Henri Weber
Daniel Bensaid
18/03/2018
Hace cincuenta años, 150 estudiantes se encerraban en la Universidad parisina de Nanterre y constituían el "Movimiento 22 de Marzo".
La historia de como se llegó a este encierro y como se convertiría en
la chispa que haría estallar el Mayo del 68 francés la recogieron poco
después en un libro, "Mayo del 68: Un ensayo general",
dos de los protagonistas de aquellos acontecimientos: Daniel Bensaïd y
Henri Weber. El paso del tiempo muestra inclemente todas las limitaciones de los análisis de la época,
pero no obvia la importancia del testimonio "en caliente" de lo que
pensaba un sector significativo de los jóvenes revolucionarios del Mayo
del 68 francés. De ese libro hemos extraido una serie de capítulos sobre
como nació el "Movimiento 22 de Marzo". SP
Movimiento estudiantil antiguo y nuevo
Durante
mucho tiempo, los estudiantes militantes de vanguardia, preocupados por
la difícil dialéctica de las relaciones entre partido y sindicato, se
esforzaron en calcar en la UNEF el modelo de los sindicatos obreros. Ese
mimetismo estrecho, víctima del vocabulario y a veces de los esquemas
estalinianos, trataba de confirmar a la vanguardia en su papel. Se habla
de huelga, de lucha sindical, más por voluntad de identificación que
por afán de análisis.
En verdad, la UNEF captó la atención de las
masas en función de acontecimientos políticos sucedidos fuera del campo
universitario. Durante la guerra de Argelia, mientras el PC caía en el
oportunismo más adocenado, la UNEF pasaba, al contrario, de asociación
corporativa, conservatorio del folklore estudiantil, a la organización
política de masas, gracias a la firmeza de sus posiciones.
Acabada
la guerra de Argelia, algunos dirigentes de la UNEF, cuidando de
evitarle las fluctuaciones de la coyuntura internacional y de darle una
plataforma permanente de acción, idearon una línea y una ”pedagogía”
sindicales, partiendo de los intereses universitarios de los estudiantes
para inducirlos, sin apriorismo político, a entender la función social
de la universidad burguesa. Como el todo determina la parte, esa función
era perceptible en el contenido y los métodos de enseñanza, y de ahí
debía salir la impugnación.
Entró entonces la UNEF en un periodo
de estancamiento y hasta de deterioro. Fuera de toda lucha, era el
momento de interminables debates escolásticos sobre la virtud
revolucionaria, ”no integrable”, de tal o cual consigna. La UNEF se
convertía en el refugio de los militantes de vanguardia que habían roto
con la UEC. Allí no podían hacer otra cosa que rumiar un programa
revolucionario para el movimiento estudiantil y comprobar la
incompatibilidad de ese programa con el reformismo del movimiento
obrero. Pensando que la UNEF era un sindicato no se podía pensar en
enlazar las luchas estudiantiles y las luchas obreras sino en términos
de intersindicalismo. O sea partiendo de ”problemas comunes”
considerados como temas de conexión: el empleo, la formación, el seguro
social. Además, desentrañar las raíces económicas comunes a las luchas
obreras y estudiantiles parecía propio del marxismo más ortodoxo...
El
vicio de razonamiento, como hemos visto, reside en el postulado inicial
que concibe a la UNEF a imagen y semejanza del sindicato obrero, la
politización progresiva de los estudiantes a partir de sus intereses
económicos, a imagen y semejanza de la politización de los obreros. Sin
embargo, la UNEF, como ”organización de defensa de los intereses
homogéneos de los estudiantes”, pronto deja ver su incoherencia. No
puede reducirse el conjunto de los estudiantes a un factor común: su
presencia en la Universidad. Eso sería mutilar la complejidad de su
posición. No todos tienen el mismo origen, y sobre todo no todos tienen
el mismo porvenir. Sin embargo, en todas las facultades y en todas las
disciplinas se halla la bipartición del movimiento estudiantil en
”derecha” e ”izquierda”. La verdad es que la clave del movimiento
estudiantil se halla en otra parte que en la Universidad: en el contexto
político general.
Muy pronto se ve que la UNEF no constituye ya
la estructura de movilización de masas del estudiantado. La nueva
generación estudiantil ha llegado a la política en un contexto
específico, nacional e internacional, muy diferente del contexto de
1962. Su marco de referencia política está por ello considerablemente
cambiado. En particular, la nueva generación estudiantil no comparte el
mimetismo estrecho de las mayores respecto de las organizaciones
obreras. Su rebeldía política no está expresada en el diario y rutinario
ajetreo de la actividad ”sindical”. Su voluntad de acción, de réplica,
de debate, no se halla a gusto en las estructuras sindicales, propicias a
las emboscadas de tendencias, a las batallas de mociones, a las
maniobras en los pasillos. La organización sindical, la clase de
conflictos que implica, la práctica militante que permite, no responden
ya a lo que esperan los estudiantes.
En el marco del reflujo, ese
estado de hecho se manifestaba simplemente por la desafección masiva. En
el contexto general de incremento de las luchas, se manifiesta por la
aparición espontánea de nuevas formas de organización. Los comités de
acción de las secundarias rechazan ya categóricamente el juego del
sindicato. Los CAL no quieren ser una sección sindical de la secundaria;
se afirman inmediatamente como organización política que agrupa a los
estudiantes de secundaria de extrema izquierda que están de acuerdo con
cierto tipo de acción. El nuevo movimiento estudiantil se forma en
Nanterre en la primavera de 1968. En rebeldía ante las estructuras
”sindicales”, es de la misma naturaleza que los movimientos berlinés o
italiano. Los dos movimientos estudiantiles, la UNEF y el ”22 de Marzo”
coexisten algunos meses, sin entenderse. Y a principios de mayo, el ”22
de Marzo” va a París.
