lunes, 8 de diciembre de 2014

México y sus 43 desaparecidos


Escriben: Eduardo Anguita, Daniel Cieza y Ricardo Martínez. Opinan: Atilio Boron y Graciela Daleo.

México y sus 43 desaparecidos
El jueves pasado, cuando todavía no era pública la restitución de identidad del nieto 116, hijo de Hugo Castro y Ana Rubel, nacido en la ESMA, Estela Barness de Carlotto recibía, conmovida, al padre de uno de los 43 estudiantes secuestrados en Iguala. El hombre contaba lo que era para él, un campesino con apenas segundo grado de primaria, que su hijo pudiera haber llegado a estudiar en la Escuela Normal de Ayotzinapa, donde fue secuestrado el pasado 26 de septiembre. Hugo y Ana fueron secuestrados en 1977 y también eran estudiantes. Al rato, mientras en cada actividad de la Feria Internacional del Libro se pedía la aparición con vida de los 43, la Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo daba la noticia del 116. No se trata de un juego de números, sino de la hermandad en la tragedia, de las formas más dignas de resistencia, del grito más íntimo de quien sufre como padre o abuela la política criminal de Estado de negar el derecho básico a saber dónde está una persona.
No es un juego de números, pero los números indican que la democracia formal y republicana puede hacer que la muerte sea un lugar común. El sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) llevó, según la mayoría de los defensores de los derechos humanos, a que unos 80.000 mexicanos cayeran bajo las balas de carteles de la droga o de la represión de las fuerzas de seguridad. En los dos años que cumplió días pasados al frente del Ejecutivo Enrique Peña Nieto, los muertos en esas circunstancias serían 20.000. Y hay muchos mitos alrededor de esto. Uno es que la violencia no está circunscripta a Ciudad Juárez y otras zonas fronterizas con los Estados Unidos. El Estado de Guerrero, que está en el centro del país y donde fueron secuestrados los 43, tiene una fiscalía especial para radicar denuncias sobre desaparecidos. Porque allí, una región donde en los setenta hubo una guerrilla indomable, quedó la costumbre de hacer desaparecer los rastros de las víctimas. Lucio Cabañas, líder de aquellas luchas, había estudiado en la Escuela Normal de Ayotzinapa. Dos de los chicos secuestrados, según se supo días pasados, son familiares directos de Cabañas. El jueves pasado, Peña Nieto viajó a Acapulco, lugar emblemático del turismo rico, cerca de Iguala, el lugar donde se produjo el asesinato de seis estudiantes y el secuestro de 43. El presidente, antes, ordenó un impresionante dispositivo militar y policial en Guerrero, Michoacán, Morelos y Edomex, cuatro estados cercanos a la capital mexicana. El operativo se llama Tierra Caliente y está destinado a garantizar la circulación de las carreteras y la seguridad de los destinos turísticos. Es la clásica respuesta de militarizar la sociedad sembrando un sentimiento confuso de control, que no se sabe si puede afectar a los carteles mafiosos o a los que piden por la aparición con vida de los desaparecidos. En los fundamentos del operativo Tierra Caliente no hay mención alguna al tema de fondo: ¿dónde están los 43 estudiantes normalistas?
Desaparecer de los medios. La clase política mexicana vive un terremoto. Lo único cierto es que, esta vez, la sociedad reaccionó ante la barbarie. Desde el 26 de septiembre se producen cientos de actos y manifestaciones en todo el país, extensivos a la gran comunidad azteca en los Estados Unidos. Dado que tanto el alcalde de Iguala como el gobernador de Guerrero, responsables directos de la desaparición de los estudiantes, forman parte del opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD), con el correr de las semanas se produjo la renuncia del máximo líder de esa fuerza, Cuauhtémoc Cárdenas. Es decir, la evidente pertenencia del alcalde Iguala, José Luis Abarca, actualmente detenido, con el narcotráfico y el secuestro de los normalistas, dejó al PRD sin argumentos para presentarse como una fuerza moralmente capaz de ser alternativa.
En cuanto al gobierno federal, es preciso reparar en que a dos semanas del secuestro de los estudiantes, el procurador general Jesús Morillo Karam fue la cara visible de un gran operativo mediático que daba por cerrado el caso. Un montaje burdo de tres arrepentidos mostrados ante las cámaras daba la versión oficial: los policías y los guerreros unidos (cara legal e ilegal del aparato montado en Iguala como en muchos otros distritos) habrían matado, calcinado y enterrado a los normalistas. La urgencia de Karam era que Peña Nieto no quería cancelar su viaje a China y Australia. La desmentida llegó días después de la mano del Equipo de Antropología Forense. Es decir, del grupo de argentinos expertos convocados como peritos de parte por los familiares de los estudiantes. De todos los restos óseos analizados, ninguno coincidía con el ADN de los estudiantes. Pero el despliegue mediático había sido montado cuando Karam dio su versión. Las protestas crecen pero el gobierno y su blindaje mediático, basado en el monopolio de Televisa del clan Azcárraga, apuntan a que con el correr de las semanas se desvanezcan sin que nada salga a luz. La información con otras fuentes circula por pocos medios de impacto masivo y son básicamente el diario La Jornada y CNN, cuya corresponsal jefe es Carmen Aristegui, una periodista de mucho prestigio, con presencia también en radio y en prensa gráfica. La pelea de la CNN con Televisa es histórica y posiciona a esa cadena norteamericana como una voz confiable contra la corrupción política. Un equilibrio sólo posible por la presencia de Aristegui. Para ver cómo funcionan los medios en un país donde nunca se dio un golpe de Estado pero la clase política está contaminada de vínculos con los negocios del narco, basta ver que Telesur está prohibido en todas las cadenas de televisión paga. No es censura: es la libertad de empresa. Sólo se la puede ver por internet.
Demasiado lejos de Dios... y demasiado cerca de los Estados Unidos, dicen aquí quienes no se resignan a naturalizar la barbarie. Es difícil para el extranjero entender cómo es México. Un país que creció en base al petróleo y que este año dio un paso hacia la entrega de las poderosas riquezas hidrocarburíferas a manos de las transnacionales al iniciar el proceso de privatización periférica de Pemex. Justo en un momento en el que el precio del barril de petróleo se desploma y con eso se pone en riesgo la principal fuente de divisas (legales). La otra, muestra el México lindante con el imperio: la segunda fuente de dólares son las remesas de los millones de trabajadores legales e ilegales que son mano de obra barata en Estados Unidos. Los mexicanos dan muestra de una hospitalidad y un orgullo patriótico increíbles. Tienen una vida cultural colorida, vivaz, alegre. Sin embargo, hay un manto de silencio sobre la violencia estatal que permitió naturalizar estos cien mil muertos ocurridos en menos de una década. El libro institucional de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde se presentan las voces más comprometidas por el cambio social, no tiene empacho en referirse a la masacre de Tlatelolco de 1968 como el trágico enfrentamiento entre policías y estudiantes, cuando se trató de una emboscada masiva por parte de los uniformados, orquestada desde el gobierno cuando Luis Echeverría era secretario de Gobernación. Luego, en 1970, fue electo presidente y tuvo un rol activo en dar asilo a miles de argentinos que huían de la represión en Argentina, en Chile o Uruguay. Es decir, sudamericanos militantes que, de haber estado en aquella plaza de las Tres Culturas, hubieran caído bajo las balas policiales. Ese México es el de un acendrado machismo: el jueves por la noche, cuatro argentinas que volvían de la Feria del Libro subieron por la noche a un taxi y pretendieron discutir el precio del viaje: el chofer, sin vueltas, arrancó y les dijo que no abrieran la boca hasta llegar al hotel, que no estaba dispuesto a que unas mujeres le hablaran en ese tono. El temor a un lugar desconocido hizo que la consigna del taxista fuera cumplida a rajatabla. El colorido de la cultura convive con la cultura de la imposición. Mande, es la primera voz que surge de cualquier empleado que cumple funciones en áreas de servicio. Esa aparente docilidad está acompañada de la militarización de miles y miles de jóvenes que se incorporan a agencias policiales. Un spot que grafica esto se ve a cada rato en la televisión de Guadalajara (capital del Estado Jalisco): Únete a la Fuerza Única Jalisco, tu fuerza puede ser nuestra fuerza. Tanques, helicópteros, ametralladoras antiaéreas y hombres vestidos de negro armados hasta los dientes convocan a sumarse a la policía estatal, una de las tantísimas agencias estatales que circulan por los laberintos de un país convulsionado por el dolor.

