martes, 28 de noviembre de 2017

"Están armando un enemigo”

El obispo de Bariloche salió al cruce del discurso del Gobierno
 

Juan José Chaparro dijo desconocer la existencia de la RAM y negó que los miembros de la comunidad Lafken Winkul Mapu tengan vínculos con esa organización. Contó que los propios mapuches le habían manifestado su preocupación por posibles hechos de violencia armados por otros en torno a su reclamo y pidió a las autoridades acceder al diálogo para no comenzar "a sumar muerto

El obispo de Bariloche, Juan José Chaparro, advirtió que “las autoridades” del Estado deben favorecen la apertura de “canales de diálogo” con las comunidades mapuches para que asesinatos como el de Rafael Nahuel “no se repitan y no comencemos a sumar muertos”. Además, el religioso negó la posibilidad de que los miembros de la comunidad Lafken Winkul Mapu tuvieran vínculos con la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM): “Me parece que están armando un enemigo”, puntualizó.
Chaparro fue uno de los integrantes del grupo de personas que accedió al territorio de Villa Mascardi donde el joven de 21 años fue baleado por Prefectura, para ver la situación en que se encontraba el resto de los miembros de la comunidad. “Hay jóvenes varones, mujeres y niños”, describió. Según su relato, en el diálogo con el juez que ordenó la represión y que encabezó esa comitiva, Gustavo Villanueva, los mapuches pidieron “hacer algunos días de duelo” y luego retomar las negociaciones sobre su permanencia allí.
Asimismo, dijo sentir “preocupación y dolor” por lo que ocurrió con Nahuel y pidió “lucidez y racionalidad” para “que se abran caminos de diálogo” y rescató la decisión de Villanueva de posibilitar la llegada de “ayuda humanitaria” a ese lugar. “Hay que dialogar y hacer todos lo posible por salvar vidas humanas”, remarcó.
Paralelamente, durante una entrevista con radio La Red, el obispo relativizó además la existencia de alguna relación entre la RAM y el reclamo de la comunidad que desde el 14 de septiembre se asentó en un predio lindero al lago Mascardi, que reivindica como propiedad ancestral. Es más, puso en tela de juicio la existencia de ese grupo que los gobiernos nacional y de Río Negro califican como una organización que siembra el terror en la Patagonia.
“No conozco la existencia de la RAM. Me parece que se está armando un enemigo”, señaló el religioso quien, con estos dichos, puso en jaque la versión del gobierno nacional sobre la presencia de esa supuesta organización paramilitar. En su experiencia, relató, en los barrios más pobres de Bariloche “hay gente que vivía en un lugar y que luego se fue endeudando hasta que de repente no tenían más ese terreno” y comenzaron a buscar otros lugares para vivir. Algunos de ellos, continuó, pudo haber impulsado la toma de un territorio, como ocurre con predios del Gran Buenos Aires, ejemplificó. “Pero de ahí a que se trate de un ejército organizado con armas de grueso calibre, hay una distancia muy grande”, afirmó.
“No siempre que se ocupe un lugar significa que quienes lo hacen sean grupos RAM u otros”, insistió y recordó que en la superficie que abarca su diócesis “hay organizaciones y comunidades mapuches que han estado trabajando para conseguir sus tierras de una manera legal”. Citó entre ellos a las varias comunidades y al Parlamento Mapuche, que tiene sus representantes en esa ciudad turística.
Es más, contó que antes de una de las movilizaciones de los últimos días, varios integrantes de ese pueblo originario le manifestaron su “preocupación” porque “hayan actos de violencia” en los que ellos no tengan nada que ver. “Siempre puede haber otros que se metan”, arriesgó y dijo conocer casos como el “incendio de un refugio” en el que “apareció la palabra RAM”. “Pero yo no los conozco”, reforzó.
Respecto del asesinato de Rafael Nahuel, Chaparro evitó arriesgar si la muerte fue producto de "una ejecución" por parte de las fuerzas de seguridad. La autopsia determinó que el joven murió de un disparo por la espalda con una bala como las que usa el Grupo Albatros de la Prefectura. “La reconstrucción la tendrá que hacer la Justicia”, dijo. “Lo que yo quiero –subrayó- es que se encuentren caminos de diálogo y que haya una solución aunque sea temporaria.”
Fuente:Pagina/12

viernes, 24 de noviembre de 2017

El Centro Cultural de la Cooperación celebró sus primeros quince años Bastión para la resistencia y el futuro

 Luisa Kuliok recordó su paso por el Centro Cultural de la Cooperación.

