jueves, 31 de mayo de 2012

Apuntes sobre BANKIA: un rescate llamado nacionalización

Juan Hdez. Vigueras




"Los centinelas no estaban en sus puestos, en gran parte debido a la fe ampliamente aceptada en la naturaleza autocorrectiva de los mercados y en la capacidad de las entidades financieras para vigilarse a si mismas con efectividad", se afirma en las conclusiones del informe del Congreso estadounidense sobre la crisis de Wall Street; subrayando claramente el trasfondo ideológico neoliberal como principal causa de la crisis financiera global, que podemos aplicar también a la de Bankia. Pero en el caso de las Cajas de Ahorro hay que subrayar que el dinero en juego era y es público. Por eso, tenemos que destacar ante todo la responsabilidad de los gestores políticos o allegados a los partidos mayoritarios.


Primero había que "salvar a los nuestros", piensan nuestros gobernantes. Para empezar, digamos que Bankia representa el fracaso de las reformas financieras del gobierno actual (la de febrero 2012 era la "definitiva") y de las anteriores, que no han logrado que la banca sirva el crédito que necesita una economía que languidece y genera paro. Y es que han tenido como objetivo básico ocultar la corrupción sistémica y las responsabilidades de gestión de las oligarquías políticas regionales, soporte de la élite política, que impulsaron Cajas "engrandecidas" con la especulación inmobiliaria alimentada por el dinero barato del exterior y los mecanismos bancarios financieros. Más allá de la responsabilidad de los gobiernos que pusieron las bases del desmadre financiero- inmobiliario.

Entre junio y diciembre de 2010 surgía el Banco Financiero y de Ahorros (BFA) resultado de la suma de Caja Madrid y Bancaja, primero, y de Caja Canarias, Rioja, Ávila, Segovia y Layetana bajo la fórmula jurídica ad hoc del SIP, un esquema legal que integra activos y pasivos de estas Cajas; consensuado por los dos partidos mayoritarios para tapar el desastre de la especulación inmobiliaria y de paso las responsabilidades de la gestión bancaria nefasta, a costa de los contribuyentes. En marzo de 2011, hace poco más de un año, se lanzaba Bankia como filial de BFA, un nuevo banco privado con la aportación de 4,465 millones de euros del FROB, el fondo estatal de rescate bancario. De este modo se pretendía resolver los problemas de insolvencia de Bancaja y otras, en particular de Caja Madrid, "la más dañada por la crisis del ladrillo".

Surgió así un monstruoso banco "demasiado grande para dejarlo caer", de un elevado riesgo para el sistema financiero español por sus 10 millones de clientes-depositantes, sus 22,000 empleados y 400,000 accionistas además del volumen millonario de la cartera de participaciones empresariales, un tinglado bancario madrileño montado con dinero público del contribuyente bajo un ilustre político fracasado como director gerente del FMI y uno de los patrocinadores de la legislación que liberó el suelo patrio para la especulación inmobiliaria. Era el cuarto banco español; la joya del PP desde hace años.

El fracaso inicial de la salida de Bankia a Bolsa en junio de 2011 demostró su fragilidad financiera de origen. Aunque, con la fe neoliberal en las bondades de los mercados financieros, nuestros gobernantes, incluido el gobernador del Banco de España, creyeron que sería superada con la influencia en "los mercados" del ex Director Gerente del FMI. Eso sí: atraídos por la imagen histórica de las Cajas una gran parte pequeños ahorradores, jubilados en su mayoría, compraron acciones del nuevo banco, ahora depreciadas en un 40 %; o compraron participaciones preferentes engañados por la creencia de que hacían un depósito.

Como ha sucedido en las restantes Cajas de Ahorro bancarizadas, el Presidente de Bankia y todos los demás gestores bancarios allegados al partido gobernante y sus baronías regionales, se aseguraron retribuciones desmesuradas mediante contratos blindados que contaron con el beneplácito de las autoridades incluido el supervisor, el Banco de España. Unos hechos denunciados por una parte de la opinión pública sin mayores consecuencias hasta la fecha.

Segundo. Había que ocultar la cruda realidad. En la formación del nuevo proyecto bancario madrileño, la ingeniería financiera asignó los llamados activos "tóxicos" (léase préstamos impagables, viviendas y solares sin mercado previsible) al "banco malo", el BFA; y los activos buenos y de dudosa validez se asignaron a la filial única, Bankia, una compleja operación de manipulación contable esperando que las ganancias futuras de Bankia cubrieran la insolvencia de la banca matriz que tiene ahora un capital cero, se asegura. El resto lo aportó la contabilidad financiera y sus expertos; con la expresión "valores tóxicos" puesta en circulación en Wall Street para denominar aquellos activos subprime cuando ya carecían de mercado y nadie sabía lo que valían, en España se ha aplicado interesadamente para evitar mencionar los inmuebles que tienen existencia física real, pero cuyo valor contable resulta imaginario porque el valor razonable del mercado (mark to market) nadie lo sabe, son activos que ni se venden ni se compran ni ahora ni en mucho tiempo.

