martes, 31 de mayo de 2011

Debate: El lugar de la ciencia social

El crecimiento de la investigación en ciencias sociales plantea la necesidad de evaluar una estrategia de desarrollo que contemple su rol en el sistema científico. El Instituto Gino Germani (UBA) organizó un debate y aquí se presentan las principales exposiciones.




Final del formulario

El desafío de lo global 
Por Andrés Carrasco *

Varsavsky, en 1969, definió la necesidad de politizar la ciencia como la intersección entre conocimiento, sociedad y soberanía para un modelo nacional. Hoy esa discusión sigue vigente, mostrando que no hemos avanzado sino retrocedido. La ciencia sigue siendo cientificista, atemporal y atada al positivismo. La idea de neutralidad no ha variado y es usada para legitimar la subordinación a los intereses del mercado, que provee su sentido productivista, y el retroceso del Estado, que privatiza la política científica.
La integración subordinada del desarrollo científico se encuentra hoy con un elemento que no tenía peso en los ’70. La aparición de la globalización del poder, la rendición de la soberanía, la ausencia de un arbitraje del Estado desligado de la ideología de mercado, transfirió el control a las corporaciones y convirtió al conocimiento en mercancía de los complejos industriales-financieros globales. Al mismo tiempo que la sociedad de mercado y su principal aliada, la sociedad del conocimiento, milagrosa y salvacionista, avanzan sobre el control de las instituciones productoras de conocimiento, desestructuran al sujeto crítico, suprimiendo toda valoración filosófica e ideológica que pudiere desafiar la celebración de la razón técnica.
El conocimiento científico debería ser parte de una construcción que permita el uso de recursos adecuados para sostener un crecimiento cero que modere el consumo a las posibilidades del planeta y permita su sustentabilidad. La globalización exige transferir la decisión integral de modos y razones de explotación de los bienes comunes a manos privadas, apropiándose de la decisión política. La producción de alimentos con medios e instrumentos tecnológicos de un puñado de corporaciones hace imposible pensar que el mundo resuelva el hambre del planeta, sino más bien formas de control del mercado que destruyen la “soberanía alimentaria” instalando un control social que conduce el diseño de un mundo cada vez más injusto. Y las legislaciones que regulan el patentamiento de moléculas y organismos vivos pasan a ser parte de la legitimación de ese control social necesario para el capitalismo. Si la tecnología puede sostener esta impúdica apropiación de la naturaleza para el control de la sociedad humana, no habrá necesidad de ejércitos para mantener la colonialidad. La “industrialización civilizatoria” estará diseñada para aquellos que tengan pasaje en el arca de Noé del día después. El resto, los otros, serán prescindibles.
Nuestro país tiene la oportunidad de crear o imitar. Podemos reeditar la versión neoliberal disfrazada de neodesarrollismo, pero igual de dependiente, o desarrollar un auténtico modelo soberano, al margen de la globalización. El Conicet, INTA, Conea, etc., pueden desplegar políticas que tiendan a desarrollar técnica que genere saberes propios ante las necesidades del pueblo, una elección soberana, o pueden servir a intereses dependientes implantados por concentrados corporativos.
La adopción de tecnologías es tan poderosa y poco inocente como la espada colonial. Con ella se condicionan modos de producción y usos de recursos naturales. Para ello la tecnología es diseñada a medida de las formas productivas hegemónicas de las corporaciones. Los desarrollos científicos y tecnológicos, los mecanismos de financiamiento y la privatización de la decisión política, así como los relatos que se estructuran alrededor de la “sociedad del conocimiento”, resignifican sistemas e instituciones públicas para generar conocimiento-mercancía. El conocimiento entonces pasa a ser no sólo propiedad del demandante, sino el instrumento que permite subordinar modos y estrategias para satisfacer el consumo de las sociedades centrales sin detenerse en los cambios, exclusiones, saqueos que generan a su alrededor.

* Director del Laboratorio de Embriología Molecular (UBA) y ex presidente del Conicet.