El modelo nanterrés y el ”22 de Marzo”
Durante
el año, la prensa ha tratado de exorcizar el ”fenómeno nanterrés”
presentándolo como una excentricidad casi exótica; en cuanto a la
estación de la ”Folie” (Locura), servía para sugerir una sombría
fatalidad procedente de lo más recóndito de la historia. La facultad de
Nanterre, de construcción reciente, no tiene tradiciones, ejemplos ni
rodajes bien rodados; en ese terreno privilegiado, las luchas
estudiantiles recorrieron en un año, con una pureza que nos deja
estupefactos retrospectivamente, la evolución política tipo.
La escalada reivindicativa y sus callejones sin salida
No
es posible comprender el ”22 de Marzo” sin volver a la ”gran huelga”
reivindicativa de noviembre de 1967. Mientras una semana antes, en un
mitin de la UNEF se congregaban 500 personas, la huelga partió de la
base, casi espontáneamente. Dos grupos de TP (Trabajos Prácticos) de
primer año del segundo ciclo de sociología suspendían las labores ante
la incoherencia de las equivalencias. Los militantes que habían puesto
en marcha el movimiento recorrían la sección de Ciencias Humanas, y
pronto se extendía el movimiento como una mancha de aceite. La UNEF,
embrionaria y balbuciente, quedaba subsumida. Diez mil estudiantes
estuvieron ausentes de los cursos durante ocho días, para organizarse
sobre el terreno y elaborar cuadernos de reclamaciones.
La
plataforma reivindicativa era políticamente modesta: revisión de las
equivalencias, máximo de 25 estudiantes por grupo de TP para conseguir
un encuadre pedagógico decente, oposición al control administrativo de
la asiduidad, más reivindicaciones materiales relativas a la biblioteca y
la piscina... Una plataforma tan poco ambiciosa, tan razonable incluso
iba a poner al descubierto lo que era el mecanismo administrativo cuando
se planteaba el problema de la negociación en los diversos niveles.
En
el nivel de la disciplina, los delegados de TP elegidos se reunían con
los profesores; en el nivel de la facultad, un comité de huelga en el
que había sindicados y no sindicados se reunía con la asamblea de
facultad. Algunos de los profesores más avanzados pensaban hacer de esas
comisiones paritarias ejemplos de renovación de la Universidad, capaces
de quitar peligrosidad al movimiento y de integrarlo. Pero hubiera sido
necesario tener algo que negociar...
En un artículo de Le Monde
se quejaba el sociólogo Touraine de la centralización del poder y pedía
que los centros de decisión se desmultiplicarán con el fin de que las
comisiones paritarias pudieran tomar en consideración las
reivindicaciones estudiantiles y tuvieran algo con qué tratar; porque
sin eso resultarían ellos impotentes, inútiles, y lanzarían el
movimiento estudiantil hacia otras soluciones. Sin poder y sin medios,
cada ”responsable” se escudaba en su superior jerárquico. La escalada
reivindicativa debía pasar por el consejo de sección, el consejo de
facultad y el decano para llegar a aplastarse, ya sin aliento, contra el
todopoderoso ministerio, atrincherado fuera del alcance del ghetto
nanterrés.
Desde ese momento una sencilla lógica de sentido común,
aunque fuera aristotélica, escolástica, universitaria y no dialéctica,
permitía sacar las dos grandes lecciones de aquel asunto.
a) El
movimiento reivindicativo se había atascado tras haber obtenido
satisfacción en algunos puntos mínimos. Argumentando con las
estadísticas oficiales, con los imperativos a breve plazo de la
economía, con gallos de pelea, con V Plan y reglamentos, el ministerio
(el Estado) respondía ‘niet’ en lo esencial. De donde deducían los más
avisados que el problema era ”en última instancia un problema político”:
el de la elección (por la burguesía) de los objetivos prioritarios de
la economía (capitalista) a que debía subordinarse la Universidad. O
bien se inclinaba uno ante la razonable argumentación del ministerio (y
muchos estudiantes lo hicieron así, porque veían en ello la expresión de
”sus intereses bien comprendidos”) o bien rechazaba el principio último
(el beneficio capitalista) que le asestaban y cavilaba cuáles serían
los medios de la lucha, consciente ya, en el terreno político donde se
planteaba a todas luces.
b) De esta primera lección se deducía una
segunda: luchar políticamente contra las prioridades capitalistas del
gobierno significa luchar junto a la fuerza realmente resuelta a
derribar el sistema, o sea la clase obrera. Pero la clase obrera no es
una esencia metafísica, y se manifiesta por medio de sus organizaciones.
Ahora bien, las directivas obreras actualmente reconocidas por las
masas no tienen por objetivo derribar el sistema sino ser admitidas en
él. Todavía lo probaban al día siguiente de la huelga de Nanterre
replicando (tardíamente) a las ordenanzas... con el 13 de diciembre.