¿Qué criterios contables precisos sirvieron de base para deslindar en las cuentas los activos buenos y malos y su reparto entre BFA y Bankia?

Tercero. El financiarizado contexto europeo actual contribuyó a la supervivencia de Bankia. Más aún, Bankia ejemplifica el fracaso de la política del BCE frente a la crisis de la deuda soberana del euro, que incentiva el negocio especulativo financiero de los bancos en lugar de generar crédito; fue uno de los primeros bancos europeos en solicitar liquidez (15,000 millones de euros en Diciembre de 2011 y 25,000 millones en febrero 2012, al 1 %. Como muestra, digamos que aportaba al BCE como garantía los bonos de renta fija del Fondo de Activos Corporativos V, que están respaldados por préstamos diversos, como los concedidos al Real Madrid para los fichajes de Ronaldo y Kaká. Y que obviamente han servido para adquirir deuda pública de elevada rentabilidad, además de cubrir sus vergüenzas contables derivadas de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Caja Madrid como tantas otras Cajas hace tiempo que dejó de ser banca tradicional de depósito para convertirse en banca financiera, nutrida por la especulación en "los mercados". Y si los gobiernos de la UE quisieran acabar con esta especulación bancaria, justificada con la falacia de que los estatutos del BCE no le autorizan a prestar dinero a los gobiernos del Eurogrupo, ¿por qué no se ha modificado ese tratado en tres meses como se ha logrado concluir el aberrante pacto fiscal?

Cuarto. Los reguladores privados en la sombra del casino financiero se imponen sobre los supervisores públicos. La auditora Deloitte, una de las cuatro grandes del mundo y necesitada de recuperar prestigio, destapó la cruda inviabilidad del proyecto bancario privado, advirtiendo ya en febrero pasado el desajuste patrimonial de BFA, originado por la pérdida de valor de su filial Bankia. La crisis de Bankia, con la dimisión de su Presidente, no fue decisión de los accionistas ni del supervisor sino que la desencadenó la negativa de la auditora Deloitte a avalar unas cuentas considerando que el valor real de BFA asciende a 8500 millones euros frente a los 12,000 registrados en sus libros. Por tanto, la actuación del Banco de España ha quedado en entredicho porque en febrero último afirmaba la capacidad de todas las entidades financieras para hacer frente a las provisiones requeridas por la reforma financiera aprobada por el gobierno en ese mes. Asimismo, el Banco de España no puso ninguna objeción al plan de saneamiento presentado por Bankia el 31 de marzo y el 17 abril como queda claro en su comunicado, aunque se cubría advirtiendo de que si se diese el caso de que alguna entidad no lograse alcanza el nivel de capital requerido siempre podría acudir al FROB.

Quinto. El rescate de Bankia, cuya cuantía todavía está por determinar en función de la valoración de sus activos y que el gobierno ha querido denominar "nacionalización transitoria", no resuelve todos los problemas porque los daños colaterales de esta crisis son ya cuantiosos. Por el momento está clara la pérdida de confianza exterior en este país, sus bancos y en las políticas gubernamentales que nos hunden en una profunda recesión económica; como prueba la exigencia de la UE de una valoración independiente de todos activos bancarios. A lo que se añaden las negras perspectivas para las actividades culturales, asistenciales y sociales de la Obra social de Caja Madrid y de las restantes Cajas. Y por un largo momento, la pérdida de confianza inversora se traduce en depreciación de las acciones de las empresas participadas por BFA-Bankia, cuya cartera abarca, entre otras empresas importantes, Indra (20%), Mapfre (15%), NH Hoteles (15,74 %), IAG (Iberia-British Airways) (12 %) o Iberdrola (5%), con la dificultad añadida de que la liquidación de esas participaciones no resulte oportuna en una Bolsa bajista (Expansión, 11/5/2012).

Y, como ha ocurrido en las economías fallidas de algunos países en desarrollo, ahora "los fondos buitres vuelan en círculo sobre Irlanda y España" nos decía el titular de un reportaje del Financial Times del miércoles 9 de mayo. Pero, mientras parece que estos fondos especulativos, que se aprovechan de los países hundidos por las crisis financieras, no han encontrado las gangas que esperaban en Irlanda, su actividad creciente en España se encamina más que hacia el agobiado mercado de los préstamos hipotecarios y al consumo, al acecho de oportunidades en participaciones de empresas punteras, en las "corporate oportunities".