Un campo desjerarquizado 

Por Silvia Guemureman *

Cada vez que reflexionamos sobre el lugar de las ciencias sociales en la política y la producción científica constatamos la misma referencia inobjetable: aún están desjerarquizadas respecto a las biomédicas y las duras. Un indicador elocuente es la facultad de rectificación con que se bendice a las dos últimas, pero se condena en las primeras. Que las ciencias duras y sobre todo las biomédicas hayan trabajado por siglos con hipótesis equivocadas, y promovido con valor axiomático certezas que luego cayeron en el desván del desprestigio, no es sino indicador de progreso y avance científico. Lo interesante es que estos “cambios” en el sentido y la dirección de las prescripciones son asimilados a nuevos descubrimientos y estadios científicos superiores. Esta facultad de rectificación les está vedada a las ciencias sociales: cuando volvemos atrás con una argumentación, eso no constituye “sino la mejor demostración de que antes no habíamos sido lo suficientemente rigurosos” y “esto habla a las claras de la poca seriedad del conocimiento producido por metodologías no-científicas”, o sea, no nos cabe el mote de personas que trabajan por el avance de la ciencia y con humildad rectifican caminos erróneos, sino que los nuevos descubrimientos en forma tautológica confirman que los viejos no eran verdaderos, y por ende, ¿por qué darles crédito a los nuevos?
Si bien es cierto que las ciencias sociales vienen ganando terreno en los organismos de ciencia y las universidades nacionales, también es cierto que la mayor participación alcanza sólo a los instrumentos de promoción más básicos (becas de formación científica y subsidios a la investigación con instrumentos poco complejos); las ciencias sociales aún no aplican a instrumentos científicos complejos y mucho mejor financiados. En las ciencias sociales es harto difícil cuantificar “beneficios” productivos. Pero acaso ¿sirven los parámetros de contabilidad para medir calidad? Y esto nos lleva al tema de la evaluación. ¿Es posible en contextos complejos de evaluaciones permanentes tener parámetros eficientes que no se anclen en la contabilidad ejecutiva y mecánica, despojada de lectura y reflexión sobre los contenidos?
Producimos muchas veces en forma compulsiva para completar los múltiples casilleros de los formularios de evaluación, pero ¿cuántas veces esperamos a que nuestros resultados estén maduros para la discusión? Debate, intercambio: ¿qué es eso? Si pocos leen, si incluso los espacios concebidos para el intercambio son, en realidad, desfiles de monólogos donde cada uno, a su turno, expone casi en forma autista. En eso se han convertido los congresos.
La lógica del mercado también atravesó la producción científica: hay mucho para consumir, dificultad para establecer diferencias, mucho marketing que inclina las balanzas en formas falaces. Esos problemas son, seguramente con matices, comunes a todas las disciplinas. Lo preocupante es que los cientistas sociales hemos internalizado tan bien aquello de que para ser científicos de pura cepa teníamos que ser como “ellos”, los duros, que en ese tren copiamos también vicios y deformaciones. Evaluaciones y publicaciones son ejemplos elocuentes. Esta dificultad se reproduce y realimenta con las posiciones objetivas que ocupan los cientistas sociales en las estructuras científicas, y valga como referencia otro observable inobjetable: la mayoría de los secretarios de Ciencia y Técnica en las universidades nacionales proceden de las ciencias duras o biomédicas.
Para avanzar en un cambio, es necesario que haya más debate y más participación de los cientistas sociales, así sea echando mano al recurso de fijar pisos de participación, cuando no de avanzar en la confección de agendas específicas, con problemáticas inherentes a las ciencias sociales.

* Investigadora del Instituto Gino Germani, coordinadora del Piumas UBA.
 