En la batalla cultural, algunos lugares se ofrecen como trinchera. O mejor, como bastión. Un refugio para resistir los embates del enemigo, una plaza desde la que contratacar y recuperar terreno. El Centro Cultural de la Cooperación reafirmó para sí ese rol en su decimoquinto cumpleaños, que se celebró el miércoles en su sala Solidaridad, repleta de artistas, intelectuales, miembros del equipo de trabajo del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, antiguos empleados y una cantidad –inesperada, quizás, pero más que bienvenida– de espectadores, visitantes recurrentes y espíritus afines que se acercaron a la celebración y a oír las palabras de quienes tomaron el micrófono para aludir al aniversario. Además, quienes llegaron hasta el emblemático edificio de Corrientes 1543 pudieron disfrutar de un puñado de canciones interpretadas por Débora Infante y Virginia Innocenti.
Tras quince años abierto al público, el Centro Cultural de la Cooperación es uno de los espacios multidisciplinarios más importantes de la ciudad y convoca anualmente a más de 130.000 personas, explicó Juan Carlos Junio, director del CCC, durante el discurso de apertura de la velada. Junio destacó la misión del centro cultural en pos de generar discursos contrahegemónicos, señaló su adhesión al ideario cooperativista que le dio origen con el impulso de Floreal Gorini y consideró que el camino hecho hasta el momento ayudó a “perforar la muralla” del discurso dominante, al tiempo que llamó a seguir trabajando “por el futuro y las utopías de siempre”.

El denominador común de todas las intervenciones fue la actualidad social y política argentina, en la cual muchos encontraron dramáticas similitudes con las de los orígenes del Centro Cultural, que abrió sus puertas en noviembre de 2002, con el país aún sin recuperarse del estallido de fines de 2001. “Hay un momento previo a estos quince años, que fue el momento en que Gorini y el movimiento cooperativista tuvieron la lucidez de entender que la auténtica batalla era cultural”, señaló el periodista Eduardo Aliverti. “Cambian los dispositivos y los soportes, pero no la batalla cultural”, advirtió contra los agoreros del fin del periodismo y del fin de la cultura. Además, llamó a “dejar el pesimismo para tiempos mejores”: no es cosa de dejar que “los tiempos horribles” quiten las ganas de construir futuro, aseguró.

“Este lugar sobrevivió a quince años de historia argentina, que por su densidad histórica, digamos, aquí en quince años pasan más cosas que en doscientos años belgas”, intervino a su vez Atilio Borón. El sociólogo evaluó que el retroceso de los movimientos progresistas en América latina se debió a que las mejores sociales y económicas construyeron consumidores, antes que ciudadanos. Sin embargo, se mostró optimista y celebró la existencia del CCC como “uno de los pocos espacios de amplia capacidad de convocatoria” para reunir al arco progresista y de izquierda para conformar una resistencia ante la embestida neoliberal.

Luisa Kuliok también tuvo su momento al micrófono, que aprovechó para agradecer al CCC por abrirle sus puertas para hacer teatro. “Pude confirmar todo lo que sostenía ese anhelo”, contó sobre la ilusión que le hacía trabajar en el lugar. “Las semanas de ensayo, los meses de funciones fueron un pequeño paraíso para mí”, confesó antes de ilustrar su sentimiento con un antiguo cuento chino. Una colega suya se ocupó de agradecer desde las gradas especialmente a todos los equipos técnicos del Centro. “Este es un lugar de más unión que nunca, porque hay políticas culturales que el gobierno no está asumiendo y que aquí encuentran su espacio”, agregó. Ese rol como plaza de encuentro para voces disidentes y miradas alternativas de la realidad también fue destacado por otros oradores, como Alejandro Vaccaro (de la Asociación Argentina de Escritores) o el dramaturgo Hugo Urquijo, además de su director artístico, Juano Villafañe.

Otra coincidencia entre los discursos fue la necesidad de romper los sentidos que intenta imponer el neoliberalismo. Así, Gisela Cardozo, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, llamó a luchar para que en el sentido común estén “la empatía, los derechos humanos, la solidaridad y la justicia”. El diputado nacional Carlos Heller (FPV-NE), a su vez, recordó los orígenes del CCC, el momento difícil que atravesaba el país entonces y sus similitudes con la actualidad nacional: “Hoy tenemos que ayudar a traducir el lenguaje neoliberal para que la ciudadanía sepa lo que está pasando”.
Fuente:Pagina/12

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Sobreexplotación del trabajo


Conforme los trabajadores fueron logrando disminuir la duración de la jornada laboral, los grandes empresarios fueron implementando métodos nuevos de explotación de la fuerza de trabajo. Como no podían disponer de los trabajadores por tantas horas, han tenido que implementar la productividad del trabajo, la utilización de la mano de obra de manera más intensa, para mantener e incluso extender la extracción del excedente.