Así podremos contemplar cómo la derecha española, de tan delicada sensibilidad nacionalista frente a los guiñoles de la TV francesa y a las decisiones soberanas de Argentina, tras haberse desprendido clubs de fútbol populares, irá vendiendo parcelas significativas de las antiguas empresas españolas.


Revista sinpermiso - 13 de mayo del 2012- IADE

miércoles, 30 de mayo de 2012

La victoria del relato popular


Los oficiales con causas pendientes se sintieron traicionados. Una cosa es ‘confesar’ ante la cúpula católica –que se calló prolijamente la boca, y sólo contesta exhortos judiciales– y otra bien distinta, reconocer que las cosas fueron como se sabe.

Por Alejandro Horowicz / Tiempo Argentino

Tres hechos modifican los relatos posibles sobre la política de la dictadura burguesa terrorista en materia de la desaparición de personas: la discusión entre Jorge Rafael Videla y su amanuense, Ceferino Reato, sobre el número de asesinatos ejecutados bajo su responsabilidad; la citación judicial de Carlos Blaquier, presidente de Ledesma, para indagar la responsabilidad que le cupo en los episodios del 22 al 27 de julio de 1976 en el ingenio de su propiedad; y la admisión por parte del Episcopado de la autenticidad del documento publicado por Horacio Verbitsky en Página/12 del 6 de mayo. Tres hechos, un resultado: la victoria del relato popular, el relato de los organismos de Derechos Humanos queda en pie, los otros se derrumbaron.

Videla “confiesa” a la jerarquía católica el “método” puesto en práctica (captura, tortura, asesinato y desaparición de los cuerpos de antagonistas políticos) en defensa del orden occidental y cristiano. Treinta y cuatro años más tarde no caben dudas documentales; Emilio Mignone ya había demostrado analíticamente en Iglesia y Dictadura, la complicidad estructural de la jerarquía católica. Ahora sabemos que además se dedicaron a falsificar la historia, para impedir que los responsables políticos, entre otros la propia Iglesia, respondan ante la ley. Investigaciones específicas permitirán determinar el papel de los 250 capellanes militares en las mazmorras de la dictadura, así como el rol de ciertos empresarios y las Fuerzas Armadas.


Avancemos con calma. Reato, según La Nación, aclaró que las entrevistas con Videla no fueron grabadas, porque “está prohibido ingresar con grabadores” al penal. Pero explicó que “tomaba nota de cada respuesta y luego las pasaba en limpio” y que el ex jefe militar pudo revisar todas sus respuestas, como consta en originales que conserva. “Es una técnica que utilizo con todos mis entrevistados cuando no puedo grabar las entrevistas”, explicó el periodista, al insistir en que le interesaba brindar a los lectores “las respuestas que efectivamente Videla quería dar, evitando errores e imprecisiones”. El ex dictador fijó la cantidad de personas desaparecidas entre 7000 y 8000, en una entrevista realizada el 26 de octubre de 2011, lo que luego reiteró el 16 de noviembre siguiente.
 

Es útil entender el procedimiento. Videla cuenta, Reato transcribe y pasa en limpio; Videla lee el texto, corrige las “inexactitudes” de su puño y letra, y Reato publica la versión retocada por Videla. La buena fe de ambas partes está fuera de discusión. El periodista comparte la voluntad del responsable militar de la represión por dar a conocer “los hechos”, y se propone facilitarle los instrumentos profesionales para que “la verdad” llegue a los lectores. Y sin embargo, tanta escrupulosidad naufraga. Videla señala que el dato publicado (número de víctimas asesinadas bajo su responsabilidad, 7000 u 8000) resulta “falaz” y arriesga una explicación que limita la responsabilidad del periodista. Reato replica casi con dureza: “Dada la voluntad de Videla de clarificarlas, haría muy bien a la verdad histórica que él intentara precisarlas con la información que debe tener y la que puede reunir en los contactos que todavía mantiene con sus subordinados de aquellos tiempos.”
 

El convenio de trabajo entre Videla y Reato súbitamente se ha modificado. ¿Qué pasó? La interna militar se puso en marcha. Los oficiales con causas pendientes se sintieron traicionados. Una cosa es “confesar” ante la cúpula católica –que se calló prolijamente la boca, y sólo contesta exhortos judiciales– y otra bien distinta reconocer que las cosas fueron como se sabe. Ejemplo paradigmático: el cuerpo de Mario Roberto Santucho, responsable máximo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Videla reconoció su ejecución, pero sostuvo que el destino final de Santucho era responsabilidad del jefe de cuerpo. Es decir, del entonces general Santiago Omar Riveros; el ex comandante de Institutos Militares, con arresto domiciliario por las condenas recibidas en virtud de los delitos cometidos en Campo de Mayo, según La Nación desplegó una “llamativa verborragia”. Riveros escuchó la lectura de los dichos de Videla y respondió: “Lo que (Videla) hizo fue un acto deleznable, vil y cobarde, me cabeceó el muerto, es una mendacidad absoluta y total, yo no podía dar ninguna orden al respecto.” 
 