Más expansión y democracia

 Por Dora Barrancos *

Un sistema científico que se precie debe estar regido por el principio de la expansión, hasta con desperdicio, tal como lo han hecho países que han realizado transformaciones decisivas, como Brasil. Pero ese principio suele no ser muy compartido por los propios agentes científicos, que a menudo son muy temerosos de los cambios.
En primer lugar, es necesario reconocer el aumento notable del número de becas que ha permitido una formación frondosa, pero también más rica en calidad. El mayor número de beneficiarios/as de becas del Conicet ha mejorado la calidad de la producción. La política que ha llevado al aumento geométrico de becarios y becarias ha sido solidaria, claro está, con la implantación de estudios de posgrados en universidades. Hace una década era absolutamente menguada la oferta de posgrados en ciencias sociales y hoy nos enfrentamos a un crecimiento exponencial que, desde luego, plantea serias reflexiones acerca del número de egresados que no tendrán ingreso al Conicet y que debe ser sobre todo objeto de un acuerdo entre las universidades y los organismos gubernamentales.
Hace una década, las políticas restrictivas de admisión en la Carrera del Investigador Científico (CIC) habían llevado al grave envejecimiento de la planta y no escapaba aún a los espíritus más retardatarios que se enfrentarían problemas de todo orden de mantenerse esa situación. Fue una decisión política fundamental el incremento del ingreso de científicos en un proceso que también permitió una mejor representación de nuestras ciencias. Durante los últimos años, la capacidad de ingreso al Conicet significó que los/las postulantes positivamente evaluados pudieran hacerlo. Hoy nos enfrentamos a una severa circunstancia y es que, por primera vez en estos años expansivos, el número de quienes se encuentran en condiciones de ingresar a la CIC supera las vacantes disponibles. En efecto, la captación ha estado en torno de 500 nuevos investigadores en los años recientes y en el último concurso hubo cerca de 200 candidatos/as que no pudieron ser incorporados no obstante su buena calificación. Es necesario señalar que no ha disminuido el número de vacantes, que se han mantenido las proporciones distributivas entre las diferentes áreas del conocimiento, y la que corresponde a nuestras disciplinas sociales y humanas se mantiene en torno del 30 por ciento. Pero es urgente reconocer que necesitamos ampliar la disponibilidad de vacantes en al menos un 25 por ciento, ya que no podemos limitar y menos mutilar el desarrollo del conocimiento, fiel al principio de la inexorable expansividad del sistema científico.
Forma parte vertebral de las políticas científicas, si es que hemos de mirar hacia adelante, garantizar la democratización y la equidad, la igualdad de oportunidades en orden a muy diversas dimensiones. Con relación a la perspectiva de género hemos dispuesto que se contemple la maternidad (incluida la adoptiva) como atributo para aplazar por un año la presentación de los informes obligatorios, y hemos comenzado la discusión en materia de plasticidad para las edades límite del sistema de becas cuando se trata de mujeres con hijos. Otro aspecto que concierne a la equidad es mejorar las posibilidades de quienes aplican en áreas de vacancia, sean estas consideradas en orden a espacios geográficos o a problemas del conocimiento. Hay profundas diferencias regionales que deben ser atendidas si es que deseamos una sociedad más integrada y unas ciencias más democráticas.
* Profesora consulta (Sociales-UBA), directora del Conicet por las Ciencias Sociales y Humanas.

FUENTE: DIARIO PÁGINA/12 Viernes, 22 de abril de 2011 | p12 

martes, 24 de mayo de 2011

Nuestro Homenaje a Julio Godio

Julio Godio fue un destacado investigador de las relaciones del trabajo y de la militancia de los trabajadores. Su vida fue una amalgama intensa entre reflexión académica y compromiso político. Tuvo una participación completa y activa en la historia argentina. En primer lugar, porque fue dirigente estudiantil, sociólogo, militante político de izquierda, exiliado durante la dictadura del 76 e investigador en varias universidades. Además del compromiso político, se dedicó a la reflexión académica y sistematizó la mirada histórica a través de diversas publicaciones, entre las que se destaca una extensa Historia del Movimiento Obrero Argentino, que aún hoy es una referencia insustituible. Dirigía el Instituto del Mundo del Trabajo y colaboró en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y, en los últimos tiempos, en el Ministerio de Trabajo de Argentina.
Al enterarnos de su reciente fallecimiento, estas palabras quieren rendirle un homenaje al investigador y expresar el agradecimiento al compañero que pudo combinar la mirada académica y el compromiso social.
 

