martes, 31 de agosto de 2021

ÁLVARO GARCÍA LINERA: LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL EN CRISIS

 







Fuente:Página/12
La suspensión del tiempo
El desgaste de la hegemonía neoliberal conservadora
Ruptura del consenso neoliberal político y económico
Tendencias de la suspensión del tiempo en el futuro inmediato

Vivimos la articulación imprevista de cuatro crisis que se retroalimentan mutuamente: una crisis médica, una crisis económica, una crisis ambiental, y una crisis política. Una coyuntura de enorme perplejidad y angustia. Pareciera que la sociedad y el mundo hubieran perdido el rumbo, una dirección hacia dónde ir, su destino. Nadie sabe lo que va a pasar en el corto y mediano plazo, ni puede garantizar si habrá un nuevo rebrote o si surgirá un nuevo virus, si la crisis económica se intensificará, si saldremos de ella, si tendremos trabajo o ahorros. Esto da lugar a una parálisis del horizonte predictivo, no solamente en los filósofos, que es algo normal, sino en la gente común, en los ciudadanos y ciudadanas, en las personas que van al mercado, en los trabajadores, obreros, campesinos, en los pequeños comerciantes. El horizonte predictivo es la capacidad imaginada de proponernos cosas a mediano plazo, cosas que muchas veces no suceden, pero guían nuestra acción y nuestro comportamiento. El horizonte predictivo se ha roto, se ha desintegrado. Nadie sabe lo que va a suceder.

Es en este sentido que propongo la categoría de un “tiempo suspendido”. A pesar de que suceden cosas, a pesar de que brotan conflictos, problemas, novedades, cada día estamos viviendo una suspensión del tiempo. Hay un movimiento del tiempo cuando hay un horizonte, cuando podemos al menos imaginar hacia dónde vamos, hacia dónde nos dirigimos. Se trata de una experiencia muy desgarradora, una experiencia nueva que estamos viviendo, en el sentido de que no existe una dirección hacia dónde ir, lo cual es angustiante.

La suspensión del tiempo arrastra un conjunto de síntomas y consecuencias. La primera de ellas es lo que podríamos denominar “un ocaso de época”. El mundo está asistiendo al prolongado, conflictivo y agónico cierre de la globalización neoliberal. Estamos en un proceso emergente de desglobalización económica que se ha ido acentuando, pero que comenzó hace cinco o diez años atrás con idas y vueltas. La primera oleada de globalización se dio en el siglo XIX, hasta principios del XX, y la segunda a finales del siglo XX, entre 1980 y el 2010. Esta segunda oleada de globalización ha entrado en un proceso de una deshilachamiento parcial, en un proceso de desglobalización económica parcial. Hay cuatro datos que permiten afirmar esta hipótesis:

Primero, el comercio mundial tenía una tasa de crecimiento, entre 1990 y 2012, de dos a tres veces por encima de la tasa del crecimiento del PIB global. Desde el 2013 hasta el 2020 es menor o, en el mejor de los casos, igual a la tasa del crecimiento del PIB. El comercio, que es la bandera de los mercados globalizados, se ha reducido, según informes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE.

El segundo dato es que los flujos transfronterizos de capital, que entre 1989 y 2007 habían crecido del 5% al 20% respecto al PIB mundial, pasaron a tener una tasa menor al 5% entre 2009 y la actualidad.

El tercer dato es la salida de Inglaterra de la Unión Europea, el Brexit, que ha establecido un límite a la expansión, al menos por el lado de Occidente, de esta articulación de mercado, economía y política europea. Por su parte, Estados Unidos inicia con el gobierno de Trump un proceso gradual de repatriación de capitales bajo el lema “América Primero”. En su gobierno, Trump desplegó una guerra comercial contra China, pero también contra Canadá y luego contra Europa. Destapó viejos fantasmas de seguridad nacional para intentar impedir que China tome el liderazgo mundial y controle la red 5G. Además, el COVID-19 ha acelerado los procesos de reagrupación de las cadenas de valor esenciales, para que no se repitan procesos que se dieron en Europa cuando, entre países supuestamente pertenecientes a la misma unión comercial, se peleaban en la frontera por los respiradores e insumos médicos. Este control les permite no depender de insumos de China, Singapur, México o Argentina, o del país que fuera. Entonces, tenemos un escenario paradójico con China y Alemania aliadas por el libre comercio y Estados Unidos e Inglaterra aliados en una mirada proteccionista de la economía y del mundo. En los años 80, estos dos últimos países encabezaron la oleada globalizadora con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y ahora son sus líderes los que encabezan una mirada proteccionista y los comunistas, a la cabeza de China, los que convocan a todo el mundo a abrir fronteras y a no impedir que la globalización se detenga.

Un último dato de esta desglobalización parcial que estamos viviendo es el documento que acaba de publicar el Fondo Monetario Internacional. Hay un monitor fiscal y un reporte de la economía mundial que presenta un conjunto de recomendaciones sorprendentes, paradójicas, e incluso chistosas viniendo del FMI: “hay que prorrogar los vencimientos de la deuda pública”. Es decir, están proponiendo que los países no paguen su deuda pública, que prorroguen y que establezcan mecanismos de repagos para los siguientes años. No se olviden que el FMI junto con Merkel y el Deutsche Bank fueron los que se impusieron sobre Italia, luego sobre Irlanda y finalmente sobre Grecia, para obligar a que asuman sus compromisos de endeudamiento. El informe sugiere “incrementar los impuestos progresivos a los más acaudalados”, no es el programa de un partido de izquierda radical, es la recomendación del Fondo Monetario. También, propone impuestos “a las propiedades más costosas, a las ganancias de capital, y a los patrimonios”, siendo incluso más radical que algunas propuestas que se habían manejado en los grupos de izquierda del continente. Sigue con “modificar la tributación de las empresas para asegurarse de que paguen impuestos”. Es decir, pide ser más audaces y modificar el sistema tributario porque hay muchos ricos que han evadido los impuestos. Cierra con una sugerencia para la tributación internacional a la economía digital, apoyo prolongado a los ingresos de los trabajadores desplazados e incremento de la inversión pública. Se trata de un programa de reformas que hace un año era impensable, era una herejía que viniera de estos organismos internacionales que funcionan como el cerebro del capitalismo mundial.

