 por ciento del crecimiento norteamericano”, explicó Gautié y precisó que la diferencia de ingresos entre los trabajadores calificados y aquellos que solamente terminaron el secundario se duplicó. “Así, la única forma de sostener el crecimiento del consumo fue con un creciente endeudamiento de los hogares de ingresos medios y bajos, a partir del reciclaje que hacía el sistema financiero del ahorro de los hogares ricos”, señaló el economista.
Por su parte, desde su reunificación, Alemania adoptó una estrategia macroeconómica basada en la reducción de los costos a través de la contención de los aumentos salariales, la mejora de competitividad y el impulso de las exportaciones, que pasaron de representar el 22 por ciento del PIB en los ’90 al 47 por ciento en 2007. Ese modelo redundó en el estancamiento del consumo interno alemán y un retroceso en la porción del PIB que se apropian los trabajadores, pero arrojó un abultado excedente de la balanza comercial gracias al crecimiento sostenido del consumo en sus pares europeos. “Esta estrategia de dumping social sólo se sostiene porque los otros países europeos tienen un consumo interno más dinámico. Los excedentes alemanes tienen como corolario los déficit de los otros países. Esos excedentes se reciclaron en el sistema bancario alemán, que prestó mucho dinero, por ejemplo a Grecia”, sostuvo Gautié durante su exposición. Para el investigador francés, la crisis evidenció las profundas diferencias de funcionamiento de los mercados de trabajo en Europa. España, Grecia e Irlanda son los tres países donde el desempleo registró aumentos más significativos, entre 6 y 12 puntos porcentuales. El caso español representa, según Gautié, “un modelo de crecimiento fundado sobre mano de obra poco calificada y precaria, por ende sobre sectores poco productivos. Entre 2008 y 2010, el 86 por ciento de los empleos disueltos fueron temporarios y se registra fuerte impacto sobre los jóvenes, con una tasa de desempleo que llegó al 46 por ciento a comienzos de este año”.

“La situación actual sigue siendo muy preocupante. La unión monetaria está al borde de su explosión. La amenaza actual de Europa es una espiral deflacionista resultante de las políticas de austeridad”, remató Gautié.