Por Norma Giarracca * y Miguel Teubal **
El jueves salieron nuevamente miles de argentinos a las calles de
Buenos Aires y de muchas ciudades de las provincias. La convocatoria,
por los medios informáticos, fue apoyada por sectores de poder en
situación de confrontación con el gobierno nacional. Los cacerolazos
siempre remiten a 2001-2002, no obstante consideramos que, más allá de
cierta estética de personas formando mareas humanas por las calles, no
hubo nada en común. Más bien, a nuestro juicio, hubo ciertas similitudes
organizativas y de composición social con los cacerolazos y marchas que
acompañaron el conflicto del campo en 2008. En los dos casos (2008 y
2012) en el vértice superior del conflicto, si se nos permite esta
imagen, aparecen sectores empresariales nacionales de gran capacidad
económica confrontando por demandas corporativas con el Gobierno. En
2008, fue la Mesa de Enlace (la Sociedad Rural Argentina fue su
símbolo); en la del jueves, en el vértice estaban los grandes medios de
comunicación con su conocida demanda. En ambas, además, todo el arco
opositor político apoyó a quienes protestaban. Y en tercer lugar, entre
ese vértice de poder y los miles y miles de personas que salieron no se
puede registrar con seriedad una conexión directa en la convocatoria.
Tanto en 2008 como el jueves marchó una importante cantidad de
ciudadanos que votaron en forma diferente, que pertenecen a esa
abigarrada clase media argentina que va desde un vendedor ambulante de
baratijas importadas de China, que manda a sus hijos a una escuela
privada, hasta empresarios, comerciantes o profesionales. En 2008 todos
se sentían aunados por “un campo” que remitía al utópico (y pasado)
trabajo sobre la tierra y a personajes que supuestamente hablaban con un
lenguaje sencillo (a diferencia del poder). El jueves no había un signo
unificador más allá del malestar con el Gobierno, pero la cuestión de
la comunicación, de las palabras, estaba presente.
Las personas que entrevistamos habían sido convocadas por Internet o
por el boca a boca. Los motivos de la acción eran muchos y todos
confluían en un malestar con la gestión gubernamental. Basamos nuestro
análisis en aquellas motivaciones que hacen al malestar por perder lo
que se logró en años de bonanzas y que refieren a cierta regulación del
dólar que dificulta ahorrar y viajar, políticas de importación que
limitan esos consumos, aumento del control social en política
impositiva, inflación, etc., que en definitiva apuntan a la reducción de
los consumos. Habían votado a Binner, a Duhalde y a la propia Fernández
de Kirchner o hacía rato que no lo hacían por decepción con los
políticos; sin embargo, independientemente de la conducta electoral de
octubre pasado, se manifestaban en contra de la reelección presidencial.
Estaban en contra de distribuir dinero a los sectores populares por
todos los prejuicios que suelen tener las clases medias sobre esta otra
parte de la población (mensajes de la convocatoria por las redes lo
corroboran). No descartamos la presencia de grupos que manifestaran
claramente un “fascismo societal”, pero no los encontramos alrededor del
Obelisco.
La Argentina es un país con una franja muy importante de sectores
medios y, si bien el reclamo es sectorial, tiene a nuestro juicio
algunas dimensiones (no todas) ancladas dentro de los discursos
hegemónicos. El Gobierno propone “un modelo” altamente productivo dentro
de las reglas del capitalismo global; optó por las tecnologías de
punta; promovió el consumo, que por supuesto fue desigual dentro del
conjunto social; algunos creyeron verse actores de un mundo “moderno”
consumista. Ahora estos sectores medios reclaman por acceder libremente,
sin regulaciones ni trabas, a esos consumos (viajes, dólar, “high
tech”). ¿Acaso entre ellos están quienes cuidan y aman un cerro, el
agua, critican la soja, la biotecnología, la megaminería o que ponen en
duda el modelo “modernizador” y consumista? Una excelente declaración de
la Asamblea por el Agua de Mendoza “Que tu bronca no te ciegue”
(asambleapopularporelagua.blogspot) nos inclina a pensar que no. Nadie
desde el poder les habló de una “vida sencilla” cuidando los bienes
comunes (Vandana Shiva), ni de “vivir con lo nuestro” como alguna vez
propuso Aldo Ferrer. Por eso ahora los “caceroleros” reclaman en el
registro de la cosmovisión de la vida que el discurso
capitalista/moderno “del crecimiento económico” marcó, y si no lo
consiguen con este Gobierno, buscarán opciones políticas que les “vendan
espejitos de colores” y el peligro es que, nuevamente, terminen en
propuestas ortodoxamente neoliberales en lo económico y decididamente de
derecha en lo social, lo político y lo cultural.
* Socióloga, UBA
** Economista, UBA.
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