Esto está marcando una modificación del espíritu de la época. Algo está cambiando. Se acabó el recetario de austeridad fiscal, la amenaza de que espantar a los ricos imponiéndoles impuestos nos hará perder riqueza y empleos. Hay una modificación de los parámetros epistemológicos con los que este sector del capital mundial estaba mirando lo que se viene en términos de esta articulación de la crisis ambiental, médica, económica y social. Evidentemente, hay un miedo a las clases peligrosas y a los estallidos sociales que está llevando a un cambio de 180º de las posiciones de políticas económicas que impulsan estos ideólogos del capitalismo mundial, y que habían comandado todo el neoliberalismo desde los años 80 hasta el 2020, en términos de reducción del Estado, de la inversión pública, de los impuestos a la gente rica y de apoyos sociales a los trabajadores. No sabemos si será temporal, pero se trata de un giro sustancial.

Un segundo efecto de este tiempo suspendido es lo que podemos calificar como un estupor y cansancio de la hegemonía neoliberal conservadora implementada en los últimos 40 años. No es que se acabó, puede durar un buen tiempo más, pero ha perdido su capacidad de regeneración, de impulso irradiador y de articulación de esperanzas. El neoliberalismo se mantiene por la inercia, por la fuerza de la herencia pasada. Esto lo visualizamos en la crisis de los instrumentos que habían sido fetichizados para organizar el futuro.

El neoliberalismo utilizó tres instrumentos para crear un relato, un imaginario, falso en los hechos, pero creído por mucha gente sobre quiénes organizaban el futuro: el mercado, la globalización y la ciencia. El mercado globalizado ha mostrado que no es un sujeto cohesionador. Frente a la crisis del virus y a la expansión de los contagios, ningún mercado hizo nada. Al contrario, los mercados escondieron la cabeza como avestruces y lo que salió a relucir como la única y última instancia de protección social fueron los Estados. La globalización, como un ideario de modernización, mejora de la vida y de expansión ilimitada de las oportunidades, ya no tiene la capacidad para contener a los descontentos, para organizar a la gente que tiene miedo ni para calmar las preocupaciones de los angustiados. La ciencia, en la que se depositó de manera imaginada y tergiversada una potencia ilimitada y una capacidad infinita para transformar y resolver los problemas de la humanidad, ahora muestra sus límites. Hay cosas que los humanos no podemos resolver, enfrentar o remontar, fruto de nuestras propias acciones. La ciencia también tiene un horizonte de época, puede resolver muchas cosas y otras no. Se requiere mucho tiempo, esfuerzo, recursos y una modificación de los comportamientos para que la ciencia pueda abarcar y resolver los problemas que estamos ocasionando, especialmente por nuestra manera de haber roto metabólica, orgánica y racionalmente nuestra relación con la naturaleza.

Todo esto significa que la hegemonía neoliberal ha perdido el optimismo histórico. Ya no se presenta ante el mundo como portador de certidumbres imaginadas, horizontes plausibles, conquistables y realizables a mediano plazo. Las certezas imaginadas del futuro se han quebrado y este es ahora el nuevo sentido común. Ahora nadie puede decir cuál es el destino de la humanidad. La humanidad nunca tiene un destino, siempre es una incertidumbre, pero las grandes hegemonías lo que hacen es crear un imaginario del destino de la humanidad. Las ideologías y las hegemonías tienen una facultad performativa: la capacidad de crear lo que enuncian. Esta capacidad es la que perdió la hegemonía neoliberal planetaria porque ya no tiene la fuerza de despertar entusiasmo, crear adherencias duraderas, ni proponer un horizonte factible en el tiempo. Es un momento de cansancio y de estupor hegemónico, un momento que habilita una nueva materialidad de la hegemonía, que se vuelve porosa. Ya no se presenta como un caudal imbatible que va hacia un lado, sino como aguas estancadas, donde se filtran otro tipo de sustancias, otro tipo de elementos. Por lo tanto, estas aguas estancadas de la hegemonía conservadora hablan de la parálisis del horizonte predictivo. Repito: no es el fin ni del neoliberalismo económico ni de la hegemonía neoliberal. Es un momento de cansancio, de agotamiento y debilitamiento que puede arrastrarse incluso todavía años, cada vez con más dificultades, con menos irradiación, con menos entusiasmo, con menos capacidad de generar adherencias duraderas y legitimidades activas.


La tercera característica de este ocaso es la ruptura del consenso neoliberal político y económico. Desde los años 80, la hegemonía neoliberal pudo desarrollarse en los ámbitos económicos y discursivos porque fusionó dos cosas: la economía de libre mercado y la democracia representativa. Esto le dio mucha fuerza. Había una retroalimentación entre el horizonte económico que buscaba reducir el Estado, entregar los bienes públicos a los actores privados, regular y fragmentar la fuerza laboral, reducir salarios y derechos, con un sistema de democracia representativa. Luego de la caída del muro de Berlín y del comunismo como una alternativa a la sociedad capitalista, todas las élites, sean de izquierda o derecha, habían apostado por el neoliberalismo, con un sentido un poco más social o más empresarial, porque compartían el mismo horizonte sobre el destino de la humanidad.