En la Feria del Libro de Guadalajara

Miles y miles de estudiantes que entran gratis y se sientan a escuchar atentamente y hacen entrevistas a cualquiera que crean escritor. Miles y miles de adultos que pagan una entrada no muy cara a este potente encuentro de cultura que es, a la vez, la cita para una industria cada vez más transnacionalizada y en manos de poquísimos jugadores. Las charlas se multiplican, al mismo tiempo. Este cronista pasó por una y otra en el laberinto de las callecitas internas. Algunas son escenas sobresalientes que merecen ser compartidas con el lector. Paco Ignacio Taibo II presentó Asturias 1934, una historia que lo lleva a su abuelo, un marino mercante que traía clandestinamente pistolas belgas y las escondía en el taparrollos de la persiana hasta que llegaran a manos de los mineros anarquistas. Una historia que lo lleva a su anual Semana Negra de Gijón, plena de alegría y talento, pero incrustada en la desaparición de las minas por las reformas económicas. Un Paco Taibo que cuenta cómo están las cosas en México mientras ubica en sus frases de modo quirúrgico un pinche, un cabrón, una chingada y un cuate mientras inevitablemente todos nos reímos. Un Paco Taibo que milita horas y horas en las bases del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) del cual es dirigente. Un Paco Taibo comprometido hasta la médula con la causa de los 43.
Un rato después, casi sin tiempo de un café, se presentaba Thomas Piketty, autor de El Capital -escrito en rojo- y con una tipografía más suave en el siglo XXI . El joven francés que llegó al Instituto de Massachusetts con cara de ángel y dos décadas después publica un libro que recorre el mundo como un fantasma. Su libro apunta a las reformas fiscales de fondo. Se mete más con David Ricardo y Carlos Marx que con Jhon Keynes porque plantea que el gran dilema de la economía mundial es la distribución del ingreso y desde allí se pueden modificar las otras variables. Pikkety, interpelado por los mexicanos, dijo que su libro no es eurocentrista pero que de muchísimos países –como México– no puede obtener datos confiables sobre la realidad fiscal y cómo se pagan los impuestos. Por la noche del jueves, al cerrar la feria, una inmensa carpa que albergaba a miles de personas, tuvo la música del Chango Spasiuk. Polcas y chamamés, horas de fina música y las palabras agudas y amigas del misionero: la música no es para olvidar sino para hacer memoria, que aparezcan con vida los 43. Terminaba una jornada larga, con la tranquilidad de que Taty Almeida se recuperaba. La historia fue que, apenas llegada al DF, se sintió mal, la internaron y la operaron de divertículos. Por suerte, estaba su hija Fabiana y estaban en contacto con la embajadora Patricia Vaca Narvaja. Taty tenía una cita de honor en la feria: Ulises Gorini iba a acompañarla en la lectura de los poemas de su hijo Alejandro, detenido desaparecido en 1975. Ahora, esta madre querida se recupera y podrá volver a la Argentina a seguir con su lucha y su ejemplo de temple y dignidad.
Fuente:Miradas al Sur

jueves, 27 de noviembre de 2014

Para el debate:Re-definiendo el vínculo entre Interacción y Sociedad: (o cómo superar el dilema micro-macro desde una perspectiva sistémico-constructivista)


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Los sistemas de interacción, porque usan la comunicación, son siempre la realización de la sociedad en la sociedad
Niklas Luhmann
La historia reciente de las ciencias sociales ha estado marcada por una tormentosa alternancia entre dos niveles de análisis que hasta el día de hoy se disputan el objeto de estudio de la sociología. Basta con recordar el temprano enfrentamiento entre el proyecto científico de Gabriel Tarde y Émile Durkheim, para darnos cuenta que las discrepancias entre micro-sociología y macro-sociología han acompañado a nuestra disciplina desde sus referentes fundacionales. Posiblemente, la imagen más clara de esta doble alternancia se ilustra en la famosa condena de Talcott Parsons: a toda teoría de la sociedad le seguirá una revuelta interaccionista (Jeffrey, 1992:70).
Desde entonces, tenemos por un lado la intuición de la micro-sociología (Blumer, 1969; Garfinkel, 1967; Goffman, 1982) con respecto al sentido práctico de lo social y su apuesta por analizar situaciones altamente contingentes donde el orden social se pone en juego a cada momento. A juicio de los etnometodólogos, es preciso abandonar la idea de sociedad, en tanto constituye un obstáculo para el estudio de las reglas que gobiernan el orden cotidiano de la interacción social. Si Margaret Thatcher se dedicara a la etnometodología, podría resumir este argumento en su famosa protesta contra las instituciones democráticas: ¡No existe tal cosa como una Sociedad!.
Al igual que la señora Thatcher, los interaccionistas parecen haber confundido los alcances de esta afirmación con un retroceso evolutivo en su objeto de investigación. Si bien el nivel de la interacción puede resultar adecuado para el estudio de sociedades primitivas, en donde los seres humanos pasaban su tiempo observándose una y otra vez sin desencadenar efectos extra-situacionales, resulta insuficiente bajo condiciones actuales, considerando la variedad de causalidades emergentes que no pueden analizarse únicamente a partir del contacto entre presentes (Strum & Latour, 1987). 
Una alternativa razonable sería volver sobre los pasos de Durkheim y buscar respuestas en la sociedad, o más precisamente, en las estructuras sociales (e. g. normas, instituciones, valores) que algunos teóricos elevaron a la categoría de pre-requisitos funcionales (Parsons, 1951). A diferencia del individualismo extremo de la micro-sociología, aquí las interacciones resultan demasiado residuales, demasiado humanas, como para llegar a convertirse en una categoría sociológicamente relevante. En cambio, los teóricos de la sociedad prefieren especializarse en la fabricación de “idiotas culturales”, que sólo se dejan guiar por normas y modelos pre-definidos, como si estuvieran escenificando en carne propia el guión de una película dirigida por George Romero.
La solución preferida por la sociología contemporánea ha sido naturalmente emprender una serie de proyectos de síntesis con el propósito de alcanzar algún tipo de acuerdo razonable entre las dos posiciones. Los arreglos conceptuales diseñados por autores como Bourdieu, Giddens o Habermas, podrían formar parte de este selecto grupo de compiladores. Sin embargo, por más variaciones que se introduzcan a la dialéctica original, nada nos asegura que el punto medio entre dos polos inexistentes tenga aún menos derecho a existir que las posturas iniciales del interaccionismo simbólico o del funcionalismo normativo.
Tratado Comparativo entre el Polo de la Interacción y el Polo de la Sociedad
Tratado Comparativo entre el Polo de la Interacción y el Polo de la Sociedad
Antes de seguir poniendo a prueba la imaginación sociológica, tal vez deberíamos dejar de ser tan ingeniosos y desplazar esta distinción por otra tensión conceptual que nos permita definir el orden social más allá de sus escalas de actividad. A primera vista, la distinción sistema/entorno debería ser una buena alternativa a la solución del compromiso. A diferencia de los proyectos de síntesis, la solución explorada por Luhmann no intenta resolver antinomias, ni reproducirlas en su conjunto, sino superarlas mediante el uso de nuevas distinciones. La ganancia cognoscitiva de la distinción sistema/entorno radica en que esta no se basa simplemente en una referencia analítica, como ocurre en el caso de la separación por niveles, sino en un referente empírico inspirado en el “cálculo de la forma“.
La unidad de la diferencia entre interacción y sociedad podría modelarse indicando el lado interno (sistema) de una forma compuesta de dos lados (sistema/entorno) y excluyendo todo lo demás (entorno). En el caso de la sociedad, Luhmann nos dice que se trata de un sistema en evolución capaz de incluir todas las operaciones de comunicación en el lado interno de la distinción sistema/entorno. En otras palabras, no es posible comunicar fuera de la sociedad. 
Las interacciones, en cambio, emergen como sistemas adaptativos que articulan su autopoiesis en coherencia con un ambiente social ya establecido por la misma sociedad. Esto no significa en ningún caso que la sociedad contenga a otros sistemas en cuyas partes se incluyan las interacciones como si se tratase de muñecas rusas en el juego de las matrioskas. La sociedad no es más grande ni más pequeña que las interacciones. El vínculo entre ambos radica, más bien, en que la distinción constitutiva de los sistemas de interacción (presencia/ausencia) permite procesar el problema de la doble contingencia.
En la medida en que la sociedad se realiza como interacción, las ofertas de sentido pueden ser actualizadas, negociadas o rechazadas gracias a la codificación del lenguaje como mecanismo de variación evolutiva. Al mismo tiempo, la sociedad dispone de nexos estables de expectativas (e. g. roles, programas, valores) que aseguran el entendimiento mutuo entre los seres humanos mediante el uso de comunicación: “sin interacción no habría sociedad, y sin sociedad ni siquiera la experiencia de la doble contingencia” (Luhmann, 2007:647). Ambos planos se presuponen y co-producen mutuamente como unidades emergentes, es decir, ninguno de los dos se reduce a las propiedades del otro (a pesar de que cada uno resulte indispensable para el funcionamiento del otro).
Tal comprensión, no implica en ningún caso, que las interacciones puedan ser colonizadas o instruidas desde su entorno por los sistemas funcionales de la sociedad, como pretende demostrar la teoría de Habermas. Afortunadamente para los seres humanos, las interacciones cuentan con la capacidad de acoplarse y des-acoplarse con relativa facilidad de los programas asignados por el resto de la sociedad (Robles, 2006). Tal como lo entiende Goffman, serían aquellos sistemas donde usualmente nos ´personificamos` en biografías plenas para desarrollar actividades que no cumplen ninguna función específica. En cierta forma, representan el backstage de la sociedad.
Forma Comunicativa del vínculo entre Interacción y Sociedad
Síntesis Comunicativa del vínculo entre Interacción y Sociedad
Ahora bien, a pesar de que la propuesta de Luhmann ha sido aplicada con éxito al diagnóstico de la sociedad, no ha sucedido lo mismo en el nivel de la interacción. Los investigadores sistémicos parecen más interesados en investigar desde la comodidad que les brinda el “vuelo de la abstracción” antes de pensar siquiera en descender a los infiernos de su realización empírica. Si nuestra tesis es correcta, y la teoría de sistemas demuestra mejores rendimientos conceptuales para definir el vínculo entre interacción y sociedad, el trabajo de Luhmann tiene que ser integrado a un programa metodológico que le permita analizar empíricamente la emergencia de interacciones cotidianas y sus variaciones en el curso de la evolución de la sociedad.
Existen actualmente al menos dos líneas de exploración que están asumiendo esta tarea. La primera se enmarca dentro de la tradición etnometodológica (Garfinkel, 1967) y representa el esfuerzo de la sociología alemana por dar consistencia a la hipótesis formulada por Luhmann sobre los sistemas de interacción como unidades irreductibles a la sociedad. Es más, algunos herederos de la obra de Luhmann, como André Kieserling, Dirk Baecker o Peter Fuchs, han recibido con entusiasmo las oportunidades de diálogo entre ambos paradigmas.
Quizás el ejemplo más interesante se encuentra en la iniciativa del sociólogo Fernando Robles dirigida a identificar aquello que distingue a la reproducción autopoiética de los sistemas de interacción frente al resto de la sociedad. La tesis de Robles apunta a que la autopoiésis de la interacción sólo es posible mediante el uso práctico del lenguaje bajo la forma de expresiones indexicales. Esta condición obliga a que sus participantes deban referirse continuamente al contexto donde adquiere sentido la comunicación para mantener la atención de los interlocutores. En casos extremos donde la referencia indexical se remite a dos o más reglas de codificación simbólica, las interacciones pueden asumir patrones caóticos, transformando aquellos sistemas que Luhmann definió como los “más simples de la sociedad” en situaciones potencialmente hiper-complejas.
La segunda alternativa busca dar con las relaciones de interdependencia entre interacción y sociedad, haciendo un uso descriptivo de las herramientas metodológicas disponibles en la “sociología de la traducción” (Latour, 2008). Aplicando el “principio de simetría generalizada” al análisis de los sistemas de interacción, los Estudios de la Ciencia y la Tecnología han logrado detectar una serie de transformaciones en los estados emergentes de la sociedad (en el nivel macro) a partir de pequeñas variaciones (en el nivel micro). De aquí se derivan algunos nichos estables de acoplamiento entre interacciones y sistemas funcionales gracias a la emergencia de “regímenes de traducción” (Leydesdorff, 2013) como ocurre en el caso de los clusters tecnológicos de Silicon Valley.
Desde una perspectiva similar, Ignacio Farías analiza las dinámicas de encuadre y desborde que transforman una situación cotidiana en actividades orientadas por la codificación de sistemas funcionales específicos (e. g. destinos turísticos, obras teatrales, controversias políticas, etc). Farías se pregunta: ¿Bajo qué circunstancias una tematización particular puede desplazarse hacia los estados emergentes de la sociedad? Esto aparentemente ocurre cuando los participantes trascienden ciertos ´umbrales de tematización` que regulan los estímulos externos del entorno acoplado hacia el sistema. De esta manera, un conflicto entre particulares puede desencadenar la re-estructuración total del sistema hasta el punto de llegar a conducirse únicamente en base a los presupuestos de la moral o las normas del derecho.
Actualmente
Actualmente la presencia (física) no es un requisito excluyente para la emergencia de Sistemas de Interacción
Por último, nos parece relevante destacar uno de los principales desafíos analíticos para llegar a redefinir el vínculo entre interacción y sociedad: la necesidad de relativizar la presencia (física) como principio formativo de los sistemas de interacción. Hoy en día, establecemos conversaciones en tiempo real gracias a la mediación técnica de monitores, ordenadores y teléfonos-móviles que re-distribuyen los patrones convencionales de presencia y ausencia (Callon & Law, 2004).
Aun cuando el arribo de los medios impresos redujo notablemente las restricciones físicas de la comunicación, los medios digitales agregaron un elemento adicional. Estos últimos no sólo liberan a la comunicación de la proximidad espacial de sus participantes, como lo hace la escritura, sino que además garantizan sincronización y reciprocidad entre estímulos y respuestas, tal como ocurre habitualmente en los encuentros cara-a-cara (Knorr-Cetina, 2009).
Actualmente existen numerosas investigaciones que dan cuenta de mecanismos de interacción a distancia. Entre ellas, se destacan los estudios etnográficos en mercados financieros. Preda & Knorr-Cetina revelan la emergencia de ´sistemas escópicos` donde el contacto entre los agentes económicos se produce de ´cara-a-una-pantalla`. En un sentido evolucionista, la diferenciación de contextos transnacionales de interacción podría considerarse un avance pre-adaptativo de la ´sociedad venidera` tras la introducción de los medios de difusión digital. Sin duda, la investigación sistémica tendrá mucho que decir al respecto durante los próximos años.
Fuente:sintesissociales