En el centro del capitalismo ese mecanismo ha permitido un gran ciclo de desarrollo económico, que ha combinado expansión e integración de amplios sectores de la clase trabajadora. Mientras que, en la periferia, los mecanismos han sido otros.

Tras llegar con retraso al mercado internacional, las burguesías periféricas han intensificado la explotación de la clase obrera para lograr condiciones competitivas en el plano internacional, que les permitiera encontrar espacios en ese mercado. De ahí que los mecanismos de sobreexplotación se hayan desarrollado tan ampliamente en la periferia.

La categoría de sobreexplotación del trabajo es parte inherente de la teoría marxista de la dependencia, elaborada por Ruy Mauro Marini, gran intelectual brasileño, que ha vivido y producido prácticamente toda su obra en el exilio, en Chile y en México, siempre asociada a la militancia política, en Brasil en la organización Política Obrera (Polop), en los otros países en el MIR chileno. Su obra articula una concepción de cómo en la periferia se combinan la dependencia externa con las condiciones específicas de la lucha de clases, particularmente de la extracción del excedente.
Es solo en ese marco teórico que se puede comprender de forma cabal el significado y el lugar de la sobreexplotación del trabajo. Se trata de formas agregadas de explotación, de extensión de la jornada y de intensificación del trabajo que, combinadas, generan mecanismos que elevan la explotación muy por encima de las condiciones normales y estructurales de extracción de la plusvalía.

Esos mecanismos, a su vez, bloquean cualquier posibilidad de expansión del mercado interno de consumo popular, porque se remunera a los trabajadores por debajo de sus necesidades básicas. De ahí que los modelos de acumulación en la periferia dependan de las altas esferas de consumo del mercado y de exportación.

La sobreexplotación requiere, a su vez, condiciones políticas para que se efectivice. En Brasil, fue indispensable el “bloqueo salarial” (congelamiento del salario), para que se diera el “milagro económico” durante la dictadura militar. Fue el santo del milagro económico. La dictadura combinó represión política con sobreexplotación de los trabajadores.

Las restauraciones neoliberales en países como Argentina y Brasil concentran gran parte del accionar de los gobiernos en generar las condiciones para elevar la explotación de los trabajadores. La “reforma laboral” brasileña es el mejor ejemplo de la imposición de condiciones salvajes a los trabajadores, que incluyen, entre otras, medidas como reducir para menos de una hora el horario de almuerzo, permitir que mujeres embarazadas o que amamantan a sus hijos trabajen en condiciones insalubres. Prácticamente son abolidos los derechos elementales de los trabajadores, incluyendo la duración de la jornada de trabajo, el salario mínimo, que tienen que ser discutidos en cada negociación salarial. Se impone, como dicen cínicamente sus promotores, lo discutido sobre lo legislado, esto es, si el nivel de desempleo y la correlación de fuerzas en que se dan las negociaciones permiten, no hay limite para que se impongan las condiciones más salvajes de explotación de los trabajadores.

Los regímenes de excepción, donde el Poder Judicial ya no es garante del Estado de derecho; donde gobiernan lo banqueros y se impone la tercerización de las relaciones de trabajo; se restringen las acciones de los sindicatos para defender las conquistas de los trabajadores; donde se impone el Estado mínimo, con la centralidad del mercado, es el mejor escenario político para que la sobreexplotación de los trabajadores se imponga.

Hasta alrededor de algunas pocas décadas, la sociología del trabajo era una de especializaciones más prestigiosas y buscadas en el campo de las Ciencias Sociales. Después de las críticas a la excesiva “centralidad del trabajo”, se ha pasado al polo opuesto, en que pareciera que las actividades del trabajo son unas entre tantas otras, y no más la actividad esencial que ocupa la mayor parte del tiempo de la gran mayoría de las personas en el mundo.

Hay que rescatar la importancia de las relaciones de trabajo, en un mundo en que, más que nunca, la mayoría aplastante de la humanidad vive del trabajo, por mas diferenciadas que sean esas actividades. Que esa gran mayoría vive del trabajo y para el trabajo. La teoría marxista de la dependencia de Ruy Mauro Marini es el mejor marco teórico para ese indispensable rescate.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Medios y comunicación ¿En Cambiemos leen a Gramsci?