Ese es el punto.  Sostiene Reato en La Nación:“(…)la forma de ocultar el cuerpo de cada una de esas personas quedaba a criterio del jefe de zona”. Recuerda la página 62 del libro, donde cita a Videla: “La responsabilidad de cada caso recayó en el comandante de la zona, que utilizó el método que creyó más apropiado.” Ahora se entiende, no importa que el discurso militar se caiga en pedazos, y requiera ser restaurado. Todo intento de aggiornarlo sirve para que las “responsabilidades penales” queden a la vista (“me cabeceó un muerto”) y Riveros no está dispuesto a hacerse cargo de nada. Eso fue lo que le prometieron: impunidad total, ningún oficial sería molestado nunca, más allá de lo que hubiera hecho.

EL AFFAIRE LEDESMA. En el bosque de los signos la marca Blaquier equivale a poder omnímodo. Las leyes no los obligan. Los pobladores que se enferman de dolencias respiratorias causadas por el bagazo (desecho de la caña de azúcar) nunca han podido obtener en el hospital local un diagnóstico que diga “bagazosis”. Esa enfermedad está proscripta, sin embargo Libertador-Ledesma sigue siendo la localidad de América con el promedio de vida más bajo: 43 años. Los Aredez fueron los primeros que resistieron a los Blaquier. Luis Aredez era “un mediquito zurdo” que tenía el “gesto demagógico” de recetar remedios caros para los obreros del ingenio, según lo definió el capataz Mario Paz en la película Sol de Noche, de Eduardo Aliverti. Por eso y por pretender que Ledesma pague impuestos desapareció sin más.


Nadie ignoraba nada, sólo que todos sabían: ¿el doctor Carlos Blaquier, preso? Imposible. Estamos hablando del presidente honorario de la Sociedad Científica Argentina, junto a Bernardo Alberto Houssay, Luis Federico Leloir y César Milstein, reconocido defensor de la política industrial del gobierno K, muy amigo del senador Gerardo Morales, en un reportaje “iconoclasta” Blaquier replica cínicamente a La Nación:  “No tenemos que ejercer ninguna defensa porque nadie nos hizo un juicio. Hablan, pero si tuvieran pruebas nos habrían hecho un juicio.” Pues bien, la hora del juicio llegó y Blaquier corretea por Europa. No tiene edad ni hábito para la clandestinidad, de modo que más tarde o más temprano deberá “tocar el pianito”. Y cuando lo haga la igualdad ante la ley dejará de ser una interesante teoría jurídica para pasar a ser una valiosa práctica societaria.
 

Entre 1976 y 1983 rigió el estado de excepción en la sociedad argentina. La ley estaba en suspenso. El único derecho que se garantizaba era el de propiedad, y no en todos los casos por cierto. Por tanto, cuando un integrante de un grupo de tareas torturaba, violaba y asesinaba estaba sirviendo a la “patria”, mientras que, si un integrante de la Villa 31 sustraía un pasacasetes  era sin más un peligrosísimo delincuente. Con el restablecimiento de los gobiernos parlamentarios la cosa no cambió demasiado. Y el juicio a las Juntas Militares, si bien puso en foco el problema, también sirvió para responsabilizar a los “militares” y desreponsabilizar a los civiles. Sólo había víctimas y victimarios, los beneficiarios de la dictadura burguesa terrorista se volatilizaron. Esa siniestra fábula no hizo menos daño que la práctica terrorista. Educó a una sociedad en el sometimiento irrestricto al poder económico, a tal punto que lesionar cualquier “interés” comercial y la confiscación lisa y llana se volvieron sinónimos. Que un Blaquier deba responder en causa imprescriptible contiene implícito todo un curso de derecho civil, igual que la impunidad, pero de signo opuesto. Ya era tiempo.
Fuente: El Fusilado

El tema de nuestra soberanía monetaria





Por Eduardo Luis Curia.