viernes, 7 de noviembre de 2014

Compartir, alquilar, colaborar: un poco de orden en los términos


El movimiento que reúne nuevas formas de consumir y producir entre pares todavía no tiene un nombre completamente consensuado. La imprecisión en los términos que lo definen lleva a malentendidos y críticas. Un desglose, una propuesta y un alerta para impulsar las alternativas.


La economía colaborativa es todavía un campo muy nuevo, tan nuevo que sus límites no están bien definidos. En la práctica, se suele hablar tanto de economía colaborativa o en colaboración como de consumo colaborativo y de economía del compartir o compartida; también rondan otros términos, como la economía de pares, o la economía social y solidaria. Esto trae confusiones de léxico que llevan a malinterpretaciones y discusiones. La cosa se pone peor cuando pensamos que estamos haciendo una traducción, no solo lingüística sino también cultural, y que en distintas regiones del mundo las sociedades, el consumo, la tecnología y las regulaciones son diferentes. Ante la vaguedad en los términos, brotan los malentendidos: que se trata de una economía para pobres, o de ingenuos, o de hippies, o que funciona sin dinero; o, al revés, que es apenas una máscara bonita para el libre mercado y la economía en negro.

La economía colaborativa es hoy un gran paraguas conceptual que abarca tanto maneras de consumir como de producir, de financiar o de crear y compartir conocimiento. Recortado de otro modo, incluye tanto a grandes empresas como a microemprendedores, a compañías con ganancias millonarias y a organizaciones sin fines de lucro, cooperativas y asociaciones. Va desde Airbnb, la plataforma para alquilar hospedaje entre particulares valuada en 10 mil millones de dólares, hasta una huerta comunitaria barrial. ¿Qué tienen en común cosas tan dispares? La idea de una desconcentración de los bienes y del poder, del paso de un esquema centralizado a otro distribuido entre pares, que nos lleva de ser consumidores pasivos a ciudadanos coproductores. También, de una nueva forma de pensar en el uso eficiente de los recursos subutilizados, por oposición al hiperconsumismo. Pero por supuesto, por fuera de este núcleo común, hay diferencias enormes. Tratemos de poner un poco de orden entre etiquetas que suelen confundirse:

Consumo colaborativo

Término muy extendido en España gracias al sitio pionero Consumocolaborativo.com, de Albert Cañigueral, y también en Estados Unidos y Australia gracias a CollaborativeConsumption.com, creado por Rachel Botsman. Botsman es coautora junto a Roo Rogers del libro señero de todo este movimiento, What’s Mine is Yours: the Rise of the Collaborative Consumption (2010, sin edición en castellano), donde consagra la frase “Collaborative Consumption”. Define al consumo colaborativo como “un modelo económico basado en compartir, intercambiar, comprar, vender o alquilar productos y servicios que permite el acceso por sobre la propiedad. Está reinventando no sólo qué consumimos sino también cómo consumimos”.

Este término tiene la desventaja de privilegiar el enfoque desde el consumo, y ser menos representativo de otras vertientes importantes de este movimiento: la financiación entre pares, la educación y la creación de conocimiento compartido en red, la producción colaborativa canalizada a través del movimiento maker, y las nuevas formas de participación ciudadana habilitadas por las redes de pares.

