jueves, 27 de septiembre de 2012

Del 10 de agosto al 22 de septiembre de 1792: en el 220º aniversario de la proclamación de la Primera República francesa

El pasado 22 de septiembre, Antoni Domènech cumplió 60 años. Varios amigos organizaron una pequeña celebración íntima. La historiadora Florence Gauthier, que no pudo asistir, contribuyó sin
embargo a la fiesta enviando el texto que a continuación se reproduce. El 22 de septiembre se
cumplían también 220 años de la proclamación de la I República revolucionaria francesa.
El Gran Miedo de Julio de 1789 y la toma de la Bastilla habían derrocado la monarquía absoluta; la
Revolución del 10 de agosto de 1792 derribó la monarquía constitucional de 1791 y fundó una república democrática.
Los Estados Generales, institución medieval que autorizaba una representación del pueblo en forma de gran consejo real de los tres órdenes, habían sido elegidos según el principio “un hogar, una voz”. Eso afectaba a todos los jefes de hogar, y muchas mujeres lo eran. Lo que no resulta para nada sorprendente, habida cuenta de que la vieja concepción popular del derecho se aplicaba a los dos sexos; ni la Iglesia ni las “elites” habían conseguido todavía borrarla de la historia.La asamblea de los Estados Generales convocada por Luis XVI para el 1º de mayo de 1789, pero reunida el 5, se transformó rápidamente en Asamblea nacional constituyente, rechazando la división en órdenes (clero, nobleza, Tercer estado): una revolución jurídica que derrocaba la soberanía de la familia real para instituir el principio de la soberanía del pueblo de la que la Asamblea había nacido.
En esa época, las palabras “pueblo” y “nación” significaban la misma cosa; luego, juristas sutiles convertidos en expertos en “ciencia política” procedieron a distinguir entre ambos términos, pero en
1789 todavía no lo habían logrado. La “gran esperanza” del pueblo, nacida de la convocatoria de los Estados Generales, sostuvo los esfuerzos de la Asamblea nacional y provocó, en julio, una revolución por la vía de los hechos, derrocando la gran institución de la monarquía: los intendentes, que controlaban la administración, y los gobernadores, que mantenían el orden, desaparecieron. Una gran “revolución municipal” permitió entonces a los nuevos ciudadanos reorganizar el poder local y crear las guardias nacionales formadas por voluntarios y desertores del ejército real. Al mismo tiempo, la inmensa jacquerie que en tres semanas sacudió a tres cuartas partes del país asaltó la institución del
señorío. Esta revolución popular hizo retroceder al rey, que se disponía a hacer detener a los diputados
Empujada por el inmenso aliento de julio, la Asamblea nacional votaba el 26 de agosto la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, sentando los principios de la Constitución
venidera. Completo acá

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