Luego de 40 años, ese núcleo de economía de libre mercado y democracia representativa comienza a dislocarse y disociarse, mientras surge un neoliberalismo cada vez más enfurecido. Esta es una de las características de la época. Cada año vamos a tener un replanteamiento de la propuesta neoliberal, cada vez más enfurecida, autoritaria, racista, xenofóbica, antiliberal, antifeminista, cada vez más vengativa, cada vez más fascista. Es lo que ha pasado en América Latina y en otras regiones del mundo. El caso del golpe en Bolivia, la situación de Brasil, Estados Unidos, Polonia y muchos otros países. Hay un neoliberalismo cada vez más autoritario, como una manera de atrincherarse, cuando sus fuerzas y su capacidad de atracción van menguando.

Además, por primera vez, la democracia comienza a presentarse como un estorbo para las perspectivas neoliberales. Se perdió el optimismo de los años 80 y ahora se miran con sospecha las banderas democráticas porque hay una divergencia entre las élites. Es decir, por un lado, hay élites que propugnan por continuar con el neoliberalismo: hay que enriquecer a los ricos, voltear de arriba abajo a los pobres, seguir privatizando y manteniendo la austeridad fiscal; y, por otra parte, hay élites y bloques sociales dispuestos a implementar otro tipo de políticas más híbridas: preocuparse de los pobres, replantearse los temas de la propiedad, los impuestos, el potenciamiento de lo común, entre otras cuestiones. Esta divergencia y la falta de un mismo horizonte de expectativas compartido preocupan a las élites neoliberales que comienzan a mirar con sospecha, recelo y distancia a la propia democracia y a los procesos electorales.

En este tiempo suspendido y de quiebre del horizonte predictivo podemos identificar cuatro tendencias para el futuro inmediato.

La primera está sucediendo en el debate de los grandes centros pensantes del capitalismo mundial: la revitalización de los Estados como sujeto protagónico. Esto ocurre bajo dos modalidades. La primera es la revitalización de la utilización de recursos públicos para atenuar las pérdidas o ampliar las ganancias empresariales. Esta es la vieja modalidad neoliberal que busca achicar el Estado, pero para agrandar sus riquezas con los bienes comunes que están bajo control o bajo propiedad del Estado. Actualmente, se está utilizando dinero público para la compra de acciones de las grandes empresas que han visto afectada su producción o comercialización por el confinamiento de los últimos meses.

Según un informe del Fondo Monetario Internacional, en octubre de 2020 las economías avanzadas habían utilizado capital propio de los Estados equivalente a un 11% de sus PIB en préstamos y garantías, y un 9% en gasto adicional. Es decir, las economías avanzadas, como Estados Unidos, Inglaterra, España, Italia, Alemania, Noruega, Suecia, Dinamarca, Japón o Canadá han utilizado entre el 15% y el 20% de sus PIB para comprar acciones de empresas, nacionalizar las pérdidas corporativas, entregar crédito a los bancos o amortiguar la reducción de ganancias de las empresas. Se trata de una revitalización del Estado, pero en términos de monopolios privados.

Otra modalidad de revitalización que pugna también por sobresalir es la del Estado en su dimensión de comunidad, que busca la protección social, mejorar salarios, ampliar derechos, aumentar la inversión pública, proteger a los más débiles, invertir en salud y en educación, crear empleos o nacionalizar empresas privadas para generar recursos públicos en favor de la gente.

Todo Estado tiene estas dos dimensiones. Como señala Marx, “el Estado es una comunidad ilusoria”, que tiene la dimensión de los bienes comunes (la riqueza es un bien común, los impuestos son un bien común, las identidades son bienes comunes), pero son bienes comunes de administración monopólica. Lo que están haciendo las fuerzas conservadoras es utilizar los bienes comunes para beneficio privado, a través del potenciamiento de lo monopólico del Estado; en tanto que las fuerzas sociales progresistas se esfuerzan por la ampliación del Estado como comunidad con bienes para ser distribuidos y utilizados por la mayoría de la población. Hacia dónde se incline el Estado dependerá de las luchas sociales, de la capacidad de movilización, de gobernabilidad vía parlamento y en las calles, de la acción colectiva, etcétera.

Una segunda tendencia del momento actual es el uso del excedente económico de cada sociedad. En los siguientes meses y años se van a incrementar las luchas sociales, políticas e ideológicas entre los distintos partidos, conglomerados, grupos de presión, clases y movimientos sociales, para determinar quién se va a beneficiar con los recursos públicos que son escasos. Con necesidades muy grandes y bienes escasos, ¿se beneficiará al sector empresarial, trabajador, campesino, obrero, medio? ¿A la burocracia, a los terratenientes, a los hacendados o a los banqueros? Los Estados se están endeudando una o dos generaciones por delante y están emitiendo más dinero para que haya circulante y movimiento económico. Ahí aparecen dos querellas: por el uso de ese dinero y por quién va a pagar ese dinero.

La tercera tendencia es lo que podemos definir como apertura cognitiva de la sociedad. En la medida en que las viejas certidumbres se vuelven más rudimentarias y ásperas, y que el horizonte predictivo de la sociedad neoliberal se achica, la gente comienza a abrir su capacidad y disposición para recibir nuevas ideas, creencias y certidumbres. Los seres humanos no pueden permanecer indefinidamente sin horizontes de predicción más o menos estables y de mediano plazo. Es una necesidad humana porque necesitamos “terrenalizar”, necesitamos anclar la proyección de nuestras vidas, acciones, trabajo, esfuerzos, ahorros, apuestas académicas y amorosas en un tiempo más o menos previsible. Cuando eso no se da, se busca por donde sea. Esta es la base para el surgimiento de propuestas muy conservadoras, cuasi fascistas, que es lo que está sucediendo en algunos países del mundo. En Bolivia, los perdedores de las elecciones han ido a rezar ahí, han ido a hincarse ante los cuarteles para pedir que los militares tomen el gobierno. La salida ultraconservadora, fascistoide reunió a toda la gente que se metió en el golpe de Estado: Añez, Carlos Meza, Tuto Quiroga, la Organización de Estados Americanos, OEA. Esto es algo nunca había sucedido en el continente, ni en los años 70, en el continente. Ahora vemos esas imágenes patéticas del abandono de la racionalidad política para pedir este tipo de salidas.