María Graciela Rodríguez, teniendo adelante textos de Antonio Gramsci y a la luz de la situación político-cultural actual en la Argentina, desafía a pensar si Marcos Peña o Jaime Durán Barba no podrían ser lectores del filósofo y político italiano.
Un libro imprescindible llegó a mi mesa de trabajo. Se trata de Estudios Culturales 1983. Una historia teorética, publicado por Paidós este mismo año y que compendía ocho conferencias que Stuart Hall dio en la Universidad de Illinois en 1983 en el marco de un simposio titulado “El marxismo y la interpretación de la cultura: límites, fronteras, contornos”.
Detenida en el capítulo 7, “Dominación y hegemonía”, me entretuve tratando de extrapolar lo que tan brillantemente Hall nos compila de los escritos de Antonio Gramsci a la situación político-cultural de la Argentina actual. Y me pregunté, honestamente, si los “Cuadernos de la cárcel” no estarán en la mesita de luz de Marcos Peña, o en el escritorio de Jaime Durán Barba. Tanta es la congruencia.
Dice Hall, por ejemplo, que “el establecimiento real de la dominación en la hegemonía se produce cuando se tiene la capacidad de contener, educar y remodelar activamente a las fuerzas opositoras, de mantenerlas en sus lugares subordinados. Lo que Gramsci enfatiza en la hegemonía es más el trabajo de subordinación que el logro de una incorporación total” (pp. 221). Esto tiene asidero en la manera en que la alianza Cambiemos ha movilizado, y colonizado, los elementos simbólicos de la sociedad que están permitiendo no solo ampliar el consentimiento sino también, y más aún, el reconocimiento popular respecto del liderazgo político, económico y cultural del bloque de poder. Lo que significa no solo consentir la subordinación sino además reconocer que “saben lo que hacen” y que por lo tanto hay que darles crédito.
Acostumbrados a leer a Gramsci en clave de la posibilidad de disputar las dinámicas hegemónicas desde posiciones desfavorables, muchas veces se pierde de vista aquello que los actuales “Ceos” parecería que aprendieron mejor que las fuerzas progresistas: que “una política hegemónica opera en los aparatos culturales, en el discurso de los lenguajes morales, en la lucha económica, en el espacio político (…) La victoria es apoderarse del equilibrio de poder en cada uno de esos frentes de batalla. Es comandar el equilibrio de las fuerzas políticas, sociales e ideológicas en cada punto de la formación social” (pp. 231). Una lección que la alianza Cambiemos parece comprender a la perfección, si observamos la remodelación de la formación social y su puesta en sintonía “con aquellas formas de práctica social y política y de representación ideológica que son las condiciones para una tarea histórica nueva, para el desarrollo de algo diferente o para que el poder pueda sortear una crisis” (pp. 225).
En 1983, Hall hablaba del thatcherismo; y describía el modo en que su gobierno había operado sobre las formas morales del pensamiento popular, para “invertir las tendencias históricas y dar un nuevo sentido al sentido común (…) insertarse en los poros de la conciencia práctica de los seres humanos” (pp. 232). Pero, asimismo, unos años antes, en el umbral de los cambios que llevarían a Gran Bretaña al populismo de mercado de la Thatcher, ya había señalado que, dado que la hegemonía es siempre provisoria, una vez que pasa la coyuntura favorable hay que pensarlo todo de nuevo. “We loose because we loose because we loose”, decía poéticamente. Y aunque le hablaba a la izquierda como buen socialista y nada peronista que era, todos debemos considerarnos hoy sus interlocutores, sin banderías. Es necesario redefinir los términos de nuestras intervenciones políticas, académicas y/o militantes.
El lenguaje del sentido común está cambiando, si no ha cambiado ya, a velocidades sorprendentes, a un ritmo de miedo. La dimensión de la cultura entendida como la organización simbólica de la experiencia (en su unidad de prácticas y representaciones), está siendo objeto focal de modificaciones, y letalmente transformada. ¿Cuánto tardaremos en cambiar sus puntos nodales otra vez? ¿Cómo rearticular los lenguajes, todos los lenguajes, el académico, el político, el económico en pos de un proyecto nacional y popular?

El libro de Hall tiene una vigencia que sorprende. Y también debería iluminar el (nuestro) futuro.
* Doctora en Ciencias Sociales. Docente Unsam-UBA.
Fuente:Página/12