martes, 17 de mayo de 2011

GRUPO SOCIOLOGÍA INVITA A LA SIGUIENTE ACTIVIDAD:

PROGRAMA INTERDISCIPLINARIO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES SOBRE GLOBALIZACIÓN, INTERNACIONALIZACIÓN Y REGIONALIZACIÓN (PIUBAGIR)

Lunes 23 de mayo   17:30 hs
Arenales 1371


“Desde que comenzaron a analizarse los procesos de globalización, internacionalización e integración regional, la Universidad de Buenos Aires ha cobijado a buena parte de los docentes e investigadores que se han ocupado de ellos en Argentina.
No obstante, no existe hasta el presente un ámbito jerarquizado, interdisciplinario y que cuente con un soporte sostenido en el tiempo para darle un lugar común a estas preocupaciones en el seno de la UBA.
Este proyecto se propone comenzar a resolver esta situación, creando un espacio que pueda albergar a iniciativas existentes y promover programas de estudio e investigaciones sobre estos fenómenos.
Desde una plataforma como la aquí propuesta, podrá la Universidad de Buenos Aires convertirse en un actor destacado de estos debates y la construcción de los desafíos que se plantean a la relación entre América Latina y el mundo.

Confirmar asistencia

miércoles, 4 de mayo de 2011

Colonialismo científico: la batalla detrás de las revistas

Ya no son simples instrumentos para difundir el conocimiento. También representan una especie de círculo vicioso. A mayor cantidad de citas, mayor prestigio para la revista y mayor puntaje para la carrera de investigador. El fenómeno perjudica a la producción regional, que plantea estrategias de publicación bilingüe y acceso abierto. ¿Funcionarán?
Agencia CTyS (Nadia Luna*) - No se trata de las violentas guerras entre conquistadores europeos y aborígenes americanos. Ni de la soberanía económica ejercida por las poderosas potencias mundiales sobre los países de la “periferia”. Pero el fenómeno del colonialismo científico es una arista más de la eterna disputa entre las naciones hegemónicas y las subdesarrolladas. Aquí, el trofeo es el progreso, y el campo de batalla cobra la original forma de las revistas científicas.

Las revistas siempre han sido un instrumento imprescindible para la difusión social del conocimiento científico. Pero a mediados del siglo XX, el prestigio de las publicaciones comenzó a influir cada vez más en la evaluación de la carrera de un científico y así lo demuestra la archirepetida frase “Publish or perish” (publicar o perecer).

Mientras más citados sean los trabajos publicados en una revista, mayor será su prestigio. Si bien es lógico que un investigador quiera divulgar sus papers en publicaciones reconocidas, el problema surge cuando el medio se transforma en un fin en sí mismo.

“Los científicos lo viven como una pesadilla y están obsesionados por cumplir con las normas”, cuenta a la Agencia CTyS Rubén Calmels, subsecretario de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

En esta “guerra de saberes”, los países iberoamericanos corren con desventaja, ya que cuentan con menos recursos para destinar a la ciencia que los del “primer mundo”. Como consecuencia, las revistas más prestigiosas surgen de la comunidad científica anglosajona y el inglés se instituye como “lengua madre” de la ciencia.

Pero ahí no terminan las dicotomías culturales. La ciencia también desarrolla una batalla interna entre ciencias duras y blandas. “En las disciplinas duras el Factor de Impacto pesa más”, asegura Jorge Atrio, director del Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT - CONICET), introduciendo un concepto clave en esta “cruzada” cultural.

Pero, ¿cómo se modifican situaciones tan arraigadas que arremeten contra el conocimiento científico universal? Ese es el desafío que Iberoamérica se ve obligada a enfrentar, a través de editoriales, organismos de promoción científica y diferentes políticas públicas, que apuntan especialmente a estrategias de publicación bilingüe y textos con acceso abierto.