La cuarta tendencia son los gigantescos retos para las fuerzas progresistas y de izquierda del planeta para enfrentar la gravedad de este horizonte predictivo quebrado y diluido. Simplemente voy a mencionar los seis temas que cualquier propuesta debería abordar al momento de asumir la batalla por el sentido común y por el horizonte predictivo de la sociedad en los siguientes meses y años:

1. La democratización política y económica, y sus distintas variantes. Esto es lo que algunos denominan la posibilidad de un socialismo democrático.

2. La lucha contra la explotación, incluyendo no solamente la distribución de la riqueza sino también la democratización de las formas de concentración de la gran propiedad.

3. La desracialización y la descolonización de las relaciones sociales y de los vínculos entre los pueblos y entre las personas incluidas al interior de las organizaciones.

4. Los procesos de despatriarcalización y la reivindicación de la soberanía de las mujeres sobre la gestión de sus cuerpos y de sus vínculos.

5. Un ecologismo social que no mire a la naturaleza como un parque, sino que vea la naturaleza en su relación con la sociedad. Se requiere un enfoque que restablezca el metabolismo racional entre el ser humano y la naturaleza, tomando en cuenta la satisfacción de las necesidades básicas imprescindibles de la gente más humilde, de los pobres y de los trabajadores.

6. Un internacionalismo renovado. Los retos de la izquierda y de las fuerzas progresistas en los siguientes años van a radicar en la capacidad de impulsar propuestas de democratización política y económica cada vez más radicales.

Creo que estamos ciertamente ante tiempos sociales muy estremecedores. Paradójicamente, a pesar de que hablamos de un tiempo paralizado, se están desarrollando local y tácticamente un conjunto de luchas, convulsiones e inestabilidades permanentes que nos indican que las victorias del lado conservador y las victorias del lado progresista o de la izquierda, tampoco han de ser duraderas. Es un tiempo en que nada ha de ser duradero durante un periodo prolongado. Cada victoria de las fuerzas conservadoras tendrá pies cortos y podrá derrumbarse, y cada victoria de las fuerzas de izquierda podrá tener pies cortos si es que no sabe corregir errores e impulsar un conjunto de vínculos con la sociedad.

Este es el conjunto de ideas que quería compartir con ustedes sobre nuestro tiempo presente.

 

El presente texto es una adaptación de la clase que Álvaro García Linera realizó en el Curso “Estado, política y democracia en América Latina”, donde fue presentada por Victor Santa María. La clase completa puede encontrarse en: www.americalatina.global

El Curso Internacional “Estado, política y democracia en América Latina” es una iniciativa destinada a militantes y activistas sociales, funcionarios públicos, docentes, estudiantes universitarios/as, investigadores/as, sindicalistas, dirigentes de organizaciones políticas y no gubernamentales, trabajadores/as de prensa y toda persona interesada en los desafíos de la democracia en América Latina y el Caribe. Ha sido promovido por el Grupo de Pueblael Observatorio Latinoamericano de la New School Universityel Programa Latinoamericano de Extensión y Cultura de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro y la UMET. Fue organizado por la Escuela de Estudios Latinoamericanos y Globales, ELAG, y contó con el apoyo de Página12.

Coordinación general: Carol Proner, Cecilia Nicolini y Pablo Gentili


viernes, 20 de agosto de 2021

La economía argentina en elecciones y el mensaje de los defensores de la libertad

 El avance académico excepcional de los clásicos representado por "una mano invisible" que orientaba con sapiencia la economía se materializó en una banalización política en los siglos XX y XXI. Es momento de separar la paja del trigo.

Por Gustavo Perilli
ElCronista
En el mundo de las ciencias sociales, nunca pasan inadvertidas las contribuciones del pensador escocés Adam Smith. Independientemente de lo venerado o rechazado que pudieran ser (o hayan sido) sus aportes, resulta imposible negar su omnipresencia. Esta nota no se propone estudiar a Smith, sino tomar algo (prácticamente nada, en realidad) de sus ideas a los efectos de reflexionar sobre las teorías y políticas actuales propuestas que, por simple repetición coreográfica, surgen de la oratoria de algunos candidatos en este proceso electoral.

Así como otros autores clásicos de los Siglos XVIII y XIX, Smith se interesó por las contribuciones del físico y matemático inglés Isaac Newton vinculadas a la existencia de un universo gobernado por leyes naturales donde nada cambia en el tiempo. El resultado de sus investigaciones lo llevó a pensar en la existencia de una interminable repetición temporal en un marco de armonía.

Observando estos progresos, Smith y otros pensadores contemporáneos creyeron posible construir estructuras analíticas liberadas de juicios de valor (de la política de los gobiernos, por ejemplo) y gobernadas por las leyes naturales imperantes en la sociedad.

El esquema se asemejaba a la mismísima voluntad de Dios en la economía, una sabiduría social superior que no debía ser interrumpida por "la mano visible" del Estado. En palabras de Smith, "en la medida en que todo individuo intenta por todos los medios emplear su capital en apoyo de la industria nacional y orientar así esa industria de manera que su producción sea del máximo valor, todo individuo trabaja necesariamente para conseguir que el ingreso anual de la sociedad sea el máximo posible. Ciertamente, en general, ni pretende promover el interés público, ni sabe cuánto lo promueve" (Smith, 1776).

LA MANO INVISIBLE Y LA POLÍTICA EN LA ARGENTINA

Este avance académico excepcional en materia de coordinación macroeconómica alcanzado por Adam Smith y los clásicos en esos tiempos, representado por "una mano invisible" que orientaba con sapiencia y divinidad a los empresarios, se materializó en una interesante banalización política tanto en los Siglos XX como XXI y en sensibles crisis en las regiones subdesarrolladas (especialmente en América Latina).

