Los restos de
plantas, flores y semillas revelan pequeños pero interesantes detalles para
reconstruir la vida en tiempos lejanos, por ejemplo a bordo de un barco del
siglo XVII. La reconstrucción e identificación de las especies es un trabajo
minucioso.
–Cuénteme
qué hace.
–Bueno, mi formación es
una formación en botánica clásica. Trabajo en el laboratorio de plantas
vasculares. En este momento estoy trabajando en un par de líneas de
investigación. Por un lado, en sistemática de plantas vasculares. Estoy
trabajando con un grupo de cactus del centro-norte de la Argentina, tratando de
dilucidar las relaciones de parentesco entre las especies de cactáceas que se
conocen. Mi tesis la hice en un grupo de plantas patagónicas, también
estudiando un poco la evolución de algunos caracteres dentro de las especies
sudamericanas. Esas plantas tienen distribución en todo el hemisferio austral,
son los árboles que uno más comúnmente puede observar en los bosques en la zona
de Bariloche y San Martín de los Andes.
–¿Qué árboles son?
–Los colihues, las
lengas, los ñires. Hay unas nueve especies sudamericanas y unas 25 especies
extraamericanas distribuidas en Australia, Nueva Zelanda y Nueva Guinea. Es un
grupo muy interesante, porque es bastante antiguo y el conocimiento de las
relaciones de parentesco entre esas especies puede decirnos cómo fue la
historia natural en el hemisferio austral.
–¿Y la otra línea de
investigación?
–Estoy colaborando con
algunas personas de la facultad que son ecólogos vegetales. Hay algunos, por
ejemplo, que están estudiando cómo varían algunos parámetros de la
biodiversidad en algunas montañas de la Argentina. Yo estoy trabajando en la
parte de las plantas, en colaboración con otras personas que se ocupan de ver
cómo varía la colaboración de otros grupos de organismos como aves, reptiles,
anfibios, insectos. Y después trabajo, lateralmente, con gente que hace
arqueología subacuática.
–¿Y en qué consiste?
–Esta gente está
estudiando naufragios de algunos barcos en las costas patagónicas. La doctora
Elkin es la directora, y funciona en el Instituto Nacional de Antropología y
Pensamiento Latinoamericano. Dentro de ese proyecto estamos colaborando en
algunos temas, como por ejemplo la identificación de restos botánicos que
encuentran en esos barcos. Han traído, por ejemplo, restos de semillas o de
frutos para que nosotros ensayemos una identificación de esos restos.
–¿Cuál fue el último
naufragio que analizó?
–No recuerdo. Pero
siempre me traen algunas semillas de alguna especie de planta desconocida. Lo
primero que se hace es tratar de rescatar algunos caracteres macroscópicos muy
evidentes, como puede ser la forma o el tamaño. Si uno es capaz de rescatar
esos atributos muy básicos, ya puede ir orientando hacia una identificación.
Después hay que hacer algunos análisis un poco más minuciosos, pueden ser
análisis estructurales internos, para lo cual uno tiene que utilizar técnicas
más sofisticadas, como pueden ser observaciones con microscopios electrónicos,
o realizar cortes histológicos para ver cómo es la disposición de los tejidos
en esas estructuras. Incluso se pueden hacer algunas pruebas histoquímicas para
ver la presencia de algunos compuestos, u otros que son característicos de
algunos tipos de plantas, y de esa manera uno va acotando las posibilidades.
–¿Y siempre se pueden
identificar?