Impacto profundo

El Factor de Impacto (FI) fue definido en la década del 60 por Eugene Garfield, creador del Instituto para la Información Científica (ISI), perteneciente a la empresa multinacional Thomson Reuters. Cada año, el ISI calcula el FI de las revistas indizadas en su Science Citation Index (SCI) y lo publica en un informe de citas llamado Journal Citation Reports.

El SCI registra artículos de aproximadamente 3.300 revistas científicas de un total de 70 mil publicaciones de todo el mundo. Para visualizar la disparidad, en 2009 sólo había 34 revistas brasileras, 8 chilenas y 6 argentinas.

La ecuación es bastante sencilla. El FI se obtiene al dividir la cantidad de citas que reciben los artículos de una revista en los dos años previos al que se calcula, por la cantidad total de artículos publicados en dicha revista durante el mismo período.

“Se evalúa indirectamente la capacidad del investigador por el lugar donde ha publicado”, explica a CTyS Daniel Cardinali, doctor en Ciencias Biológicas e investigador superior del CONICET, ya que no se cuentan las citas de “cada uno de los autores, sino de la sumatoria de todos ellos”. Con este criterio, la calidad del artículo pasa a ser secundaria.

Tanto Cardinali como Atrio coinciden en que los datos de citación deben ayudar en la toma de decisiones y no ser aplicados mecánicamente. “Cuando uno se maneja de manera rígida por estos índices, puede cometer injusticias grandes, pero por otro lado no puede prescindir de eso. Tienen que ser un elemento más en la evaluación”, remarcan.

El biólogo ilustró el panorama contando lo que sucede dentro de su disciplina. “Las revistas biomédicas más prestigiosas tienen un FI de entre 20 y 35 –graficó. -Se considera adecuada una publicación biomédica con FI superior a 3 para la investigación básica y a 1.5 para la investigación clínica. En el caso de las latinoamericanas, el FI no supera el 0.5”.

Para el investigador, sería más recomendable tener en cuenta las citas reales recibidas por cada autor. “Ese es el indicador más genuino porque tiene que ver específicamente con su trabajo”, precisa. Sin embargo, reconoce que es un método inadecuado para evaluar a un científico que recién inicia su carrera, debido a que el número de citaciones todavía es bajo.

¿Colonialismo o excelencia?

“No defiendo el colonialismo, pero creo que no todo es colonialismo”, opina, por su parte, la historiadora Noemí Girbal Blacha, Investigadora Superior del CONICET y Asesora de Ciencia y Técnica en la Cámara de Diputados de la Nación. “La sociedad nos paga para producir un conocimiento que tenga el mayor alcance posible y esas realidades deben ser conocidas más allá de nuestros ámbitos locales”, explica.

La doctora Girbal habla desde su propia experiencia: dirige la colección “Convergencia. Entre memoria y sociedad” de la Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). “Claro que en las evaluaciones cuenta mucho el lugar donde uno publica -ratifica- pero no está mal. Nosotros mismos queremos que nuestro trabajo se reconozca afuera.”

La investigadora expone así su idea: “A veces creo que muchos colegas tienen miedo de hablar de excelencia académica, como si fuera algo oligárquico, y en realidad la excelencia es una buena formación al alcance de todos pero con ciertas exigencias. Si esas exigencias no existen y todo da lo mismo, me parece que eso no está bien.”

Además, Girbal coincide con Atrio y Cardinali en que importa más calidad que cantidad, porque para que una investigación sea útil no sólo hay que publicarla, sino también utilizarla. Pero justamente por eso, piensa que “es importante medir hacia fuera. Y eso no es colonialismo, sino poder estar a nivel de los demás”, enfatiza.

Aunque no siempre es posible “medir hacia fuera”. “Hay disciplinas en las que tenés que evaluar las investigaciones en un ámbito más local -explica Atrio. -Si alguien se dedica a investigar algo muy puntual, que sólo se da en la región, es difícil que despierte el interés de publicaciones extranjeras. Y ahí es donde empiezan los conflictos. Si a esa persona la evaluás por sus publicaciones en el exterior, no va a salir bien evaluada”.