A fines de los setenta, por ejemplo, se podía ver en la televisión argentina sillas nacionales colapsando groseramente frente a las importadas; en los noventa, prácticas para dolarizar la economía y, entre 2016 y 2019, inmersos en una inédita ola de marketing coordinada por equipos especializados en redes sociales, el atroz desprestigio del Estado y la promoción de "la mano invisible" cuando se afirmaba que desde la pobreza nunca se llegaba a la universidad; se lamentaba por "la caída" en la educación pública y se transmitía "el clamor" de los patriotas de la independencia de 1816 por relevarse al "querido rey".

En realidad, el denominador común era el sensible desprecio por todo lo estatal (una vez más), su subyacente plan de desguace y la proliferación de negocios privados (con el Estado, obvio). Esos mensajes aseguraban que la mano invisible haría su trabajo pero, en lo cotidiano, nada de eso ocurría.


El resultado final se consumó en colosales contradicciones y engaños porque la misma acción comunicativa que acompañaba a esos procesos históricos también afirmaba que todo se hacía en defensa de los desposeídos cuando, en esencia, la oratoria era una suerte de paliativo (la aceptación de la realidad divina) y un contundente ataque a las instituciones.

¿Por qué? Porque si bien los clásicos crearon e instalaron los cimientos de una ciencia para ese momento histórico (con críticas al mercantilismo de los Siglos XVI y XVII), sus aportes nunca constituyeron un producto comercial preparado para instalar y hacer funcionar. Su armado requirió discursos vacíos de contenidos sin las necesarias advertencias. Por ejemplo, no se decía que a nivel macro la corrección del déficit fiscal (la búsqueda de ahorro público) y la reducción del salario, implicaban menos gasto (y actividad), más malestar social y no garantizaban la llegada de una iniciativa privada decorosa.

EL DOGMA DE LA LIBERTAD INDIVIDUAL

Actualmente, toda esa divinidad luce necesaria pero no parece suficiente. El profesor Angus Deaton sostiene que si bien ahora en el mundo la vida es mejor que en cualquier otro momento de la historia, millones de personas aún experimentan la miseria extrema, la muerte prematura y una inédita desigualdad generada por el progreso.

Quienes profesan el dogma de la libertad individual a rajatabla y el funcionamiento de la milagrosa "mano invisible" rechazan la intervención de aquellos gobiernos que intentan (con más o menos eficacia/eficiencia) corregir esas brechas. Incorporando un marketing puntilloso para que el mensaje llegue, se concentran en denunciar la corrupción (un concepto medianamente entendible a nivel doméstico) y manejar las imágenes (y tiempos de publicación).

Resulta evidente que se esfuerzan por preservar "la voluntad divina" y desechar toda otra versión, especialmente si se acepta que "la ausencia de libertad es la pobreza, la privación y la salud precaria (Deaton, 2015)" y se descubre, como lo hizo el mismísimo Smith, que "el deseo de los hombres de negocios es el de monopolizar el comercio aunando fuerzas//...// determinan precio más altos limitando la producción" (Landreth / Colander, 2006).

Entonces, ¿por qué se convalidan estos discursos que luego se transforman en medidas perjudiciales para el mismo votante? Por las narrativas y su acción comunicativa que, por lo general, "tienden a mostrar una preocupación casi conmovedora por la realidad a pesar de que sus argumentos de fondo carezcan de solvencia e incluso sean absurdos" (Shiller, 2021).

En la Argentina, el cambio se embanderó en el cuidado de la eficiencia y la libertad con consignas contrarias a una política asociada siempre con la corrupción. Sin embargo, sólo para poner un ejemplo, "se olvidó" que el mundo combatió la pandemia con estrategias políticas activas en un marco de un total desconcierto y sin recursos económicos (Argentina) en el que, claramente, "la mano invisible" (la no política) habría ocasionado una escandalosa tragedia ¿Entonces? ¿Sólo se trata de una búsqueda de poder generando volatilidad para que toda la furia recaiga sobre la economía?


REFLEXIONANDO A LA DISTANCIA

Es una realidad hoy que vacuna, salud y bienestar económico van de la mano. Sin embargo, la banalización de las proclamas auspiciantes de la libertad irrumpen (e interrumpen) ese gigantesco proceso de coordinación con consecuencias trágicas que, luego, ese mismo marketing talla en las piedras.

De todos modos, más allá del "acting capta seguidores", paradójicamente, la libertad nunca se cercenó en la Argentina. Para confirmarlo, sólo debe recordarse la pasividad del poder represor del Estado en los episodios vandálicos ocurridos en Plaza de Mayo, el Obelisco y la esquina de Uruguay y Juncal de la Ciudad de Buenos Aires (y comparar con la firmeza de las medidas aplicadas en Europa). En cambio, sí se constata el daño ocasionado a las instituciones y al orden micro y macroeconómico por las maniobras pro libertad asociadas al deterioro de la confianza y la supuesta represión en pandemia; una construcción bien pensada (y recurrente en la historia). De todos modos, ahora la economía crece y lentamente maduran los procesos de inversión y empleo.

Lo ideal es vivir en un mundo de plena libertad individual pero, primero, se debe poseer el temple para definir conceptos integrando el derecho a la igualdad en la vida en comunidad (como lo hace Denton) y, segundo, nunca perder de vista el simple hecho de que las leyes no se diseñan a medida (favorecen a unos, perjudican a otros). Este es el momento socioeconómico ideal para comprender las ideas inmersas en todo ese andamiaje político y diferenciar entre marketing y realidad (separar la paja del trigo).