Economía del compartir o compartida (sharing economy)

Por lejos, el término más extendido en Estados Unidos y buena parte del mundo angloparlante, aunque su traducción al español no tuvo mucho éxito. Rachel Botsman la define como “un modelo económico basado en compartir bienes subutilizados, desde espacios hasta habilidades o cosas, por beneficios monetarios o no monetarios”.

Este nombre tiene la ventaja de ser breve, conciso, atractivo y empático. Pero a cambio, se compra el problema de atraer muchas críticas, basadas principalmente en el argumento de que “alquilar no es compartir”. Muchos consideran que llamar “economía del compartir” a diversas formas de compra, venta, alquiler o intercambio es una suerte de publicidad fraudulenta, de estafa a los sentimientos de quien escucha. Con este argumento se ataca sobre todo a las empresas más grandes que se amparan bajo este movimiento, como Airbnb o Uber. Se las acusa de usar el término “compartir” y hablar de “comunidades” como mera estrategia de marketing para lograr evadir los impuestos correspondientes a la economía formal y lograr más ganancias para los accionistas, que, por cierto, no tienen nada de alternativos: son los grandes inversores de riesgo de Silicon Valley. Los críticos aseguran que estas grandes compañías se escudan detrás de los pequeños participantes con pequeñas ganancias (como son aquellos que alquilan una habitación de la casa en la que viven a través de Airbnb) para seguir reproduciendo el capitalismo más ortodoxo, donde las grandes ganancias se reparten entre pocos y ricos. Incluso hay toda una línea que señala a la organización Peers, que se autodefine “de base”, como lobbistas que trabajan por los intereses de grandes inversores de esta nueva economía. En las ciudades donde el debate acerca de Airbnb se ha recalentado más, como Nueva York y Barcelona, escenario de batallas legales, ha habido incluso manifestaciones en las calles a favor y en contra de esta plataforma.

“Una enorme parte de lo que se conoce como ‘sharing economy’, que abarca toda la parte de empresas con fines de lucro, no implica compartir en sentido estricto”.


Es cierto que una enorme parte de lo que se conoce como “sharing economy”, que abarca toda la parte de empresas con fines de lucro, no implica compartir en sentido estricto. Compartir, lo que se dice compartir, es lo que hacemos cuando ofrecemos parte de lo propio a otros sin dinero de por medio, como en el caso de la plataforma para brindar alojamiento gratuito Couchsurfing, o cuando usamos bienes comunes entre varios, como un parque o los libros de una biblioteca pública. Lo que hay en la “sharing economy” es una acepción diferente de la idea de “compartir”: la de que un bien subutilizado puede explotarse de manera más eficiente si se abre su acceso a otros que no son sus dueños, incluso generando un rédito. Sólo en ese sentido puede pensarse en alquilar una habitación, una herramienta o un auto como “compartir”.
Sin embargo, si nos sacamos de la boca el mal gusto de sentirnos engañados por el uso sesgado del término, podemos pensar en las ventajas múltiples de estos varios sistemas de intercambios y alquileres. Siguen siendo muy provechosos en términos ambientales, económicos y muchas veces también sociales; Airbnb consume al planeta muchos menos recursos naturales que la cadena Hilton, y reparte mejor sus ganancias. Por eso, prefiero evitar los problemas de la frase “economía del compartir” y usar en cambio otro nombre quizás más vago, pero menos engañoso: economía colaborativa.

Economía colaborativa o en colaboración

Este es mi favorito, porque ayuda a resolver el “fraude” de hablar de compartir en una acepción muy estrecha, y abarca mucho más que el consumo. Es uno de los términos más extendidos hoy en castellano; en inglés, en cambio, es menos frecuente. En francés, sobre todo gracias a la influencia de la organización OuiShare, “économie collaborative” es también el término preferido.

Otra ventaja es que el término “economía” tiene un sentido amplio. Rachel Botsman toma “economía colaborativa” como el núcleo duro que comparten otros términos; permite incluir las ideas de financiación, educación, producción y hasta el intercambio de conocimiento entre pares. En el portal el plan C definí la economía colaborativa así, siguiendo a Botsman: “Una economía construida sobre redes distribuidas de comunidades e individuos conectados entre sí, como alternativa a las instituciones centralizadas. Un cambio de paradigma que pone el foco en el intercambio entre particulares y modifica la manera en que producimos, consumimos, nos educamos y financiamos. Abarca todas las formas de compartir, intercambiar, trocar, prestar, alquilar, regalar, vender y comprar bienes, servicios y capacidades entre particulares; muchas de ellas lograron un nuevo impulso gracias a internet. También las formas de producir conocimiento, arte o valor de forma colectiva y descentralizada”. Y, por cierto, que privilegia el acceso a bienes y servicios por sobre la propiedad de ellos.

OuiShare habla de “prácticas y modelos de negocios basados en redes horizontales y participación de la comunidad, que borran los límites entre productores y consumidores”, donde las comunidades “se encuentran e interactúan en redes online y plataformas de pares, pero también en espacios físicos compartidos”. Y subsume dentro de este gran paraguas distinas vertientes: el consumo colaborativo (que equipara a la economía del compartir); la circulación de dinero entre pares, sea como financiación colectiva (crowdfunding) o préstamos p2p; la producción y el diseño colaborativo del universo maker, hacker y do it yourself, y todos los sistemas de conocimiento abierto, desde la educación p2p hasta la cultura libre, el software libre, el movimiento de datos abiertos y gobierno abierto.

“Economía colaborativa” sirve tanto para dar cuenta de la vertiente estadounidense del fenómeno, más pragmática y volcada a los negocios, como de las movimientos europeos, tradicionalmente más orientados a lo social, como los sistemas para compartir viajes en auto o las plataformas para reducir el derroche de comida.

Por otra parte, “economía colaborativa” viene usándose desde hace un tiempo en castellano y en portugués en América latina, desde una perspectiva más social y comunitaria, como la que promueve el colectivo Minka Banco de las Redes. La especialista brasileña en economía colaborativa y creativa Lala Deheinzelin la considera “la versión 2.0 de la economía social y solidaria”, ya que suma el enorme potencial de las redes vehiculizadas por internet, que -según explica- conectan a las comunidades de pares y elevan el impacto de un modelo lineal a uno exponencial. “Son nuevos sistemas -softwares- para identificar y optimizar excedentes -hardwares-”, explica.

Como término de máximo alcance, la economía colaborativa no se define por sus intenciones (como la social y solidaria), sino más bien por su estructura orientada a la descentralización y la distribución entre pares en red, más cerca de la economía de pares (p2p economy). Entre sus lineamientos básicos está privilegiar el acceso por sobre la propiedad, la colaboración por sobre la competencia, aprovechar al máximo la capacidad ociosa de los bienes ya existentes como reacción al hiperconsumo y reubicar al consumidor en un rol activo de ciudadano y productor en pie de igualdad.

Queda abierto el debate acerca de hasta qué punto se puedan considerar “colaborativas” las grandes compañías que manejen sus activos y estrategias de mercado del modo tradicional. Cuando Uber y Lyft, dos sistemas para conseguir viajes en auto, se lanzan a una batalla sin cuartel que puede llegar al sabotaje, no están precisamente honrando el lema de la colaboración por sobre la competencia. Cuando las empresas acumulan datos de sus usuarios en lugar de abrirlos de manera transparente, están jugando con las reglas del juego antiguo. Mucho más aún cuando les impiden a aquellos que se proponen como proveedores de servicios comunicarse y ponerse de acuerdo entre sí, como es el caso de TaskRabbit, una plataforma que conecta a gente disponible para pequeñas tareas con otra que quiere contratarlos… al menor precio posible. En ese caso, la idea de “colaborativo” está encubriendo una desregulación feroz, un hueco legal que es aprovechado para esquivar impuestos y maximizar ganancias a expensas de los trabajadores, desamparados en lo más crudo del libre mercado. Y cuando Uber -otra vez- es blanco de protestas de los propios conductores, que se consideran explotados, cuesta entender en qué sentido esa compañía podría etiquetarse como “colaborativa”.

En este momento inicial, donde navegamos entre zonas grises y vacíos legales y los términos todavía se están definiendo, vale la pena estar atentos para no ser cómplices del “collaborative washing”, o “share washing”. La naturaleza exponencial de las redes online juega a favor de la desconcentración y en contra de los grandes monopolios, pero el poder del capital es grande. Sería una pena que lo mejor de este movimiento, que contiene el germen de lo distribuido y lo abierto, se deje usar como máscara bonita por el mismo capitalismo salvaje de siempre.
Fuente:Telam

viernes, 17 de octubre de 2014

Histórico: Argentina lanzó con éxito su primer satélite

Finalmente, la nave argentina despegó de la Guayana francesa y en poco tiempo podrá comenzar a brindar servicios de telecomunicaciones a todo el territorio nacional y países limítrofes. "Este es un hito científico-tecnológico importantísimo para la Argentina", sostuvo el ministro de Planificación Julio de Vido.