Es entonces cuando “la exigencia de publicar en determinados medios termina generando el riesgo de que la publicación condicione el tema de investigación”, deduce el director del CAICYT. Es decir, el deseo de publicar internacionalmente puede llevar, a veces, hasta a orientar la investigación hacia problemáticas ajenas a la región.

El dilema de las ciencias sociales

Las publicaciones de las áreas de Ciencias Sociales y Arquitectura, excepto revistas de desarrollo económico, directamente no se tienen en cuenta en el SCI. ¿Por qué? El doctor Cardinali explica que “en las ciencias sociales, por el tipo de producción, la cuestión es mucho menos internacional y preocupa más regional o nacionalmente”.

Girbal, por su parte, pone el ejemplo de los “Cuadernos de GeoHistoria Regional” y la “Folia Histórica del Nordeste”, publicaciones del Instituto de Investigaciones Geohistóricas (IIGHI - CONICET), que tienen una trayectoria de casi cuatro décadas.

“La mayoría de los autores son investigadores del CONICET o de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), pero en las evaluaciones académicas la ponderación es baja porque se le atribuye poca apertura internacional”, lamenta la historiadora.

De todos modos, Cecilia Rozenblum, bibliotecóloga del área de Publicaciones de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FAHCE) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), marca un cambio. “En humanidades se tiende a publicar más en revistas nacionales. Pero como el CONICET no da puntaje a las revistas argentinas, todos, desde las dos áreas de conocimiento, están publicando en revistas extranjeras”, relata.

Para la editora de la UNQ, “los esfuerzos para lograr proyección internacional hoy están hechos y avanzan progresivamente, en casi todas las revistas de este ámbito. Corresponde ahora que en las instancias de evaluación se dejen de lado los prejuicios y que estas publicaciones no sigan siendo invisibles y subvaluadas”, sugiere.

Una torre de Babel científica: problemas de cooperación e idioma

Al incentivar la publicación científica local, se busca propiciar una cultura de integración iberoamericana. Sin embargo, muchos investigadores señalan deficiencias de coordinación regional. “Me parece que las políticas científicas se han trazado igual que el ferrocarril inglés”, reflexiona Calmels. “Es un punto que va a distintos lugares del interior pero que, por adentro, no hay ninguna comunicación. Eso hay que construirlo”, afirma.

“Hay una falta de coordinación –coincide Rozenblum- porque sino no se daría el hecho de que el CONICET valúe cero las revistas nacionales y Brasil valúe con mayor puntaje a sus revistas. No se han puesto de acuerdo, quizás no se han planteado la problemática”, asume.

El editor de la UBA vislumbra una potencial solución a través de una situación concreta. “El MERCOSUR no se puede quedar sólo en un mercado común, debería dar una vuelta más sobre aspectos culturales y científicos -especula. -Tenemos que acordar políticas científicas con Brasil, por ejemplo, y aumentar la cantidad de proyectos en común”.

Segunda cuestión: el idioma. “Me parece que el idioma tiene más sentido para las ciencias duras o exactas”, indica Girbal. Cardinali, entonces, opina que la publicación bilingüe “puede ayudar a que los investigadores se vuelquen hacia los órganos locales”, ya que cumpliría con la misión de difundir tanto en sus respectivos países como fuera de ellos.

Pero aún dentro del mismo idioma, el lenguaje de los papers es cada vez más técnico y dificulta el entendimiento, incluso entre científicos de la misma disciplina pero distinta rama. Si a eso se le suman las diferencias de habla entre países, el asunto sólo empeora. “Creo que una cuestión importante para los investigadores más jóvenes es la necesidad de que hablen un lenguaje que pueda ser entendido por la sociedad”, apunta el biólogo.

Acceso Abierto: por la democratización del saber

“Las estrategias deben centrarse en la mayor difusión y visibilidad de las publicaciones, facilitadas por el acceso universal a Internet”. Así introduce el doctor Cardinali un fenómeno que viene en expansión: el “Acceso Abierto” (Open Access). Se trata del acceso libre y gratuito a material en formato digital, especialmente utilizado para artículos de investigación científica. Se dividen en dos grandes grupos.