Se
planteaba aquí dolorosa y concretamente el problema de la conexión
entre las luchas estudiantiles y las obreras: para derribar la
universidad burguesa es necesario luchar junto a las organizaciones
obreras contra la sociedad capitalista en su conjunto; pero las
organizaciones obreras... La huelga presentaba claramente la gama de las
posibilidades:
—O bien la UEC es lo bastante fuerte para ponerse a
la cabeza de las luchas estudiantiles y reintegrarlas al seno de las
fuerzas democráticas. Pero la UEC es débil...
—O bien las
direcciones obreras vuelven de repente a ser revolucionarias y reconocen
a las vanguardias estudiantiles como posibles interlocutoras. Pero esto
es prestidigitación, no política...
—O bien, fieles a una línea
teóricamente justa de acuerdo con el incremento de las luchas obreras,
los militantes tratan de practicar, dentro de la lógica ”sindical”, el
intersindicalismo a partir de temas convergentes, como la oposición a la
rentabilidad capitalista de la Universidad y el derecho a una
instrucción polivalente y completa. Y aquí, el margen de maniobra es
escaso y casi paralizante...
—O bien el movimiento estudiantil se
desarrolla según su propia dinámica de impugnación de la universidad
burguesa y de la sociedad capitalista... con riesgo de aislarse de las
”masas”, ”del pueblo”, de las ”capas laboriosas” y de sus
organizaciones. Entre el callejón sin salida y el círculo vicioso, los
hechos, de tiempo atrás muy tercos, ayudaron a decidir.
El segundo aliento
El
reflujo no se los llevó a todos. Los militantes nacidos con la huelga y
que la sobrevivieron se interrogaban, deseosos de asegurar la
continuidad del movimiento. Y como el fuego oculto acaba por asomar en
algún lugar, el segundo trimestre del año universitario estuvo
constantemente sembrado de leves escaramuzas.
El final de la
huelga se había señalado por una anécdota que hacía adivinar los
acontecimientos ulteriores. En una asamblea deliberativa a que asistía
el comité estudiantil de huelga, H. Lefebvre declaró que en el debate
había trampa, ya que en el mismo momento en que se discutía con los
estudiantes se hacían a espaldas de ellos ”listas negras”. El decano
Grappin respondió que aquello de las listas negras era una fábula. Y H.
Lefebvre: ”Si es una fábula, uno de los dos es un mentiroso. ¡Pido un
jurado de honor! ” A lo cual repuso un profesor de historia,
reaccionario lleno de celo: ”La actitud de H. Lefebvre demuestra que fue
él quien fomentó la huelga.” y H. Lefebvre: ”No tuve ese honor, señor.”
El
incidente quedó así. Pero la idea de represión policiaca se abrió
camino entre los estudiantes. En enero, en la inauguración de la
piscina, Cohn-Bendit interpelaba a Misoffe acerca del libro blanco de la
juventud, y el ministro respondía como un vulgar fascista... con
amenazas a Cohn- Bendit de expulsión del territorio francés. El 29 de
enero, los militantes replicaban exponiendo en los vestíbulos de la
facultad tableros con fotos de la represión donde figuraban entre otras
esas caricaturescas figuras con sombrero flexible que recorren los
pasillos de la facultad. Fue entonces cuando el decano Grappin cometió
su garrafal desacierto: envió a la facultad dos camiones de polizontes
para ilustrar en carne, hueso y uniforme el concepto abstracto de
represión policiaca. Los sacaron vigorosamente de los edificios a
bancazos, y del terreno de la Universidad a pedradas y estacazos.
Pero
fue la detención de Xavier Langlade y de varios miembros del CVN,
después de la incursión del 20 de marzo contra el ”American Express”, la
que sacó a la luz pública este proceso oculto de maduración. El 22 de
marzo, para exigir la libertad inmediata de Xavier Langlade, los
militantes se apoderaban de la emisora central de la facultad, pintaban
consignas en las paredes interiores, organizaban varios mítines durante
el día y terminaban ocupando en la noche la gran sala del consejo de
facultad. Y allí, 142 de los 150 participantes votaban un día de acción
para el viernes 29, que consistiría en reemplazar los cursos por debates
sobre:
— luchas antimperialistas,
— luchas estudiantiles, luchas obreras,
— luchas estudiantiles en las democracias populares, — universidad y universidad crítica.
— luchas estudiantiles, luchas obreras,
— luchas estudiantiles en las democracias populares, — universidad y universidad crítica.
El
jueves 28, cuando se estaba en plena preparación para el día siguiente,
el decano anunció solemnemente por micrófono la suspensión de los
cursos por dos días. (Su primera intención había sido cerrar por
completo la facultad, pero el ministro Peyrefitte se había negado... por
quedar bien...) Inmediatamente se celebró un mitin espontáneo en que
los residentes, que ya habían abolido de hecho hacía más de un mes el
reglamento interno de la ciudad universitaria acerca de la libertad de
circulación por los cuartos y de la libertad de expresión, ponían sus
locales a disposición del movimiento para que en ellos se celebrara la
jornada prevista de debates.
El viernes 29, quinientos estudiantes
participaban en esos debates en un ”campus” desierto, estrictamente
vigilado por dos columnas de CRS (Compañías Republicanas de Seguridad). Y
como hacía buen tiempo, se esparcieron por los prados.