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Tras la demora por las condiciones climáticas, finalmente Argentina lanzó desde Kourou, en la Guayana Francesa, el Arsat-1, el primer satélite geoestacionario argentino.
El ministro de Planificación Federal, Julio de Vido, celebró el exitoso lanzamiento del satélite: "Estamos deslumbrados con el despliegue tecnológico. Quiero agredecer a los gobernadores argentinos que nos acompañan. Argentina es un país que tiene razón de ser gracias a su sentido federal".
"Esta posibilidad que hoy tenemos, de estar lanzando este satélite, se la debemos a una política de Estado de Néstor Kirchner. Este es un hito científico-tecnológico importantísimo para la Argentina", sostuvo.
En tanto, Matías Bianchi, presidente de Arsat, calificó el lanzamiento de "exitoso" y expresó: "Argentina ya es nuevo integrante de un selecto grupo de países".
"Sería importante hacer un público reconocimiento a los equipos de Arsat e Invap por el trabajo realizado en equipo. Este es un paso que nos obliga a pensar en un horizonte lejano con infinitas oportunidades. Ojalá que nadie pueda pensar en dar un paso atrás. Tenemos el desafío para el año próximo de Arsat II, con el objetivo de achicar la brecha tecnológica. Estamos yendo hacia una soberanía satelital", agregó.
En tanto, el Secretario de comunicaciones de la Nación, Norberto Berner, sostuvo: "Hoy es un día histórico para Argentina y latinoamérica. La posibilidad que nos abre a los argentinos Arsat I será brindar un muy buen servicio de telecomunicaciones -hecho por argentinos y para argentinos-. Hoy se cristalizó gran parte de este proyecto político iniciado por Néstor Kirchner en 2003. Eligió el camino más difícil, no comprar o alquilar un satélite, sino producirlo".
El Arsat-1brindará servicios de televisión directa al hogar, acceso a Internet con recepción en antenas Vsat y telefoní­a IP a todo el territorio nacional y países limítrofes.
El satélite fue íntegramente diseñado, construido y testeado en el país. Con su puesta en órbita Argentina se suma al selecto grupo de ocho países que los producen.
El presidente de Arsat, Matías Bianchi, destacó “la decisión estratégica tomada en 2006 para proteger las posiciones orbitales y también de hacerlo con satélites hechos en Argentina”, en la previa del lanzamiento del Arsat-1 desde Guayana Francesa.
Bianchi aclaró que "la vida útil de un satélite se estima en 15 años, por eso los procesos de desarrollo son de largo plazo y en cada hito se hace una evaluación de cada componente del satélite y se define que elementos se desarrollan localmente y cuáles se importan, de acuerdo al impacto que puedan producir en la industria nacional y en el desarrollo soberano".
"Tenemos que ser capaces de aplicar todos los aprendizajes que deja este satélite al resto de los desarrollos tecnológicos argentinos", finalizó.
Tenemos que ser capaces de aplicar todos los aprendizajes que deja este satélite
El presidente de Invap, Horacio Osuna, resaltó el trabajo en equipo entre los distintos organismos para lograr “un hito más de un proceso de desarrollo tecnológico que tiene el país hace muchos años y con mucha fuerza en la última década”.
El proyecto Arsat-1 demandó 270 millones de dólares y permitió que Argentina no perdiera la posición orbital 81, muy codiciada porque enfoca desde Estados Unidos hasta las Malvinas, y con el Reino Unido en espera en la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
Fuente: Tiempo Argentino

miércoles, 15 de octubre de 2014

"El mayor cambio, después de la elección, es la conversión del MAS y Evo en liderazgos nacionales"

Evo, el futurista

Aún sin los resultados oficiales, todo el arco político boliviano reconoció el amplio triunfo de Evo Morales, que según los cómputos preliminares estaría entre el 59% y el 61% de los votos. Al igual que los demás procesos políticos, el del MAS y el “evismo” superará la década. Sin embargo, no todo se reduce a la invocación indigenista y la cobertura social, ambas inéditas en la historia del país. Siete claves para entender una elección tan previsible como decisiva.



1. A partir de las 8 de la noche del día del domingo, según la ley electoral boliviana, se pudieron conocer las bocas de urna. Todas ellas, sin excepción, mostraron una victoria abrumadora de Evo Morales, que rondaba el 60% de los votos, puntos más o menos.
La página del Tribunal Superior Electoral, que había prometido tener resultados durante la madrugada, quedó congelada con un magro 2,89% de los votos computados, después que se conociera una amenaza de hackeo. Del resultado “fino” de los números dependerá cómo quede la cámara de Senadores, donde el MAS necesita llegar a los dos tercios de las bancas para poder llevar adelante reformas constitucionales, entre ellas, la de reelección indefinida.

2. El mayor cambio político, después de la elección es la conversión del MAS y Evo en liderazgos eminentemente nacionales, superando por primera vez la dicotomía entre la región occidental andina y la oriental de tierras bajas. No se trata de una división geográfica: Morales había logrado en estos años una hegemonía entre la población indígena que vive mayoritariamente en el occidente, pero el oriente se había convertido en el lugar de resistencia a ese proyecto. Las razones eran lógicas: es donde se encuentran los mayores emprendimientos productivos, una clase media más extendida y una menor presencia de las comunidades originarias. Ayer, la lista del MAS venció en todos los departamentos, incluído Santa Cruz de la Sierra. La única excepción fue Beni, donde de todas maneras aumentó su caudal respecto a 2009. Lo que empezó como una fuerza “indigenista”, anclada en las comunidades rurales del Altiplano, se transformó en una fuerza nacional, lo que implica también convertirse en una más plural y diversa.

3. Esa conquista del oriente del país por parte del MAS mostró la capacidad del gobierno de Evo en atender demandas cada vez más complejas vinculadas a sectores que habían sido enemigos declarados del proceso de cambio. Unas semanas antes de la elección, Evo cerró la Feria de Exposiciones de Santa Cruz, cita obligada de los empresarios bolivianos. Ahí les anunció una serie de inversiones en infraestructura e incluso les pidió "el acompañamiento del sector privado para la inversión". Una imagen completamente distinta a la del 2008, cuando la elite cruceña estaba en pie de guerra y amenazaba con partir el país en dos mediante la proclamación de una autonomía. Después de derrotarlos, Evo los sumó, de forma subordinada, a sus planes. Hoy, el proyecto del evismo ya no puede explicarse sólo como reivindicación de “lo indígena” ni siquiera de la Bolivia pobre y excluida. Es eso, pero no sólo eso.

4. El discurso de Evo, cuando salió al balcón del Palacio Quemado para festejar junto a los simpatizantes reunidos en la plaza Murillo, da cuenta de ese cambio. Lo primero que dijo fue que “no hay más media luna, hay luna llena”, haciendo referencia al fin de Santa Cruz como bastión opositor. Pero, llamativamente, su discurso tuvo menos de reivindicación de sus políticas sociales, reducción de la pobreza y la desigualdad, que una invocación que podríamos llamar “futurista”: habló de Bolivia como “potencia”, dedicándole el tramo central del discurso. Se refirió al lanzamiento del satélite de comunicaciones Tupac Katari, a fines del año pasado. Dijo que eso había sido “pensar en grande” y que “esa política había ganado”. Lo ligó con el próximo proyecto de desarrollo tecnológico, de energía nuclear: "Vamos a empezar con energía nuclear para fines pacíficos, [aunque] nos dicen que eso es para los países desarrollados, vamos a empezar. Eso es pensar en lo grande."

5.Futuro, potencia, tecnología, desarrollo. Evo Morales es un líder que no se conforma con la “revancha” histórica de haber puesto a los indígenas en el poder. Esa fue la condición necesaria -pero no suficiente- para pensar ahora sí, con todos los bolivianos adentro, un país nuevo. Los que no habían gobernado nunca, están cumpliendo las tareas de desarrollo básicas que la vieja elite social no había podido o querido hacer. Esa doble refundación (fin del apartheid indígena primero, cambio productivo y económico, después) es única, y le da al proceso boliviano una radicalidad mayor comparado con los demás procesos de la región.
Si esa radicalidad es más profunda, la dependencia del liderazgo personal también lo es. El MAS es la articulación de un archipiélago de movimientos sociales antes que un partido político, lo que ubica a Morales en el papel insustituible de cohesionador. La condición indígena de Evo, que sigue siendo clave, es algo de lo que carece su segundo, Álvaro Linera.