Fuente: Diario El Cronista

jueves, 8 de julio de 2021

2000 días de MILAGROS SALA PRESA POR DARLE DIGNIDAD A LOS HUMILDES

 HOY SE CUMPLEN 2000 DEL ENCARCELAMIENTO POLITICO DE LA LIDER SOCIAL MILAGRO SALA. Y COMO PODEMOS VER NO ESTA PRESA NI POR CORRUPTA, NI POR VIOLENCIA SI NO POR DARLE DIGNIDAD A LOS HUMILDES. COMO PODEMOS VER EN LA DESTRUCCION DE LA OBRA PARA TODOS REALIZADA POR ELLA CON SU ORGANIZACIÓN.

¡LIBERTAD A MILAGRO SALA!¡BASTA DE PRESOS POLITICOS











FUENTE:LA NACIÓN

IMAGEN  ANTES:




















miércoles, 23 de junio de 2021

Adiós a Horacio Gonzalez

 

Escritor y sociólogo, ex director de la Biblioteca Nacional, columnista de Página/12, González fue un baluarte del pensamiento argentino, lúcido y profundo, nunca apegado a dogmatismos.




Fuente:Página/12






Escribir en pasado es un dolor mayúsculo. La lengua no quiere conjugar el tiempo pretérito. Se resiste a forcejear con el verbo. Como si pensar en pasado fuera una manera de borrar la potencia de una vida y una obra con las intensas vibraciones que aún genera. El “parlanchín porteño”, así se definía él con esa autoironía empecinada en burlar los lugares comunes, el profesor universitario apasionado por el lenguaje y sus derivas para interrogar e incomodar, respetado y amado por tantos estudiantes y colegas, estaba internado en el sanatorio Güemes desde el 19 de mayo. La muerte de Horacio González, el escritor, sociólogo y exdirector de la Biblioteca Nacional, este martes y a los 77 años, por una infección intrahospitalaria tras superar el coronavirus, conmociona a la cultura argentina. Cuesta imaginar la ausencia de su voz en diálogo con las disidencias y las heterodoxias, nunca apegada a dogmatismos que se vuelven un obstáculo para pensar libremente; una voz proclive a expandir los debates en vez de clausurarlos. Un polemista en estado de inquietud permanente.

Interrumpir a Borges

“Horacio es como un relámpago, en un instante breve ilumina un territorio y cuando desaparece, la imagen queda inscripta adentro tuyo”. Qué imagen más bella y certera que usó Mauricio Kartun para sintetizar el efecto que provocaba con sus charlas, sus ensayos, sus contratapas en Página/12. Él, que nació en Buenos Aires el 1º de febrero de 1944 y parecía que lo leía todo, no fue un niño con una biblioteca voluminosa y con una vida familiar confortable. Su padre había abandonado la casa en Villa Pueyrredón y lo crió un abuelo ferroviario que había nacido en Recanati, la ciudad del poeta Giacomo Leopardi. Como su madre trabajaba en una biblioteca popular, empezó a sacar libros y a leer con voracidad la colección Robin Hood. En el colegio Nacional Sarmiento descubrió todo de repente: las pedradas y los tiroteos de los militantes de Tacuara y las disputas entre liberales y nacionalistas.

Horacio solía recordar que como estudiante de sociología de la Universidad de Buenos Aires en los años sesenta no tuvo una buena relación con Borges, el escritor al que más leería muchos años después. Él estaba entre los jóvenes militantes que interrumpían las clases de Borges para invitar al alumnado a una movilización. No sabía entonces que el tiempo atenuaría esa hostilidad juvenil. Que sería director de la Biblioteca Nacional. Como Borges. Que terminaría escribiendo Borges. Los pueblos bárbaros. El joven Horacio participó del proyecto de las Cátedras Nacionales, que funcionaron entre 1968 y 1972 como un movimiento de resistencia contra las sucesivas dictaduras de Juan Carlos Onganía, Roberto Levingston y Alejandro Agustín Lanusse. Y escribió en las revistas que fueron surgiendo a partir del proceso de politización y radicalización vivido en las universidades, como Antropología 3er. Mundo Envido, una revista de ciencias sociales vinculada con la izquierda peronista, que conjugaba tres tradiciones político-ideológicas: peronismo, marxismo y cristianismo.

De pronto pequeños detalles adquieren otro relieve vistos en conjunto. Horacio fue ayudante de una pequeña empresa de fotografía popular a cargo del psicólogo Alfredo Moffatt. Los dos tomaban el tren en Puente Alsina, se vestían como vendedores ambulantes y viajaban hasta Villa Fiorito ofreciendo retratos. Varias décadas después ese “como si” de la venta desembocó en su debut como actor en la película El artista, donde interpretó a un viejo senil, junto a Fogwill, León Ferrari y Laiseca. El vértigo de la vida y la militancia se sucedían a fines de los 60; leía a Hernández Arregui, Foucault, Gramsci, Perón, Sartre, Jauretche, Marcuse y Fanon. De la militancia universitaria pasó a la FAP (Fuerzas Armadas Peronistas). En 1970 se recibió de sociólogo y un año después comenzó a relacionarse con el Movimiento Revolucionario Peronista, un grupo que luego se integraría a Montoneros. El asesinato de Rucci partió las aguas y Horacio quedó del lado de la JP Lealtad y cuestionó la militarización y la lucha armada.

En 1976 se exilió en San Pablo (Brasil), donde dio clases, cursó el doctorado en Sociología y escribió en portugués Evita. La militante en el camarín, que sería traducido y publicado por la Universidad Nacional de Córdoba en 2019. Volvió al país en 1983, conoció a la cantante Liliana Herrero, su compañera desde entonces, y pronto reanudó su conexión con la vida universitaria en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la Universidad Nacional de Rosario y en la Facultad Libre de Rosario, donde fue profesor de Teoría Estética, de Pensamiento Social Latinoamericano y Pensamiento Político Argentino. 