Aquella
jornada era ya un éxito y demostraba que el puñado de ”exaltados” no
estaba tan aislado como querían dar a entender. Además, el nivel
político de las comisiones revelaba una politización que ninguna
estructura existente hasta entonces había permitido expresar. Pero el
objetivo no se había logrado todavía: se intentaba presentar la
expresión política como un accidente anormal en la vida de la
Universidad, mientras nosotros queríamos que se desarrollara en las
condiciones normales, cotidianas de la facultad. De ahí la organización
de una nueva jornada, el martes 2 de abril, en que se vieron desde las
10 de la mañana y en presencia de K. D. Wolff, presidente de la SDS, 1
200 estudiantes, amasados en un anfiteatro, canturreando ”;Che! ¡Che!
¡Guevara! ” y ” ¡Ho! ¡Ho! ¡Ho Chi Minh! ”, y dispuestos a defender su
jornada contra los fascistas, la policía y la administración. Hubo un
instante en que se quedaron sin luz; la administración, ante la amenaza
de represalias si no la restablecían en cinco minutos, se apresuró a
obedecer. Y la jornada fue otro éxito.
Tal es el resumen, por
desgracia privado de la buena presentación estilística y las anécdotas
que le dan sabor, de los acontecimientos que dieron origen al ”22 de
Marzo”.
Las primeras enseñanzas del ”22 de Marzo”
a. la libertad política
La
consecuencia inmediata de la movilización de marzo en Nanterre fue la
instauración, gracias a una relación de fuerzas determinada, de la
libertad de expresión política en el seno de la facultad... Las buenas
conciencias se indignaban entonces de las pinturas murales, y nosotros
respondíamos que los carteles pegados en las paredes los destrozaba la
administración, y las pinturas, no. Cuando tuviéramos libertad de
expresión, los periódicos murales reemplazarían a los ”graffiti”.
El
decano Grappin acabó por ceder ante el hecho consumado. Al tolerar
explícitamente la libertad de expresión política en la facultad creaba
un precedente nacional susceptible de hacer escuela. Y precisamente en
un momento en que la burguesía, consciente del peligro, hacía cuanto
podía por sofocar el menor germen de agitación en la juventud
escolarizada (como por ejemplo, en el asunto del Condorcet).
b. el modelo organizativo
En
Alemania, la SDS representa una corriente política de masas donde
tienden a diferenciarse familias políticas. En Francia, las familias
políticas están ya estructuradas y se neutralizan en el tablero de la
UNEF, transformando cada asamblea general en un interminable concurso
radiofónico popular. En Nanterre, por el contrario, se ha constituido un
movimiento de masas en que participan muchos elementos no organizados y
algunos grupos (principalmente ”anarquistas” y JCR) a costa de
concesiones recíprocas y sobre la base de una experiencia política común
que es el punto de partida en el debate, sin que sea cuestión previa
para la acción el acuerdo sobre una ”línea”.
En ese movimiento,
los militantes realizaban la experiencia de la democracia directa, los
”no organizados” censuraban el sólito afrontamiento intergrupuscular, de
modo que se produjo un desvanecimiento de las fronteras que separaban a
los grupos, y sobre todo un ensanchamiento considerable de la esfera de
influencias de los militantes vanguardistas. Eso era lo que no habían
previsto ni el gobierno ni el PC. Tal cosa se hizo posible en un periodo
de intensificación de las luchas:
— por el consenso de los grupos de vanguardia no sectarios dispuestos a ver el interés del movimiento antes del suyo propio;
por el fenómeno de autocensura de masas.
Pero
en el periodo de reflujo, con la deserción de los no organizados o su
adhesión a un grupo dado, el movimiento tiene tendencia a estallar o a
grupuscularizarse, como lo confirma la evolución del ”22 de Marzo”.
En
un primer tiempo no puede tener línea ni dirección. No puede tener
dirección porque no está estructurado (la estructuración se efectúa
progresivamente en forma de equipos o comisiones), porque la dirección
no podría entonces ser otra cosa que la emanación de un grupo hegemónico
o de un acuerdo entre grupos, lo que en ambos casos es como quebrantar
el movimiento por la exclusión de los no organizados. No puede tener
línea porque la línea emerge lentamente, ”por la acción”, de los debates
en comisión, sin que ninguna de las líneas competidoras pueda imponerse
totalmente.
Lo que funda entonces la unidad de tal movimiento es
el acuerdo sobre un tipo de acción más que sobre tesis políticas. Las
mismas siglas del ”22 de Marzo” son reveladoras, porque aluden a una
intervención precisa y no a un contenido político. En un periodo de
reflujo provisional, cuando se requieren perspectivas a mediano o largo
plazo, ”la preeminencia de la acción” que al principio fue la que dio al
movimiento éxito y excelencia, lo conduce al activismo sin debates,
porque es el único modo de conservar artificialmente su unidad.
c. la universidad crítica
Jamás
fue ambiguo el debate en Nanterre acerca de la función de la
”universidad crítica”. No se trata de declarar que la clase obrera ya no
existe, de hacer de la Universidad el campo de la lucha de clases en
forma de conflicto entre educador y educado, de fundar, so pretexto de
universidad crítica, una universidad socialista, alternativa de la
universidad burguesa. La universidad crítica en cuestión no es una
institución sino un hogar y un proceso permanente de agitación según el
principio ”de la impugnación de la universidad a la impugnación de la
sociedad capitalista”. Para los estudiantes en lucha está claro que no
transformarán la Universidad, que esa transformación depende de la del
conjunto de la sociedad por la acción revolucionaria de la clase obrera.