6. Fiel a su origen de intelectual marxista, el vice presidente Álvaro Linera expuso los lineamientos de la campaña electoral a modo de “programa”. En una entrevista para las redes sociales, conceptualizó tres ejes: industrialización, (“la idea es que Bolivia exporte cero materia primera y exporte valor agregado”) Bolivia como centro energético (“aumentar la exportación de gas y electricidad a los demás países del Cono Sur”), y como centro de producción de alimentos (“queremos pasar de las 3 millones de hectáreas a 7 millones”). Los proyectos son complejos y los críticos señalan una obviedad: por ahora, el único que parece avanzar es el más sencillo, que es convertir a Bolivia en un gran exportador de energía, que le permite una importante entrada de dólares al país, pero que por sí sólo no garantiza -más bien lo contrario- un proceso de industrialización. Lo que no quita el mérito de que, con diez años en el poder, los objetivos del “evismo” se reinventen.

7. El triunfo aplastante del MAS, y la victoria en Santa Cruz, profundizan la crisis de la oposición boliviana. De confirmarse los números preliminares, Samuel Doria Medina estaría rondando los 25% puntos. Algo realmente escaso para discutir la próxima agenda con el gobierno. Es esperable que la oposición pase por un segundo proceso de depuración interna. El primero sucedió luego de la elección del 2009, cuando toda una camada de dirigentes pasaron a retiro, cuando no al exilio, para sortear causas por enriquecimiento ilícito o “terrorismo y secesión”, en el caso de los líderes santacruceños. Tampoco tuvo esta vez éxito el Movimiento Sin Miedo de Juan Granados, antiguo aliado del gobierno, quien anunció que era su “último desafío electoral”.
La hegemonía que consiguió Morales, ahora en todo el país, deja aventurar que la próxima oposición surja, finalmente, del interior del propio bloque de poder.
Fuente:telam

lunes, 29 de septiembre de 2014

La voz de los presos como radiografía carcelaria




UN INFORME QUE ANALIZA QUIENES SON LOS CONDENADOS Y POR QUE
La Universidad de Tres de Febrero realizó un informe sobre cárceles del SPB y SPF. Encuestó a más de mil condenados de ambos géneros. Fuerte prevalencia de jóvenes de origen humilde, el eslabón de la cadena delictiva más fácil de reemplazar.
 Por Horacio Cecchi
Cada uno de los presos condenados en la Argentina cuesta a la sociedad alrededor de 10 mil dólares al año en gastos que demanda su encierro. Esa cifra, comparada con el motivo de su condena, toma un cariz inexplicable hasta para la mano más dura: la tendencia mayoritaria de los 15 mil condenados por delitos a la propiedad en los sistemas federal y bonaerense (los dos juntos representan el 60 por ciento del total del país) es que están por robos menores a 2500 dólares. Y un cuarto de esos 15 mil fue condenado por robar menos de 900 dólares. Los datos surgen de un informe sobre prisiones realizado por investigadores del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (Celiv) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref). El informe hace una radiografía desacostumbrada sobre el sistema penal y qué es lo que se pretende de él: “Suponer que las cárceles no tienen nada que ver con la sociedad es un error. Cada día se pueden encontrar en el país 70 mil chicos que tienen al menos uno de sus padres presos”, señaló a Página/12 Marcelo Bergman, director de la investigación (ver aparte).
El informe, titulado “Delito, marginalidad y desempeño institucional en Argentina: Resultado de la encuesta de presos condenados”, trabaja sobre datos aportados en una encuesta realizada a 1033 presos ya condenados, varones y mujeres, alojados en unidades del SPF y del SPB. Uno de los aportes novedosos de la investigación es precisamente hacer hablar a quienes están atravesados por el sistema penal, los presos.
El trabajo se divide en cuatro áreas temáticas que representan los diferentes momentos en la vida de una persona condenada: la primera trata sobre las características de su vida previa a la detención, el modo de socialización, de su niñez, y su pasado educativo y laboral. La segunda, determinadas particularidades del delito que cometió y por el que fue condenado, patrones delictivos, la reincidencia en el delito, el alcohol y las drogas, y el uso de armas. En la tercera se trabaja la transición por el proceso legal hasta que fueron condenados; cómo fue el accionar policial y de la Justicia desde que fueron detenidos y hasta el dictado de la sentencia. La última se refiere al tipo de condiciones de vida en la cárcel, sus actividades, sus vínculos y los problemas que enfrentan en su vida cotidiana.
El estudio, además, forma parte de un trabajo más amplio, con las mismas características, realizado en otros cinco países de la región: Brasil, Chile, El Salvador, Perú y México, lo que permite realizar comparaciones y análisis de mayor profundidad.
En ese aspecto, el estudio destaca que, si bien Argentina mantiene la menor tasa de prisionalización entre los seis países estudiados (en 2012, 149 cada 100 mil habitantes; contra la siguiente, México, con 169; siendo la máxima en El Salvador, 430), sostiene la misma tendencia creciente que el resto de la región: en doce años, la tasa argentina aumentó casi un 50 por ciento (en 2000 era de 103), sin que la producción de delito se haya resuelto.
Del perfil de los condenados se puede saber que uno de cada cinco internos no conoció a su madre o padre o a ambos. Y dos de cada cinco abandonaron su hogar antes de los 15 años, dato que se asocia con la violencia que vivió dentro de su familia: mientras que en hogares sin violencia el 10 por ciento se fue de la casa antes de los 15 años, la cifra se multiplica más de dos veces y media (26 por ciento) de abandono de hogares con violencia antes de los 15 años. Al mismo tiempo, mientras que el 84 por ciento de los encuestados de hogares no violentos reconoció tener mucha confianza en sus padres, la proporción disminuyó a 46 por ciento en los casos que provienen de hogares violentos. Además, el 37 por ciento reconoce durante su niñez cierta familiaridad con el alcohol y/o las drogas en su hogar.
Un tercer indicador, muy importante dentro del perfil previo del interno, es lo que el estudio denomina “habitualidad” de la cárcel. Tres de cada cuatro (73 por ciento) señalaron tener familiares o amigos que pasaron por la experiencia carcelaria. “La ‘habitualidad’ de la cárcel –señala el informe– reduce su efecto disuasivo.” Sin que la violencia en el hogar, la formación en un ambiente familiarizado con la ingesta de drogas y alcohol, y la presencia de conocidos con pasado carcelario se confirmen como causales directas de la prisionalización, la encuesta sostiene que son marcas que se repiten en forma muy frecuente entre la población privada de libertad.
El informe encuentra también asociaciones fuertes entre hogares con violencia y un primer paso por institutos de menores. Más de la mitad de la población entrevistada estuvo en institutos para adolescentes. Este hecho en sí mismo ya muestra la errónea política de encierro adolescente que no sólo no posibilita la reinserción, sino que promueve a la repetición.
La edad promedio de inicio en el delito es de 21 años. Las tres cuartas partes de la población consultada cometió el primer delito antes de los 23. Este dato, más que cargar tintas sobre la adolescencia, cruzado con los otros marcadores de fuerte incidencia como el hogar violento que lleva a la salida temprana del hogar e instala a un chico de menos de 15 años asociado con ambientes delictivos, puede vincularse a la presencia de un Estado interesado en la persecución punitiva, pero ausente en política social.
Respecto a la intervención policial y judicial, los datos que surgen son llamativos: el 81 por ciento de los detenidos por robo y el 78 de los detenidos por tráfico y/o tenencia de drogas lo fueron en flagrancia. Lo mismo para poco menos de la mitad de los homicidios. La percepción de corrupción en todo el proceso es alta: dos de cada tres internos dijeron que de haber tenido suficiente dinero la policía o alguna otra instancia judicial lo hubieran dejado ir. No sólo percepción de corrupción: el sistema penal deja adentro a quien no puede pagar. El informe también destaca que les solicitaron dinero o pertenencias en algún tramo del proceso: el 71 por ciento respecto a la policía; el 31 por ciento mencionó a la fiscalía; guardias penitenciarios, un 22 por ciento. Los jueces no quedaron fuera: 5 por ciento dijo que un juez pidió pagos a cambio de beneficios. Otra cara de la misma moneda: el 38 por ciento nunca pudo hablar con el juez.
En el paso por las manos policiales, la referencia no es metafórica: el 42 por ciento de los entrevistados sostuvo que fue golpeado o se utilizó la fuerza física para obligarlo a declarar o a cambiar su declaración. El informe aclara que no hay diferencias entre el sistema bonaerense y el federal. Al mismo tiempo, más de la mitad dijo no haberse sentido defendido por sus abogados. Respecto de la defensa pública, el 59 por ciento la requirió, pero el 60 por ciento de esa cifra no se sintió bien defendido.
Como conclusión, el informe sostiene que “el sistema penal termina recluyendo personas que son fácilmente reemplazables en las pirámides delictivas: los ladrones callejeros, los pequeños traficantes, las mulas”. “La cárcel ya es un espacio habitual para una creciente proporción de la población.” “Es un instrumento social utilizado con asiduidad a lo que va conformando un sector social donde cientos de miles de personas quedan profundamente marcados por la reclusión. Esto tiene enormes implicancias futuras para toda la sociedad.”
Fuente:Pagina\12

martes, 23 de septiembre de 2014

LA ILUSIÓN DE HACER UNA TORTILLA SIN ROMPER NINGÚN HUEVO


Por Raúl Degrossi

La frase es conocida, y Perón solía repetirla a menudo: no se puede hacer una tortilla, sin romper algunos huevos.