–No, no siempre. En
algunos casos, las identificaciones pueden ser muy precisas, pero en otros
puede ocurrir que sean más bien generales. Pueden ser a nivel específico o a
nivel de familia botánica, dependiendo de la calidad de los restos que uno
cuenta. Ahora estoy colaborando, también, con un arquitecto que está haciendo
su tesis, estudiando las tipologías arquitectónicas vernáculas en unos valles
andinos en La Rioja. El está estudiando todos los materiales de construcción de
los ranchos antiguos, y me ha traído restos de plantas que forman parte de esos
ranchos (algunos como materiales principales, para vigas por ejemplo y otros
componentes vegetales que forman parte de las enramadas) para tratar de
identificar también los restos botánicos. Ahí también uno trata de buscar los
descriptores que le permiten a uno decir a qué familia y especie de planta
pertenecen. A veces, por ejemplo en las enramadas, se pueden encontrar restos
de semillas o de frutos, que son los que más información pueden brindar para
determinar la identidad de una planta. Hay otros restos de planta que son menos
informativos, como por ejemplo las hojas o la madera. Los caracteres, si bien
permiten una identificación, son menos específicos. Por ejemplo, si nosotros
tenemos dos maderas de distintas especies de eucalipto, nos son muy fácilmente
diferenciables. Pero si uno tiene las flores, o las semillas o los frutos de
esas plantas, es mucho más fácil, de acuerdo con los restos que uno tenga para
trabajar, el tipo de identificación que va a alcanzar.
–¿Y sabe qué hace la
gente con la que colabora, con la información que usted les da?
–En el caso de los
barcos, la idea es reconstruir la historia acerca de las costumbres y la vida
en los navíos de aquella época. Por ejemplo, qué alimentos consumían, porque se
supone que algunos son restos alimenticios, aunque en otros casos suponemos que
pudieron haber sido semillas o frutos de algunas plantas de interés comercial
para llevar a otros lados e iniciar cultivos. Son barcos de los siglos XVII y
XVIII. Esas son las cosas que se van tratando de entender a medida que el
estudio progresa.
–¿Qué naufragios son?
–Los dos son barcos
holandeses. Uno de ellos es interesante porque formaba parte de la expedición
que terminó descubriendo el Cabo de Hornos. Estaban buscando rutas alternativas
hacia Oriente más allá del cabo de Buena Esperanza y el estrecho de Magallanes,
que estaban dominados por otras compañías. Se hundió a la altura de Santa Cruz,
en la Patagonia.
–¿Y el otro?
–Es un barco posterior,
del siglo XVIII, que estaba haciendo unas rutas entre las Islas Malvinas y las
costas de la Patagonia.
–¿Y qué les pasó a esos
barcos?
–El primero se incendió
y el segundo se hundió.
–¿Y qué encontraron en
esos barcos?
–Varias cosas.
Encontramos, por ejemplo, unas semillas de pimienta, unos frutos de zapallo,
pudimos averiguar estrictamente cuál era la especie de zapallo de la que se
trataba esta semilla, encontramos nuez moscada, unos frutos de ajíes y pasas de
uva, unas semillas de mostaza. Son cosas interesantes, sobre todo porque al
principio uno no tiene ni la menor idea de lo que se trata. Y cuando uno puede
llegar a la identificación, resulta que son especies habituales, conocidas por
todos nosotros. Acaso no sea un descubrimiento espectacular, pero es una manera
de reconstruir todas las piezas, con el trabajo de distintos especialistas, de
lo que ocurría en un barco.
–¿Y a qué dan lugar
estos descubrimientos?
–Es una cuestión que
puede resultar curiosa para una persona interesada en el estudio de la
historia. Nos permite saber qué es lo que estaba pasando allí. Y nos obliga a
hacernos la pregunta de por qué estaban esas cosas ahí.
–¿Y por qué?
–Aparentemente era parte
de las vituallas del barco. Porque después también se encontraron algunas
referencias a productos que se habían embarcado en algunos puertos de
Inglaterra para el consumo de los marineros que iban en el barco, y coincidía
con lo que habíamos encontrado nosotros.
–¿Y las maderas del
barco?
–Las estudió otra
persona de la facultad. En general, esos navíos grandes son construidos con dos
o tres especies distintas de madera; no hay una variedad tan grande de
posibilidades. Lo que se hace es comparar las maderas de las muestras con los
materiales conocidos. La verdad es que no sé cuáles son esas maderas.
–¿Qué clases de barcos
eran?
–Galeones, barcos a
vela.
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