Era el profesor diferente que daba clases en los colectivos y tomaba examen arriba de los trenes. Escribió en la revista Unidos, que dirigió Carlos “Chacho” Álvarez entre 1983 y 1991, y Cuadernos de la Comuna, hasta que en el verano de 1991 impulsó junto a Eduardo Rinesi (luego se sumarían María Pía López y Christian Ferrer), la revista El ojo mocho, un proyecto intelectual que pretendió revitalizar el papel de la crítica cultural y política en las ciencias sociales. La generación de la revista Contorno tendría un lugar clave, especialmente las figuras de David Viñas y León Rozitchner. Esta revista antimenemista, antialfonista y antiprogresista, se proponía “repotilizar el mundo de la cultura” y “reculturalizar el mundo de la política”. Horacio polemizó en las páginas de El ojo mocho sobre el gran malentendido de las juventudes de los años 60 y 70 respecto al discurso de Perón; un discurso de derecha que había sido interpretado de izquierda.

Lengua barroca

El polemista Horacio, desde la trinchera del ensayo, se mide en la escritura con una metodología impulsada por las preguntas aparentemente más sencillas, donde reposan capas de sentidos para explorar los límites y las posibilidades de la lengua barroca. En los años 90 se anudan las publicaciones, una serie de libros que van desde La ética picaresca (1992), pasando por El filósofo cesante (1995) -luminoso ensayo sobre la filosofía de Macedonio Fernández-, Arlt: política y locura (1996) hasta cerrar esa década con un libro crucial: Restos pampeanos. Ciencia, ensayo y política en la cultura argentina del siglo XX (1999), donde entre los muchos textos y autores que rescata del olvido para hacerlos “hablar de nuevo” están Juan José Hernández Arregui, José Ingenieros, Carlos Astrada, Leopoldo Lugones, Juan Perón, Ezequiel Martínez Estrada y Raúl Scalabrini Ortiz. 

“Los textos de Horacio son paradójicos: el estímulo al pensamiento es extremo, y a la vez hacen sentir que todo lo que se diga sobre ellos corre el riesgo de un desacierto, que se incurre de manera precipitada y tosca en lo que la reflexión ha omitido con cuidado; que seremos capturados por la palabra que se trataba, precisamente, de no decir", escribió Diego Tatián. "Zahorí de altísima sensibilidad cultural, la escritura gonzaliana detecta en el barullo vocinglero de la discusión política argentina los precipitados inadvertidos de discusiones más antiguas, o nombres olvidados que entran, de la manera más natural, en la conversación de los vivos y los muertos cuyo objeto de disputa es la Argentina”.

El presidente Néstor Kirchner lo llamó al bar Británico para ofrecerle la subdirección de la Biblioteca Nacional, que dirigió en una primera instancia Elvio Vitali entre 2004 y 2005. Después el director fue Horacio, que defendía un pensamiento libertario con fuerte herencia en la cultura nacional, entendida en sus manifestaciones más densas. Conversador persistente que negociaba hasta el cansancio, se apropió de todas las tradiciones y esquivó maniqueísmos. Sólo Horacio pudo ser un funcionario libertario que logró transformar la Biblioteca innovando en los legados. Volvió a editar la revista La Biblioteca, fundada por Paul Groussac; rescató de “la lenta omisión que traen el tiempo y el olvido de los hombres” títulos como Vidas de muertos, de Ignacio Braulio Anzoátegui; Vivos, tilingos y locos lindos, de Francisco Grandmontagne, y El idioma nacional, de Lucien Abeille; publicó ediciones facsimilares de revistas de diversas corrientes ideológicas y políticas como ContornoLa Rosa BlindadaPasado y PresenteArturoPoesía Buenos AiresFichasLetra y Línea y Literal, entre otras. Durante su gestión se inauguró el Museo del Libro y de la Lengua (2011), que estuvo a cargo de María Pía López primero y que ahora dirige María Moreno.

El desacuerdo entre el perfil y la misión de la Biblioteca Nacional resultó irreconciliable. El historiador Horacio Tarcus renunció como subdirector a fines de diciembre de 2006 porque entendió que Horacio defendía un modelo de Biblioteca centrado en sus actividades culturales, mientras que Tarcus ponía el eje en la modernización de la gestión bibliotecológica. El funcionario libertario, en el filo de la disidencia, nunca dejó de escribir. ¿Cómo hacía para gestionar una institución tan compleja y a la vez encauzar el torrente ensayístico? Durante la primera década del siglo XXI publicó La crisálida. Metamorfosis y dialéctica (2001), Filosofía de la conspiración. Marxistas, peronistas y carbonarios (2004), Los asaltantes del cielo. Política y emancipación (2006), Escritos en carbonilla. Figuraciones, destinos, relatos (2006), Perón: reflejos de una vida (2008) El arte de viajar en taxi (2009), entre otros libros.

Como si no fuera suficiente, en 2008 estuvo entre los intelectuales que crearon Carta Abierta. Horacio tensó hasta lo indecible los nudos de la trama oficialista entre el apoyo al kirchnerismo y un fuerte cuestionamiento, como cuando asumió César Milani como jefe del Ejército o cuando Jorge Bergoglio devino el Papa Francisco. La relación entre literatura y política fue, es y será conflictiva. Horacio criticó que Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, haya sido elegido en 2011 para inaugurar la Feria del Libro, en una carta dirigida al presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL). La entonces presidenta de la Nación, Cristina Fernández, le pidió al director de la Biblioteca Nacional que retirara esa carta y le planteó que esa discusión “no puede dejar la más mínima duda de la vocación de libre expresión de ideas políticas en la Feria del Libro, en las circunstancias que sean y tal como sus autoridades lo hayan definido”.