La metáfora es clara y -aplicada a la política- alude a que abordar los problemas requiere tomar decisiones importantes, que afectan o pueden afectar intereses; computando necesariamente en los cálculos previos que los que corporizan esos intereses afectados reaccionarán, y aparecerán los conflictos.

En ese contexto, el conflicto es connatural no ya a la experiencia política, sino a la misma convivencia en sociedad; lo que hace justamente la política en democracia (o lo que debería tratar de hacer) es proveer los canales racionales para procesarlo.

La Argentina tiene problemas concretos y serios, estructurales y de coyuntura: la inflación, el empleo en negro, los desequilibrios de la estructura productiva, los límites del modelo de desarrollo; entre otros. Y esos problemas no surgen del aire o de alguna que otra política pública más o menos acertada, que las hay, desde luego.

Son fruto -tanto como ejemplo- de una sociedad injusta y desequilibrada; con desequilibrios que son a su vez el resultado concreto de conflictos del pasado, resueltos a favor de la parte más fuerte, en cada coyuntura y de acuerdo a la relación de fuerzas imperante. Sin entender esto, poco habremos aprendido de las lecciones de nuestra historia.

Transcurrida ya más de una década de la mega-crisis del 2001, y cuando el país recuperó paulatinamente ciertos estándares de "normalidad" (aun cuando esos problemas de los que hablábamos sigan allí, con otra dimensión), es fácil percibir un cierto hartazgo social con el conflicto; muy vinculado también al clima que determinan los indicadores de la economía.

Los años del kirchnerismo serán recordados (tal como hoy son percibidos) como una especie de montaña rusa de vértigo político; con una sucesión de conflictos que atravesaron el debate político y cultural de los argentinos, fueran buscados deliberadamente o no: la revuelta de las patronales agrarias contra las retenciones móviles, la discusión con Clarín por la ley de medios, o la pelea actual contra los fondos buitres en defensa de la reestructuración de la deuda externa; por sólo citar los más connotados. 

A partir de la instalación mediática de determinadas zonceras conceptuales (como el "clima de crispación") se difunde la idea que de que los conflictos en el país serían más el resultado de un ánimo pendenciero o buscapleitos del kirchnerismo (para disimular a su vez problemas reales que no se abordarían), que del choque objetivo con determinados factores de poder, que operan o defienden sus intereses: ya se dijo acá que es necesaria una visión equilibrada al respecto, para dar cuenta cabal de lo que pasa en la realidad.
La idea de que los conflictos (políticos, sociales, económicos) en una sociedad y en un momento determinados son -en buena medida- artificiales o evitables prende particularmente en las clases medias; en las que además es muy fuerte la impronta de la cultura inmigratoria que deposita en los propios esfuerzos y aptitudes la causa de los logros, y en la política y el Estado el origen de los fracasos; o por lo menos un obstáculo que impide que aquéllos lleguen antes, o sean más significativos.

Una idea que es pariente cercana de aquélla que asociaba los logros del primer peronismo al resultado de una coyuntura feliz (una especie de alineación planetaria favorable), más que de determinadas y concretas políticas públicas; idea que -por cierto- también se ha aplicado a los años kirchneristas. 

La generalidad de las encuestas dan cuenta de una instalación privilegiada en la grilla de preferencias de los candidatos "moderados" (incluso del propio oficialismo, como Scioli); lo que sería congruente con la idea del "hartazgo" social del conflicto. Esos candidatos incluso refuerzan la idea, al decir que para comenzar a resolver los problemas pendientes, es imprescindible "pacificar los espíritus", o promover diálogos y consensos "para arribar a políticas de Estado perdurables en el tiempo".

Ideas que -dichas en el contexto actual- más que afirmaciones con las que en abstracto pocos podrían estar en desacuerdo, parecen una teorización implícita de que la política y el Estado en la post crisis han llegado a un determinado punto, más allá del cual no pueden pretender avanzar. Aplíquese la idea -por caso- a la discusión por los cambios a las leyes de abastecimiento y defensa del consumidor, y se entenderá mejor de lo que hablamos. 

Por supuesto que puede apelarse al diálogo y los mecanismos de concertación social para dotar de mayor consenso y legitimidad a las políticas públicas: ahí están sino a la mano los mecanismos (revitalizados en los años de la crispación kirchnerista) de las paritarias y el Consejo del Salario, para demostrarlo.

Sin embargo, cuando surgen los límites concretos del modelo de desarrollo (el fantasma recurrente de la restricción externa, el proceso inconcluso de sustitución de importaciones, el alto grado de concentración y extranjerización de la economía), y se impone avanzar más en el proceso de reparación social (profundizando las políticas de redistribución del ingreso y  de ampliación de derechos), los conflictos y las confrontaciones indefectiblemente aparecerán; más temprano que tarde y aun cuando uno no se los proponga: Porque como se dijo antes, esos límites no son casuales: son la cristalización de determinadas relaciones de fuerza que zanjaron conflictos anteriores, en un sentido bien concreto.

En ocultar esto radica la trampa que encierra el discurso predominante en la oposición, según el cual la política (entendida como intento de transformación de la realidad) no sería la solución a los problemas pendientes de abordaje, sino el problema mismo; y con su repliegue (en la modalidad de conflicto) y el del Estado, se establecería un pre-requisito indispensable para comenzar a resolverlos.

La idea del repliegue del Estado (en definitivas, la expresión institucional de la política, para tener perduración en el tiempo) como solución comienza a aparecer cada vez con mayor nitidez, porque el neoliberalismo ha leído los indicadores de la macroeconomía en clave de oportunidad para relegitimarse socialmente; luego del incendio de la convertibilidad.

Habrá que reconocer que el engaño de sustraer al conflicto de la dimensión política es efectivo, y supone un desafío para el kirchnerismo de cara a la futura instalación electoral de un candidato propio: no está tan claro hoy que muchos sectores de la sociedad perciban claramente que algunos logros de los últimos años podrían estar en zona de riesgo a futuro; y en esa línea, la consigna "irreversible" del acto de la Cámpora -si no se la explicita debidamente- podría sumar a la confusión.  
Una confusión en la que se naturaliza en forma creciente la idea de que se pueden encarar las transformaciones estructurales necesarias para resolver a futuro los principales problemas pendientes, sin afrontar ciertos niveles de conflicto; tanto mayores cuando más fuertes sean los intereses que se afecten.

Como si nos dijeran que en la imagen de apertura del post lo que estamos viendo es en realidad una tortilla.
Fuente: Nestornautas

viernes, 19 de septiembre de 2014

“La sociedad siempre tiene antagonismo”



CHARLA DE CHANTAL MOUFFE SOBRE POLITICA, AGONISMO Y ARTE EN LA UNIVERSIDAD ARTURO JAURETCHE
La filósofa belga participó de una mesa de diálogo con Mocca, Rinesi y otros intelectuales locales. Desarrolló su idea sobre los antagonismos y su resolución en democracia. Además, reivindicó al arte como transformador del sentido común.