Lo
que queremos es que en la universidad crítica la política no se evacúe
con poco gasto en forma de mociones rápidamente olvidadas. En los
primeros días del movimiento de Nanterre se produjo un evento ejemplar
al respecto. Unos sesenta estudiantes invadieron un coloquio de
profesores de español para pedirles que tomaran posición acerca de la
lucha de nuestros camaradas españoles. Los profesores, con mucha
indignación paternalista, les explicaron que en diversas ocasiones, en
sus congresos, sin esperarles a ellos, habían votado mociones que...
etc. Pero no se trataba de eso. Eso era desembarazarse un poco a la
ligera de la política. Pedir cuentas a esos profesores no era una simple
medida terrorista. Se trataba de probar que en Nanterre no toleraríamos
que se hablara de España en una sala adornada con banderas franquistas y
carteles que ensalzaban el turismo en Andalucía sin tomar posición en
favor de nuestros camaradas encarcelados por el régimen franquista.
Arrancamos
carteles y banderas. En la universidad crítica, cada evento en el seno
de la facultad debe ser ocasión para una intervención política.
Después
de la huelga reivindicativa de Nanterre nos preguntábamos: cuando no
existe un partido revolucionario y cuando un partido socialdemocratizado
pero poderoso tiene todavía la confianza de la clase obrera y sigue
siendo su portavoz, ¿qué puede hacer el movimiento estudiantil?
¿Someterse'? ¿Suicidarse?
El ”22 de Marzo” decidió que escoger una
de las dos respuestas sería aceptar responder al problema en los
términos legados por el PC. La imagen de la capa pequeñoburguesa
indecisa entre la burguesía y el proletariado es aquí insuficiente. No
comprendemos el estalinismo como un fenómeno cuyas consecuencias no
obrarían sino dentro de los límites de las organizaciones estalinianas.
Si es cierto que desde hace tiempo están archimaduras las condiciones
para la revolución; si es cierto que únicamente la clase obrera dirigida
por un partido revolucionario puede resolver las contradicciones del
imperialismo y el capitalismo mediante una transformación radical de la
sociedad de todo el mundo, la capacidad o la incapacidad de sus
direcciones para resolver esas contradicciones es la que determina el
conjunto de la sociedad. El estalinismo ha aplastado durante cuarenta
años a la clase obrera y sus posibles aliados en el campo teórico e
ideológico.
En esas condiciones es natural que el dominio
ideológico del estalinismo sea destruido en sus eslabones más débiles. Y
el movimiento estudiantil, como permitía suponerlo la experiencia del
PUA, es uno de esos eslabones preferidos, uno de esos puntos de
desequilibrio coyuntural donde son rechazados conjuntamente la sociedad
capitalista y el movimiento estaliniano.
La actitud del poder: del ”dejar hacer” a la represión directa
El
9 de noviembre de 1967, importantes personajes del Ministerio del
Interior presenciaban la operación del cierre del Barrio Latino. Desde
su punto de observación pudieron medir de visu las transformaciones que
se operaban en el movimiento estudiantil. Unos meses después confesarían
hasta qué punto les había impresionado la organización y la
combatividad de los manifestantes. La manifestación antifascista del 7
de febrero de 1968, organizada por los CVB en respuesta a un mitin del
”Frente Unido pro Vietnam del Sur”, confirmó sus temores. Su periódico
habitual los tenía al corriente de las ”increíbles violencias” que
agitaban las universidades italianas, españolas, belgas, alemanas... Las
consignas fueron, pues, estrictas: evitar toda medida susceptible de
precipitar la erupción del volcán universitario...
Los guardias
móviles volvieron a sus largos camiones enrejados. Durante cerca de ocho
meses, la Prefectura de Policía se las ingenió para reducir lo más
posible el contacto entre movimiento estudiantil y agentes de policía.
Aparte de algunas ”torpezas”, en torno a los barrios universitarios se
hizo el vacío. Hecho sin precedente, la libertad de manifestación se
restableció tácitamente incluso en el Barrio Latino.
El 21 de
febrero, el 14 de marzo y el 19 de abril, varios millares de estudiantes
recorrían despaciosamente el centro de París sin ver un solo uniforme
policial. Las autoridades lo tomaban con calma, porque vendría la
bendita época de los exámenes, en que toda aquella gente abandonaría las
facultades y los ”campus” para entregarse al estudio intensivo. La
calma volvería a los distritos universitarios. Con el tiempo, la
generalización de la Reforma permitiría lograr la calma definitiva, y el
grano quedaría separado de la cizaña.