El concepto de “soberanía monetaria” es muy relevante, en tanto apunta a la capacidad del país para el manejo autónomo –“activo”– de la política monetaria vía la moneda propia, persiguiendo los objetivos básicos de crecimiento y de estabilidad.
Como lo abordamos en varias notas en BAE y en nuestros textos –por ejemplo, en El Modelo de Desarrollo en Argentina (2011), páginas 225 y ss–, la Argentina, a nuestro criterio, si bien detenta una soberanía plena en lo formal, en lo fáctico posee una soberanía monetaria relativa.
En su núcleo duro, este carácter relativo se asocia con la conexión visceral que registra nuestra economía, de cara a su funcionamiento, con una disponibilidad pertinente de divisas o dólares. Por ende, el país se expone a una “sombra” de dolarización, que se tangibiliza en dosis diversas según las circunstancias. En definitiva, la meta política crucial es propender a grados ascendentes de soberanía monetaria, reconciliando los aspectos formales con los fácticos. Pero esto exige una visión realista del asunto para poder encarar respuestas efectivas.
Avanzando hacia las expresiones más específicas de aquella conexión, tenemos: a) la trascendencia de generar, en términos de flujo estructural, un respaldo apropiado de divisas con vistas al buen funcionamiento de la economía, con fuerte crecimiento y atendiendo a las diversas exigencias de divisas que se planteen, b) la marcada exposición a los procesos de salida más o menos tumultuosa de capitales del circuito de nuestra economía, apelando a las divisas como canal de las transferencias involucradas, y c) la alta posibilidad de que se verifique una instancia de sustitución monetaria interna, en cuya virtud el dólar gana espacio reemplazando a la moneda local en lo relativo a las funciones monetarias (ahorro, medio de pago).
Distintos desaguisados que se fueron jalonando a lo largo de nuestra historia económica, incluso de modo acumulativo, han alentado el proceso de dolarización. La hiperinflación que atravesamos hace más de 20 años, por ejemplo, fungió como una instancia culminante.
El desquicio de las variables económicas llevó a una virulenta salida de capitales, con el dólar como vehículo. El mayor ahorro interno jugaba como su antesala. A la postre, nos topamos con un hiperdólar, el que fue más un registro del caos y la recesión que de un crecimiento. De todos modos, la valorización de la divisa era tal que, aun con los precios internos decididamente al alza, convenía “apartar” unos dólares aplicándolos al consumo doméstico. En consecuencia, las divisas actuaban tanto como el factor canalizador del ahorro hacia la fuga de capitales por fuera del circuito de nuestra economía, como un recurso residual dirigido al consumo, gozando de hecho del curso legal interno.
La moneda local “vicaria”. La calamidad de la hiperinflación, con su interacción mórbida entre el desajuste fiscal y el monetario, el aumento de la velocidad del dinero, las crudas presiones inflacionarias y la fuga de capitales, “vació monetariamente” al país. O sea: se hundió la función de la moneda local en sus diversas facetas. La sustitución monetaria se manifestó rudamente.
La convertibilidad sentó el criterio, comprensible en el momento, de articular una moneda local “vicaria”, anclada –por medio de una referencia rigurosa– en una tercera moneda tenida como dura (el dólar, bajo una paridad fija solemne). A lo que se sumó un uso interno extendido del dólar en términos de transacciones vinculadas con bienes de consumo durable e inmuebles y a la operatoria financiera. Empalmando con el segmento expresado en moneda local –pesos–, se perfiló un sistema bimonetario, con intensa presencia de la moneda dura.
Sin embargo, ese uso doméstico extendido del dólar nunca logró –salvo para ilusionismos baratos (como lo fue el multiplicador crediticio interno en dólares)– eludir una inapelable realidad: Argentina, por sí, “no fabrica” dólares. En rigor, el aprovisionamiento de los dólares tangibles se producía a través del intenso apalancamiento en el ahorro externo (endeudamiento), con el obligado y letal correlato del hipodólar. Mientras ese apalancamiento funcionó, también se desplegaba el uso interno del dólar en el frente monetario-financiero. A la vez, cuando el apalancamiento cedió, de la mano del colapso de la convertibilidad, el esquema bimonetario tendió a derrumbarse, y el país afrontó un severo proceso de desmonetización global. Moraleja: entre lo atinente a la generación de los dólares tangibles y lo relativo a los usos dinerarios internos de la divisa, existe una vinculación estrecha.
La soberanía monetaria en perspectiva. Quienes, durante los 90, abordamos en el plano de las ideas la salida ordenada de la convertibilidad, apuntamos a superar esa concepción estrictamente vicaria de la moneda nacional inherente a la convertibilidad. Como decíamos en La Trampa de la Convertibilidad (1999), se trataba de otorgar autonomía –avanzando en su calidad “activa”– a la política monetaria.
En circunstancias de dolarización –siendo, como expresa Conesa, que la recurrencia interna al dólar (por ejemplo, en cuanto al ahorro) promueve la velocidad de circulación del dinero local–, la política monetaria se ve hipotecada. En verdad, existe cierta propensión a combinar un régimen bimonetario con un cambio fijo, pero ello no es forzoso. Véase el caso del Perú: registra una dolarización parcial –alta, aunque declinante–, coincidente con una flotación cambiaria en cuanto a la definición de régimen. En principio, se alega que una flotación cambiaria es garantía de la autonomía monetaria, pero existiendo dolarización, ésta impone retos que obligan a tomar precisos recaudos ad hoc en lo relativo al manejo de las tasas de interés y del tipo de cambio.
En la Argentina, al caer la convertibilidad, surgían dos objetivos primordiales: a) establecer una fórmula alternativa de generación de divisas –las divisas siempre son claves– para bancar un crecimiento acelerado sostenido, y b) avanzar en la mayor autonomía monetaria posible.
En cuanto al factor generador, con el llamado “tipo de cambio competitivo” (de la primera parte larga de la década pasada) –el poderoso interruptor de luz, como señala Bresser Pereira, que, de manera básica, permite conectarse con el flujo comercial internacional, instigando exportaciones y disuadiendo importaciones–, aquél se cumplimentó acabadamente. Se dio un crecimiento acelerado sostenido que comulgó con la abundancia relativa de divisas y robustos superávits externos.
Concomitantemente, la política monetaria ganó espacios de autonomía, empalmando con un régimen de flotación administrada, el que, de todos modos, amerita un análisis detallado. Hubo, junto con otros hitos, una importante desdolarización del sistema y del funcionamiento bancario. No obstante, el ahorro y varias operatorias ligadas al consumo durable y a inmuebles, persistieron en el uso del dólar. Tampoco prosperó un segmento relevante de crédito bancario en pesos de largo plazo, algo que, entre otras cosas, remite a la importante cuestión, aún no dilucidada, de la “moneda local de valor constante en el largo plazo”, que enfocamos con Aldo Ferrer en un trabajo de 2006.
Si se pretendiera profundizar la desdolarización o pesificación, ¿resultarían al efecto las “prohibiciones” de operación? Creemos que ellas constituyen una parte de la ecuación, pero no toda. En gran medida, se halla involucrada como requisito un proceso de sedimentación en el tiempo de una macro robusta –por de pronto, en materia de las variables fiscal y monetaria, y de la conducta inflacionaria– que aliente la des-sustitución monetaria” (pesificación). Las prohibiciones, desgajadas de un tal proceso, corren el riesgo de irrogar entorpecimientos ponderables, “de más”, en términos de actividad económica.
De cualquier manera, repárese que cualquier intento de ampliar en sus facetas la soberanía monetaria –ésta, en lo fáctico, se halla en construcción– debe, si se quiere definir un funcionamiento cabal de nuestra economía, partir del aseguramiento de un adecuado aflujo de divisas de alcance estructural, rebasando lo coyuntural. En lo básico, la economía argentina, para funcionar bien, requiere vitalmente de dólares, pero, ¡no los emite! La propia posibilidad de más desdolarización doméstica –la que no deja de ser trabajosa– está muy atada a la efectivización de ese aflujo estructural de dólares.
Fuente: BAE
 

