En La Tempestad, Shakespeare incluyó una figura de intelectual: Ariel. Criatura del aire, sin vínculos con la vida material y sin ataduras de clase, para Aníbal Ponce –en Humanismo burgués y humanismo proletario– es un humanista, “mezcla de esclavo y mercenario”, que ha conseguido alejarse del “trabajo de las manos”. Frente a la tradición intelectual arielista, en la Argentina y en América Latina del siglo XXI, deberíamos recuperar la tradición de Calibán. Un/a intelectual a lo Calibán –otro personaje shakespeareano–, que simboliza la concepción colonial del “otro”: “primitivo”, “bárbaro” y diversamente pigmentado. 

El repugnante “monstruo rojo”, dice Shakespeare. ¿Qué estoy tratando de sugerir? Que deberíamos poder poner en diálogo y tensión las figuras de Ariel y Calibán para forjar al/a intelectual del siglo XXI latinoamericanx y específicamente argentinx. Un/a intelectual que entre al claustro para salir permanentemente de él con el objetivo de intervenir en el mundo, del cual –por otro lado– resulta imposible sustraerse. Que pueda y sepa contrapuntear ocho horas de biblioteca con otras tantas de plaza. O, para decirlo de otra manera, que se hamaque entre la historia (el contacto con el pasado) y el presente. De lo universal a lo temporal. Teoría junto a un apasionado sentido del presente, con todas las urgencias que éste reclama. Esto puede ser fraseado también con la ecuación: trabajo de especialista + militancia (militamos para defender la vida como forma de la acción; para salir de nuestra zona de confort), para enfatizar la responsabilidad, el compromiso y el pensamiento dirigidos a las sociedades de las que somos contemporánexs. En definitiva, ese/a intelectual nuevx debería contrapuntear universidad con situación, que es lo mismo que decir universalidad + pensamiento situado (ya que pensamos en situación y dentro de una situación). De otro modo: distancia y conexión. Distancia de las élites –políticas o del discurso– y proximidad con las turbulencias populares. Esto, en permanente antagonismo con las fuerzas conservadoras, para recrear un nuevo orden de cosas. Un orden futuro y un orden –lo más rápido posible– presente que, a falta de una categoría mejor, podemos nombrar como socialismo. Una sociedad sin clases, sin una CEOcracia dirigente, una sociedad sustraída a la explotación capitalista y a la opresión de las grandes mayorías por parte de las derechas latinoamericanas, que si hacen algo es negar y atacar la vida del campo popular.

Las tareas que emprende el macrismo en la Argentina y las tareas que emprende la derecha en los distintos parajes de América Latina son extremadamente complejas. Cada día profundizan la conflictividad social. En la Argentina estamos frente a una democracia cada vez menos democrática, una democracia cada vez más limitada, cada vez menos probable, cada vez menos creíble. Una democracia restringida y muy limitada al acto electivo. Un régimen: careta democrática para un funcionamiento que pivota alrededor de Gendarmería, la violencia como solución de cualquier conflicto. De hecho: ¿dónde está Santiago Maldonado (y dónde estamos nosotrxs cuando nos hacemos esta pregunta)? Por eso es necesario e imperioso un cuerpo de intelectuales que asuma una función estratégica. Un cuerpo que ponga a disposición de la comunidad su propio saber. ¿Con qué objetivo? Desnudar los entramados que los poderes fácticos, que los medios de comunicación convencidos, que los medios de comunicación a sueldo, nos ponen delante todos los días. Un cuerpo de intelectuales que no desdeñe la militancia. Que a través de la enseñanza, la oración, la escritura, la intervención pública logre articular una capacidad perceptiva y una imaginería contrarias a los relatos de poderes que temen y atacan la vida del campo popular. Un cuerpo que logre dotar a las grandes mayorías latinoamericanas de modelos, de criterios de estimación y de símbolos que oponer a los relatos de los poderes fácticos que en la Argentina se encarnan en Macri, en Brasil en Temer, en Paraguay en Cartes, en Venezuela en la derecha proimperialista, etc. Un cuerpo de intelectuales dispuesto a trabajar para articular esquemas de sensibilidad. Con esto me refiero a la función de dar forma a valores emancipatorios y a potencialidades alternativas que ya están en la vida social de las grandes mayorías. Me refiero a un trabajo que tenga por objetivo cruzar el sistema central de valores encarnado en los discursos mediáticos y en las políticas excluyentes que padecemos a diario. Como intelectuales, debemos dar forma, subrayar, enfatizar esos valores emancipatorios y esas potencialidades alternativas. Las fuerzas políticas que los encarnan están presentes en la Argentina. Lo imperioso es fraguar un Frente de liberación nacional y social, en tanto materialización de la unidad de las fuerzas populares, despojadas (hasta dónde sea posible) de sectarismos, con una función de defensa/resistencia y sobre todo de avanzada, con programa político amplio, premisa de las transformaciones sociales necesarias, y en cuya órbita lo/a/s intelectuales del siglo XXI puedan situar su trabajo, como forma de la acción colectiva y la cooperación.
* Universidad Nacional de General Sarmiento / Conicet.

Fuente:Pàgina/12