Vino el tercer trimestre,
mas no la calma esperada. A la vuelta de las vacaciones de Pascua, el
”22 de Marzo” no se desmoronaba. Al contrario, su actividad se ampliaba y
empezaba a inspirar a los estudiantes de provincia. En la mayoría de
las ciudades universitarias se desarrollaban manifestaciones de
solidaridad con Rudi Dutschke y la SDS. En Toulouse había aparecido un
movimiento del ”25 de Abril”, por el estilo del ”22 de Marzo”. En
Marsella, en Estrasburgo, en Caen, en Besanzón se gestaban movimientos
del mismo tipo. En la Sorbona se implantaban poco a poco las nuevas
formas de organización y de lucha. Unos ex militantes de la ”izquierda
sindical” fundaban el MAU (Movimiento de Acción Universitaria),
microgrupúsculo sin público, pero iniciador de una propaganda chistosa y
provocativa contra los exámenes. La campaña del MAU tuvo la virtud de
hacer perder la cabeza a la administración, que persuadida antes de que
la proximidad de los exámenes calmaría la agitación, veía ahora que era
la agitación la que ponía en peligro los exámenes. Ya no cabía la
paciencia. Había que reaccionar, y pronto. A fines de abril cambió la
actitud de las autoridades, que abandonaban su prudencia inicial y se
disponían a aplastar a los agitadores. El 28 de abril detenían a Daniel
Cohn-Bendit. En una publicación mimeografiada, el movimiento del ”22 de
Marzo” había dado la receta del coctel Molotov. Se abrió un proceso
contra X. Inmediatamente, los representantes de las organizaciones de
extrema izquierda (”22 de Marzo”, JCR, UJCml, FER, ESU, UNEF y otros
varios) se reunieron para preparar la respuesta. Cohn-Bendit, puesto en
libertad tras unas cuantas horas de interrogatorio, participaba en la
reunión. La inconsistencia del expediente hacía que la información
judicial se interrumpiera. La discusión se limitaba, pues, a un
intercambio de opiniones, por lo general poco ameno, acerca de la
naturaleza de la represión y los modos de contestar. No tardó en darse
el inevitable altercado entre delegados de la FER y de la UJCml, y éstos
dejaron la sala. De todos modos se decidió lanzar una campaña política
contra la represión, campaña que debía ser esencialmente ofensiva. Según
una propuesta del MAU se decidió editar un anuncio manuscrito en que se
denunciaba la poca tecnicidad del procedimiento de fabricación del
coctel Molotov propuesto por el ”22 de Marzo” y se preconizaba otro más
perfeccionado y eficaz... Nuevo incidente después de esto: los delegados
de la FER se indignaron sobremanera con aquellas provocaciones
irresponsables y tomaron nota de que una vez más se negaban a poner a
los sindicatos obreros entre la espada y la pared. Dicho lo cual, se
marcharon a su vez... La JCR, el ”22 de Marzo” y el MAU se pusieron de
acuerdo acerca del proyecto de anuncio y las modalidades de la campaña
contra la represión. Unos días después, 8 militantes de Nanterre iban a
parar ante el Consejo de la Universidad y los amenazaban con la
exclusión. La audiencia se fijaba para el lunes 6 de mayo de 1968...
Atreverse a pelear...
Los
militantes estudiantes esperaban una explosión de rebeldía para el
inicio del curso universitario de 1968-69. No creían desencadenar un
movimiento de gran amplitud cinco semanas antes de los exámenes. Ni
siquiera pensaban poder impedir el curso de las pruebas, porque juzgaban
desfavorable la relación de las fuerzas. La propaganda contra el
sistema de exámenes no debía acabar en acciones de sabotaje en junio.
Todos estaban de acuerdo en que un bloqueo implicaba una movilización
masiva y presuponía una seria campaña de explicación política. El
movimiento estudiantil pensaba poner los primeros jalones nada más; la
batalla sería al iniciarse el siguiente curso.
Las prodigiosas
metidas de pata de la administración universitaria modificaron por
completo este programa. La rectoría había tomado el camino de la
represión sobre la base de un postulado clásico: la agitación
universitaria la mantenía artificialmente un puñado de extremistas
irrecuperables, cuya histeria chillona irritaba a la masa estudiantil.
Unas semanas antes de los exámenes, la eliminación de los ”instigadores”
no provocaría ninguna inquietud. Esta fábula policiaca era el credo de
todas las formaciones políticas, con el PCF a la cabeza. En realidad,
las ”minorías activas” no estaban nada separadas del medio estudiantil.
Durante todo el año, sus tesis y sus acciones habían hallado una
simpatía creciente. El estudiantado se reconocía parcialmente en su
intervención. Su situación objetiva le hacía receptivo a su propaganda.
Lejos de desolidarizarse de los ”exaltados” se sentía directamente
agredido por la represión que llegaba hasta él. Era necesario ser tan
ciego como un rector para no comprender que una mayor represión
provocaría un levantamiento general.
”París, ¡vamos a vernos las caras!”
El
arresto de Daniel Cohn-Bendit el sábado 28 de abril había suscitado
viva emoción en Nanterre. El anuncio de la comparecencia, el lunes 6 de
mayo, de 8 militantes nanterreses ante la Comisión Disciplinaria del
Consejo de la Universidad de París aumentó aún más la agitación.
Mítines, ocupaciones, manifestaciones de todo orden se multiplicaban en
la facultad.
Internamente, el ”Movimiento del 22 de Marzo” era
objeto de un asalto en toda regla por parte de la UJCml. Al principio,
ésta había condenado sin reservas el movimiento nanterrés: el ”22 de
Marzo” se negaba a ponerse al servicio del pueblo; apartaba a los
estudiantes del buen camino; era ”100% reaccionario”. Ese porcentaje
bajó algo en vísperas de las vacaciones de Pascua: el ”Movimiento del 22
de Marzo” había impuesto la libertad política en la facultad. Esa
libertad política favorecía la propaganda de los ”estudiantes
progresistas” al servicio de los trabajadores. Por lo tanto, el
”Movimiento del 22 de Marzo” ya no era más que ”80% reaccionario”...
Detrás
de esta casuística debemos ver la intervención del Buró Político de la
UJCml, que rechazaba el sectarismo de su sección nanterresa.
En
realidad, la dirección de la UJ estaba fascinada por Nanterre:
concentración gigantesca nacida en el cogollo de las ”villamiserias”, la
facultad de Nanterre era un terreno ideal para la aplicación de la
línea ”servir al pueblo”. A las puertas del ”campus” universitario
vegetaba el proletariado más explotado de la región parisina. En
lontananza se perdían las chimeneas de las fábricas del ”cinturón rojo”.