Estar ahí




A lo largo de Diario de una Princesa Montonera –blog convertido en libro–, Mariana Eva Pérez obtiene un registro de sí misma y de su historia, abarcando testimonios, imágenes, sueños, pesadillas, lecturas, sensaciones, fantasías y ficciones con altas dosis de humor e ironía que desmenuzan su pasado como hija de desaparecidos.

Por Laura Rosso
Sobre el final de su Diario de una Princesa Montonera –110 por ciento verdad, Mariana Eva Pérez cuenta que hay una palabra en alemán que indica el estado de no estar ahí. Esa palabra es weg. Un no estar que tiene entidad, un no estar que está lleno, explica la escritora. Y escribe: Paty und Jose sind weg.
Mariana nació en 1977. La secuestraron junto a Paty, su madre embarazada, el 6 de octubre de 1978. Tenía quince meses. Horas más tarde la dejaron con la familia paterna. A su papá José lo secuestraron en su juguetería en Martínez, el mismo día, mismo procedimiento, mismo grupo de tareas -relata en las primeras páginas.
Mariana vive en Berlín, donde realiza su doctorado en el marco del proyecto de investigación “Narrativas del Terror y la Desaparición”, en la Universidad de Constanza. Weg en alemán también quiere decir camino, dice.
Con este libro, Mariana descubrió una manera nueva de contar un horror tan reciente, una herida abierta. Se anima a otro lenguaje, uno desprejuiciado que rompe con la solemnidad conocida para hablar del tema. O del temita, término que acuñó en este libro “para sacarle un poco de peso”. “Mandá temita al 2020 y participá de fabulosos sorteos. Una semana con la Princesa Montonera. Ganá y acompañala durante siete días en el programa que cambió el verano: ¡El show del temita! El reality de todos y todas”, escribe.
La Princesa Montonera cumplió con todo lo que indica el protocolo, dirá. Se define fan de Rodolfo Walsh y escribe: Vamos a la perfo, donde cuenta aquella acción callejera en San Juan y Entre Ríos una madrugada del 24 de marzo. O Te invito a mi fiestita, para recordar el sábado 29 como El Día de la Baldosa, agregar que No todos son bienvenidos, y asumirse despótica como una cumpleañera. O declarar sexista la Camiseta por el Juicio y Castigo y decir que hasta que no hagan un modelo entallado, no me la pongo. Luego pide: Un fashion emergency a la izquierda, por favor. Y continúa, así, con las Delicias de la Disneylandia de los Derechos Humanos.
Para hablar del temita, Mariana Eva Pérez confió en un registro: el lenguaje utilizado en el blog, inmediato y experimental. “En este libro hay un trabajo de autorreflexión. Todo el libro es un intento por construir una historia que sea más linda de habitar. Que no sea todo horror, tedio, aburrimiento y fastidio, sino que tenga algo de belleza.” Al momento de convertir el blog en libro Mariana también trabajó su mundo actual. Ese en el que está Jota, su alegría. Es el mundo de la casa, de las plantas, donde aparece la conexión con algo más vital.
¿Cuándo empezaste con el blog?
–En diciembre del 2009. Estuvo activo, con toda la polenta, durante el 2010. El año pasado, mientras estaba afuera, alguna vez escribí y ahora lo cerré porque había quedado como un borrador de algo que finalmente tomó otra forma, que es el libro. Cuando intentaba escribir en la compu, en soledad no funcionaba. Había algo como muy solemne que no fluía, no terminaba de encontrar la forma. Vamos a probar con un blog, dije, y que salga lo que sea de cada día que tenga que ver con este temita. Empecé a escribir y después reuní lo que tenía para ver si ese material daba para un libro o no.
¿Ahí surgieron palabras como hijis o militonta?
–En realidad lo de hijis y militonta no creo que sea mío, yo creo que lo escuché en otro lado. Lo de hablar del temita para hablar de este tema, creo que sí. Es como decir El Tema, bueno... el temita, para sacarle un poco de peso.
¿Qué movió en vos el hecho de corporizarlo en un libro?
–Para mí el proceso de escribir el blog fue muy gozoso. Esa voz salió sola. Pero el trabajo de pasarlo a libro me costó un montón. Era como hacerme cargo de eso que había aparecido y no resignarlo, no cambiarlo, serle fiel. No fue un proceso para nada gozoso. Creo que en parte tiene que ver con alguna forma de duelo con mis padres. Entonces, lo que me costaba terminarlo era también lo que me costaba dejarlo ir. Este libro tiene que ver con cómo lidia este personaje, la Princesa Montonera, con la desaparición de sus padres. Hay algo ahí como de duelarlos, de estos duelos raros que uno trata de tramitar sin cuerpos, lo cual es como una locura. Muy difícil, si no imposible.
Gran parte de lo que escribís son sueños.
–Desde que empecé a escribir sobre esto, mis viejos estuvieron más presentes que nunca. Y la manera en la que aparecen en los sueños era algo que jamás me había pasado. Nunca había soñado tanto con ellos, y no volvió a pasarme.
