viernes, 16 de febrero de 2018

Desde el Plan Fénix: a casi un año del nuevo gobierno (2016)


Cátedra Abierta Plan Fénix
FCE / UBA 
 
Resultado de imagen para plan economicoHan transcurrido once meses desde que se produjo e lcambio de gobierno en la Argentina. Desde la Cátedra Abierta Plan Fénix, de la Facultad de Ciencias Económicas, UBA, hacemos llegar a la opinión pública nuestra reflexión acerca de las medidas implementadas y del curso de los acontecimientos, luego de observar con detenimiento las tendencias predominantes en la política económica.

El nuevo gobierno, identificado con las visiones liberales en lo económico, asumió su gestión en un país no exento de dificultades. Muy lejos estaba, sin embargo, de situaciones como las vividas en otros recambios gubernamentales del pasado reciente , tales como el del año 1989, con un proceso hiperinflacionario generado por un golpe del mercado, o el del año 2001, cuando estalló la crisis producida por la aplicación de las reformas económicas y las políticas macroeconómicas neoliberales.El ciclo expansivo iniciado en 2002 se había amesetado a partir de 2011, debido a crecientes dificultades, comunes algunas de ellas a los países de la región, lo que redundó en una insuficiente inversión y en restricciones en el sector externo, impidiendo un crecimiento sostenible en el mediano plazo. No obstante, existían algunas fortalezas que no hacían presagiar crisis o derrumbes económicos.

La deuda pública, externa e interna, había alcanzado niveles
administrables, y no existían dificultades para su renovación. La
conflictividad social era relativamente baja y había margen para la
toma de decisiones graduales que permitieran superar problemas
coyunturales y estructurales acumulados. La inflación había alcanzado un nivel importante, pero distaba de encontrarse en
curso un proceso de espiralización. La mayor dificultad la presentaba el frente externo, por la brusca caída de los términos de intercambio y la fuerte recesión de Brasil, nuestro principal socio comercial.

El nuevo gobierno, cuyo posicionamiento discursivo caracterizó de forma dramática el estado de la economía. Señaló como problema central la inflación, y situó al déficit fiscal como el aspecto esencial a intervenir, sosteniendo que un colapso era inminente. Sin embargo,optó inicialmente por tomar medidas distributivas que contradecían tanto el objetivo de contener la inflación como el de lograr el equilibrio fiscal. Se liberó el mercado de cambios y se produjo una de valuación del orden de 60 %, que tuvo repercusión inmediata en los precios. Ello,conjuntamente con la supresión de tributos al comercio exterior,contribuyó tanto a acelerar el proceso inflacionario como al desfinanciamiento fiscal. La apuesta mayor parece haber sido la recuperación de recursos mediante un fortísimo ajuste tarifario en los servicios públicos, que redujera el monto requerido de subsidios,y compensara así las pérdidas de ingreso fiscal. Esta estrategia entró en crisis cuando tal ajuste encontró resistencias sociales,políticas y judiciales importantes. Ante la falta de reducción del déficit fiscal, se avanzó aceleradamente en un proceso de endeudamiento externo, además de recurrir a un nuevo blanqueo de capitales.

Asimismo, se impusieron topes a los aumentos salariales muy por debajo de los índices de inflación; hubo miles de despidos, lo que permitió esgrimir la amenaza del desempleo, logrando redistribuir el ingreso en favor de los sectores más concentrados.Se justificó este curso de acción alegando, sin fundamento alguno, que los niveles de consumo alcanzados por la población de los sectores medios y bajos en la última década no eran sostenibles.
Estas medidas iniciales revirtieron una incipiente recuperación del nivel de actividad que había comenzado el año anterior. Está previsto un resultado económico recesivo para este año y se evidencia un preocupante incremento del desempleo.
 
Como  estrategia  de  fondo,  el  nuevo  gobierno  quiso  marcar  un quiebre  neto  respecto  del  gobierno  anterior  en  su  relación  con  el sector privado y en la política exterior. 
En  cuanto  al  sector  privado,  planteó  que  allanar  el   camino  a  la inversión   privada   doméstica   y   externa   sería   el   centro   de   la estrategia  de  crecimiento,  sobre  la  base  de  un  nuevo  esquema  de precios  relativos:  un  tipo  de  cambio  que  pretendió
ser  claramente más  alto  que  el  vigente  al  cambio  de  gobierno,  y  menores  costos
salariales. Este argumento fue el que justificó, desde la perspectiva del gobierno, la apresurada resolución del diferendo con los fondos buitre, tenedores  de  títulos  de  deuda  no  renegociada,  a  los  que  se concedieron   prácticamente   todas   sus   demandas.   El   discurso esgrimido, similar al del gobierno que asumió en 1989, se orientó a ganar     la    credibilidad     de     “mercados”     e     “inversores”.     El desmantelamiento  de  los  sistemas  de  control  y  seguimiento  de  la formación  de  precios  internos,  apuntó  en  la  misma  dirección,  la  de mostrar una actitud amistosa hacia los “mercados”.

El énfasis fue colocado desde el comienzo de la actual gestión en la necesidad  de  recibir  inversiones  del  exterior.  Tales  inversiones serían  el  motor  de  la  recuperación  y  el  crecimiento,  al  suplir  la insuficiencia  de  ahorro  interno  y  los  requerimiento s  de  divisas.  Se desconocía  así  la  dinámica  de  la  inversión  extranjera  directa  en  el mundo, cuyas decisiones estratégicas responden a razones mucho más  complejas  que  las  señales  coyunturales  que  pueda  lanzar  un gobierno.    En    un    contexto    de    creciente    estancamiento   y proteccionismo  global,  los  centros  económicos  mundi
ales  —a  los cuales  busca  aliarse  la  actual  gestión—,  tienden  a enviar  a  las   
 
regiones   de   la   periferia   bienes   y   servicios   terminados,   y   no inversiones.
La    mera    transferencia    de    recursos    hacia    sectores    más concentrados no es en sí misma garantía de inversión, por lo menos en  nuestro  país.  Puede  sí  llevar  a  la  fuga  de  capitales.  Así  lo atestigua  la  abundante  salida  que  ya  se  ha  registra
do  este  año, viabilizada  por  la  liberalización  del  mercado  de  cambios.  Esta  fuga
muestra  una  razonable  capacidad  de  ahorro  de  nuestro  país;  pero este  potencial  inversor  es  esterilizado,  como  en  décadas  previas, mediante  la  transferencia  de  estos  recursos  hacia  el  exterior  de  la economía nacional. 

Se  vuelve  a  insistir  en  la  confusión  conceptual  entre  inversión productiva  e  “inversión”  financiera,  que  tienen  efectos  opuestos sobre  la  producción  y  el  empleo.  Y  en  definitiva,  el  tipo  de  cambio real,  a  once meses  de  iniciada  la  gestión,  no  muestra  un  nivel  que permita consolidar un  grado de competitividad  externa  significativa, dados  los  aumentos  de  precios  provocados  por  la  devaluación,  la quita  de  retenciones,  los  aumentos  tarifarios  y  la ausencia  de  todo control sobre los mecanismos empresariales de fijación de precios.

Advertimos  el  riesgo  adicional  que  supone  la  elevada  velocidad  de endeudamiento  público  ya  concretada  este  año,  reforzada  por  la significativa  deuda  a  contraer,  según  el  presupuesto  nacional  para el   año   2017,   en   todos   los   niveles   estatales,   que   no   está Seguir leyendo
 

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