De modo más ”natural” que en ninguna otra parte, los estudiantes podían
expandirse por las empresas y someterse a la autoridad de la clase
obrera. Costara lo que costara, había que conquistar el movimiento
nanterrés y transformar la facultad en primera base roja.
Por eso,
a la vuelta de las vacaciones de Pascuas los nanterreses vieron
maravillados una verdadera invasión de ml. Aplicando el precepto del
presidente Mao, ”Para lograr la victoria en un punto, atacar
concentrando sus fuerzas”, la UJCml envía a Nanterre varias decenas de
militantes, sacados de todas las facultades de la región parisiense. El
estado mayor de la UJCml entero dirige las operaciones directamente.
Hecho sin precedente, el jefe supremo ha juzgado bueno desplazar- se y
lleva las riendas en persona. No muy bien recibidos al principio por los
militantes anarquistas, JCR y ”no organizados”, que forman la espina
dorsal del movimiento, los ml restablecen la situación al final de una
autocrítica estruendosa y de una declaración de intenciones.
Pronuncia
oficialmente la autocrítica ante una asamblea general, del ”22 de
Marzo” Roland Castro, militante de Bellas Artes. Con ayuda de muchas
citas del presidente Mao recusa la actitud anterior de la UJCml y
demuestra que el movimiento nanterrés es globalmente progresista porque
desea ligarse a los trabajadores. Formula la declaración de intenciones
la dirección de la UJCml en el curso de una reunión unitaria: la UJCml
no tiene de ningún modo la intención de llenar de células suyas el
movimiento; al contrario, piensa ponerse bajo su autoridad y a su
servicio. Porque el ”22 de marzo” es depositario de una experiencia que
los ml quieren asimilarse y propagar.
Poco sectarios, los
nanterreses no reparan en pelos y acogen favorablemente a los
militantes. Pero el idilio será breve. El ”22 de Marzo” comprende pronto
lo que la dirección de la UJCml entiende por ”ponerse a su servicio”.
En principio se trata de aprender de los nanterreses, de popularizar su
experiencia y aplicar colectivamente sus decisiones. Concretamente, se
trata de imponer la interpretación ml de la experiencia nanterresa y de
utilizar el ”22 de Marzo” para los fines propios de la UJC.
Muy
significativo es al respecto el episodio de Juquin. La UEC de Nanterre
había invitado al diputado comunista de Yvelines a dar un mitin en el
aula ”Che Guevara” acerca de los problemas de la reforma universitaria.
El ”Movimiento 22 de Marzo” había decidido, de acuerdo con su tradición,
ir a contradecirle en masa. Pero no se trataba de expulsarlo por
principio negándose al debate. Los dirigentes de la UJCml aprobaron la
decisión de los nanterreses. Pero el día del mitin, la UJCml parisina
llenaba la sala y expulsaba al ”revisionista” a pesar de todos los
acuerdos. Ese procedimiento era fundamentalmente contrario al espíritu
del ”22 de Marzo”, cuya táctica consiste precisamente en polemizar con
quienes se autoproclaman representantes de la clase obrera y de la
revolución, para confundirlos delante de la masa estudiantil.
Innecesario es decir que este método es mucho más demostrativo e
instructivo que la expulsión de principio. Al quebrantar los acuerdos
tomados, la UJCml imponía su estilo y su línea. A medida que los ml se
sentían fuertes iban olvidando la humildad de sus primeras declaraciones
y multiplicaban esa clase de ”incidentes”. Entonces, los aires
cambiaron una vez más. A fines de abril se levantó un airecillo de
irritación; a principios de mayo era ya una tempestad.
El domingo
29 de abril, el servicio de orden de la UJCml y de la CVB había saqueado
una exposición de fotos del “Frente Unido pro Apoyo a Vietnam del Sur”
(1) y herido a una decena de fascistas, entre ellos a René 0llaindre,
alto dignatario del movimiento Occident (Occidente). Aquella misma
noche, la extrema derecha anunciaba una semana de represalias. ”A la
policía le costará mucho sacar todos los cadáveres marxistas que taparán
las cañerías”, pregonaba Occident en un comunicado de prensa. La verdad
era que la extrema derecha francesa se hallaba extremadamente débil. El
año universitario de 1967-68 había sido uno de los más ”tranquilos”
desde el final de la guerra de Argelia. Mientras en 1966-67 se habían
enfrentado la extrema izquierda y la extrema derecha en violentísimos
encuentros (en particular Occident y JCR), ahora no se observaba ningún
incidente serio en París ni en provincia. Las ”represalias” de Occident
se limitaron a unas cuantas agresiones a militantes aislados y al
saqueo, el jueves 2 de mayo, a las 8 de la mañana, de los locales de la
FGEL, que estaban desiertos. Para el 3 se había anunciado algo ”gordo”.
El ”Movimiento 22 de marzo” había organizado para los días 2 y 3 de mayo
dos jornadas de acción antimperialista en Nanterre. La extrema derecha
reunida había anunciado su participación... Y llamaba a sus militantes
de provincia para constituir una fuerza que pudiera ir a Nanterre y
aguantar...
Con el prestigio que le había dado su hazaña del
domingo, la UJC propuso sus servicios a los nanterreses para sacar al
invasor fascista. Desdichadamente, sus dirigentes no pudieron dejar de
aprovechar las circunstancias para ejercitarse en la guerra del pueblo.