“Volví y soy ficciones”, decís. ¿Encontraste una manera de mezclar ficción y realidad?
–Está la realidad, están los sueños, y me interesó eso, que no se entienda bien... que sea confuso. Porque si no era todo con demasiada conciencia, quería que apareciera más ese mundo del inconsciente a partir del cual salieron cosas interesantes. Hay un par de textos ficcionales como el del copamiento de la Embajada de Argelia. Pero los sueños no son ficción para nada. Abren una puerta de ficción pero es lo único que es real. Fueron un flash.
¿Pudiste conocer otras facetas de tus padres? Como ese Jose (no “José” aclarás en el libro) rocker que aparece sobre el final?
–Sí, no era el guerrillero full time. Yo tenía una imagen muy fuerte construida ya desde hacía tiempo de mi mamá, que me permitía sentirla cerca. Pero no de mi papá. Y la escritura del libro coincidió con el encuentro de familiares y amigos de desaparecidos de Tres de Febrero que yo había buscado durante muchos años y no había podido encontrar y que me podían hablar de mi papá.
¿Surgió naturalmente esta manera de cómo hablar del temita, de cómo contar esta historia?
–En realidad fue animarme a poner por escrito algo que está y que lo conozco bien. Y que estuvo presente todos los años que milité siendo muy joven y que está presente también ahora con los compañeros del colectivo de HIJOS, que es el grupo del que formo parte. Es el humor que también nos permitió ponerle “Huachos” a la muestra que hicimos en la Legislatura hace dos meses. Ese humor de reírnos de nosotros mismos, de reírnos de la cosa lastimera y de la victimización –y al mismo tiempo de quien te lo puede estar diciendo en serio, esa cosa descalificadora en serio. Si no existe la posibilidad de reírse de eso, es demasiado pesado. Igual fue difícil, me costó mucho volcarlo. Lo bueno del blog fue tener ese feedback inmediato con los lectores que me decían que se reían.
¿Qué te generan esas figuras femeninas como La Denunciante I o Dora La Multiprocesapropiadora, como llamás a la apropiadora de tu hermano Gustavo?
–Me intrigan mucho, me llaman mucho la atención porque en la perversión cotidiana sostuvieron ese mecanismo, con el cafecito con leche de cada mañana. Me parecen las villanas olvidadas. Siempre el villano tiene gorra, y estas villanas no tienen gorra. Me parece que hay que preguntarse dónde está el mal. Por eso jodo con lo demodeé de la remera de HIJOS. Hay que cortarla un poco con lo de la gorra. A esta altura que, estamos hablando de la responsabilidad empresaria, de la Iglesia, creo que lo interesante es que nos preguntemos como sociedad qué fue lo que permitió que esto pasara.
En algunos contextos del libro te nombrás huérfana indemnizada...
–Ahí está sobrevolando el chiste –que ojalá fuera chiste– de llamar a esa indemnización de contenido económico que se empezó a cobrar en los años ’90, una reparación. Una palabra que expresamente yo evité. Porque creo que no corresponde. Pensar que acá hay reparación porque se pagaron esos bonos de deuda pública... No son historias aisladas, sino generalizadas. Nadie hizo buenos negocios con eso, nadie sabía cómo hacer buenos negocios en la Bolsa. En general, perdimos una parte muy significativa de esa indemnización. Creo que hay que hablar de eso. Las leyes están ahí para ser revisadas, son leyes del menemismo que tienen un montón de lagunas y problemas. A ver, lo que me interesa no es cobrar más guita, lo que nos interesa –y aquí abro este plural porque tiene que ver con el Colectivo de HIJOS– es pensar críticamente. ¿Qué se hizo? ¿Qué efectos tuvo? ¿Qué posibilidades hay de pensar una reparación? ¿Qué otra cosa puede ser una reparación? Por ahí no es plata. Lo más probable es que no sea plata.
¿Qué te imaginás que podría ser?
–Podría ser trabajo. Una cosa que yo pienso siempre es que no es casual que muchos hijos sean artistas. Me parece que hay algo que tiene que ver con las posibilidades que da el arte de elaborar estos temas que hace que muchos de nosotros hayamos elegido distintas expresiones artísticas. Entonces se me ocurre una línea de becas especial, tanto de formación como de producción, por ejemplo. Ya que uno encontró ahí algo que le hace bien, y le sana la cabeza, ayudar a eso. Pero hay gente que necesita laburo concretamente, atención en salud, vivienda y que no fue cubierto por ninguna indemnización. Acá no hay que obviar que desapareció la generación económicamente activa y que quedamos los niños a cargo de los jubilados, mayormente. Lo que siempre decimos es que no creemos que tengamos la solución a esto, pero nos parece que es una discusión para abrir y debatir
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martes, 29 de mayo de 2012