Se lo acusó de “autoritario”, de querer censurar la palabra de un escritor que piensa distinto, justo la práctica intelectual y política contraria de Horacio, que siempre consideró los argumentos del Otro. Vargas Llosa aprovechó la equivocación. “Los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general (por Albano Harguindeguy, que censuró sus libros La tía Julia y el escribidor y Pantaleón y las visitadoras) cierta noción política de la cultura y del debate de ideas que se sustentan en un nacionalismo un tanto primitivo y de vuelo rasero”, escribió el Premio Nobel de Literatura en el diario El País de España. “Donde usted, Vargas, ve barbarie, hay civilización”, le contestó Horacio en un extenso artículo publicado en Página/12. Había un entusiasmo sostenido en las intervenciones públicas de Horacio, una responsabilidad y un compromiso que lo desvelaba. Polemizaba, escribía ensayos y novelas; participaba en congresos, charlas, encuentros. El mismo año de la disputa con Vargas Llosa, en la misma Feria del Libro, presentó Kirchnerismo. Una controversia cultural.

Rumiar ideas

El peronismo y sus liturgias lo empujó también a escribir su primera novela, Besar a la muerta (2014). La chispa del asado convoca a una comunidad conversante de roedores. El anfitrión es el padre Poggi, un sacerdote nihilista que atiza el fuego de la lengua al tiempo que lucha por desentrañar algunas de las frases señeras del sacerdote Hernán Benítez, el confesor personal de Evita, en una carta que le escribió a Blanca Duarte. Si lo más densamente humano es coincidir alrededor de un lecho en el momento de la muerte, la deriva de las conversaciones, con toques diestros y calculados de un humor sarcástico, incluirá otras dos cartas –de Juan Domingo Perón a John William Cooke y de Salvadora Medina Onrubia a Evita– como puntadas del bordado textual de la tragedia nacional y sus posibles interpretaciones. Completa el elenco de conversadores el ex fraile Santiesteban y el escéptico profesor universitario Juan Carlos Rupestre, especialista en Max Weber. Larga será la noche, en la parroquia de Floresta, para estos tres personajes. “Espectros”, se los llamará en una instancia del escrito, manuscrito o “noveleta conversacional”. 

Horacio explicaba lo de “noveleta” como una necesidad de anticiparse con una denigración previa. “A lo largo de todo lo que escribí buscaba confundir respecto de quién estaba hablando y quién era el poseedor de la palabra -decía el escritor y ensayista-. O sea que utilicé técnicas denigratorias. Cuando las escribe uno mismo sobre lo que hace, invita a un dilema porque nadie puede creer que una persona se denigre en relación con lo que hace de una manera tan tajante. Se me ocurrió que una forma de proteger lo que uno escribe es considerarlo un arte menor. La novela conversacional es parienta del bildungsroman, pero el bildungsroman es prestigioso y la novela conversacional no”.

¿Qué se puede escribir en cautiverio? ¿Qué queda del hombre cuando es sometido a las formas más extremas del terror? Estas son algunas de las preguntas que surcan las páginas de Redacciones cautivas (2015), su segunda novela en la que explora un tema complejo: la colaboración de las víctimas con sus captores en los campos de concentración. “Informaré reservadamente de mi nombre. Joseph Albergare. Enfermo, enclaustrado, viejo. Mi profesión fue el periodismo. Dirigí dos diarios. El mío y el de los otros (...) No sé si era libre cuando fui obligado o si era cautivo cuando creí estar libre. Fui torturado, y eso no me excusa”. 

En Tomar las armas (2016), su tercera novela, el narrador, un profesor de historia apodado Echeverría, reflexiona sobre la lucha armada en los 70: “Algo que se hacía 'sin querer hacerlo', que se hacía al margen de la voluntad pública, esa que nada sabe de los inesperados desgarramientos internos. Se hacía solo si se estaba obligado por una situación en que el abandono de las profesiones reales (abogados, novelistas, poetas, ingenieros, médicos) era sentido como una penosa expropiación. Algo a lo que nos llamaba un deber superior, una excepción dolorosa. El emplazamiento a abandonar lo que se era, en nombre de algo más sublime que ya será, y que se presentaba como un reclamo inesperado, mutilado por su propia desesperación”.

Después de diez años intensos como director de la Biblioteca Nacional, de diciembre de 2005 hasta diciembre de 2015, Horacio regresó, invitado por el actual director, Juan Sasturain, para reactivar el Departamento de Publicaciones y retomar la edición de libros en papel. De marzo de 2019 a noviembre del mismo año fue director de la filial argentina de la editorial Fondo de Cultura Económica (FCE). Y siguió escribiendo y publicando por Colihue, la editorial en la que están la mayoría de sus libros, Traducciones malditas (2017) y La Argentina manuscrita. Cautivas, malones e intelectuales (2018). Entre los reconocimientos y distinciones que recibió se destacan el Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional de La Plata, el Doctor Honoris Causa de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, el Premio José María Aricó de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, y fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

Una frase de Lacan podría condensar también la intención de Horacio: “No escribí mis Escritos para que se los comprenda, los escribí para que se los lea”. Cuando se lo leía, muchas veces se le demandaba “claridad” a través de un interrogante indulgente: “¿qué quisiste decir?”. Lengua díscola, la de Horacio, porque no se domesticaba ni se sometía a los designios de una legibilidad regida por la ilusión de la transparencia. La escritura de sus ensayos y novelas se emancipaba de la comprensión inmediata. Las palabras, las tramas textuales, dicen mucho más de lo que dicen. En el movimiento de su escritura producía desvíos y abría caminos. Nadie como él supo estar “dentro” y “contra”, una suerte de dialéctica que nunca alcanzaba una síntesis. Desplazó la disidencia de los márgenes hacia el centro, un corrimiento sutil, que en vez de impugnar propiciaba los pliegues, la lectura entrelíneas. La muerte del intelectual que generaba intensas comunidades duele en el alma.