Los repositorios son archivos de papers, que usualmente almacenan la producción de una determinada institución. Las revistas, en tanto, cuentan con un proceso de evaluación por pares (referato o peer review) que los artículos presentados deben superar para ingresar a la publicación, por lo que otorgan prestigio al investigador. Pero hay diferentes posturas.

No soy partidario de una apertura total”, sostiene Calmels, al referir que las universidades de los países centrales tienen políticas científicas que responden a sus políticas imperiales. “Yo no le abriría completamente a Oxford, por ejemplo, porque ellos no abren sus archivos y revistas”, argumenta. En cambio, Rozenblum asegura: “Estamos absolutamente a favor del acceso abierto. Nuestro fin es que se conozcan los trabajos de los investigadores”.

El CAICYT es el organismo nacional encargado de administrar diferentes proyectos que promueven la publicación regional. La “vida” de una revista comienza con el ISSN (International Standard Serial Number), el código de identificación de toda publicación periódica (científica o comercial).

El siguiente paso es Latindex, una iniciativa generada a fines de los ´90 por la Universidad Autónoma de México (UNAM), que es un portal compuesto por un Directorio (entran prácticamente todas las publicaciones de carácter científico) y un Catálogo (que indiza sólo las revistas que superan un proceso de evaluación editorial).

Luego, está el Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas (NB), específico para publicaciones del país, con requisitos más restrictivos que Latindex. Por último, las revistas del NB tienen la posibilidad de ingresar a SciELO (Scientific Electronic Library Online), una red iberoamericana de bibliotecas electrónicas con revistas científicas a texto completo.

“Hoy estamos en unas 70 publicaciones argentinas en SciELO”, afirma Atrio, y explica que los que quieran entrar tendrán que adherir a las Creative Commons, una serie de licencias gratuitas que consignan libertades y restricciones para quienes citen y utilicen una obra. Son originarias de Estados Unidos, pero ya hay unos 30 países en proceso de traducción de las licencias. “Va a ser una fuerte promoción al acceso abierto en la región”, destaca.

Otra iniciativa regional importante es Redalyc, la Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal, que surgió en 2003 impulsada por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Hoy cuenta con más de 700 publicaciones.

También está Dialnet, un repositorio científico iberoamericano creado por la Universidad de La Rioja, España, que incluye más de siete mil revistas y más de tres millones de documentos, y en cuyo ranking de artículos publicados Argentina figura en sexto lugar.

El acceso abierto es extremadamente importante. Pero alguien tiene que pagarlo”, reconoce Cardinali, y da el ejemplo de “´BioMed Central´, que cuenta con una gran cantidad de revistas médicas inglesas pero le cobra al autor 500, 600 o mil euros por cada publicación, lo cual muchas veces representa la totalidad del subsidio que tiene una persona acá.”

Al mismo tiempo, las revistas y repositorios son emprendimientos que hay que mantener, obligación que se dificulta debido a la escasez de recursos. “Hay centros de investigación muy chiquitos que cuentan con un equipo de trabajo menor, donde no hay plata destinada al editor de la revista. Entonces el comité editorial no cobra, y tiene que hacer su tarea como docente y como investigador, además de la revista”, describe Calmels.

Los organismos de ciencia deberían asociarse regional e internacionalmente, para que los investigadores que trabajan en esos países tengan la posibilidad de entrar al acceso abierto de manera libre”, concluye Cardinali.

No se tratará de violentas guerras entre conquistadores europeos y aborígenes americanos. Pero el fenómeno del colonialismo científico está causando más de un dolor de cabeza por estos pagos. Sin embargo, la batalla cultural continuará.

*Colaboración: Gaspar Grieco.
Fecha de Publicación: 2011-04-10
Fuente: Agencia CTyS
http://www.ctys.com.ar/index.php?idPage=20&idArticulo=697