La filósofa belga Chantal Mouffe está en Buenos Aires, donde ayer, en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, dio una suerte de reportaje público en una mesa de diálogo con el politólogo Edgardo Mocca y otros intelectuales locales. Estudiosa de los nuevos modelos de democracia, habló de política y agonismo y reivindicó el papel del arte –especialmente del activismo que utiliza prácticas artísticas– en la lucha por la hegemonía.
Mouffe hizo esta visita al país –al que muchas veces había venido acompañando a quien fue su marido, el argentino Ernesto Laclau– invitada por la UNAJ. Laclau llegó a dar clases en esta universidad que tiene sólo cuatro años de historia, y poco antes de morir había sido nombrado director de su Instituto de Política. La UNAJ quedó así vinculada con Mouffe, que aceptó dar en sus aulas un curso de una semana. Ubicada en Florencio Varela, la UNAJ fue creada en el 2011, como parte del proceso de apertura de nuevas universidades que tienen como alumnos mayoritariamente a jóvenes de sectores populares.
El rector Ernesto Villanueva cuenta que en el primer año de funcionamiento, el 97 por ciento de los incriptos eran los primeros de sus familias en llegar a la universidad. El porcentaje sigue hoy en un 90 por ciento, es decir, está apenas matizado por algunos estudiantes de clase media. La UNAJ integra la red de universidades nacionales del conurbano.
La mesa de anoche fue el cierre de un taller que Mouffe dictó para una treintena de profesores y alumnos avanzados. La especialista compartió el panel con Eduardo Rinesi y José Fernández Vega (filósofos), Mocca y el rector Villanueva, que comentaron su obra y le hicieron preguntas.
Mouffe empezó por explicar su idea de democracia agonista, como parte de una teoría que pone el acento en el carácter conflictual propio de toda sociedad. “La sociedad siempre tiene antagonismo”, señaló en el panel. “Existe una negatividad radical, que no puede ser superada. Una vez que uno parte esa perspectiva, la cuestión es cómo uno se va a manejar con el conflicto. Yo digo que la política democrática tiene que reconocer ese carácter irreductible del antagonismo, pero no puede darle la posibilidad de que se exprese en términos de amigo-enemigo, porque eso llevaría a una guerra civil. Para que haya una política democrática es necesario que se reconozca ese antagonismo, pero pensando al otro no como un enemigo a eliminar, sino como un adversario legítimo”, planteó. En ese marco, “la lucha agonística va a consistir en buscar una conversión en la subjetividad del adversario, lograr que se identifique con la visión del mundo que uno propone. No se trata de destruir al oponente, sino de ganarlo para el propio proyecto”.
Mocca hizo un cruce entre agonismo y kirchnerismo y apuntó que nunca como en los últimos diez años “se politizaron y expresaron como conflicto político temas que eran patrimonio de los expertos”. Puso en la lista la concentración de los medios de comunicación, la independencia del Banco Central y el sistema jubilatorio. “Gracias a la existencia de 30 años de democracia, o gracias a que en el 2003 teníamos 20 años y ahora tenemos 30 años de rutinas democráticas, pudimos no solamente darle espacio al funcionamiento pacífico y democrático de los antagonismos, sino permitir que el antagonismo se despliegue en toda su intensidad. En la Argentina moderna nunca ha habido un proceso de instalación tan radical y tan intenso del antagonismo político.”
Con los panelistas Fernández Vega y Rinesi, Mouffe habló de arte y política. Contó que le interesa especialmente pensar el papel del “artivismo” (combinación de arte y activismo que tiene entre los ejemplos argentinos al Grupo de Arte Callejero o el colectivo Etcétera). Poniendo como caso a los norteamericanos Yes Men, que haciéndose pasar por portavoces de corporaciones o funcionarios satirizan al sistema, Mouffe defendió el rol del “artivismo” en la lucha por la hegemonía.
“Tiene un papel fundamental para transformar el llamado sentido común”, apuntó la filósofa, quien le dedicó al tema un capítulo de su último libro porque quería “afirmar su importancia”. “No me gusta la distinción que surge al hablar de arte político, porque no existe un arte que no sea político”, aclaró sobre el punto. “Todo arte tiene una dimensión política, porque reproduce la hegemonía existente o la pone en cuestión. Me gusta hablar, en lugar de arte político, de prácticas artísticas críticas.”
Mouffe también defendió la lucha en el campo tradicional del arte. “Creo que los museos, las instituciones, pueden jugar un papel importante en la construcción de subjetividad.” En ese sentido, llamó a tener una mirada flexible y a la vez atenta: “No creo que participar en una bienal signifique ser cooptado”, sostuvo. Para advertir que las expresiones artísticas “más transgresoras”, en cambio, son generalmente las que el capitalismo toma de manera inmediata, neutralizándolas. “El arte tiene un lugar fundamental en la manera como nosotros vemos al mundo. Esto se forma por las películas que hemos visto, por los libros que hemos leído. Hay que tener una multiplicidad de estrategias, es importante pensar en intervenir en el campo del arte público, pero también en el de las instituciones”, señaló.
Fuente: Pagina\12

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Indicadores de pobreza de la uca "inconsistentes"

 
 
"Años donde la pobreza aumenta pese a que los hogares mejoran su ingreso y la distribución no cambia, dispersión entre los ingresos de los hogares contradictorios con otros indicadores de desigualdad publicados, dan cuenta que nos encontramos ante un caso de manipulación metodológica con el intento de mostrar una situación social ajena a la realidad", alertaron Estefanía Manau y María Sfeir, integrantes del CESO.

Manau y Sfeir dieron cuenta que "en las publicaciones realizadas por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, resultaron cuestionables varios aspectos, entre ellos, el sesgo muestral que aplica a través de la Encuesta de la Deuda Social Argentina para obtener los ingresos".

Al respecto subrayaron que en la muestra del Observatorio "los hogares con los ingresos medios-altos y altos, fueron captados deficientemente", ya que destacaron que "todos aquellos ingresos que superaban los $20.000 eran subestimados al considerarse no representativos ante el tamaño de la muestra".

Así remarcaron que como consecuencia de ese sesgo metodológico se generó "un mayor porcentaje de pobres en relación a la muestra, de 27,5% que estima la UCA, mientras que a igual canasta básica total, surge un 18,3% de población pobre".

Además, las expertas pusieron de relieve que "ese sesgo muestral implica también una sobrestimación de la igualdad, arrojando un coeficiente de gini de aproximadamente 0,273", que se traduciría en "un valor escandinavo, contra el 0,413 obtenido a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)".

Señalaron que "con el intento de salvar las incongruencias que sufren sus estimaciones", la UCA volvió a publicar un trabajo sobre pobreza "presentando índices de distribución del ingreso cercanos a los del INDEC, y lejanos de los escandinavos informados anteriormente por su director".

Sin embargo, indicaron que "lejos de lograr su cometido, desde el documento 'Un régimen consolidado de
bienestar con desigualdades persistentes', surgieron nuevos datos que contribuyen a confirmar el manejo discrecional de la información que surge de las Encuestas del Observatorio de la UCA".

Al respecto consideraron que "es paradójico que a pesar de que informan una mejora importante del ingreso, en términos reales o de poder de compra, con un aumento del 17%, y una distribución del ingreso que casi no cambia, con un coeficiente de gini que aumenta un leve 0,02%, la disminución del índice de pobreza sea poco significativa, de solo 2 puntos porcentuales".

En ese sentido pusieron de relieve que "los valores se ponen más en duda al relacionar el período 2012 y
2013: el ingreso real aumenta levemente en 1,3% y la distribución del ingreso mejora, con el índice de Gini que cae 0,6%, mientras que la pobreza ¿¡aumenta!?".

"Como vemos, la información brindada por el Observatorio de la UCA, en lugar de aclarar las polémicas mediciones de ingresos que utiliza, parecen oscurecer aún más sus estadísticas sociales", aseguraron Manau y Sfeir.

Evaluaron que "la inviabilidad de la obtención por parte del Observatorio de un coeficiente de Gini cercano al de la EPH, queda también en evidencia al observar sus datos de dispersión en la distribución del ingreso".

"Teniendo en cuenta que una mayor igualdad en la distribución del ingreso suele ir acompañada de una menor distancia entre el ingreso promedio de todos los hogares (media) y el ingreso del hogar que se encuentra justo ubicado entre el 50% que más gana y el 50% que menos ingresos tiene (mediana), los indicadores que surgen de las Encuestas de la UCA parecen confirmar las críticas realizadas por el CESO de una subestimación de la desigualdad y una sobrestimación de la pobreza", remarcaron las expertas.

Señalaron que "de acuerdo al cuadro, la diferencia entre media y mediana en la Encuesta de la UCA, del cuarto trimestre de 2013 es más acotada, en 6,51 porcentuales, respecto a la informada por la EPH", con lo cual estimaron que "es válido afirmar que los integrantes de la muestra relevada por el Observatorio percibieron un ingreso más similar entre sí, comparado con la muestra de la EPH".

Con todo concluyeron que "esos indicadores de dispersión de ingresos no son compatibles con los índices de Gini que novedosamente informó el Observatorio tras las críticas del CESO".

El informe del Centro de Estudios que conduce el economista Andrés Asiain, remarcó que en la última década "la pobreza pasó de valores superiores al 45% a ubicarse por debajo del 15% de la población, mientras que la indigencia se redujo del casi del 19% de comienzos de 2003 a cifras por debajo del 5% en los últimos tres años".

Asimismo, subrayó que "el coeficiente de desigualdad de Gini se redujo de 0,494 a 0,413 entre 2004 y 2013, lo que significó una mejora distributiva del 16%, mientras que el índice de bienestar de Sen muestra una mejora del 70% en igual período".

El informe del CESO sostuvo que "la creación de empleo y mejora salarial en una primera etapa, y la ampliación de la cobertura y mejora de haberes de la seguridad social en un segundo momento, se muestran como las claves que permitieron mejorar los indicadores de ingreso de la población entre 2003 y 2014".

El trabajo, que no toma las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), igualmente concluyó que "durante el período 2003-2014, los indicadores de distribución del ingreso muestran una mejora sensible".

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Fuente: ramble tamble