En un plan de defensa que sin duda pasará a la posteridad, se esforzaron
en aplicar a la situación concreta de Nanterre las lecciones
universales que les enseña el presidente Mao. El resultado no dejaba de
ser divertido.(2) Los nanterreses, incrédulos, se dejaron disponer,
mover, desplegar, concentrar, todo el día del jueves, en un desorden
indescriptible. No nos atrevemos a imaginar lo que hubiera sucedido si
efectivamente hubiera atacado Occident en aquellos momentos. La
exasperación de los nanterreses era tanto mayor cuanto que los
cabecillas que presidían aquellas grandes maniobras se tomaban
trágicamente en serio. Aquella misma tarde, pues, fue sometida la
dirección de la UJCml al fuego graneado de la crítica en la asamblea
general del ”22 de Marzo”. Xavier Langlade, militante de la JCR y
dirigente del servicio de orden nanterrés que había parado en seco la
ofensiva nacionalista en 1967, criticó punto por punto el plan de
defensa y propuso un proyecto menos grandioso pero inmediatamente
practicable.
Rápidamente, la asamblea general se transformó en
psicodrama antichino; los militantes se sucedían en la tribuna y sacaban
a relucir todas las quejas acumuladas. Pero esta vez no hubo
autocrítica, antes bien, los dirigentes ml contestaban de mal humor y
con arrogancia. Denunciaban la creciente influencia de los
pequeñoburgueses trotskistas, anarquistas y de otros enemigos del pueblo
en el ”Movimiento 22 de Marzo”, que corría peligro de caer otra vez en
poder de la reacción. A estas cosas ya por sí bastante desacertadas
añadieron un ultimátum: o el ”22 de Marzo” se sometía a la ”dirección
militar” de la UJCml o su servicio de orden salía de allí y no se volvía
a preocupar del enfrentamiento esperado. Esta amenaza hizo derramarse
la copa y los nanterreses, con mucha elegancia, hicieron saber a los
UJCml que no les inquietaba nada la perspectiva de tener que privarse de
sus servicios. Entonces, dignamente, los ml abandonaron la sala. Unos
instantes después, un emisario volvía a proponer a los nanterreses
replegarse hacia París escoltados, porque aquellos lugares no eran
seguros. Pero nadie se dignó aprovechar aquella última oferta. La UJCml
salió, pues, definitivamente de allí y recibió la consigna de boicotear
la movilización antifascista del viernes 3 de mayo.
Los militantes
del ”22 de Marzo” preparaban su ”jornada antimperialista” cuando
supieron que el decano había decidido cerrar la facultad hasta los
exámenes por los incidentes que constante- mente turbaban su
tranquilidad. Inmediatamente se decidió organizar un mitin de protesta
para el día siguiente a las 12 horas en el patio de la Sorbona. Obligado
a salir de su bastión nanterrés, el ”Movimiento 22 de Marzo” lanza a su
vez el necesario desafío: París, ¡vamos a vernos las caras!
Notas:
(1) Organización de extrema derecha fundada por Tixier-Vignancourt.
(2)Cfr. el relato hecho por miembros del ”22 de Marzo” en el No. 42, p. 205, de Partisans: ”Han venido a defender la facultad de Nanterre, pero a defenderla según modelos totalmente chinos, diciendo: 'Ustedes los estudiantes de Nanterre se constituyen en la facultad en grupos de autodefensa... etc. Nosotros arrojaremos desde los techos toda clase de materiales con nuestras hondas.' Habían previsto cavar trincheras, poner troncos de árbol para que los fafs cayeran en ellas si llegaban en coche. Querían también verter cosas liquidas para que se resbalaran. Y decían: 'Podríamos utilizar tablas que dispararíamos desde los techos con un artificio elástico muy resistente. —Pero ¿ya saben ustedes que eso sirve? —Pues lo hicieron en la Universidad de Pekín, así que debe servir.' En la noche del 1° al 2 de mayo, los militantes que quedaron discutiendo con los prochinos se dejaron enredar por completo... La psicosis era tal que los pocos militantes responsables de las jornadas antimperialistas de Nanterre no se atrevieron a continuar; y no se continuó...”
(2)Cfr. el relato hecho por miembros del ”22 de Marzo” en el No. 42, p. 205, de Partisans: ”Han venido a defender la facultad de Nanterre, pero a defenderla según modelos totalmente chinos, diciendo: 'Ustedes los estudiantes de Nanterre se constituyen en la facultad en grupos de autodefensa... etc. Nosotros arrojaremos desde los techos toda clase de materiales con nuestras hondas.' Habían previsto cavar trincheras, poner troncos de árbol para que los fafs cayeran en ellas si llegaban en coche. Querían también verter cosas liquidas para que se resbalaran. Y decían: 'Podríamos utilizar tablas que dispararíamos desde los techos con un artificio elástico muy resistente. —Pero ¿ya saben ustedes que eso sirve? —Pues lo hicieron en la Universidad de Pekín, así que debe servir.' En la noche del 1° al 2 de mayo, los militantes que quedaron discutiendo con los prochinos se dejaron enredar por completo... La psicosis era tal que los pocos militantes responsables de las jornadas antimperialistas de Nanterre no se atrevieron a continuar; y no se continuó...”
Militantes de las JCR durante los acontecimientos de Mayo del 68,
Weber fue posteriormente senador del PS y Bensaid dirigente de la LCR
francesa.
Fuente:Sinpermiso
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