El diablo entró sin golpear



Por Washington Uranga

En 1982 el teólogo brasileño Leonardo Boff, uno de los iniciadores de la teología latinoamericana de la liberación, publicó un libro titulado Iglesia, carisma y poder. Ensayos de eclesiología militante para denunciar la corrupción de la institución eclesiástica católica y lo que él consideraba una traición al legado espiritual del cristianismo. Ese libro le trajo aparejado a Boff serias disputas con el Vaticano y, en particular, con el entonces prefecto (ministro) de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI. A pesar de que Boff, sacerdote franciscano desde 1959, doctor en teología y filosofía por la Universidad de Munich (Alemania), siempre planteó que hacía sus críticas “desde el interior de la Iglesia” y buscando la superación de los problemas, el Vaticano nunca le perdonó haber puesto en evidencia, en base a argumentos teológicos y eclesiológicos, la corrupción de la propia Iglesia. Ratzinger hizo de la persecución a Boff una cuestión personal. En 1985 recayó sobre el brasileño una sanción que le imponía “silencio” y le impedía enseñar en ningún ámbito controlado por la Iglesia Católica. Pocos años después Leonardo Boff decidió abandonar su condición de sacerdote católico, pero siguió la prédica religiosa y ecologista acorde con su formación franciscana.
La mención a Boff viene a cuento de lo que está sucediendo en estos días en Roma con revelaciones que ponen de manifiesto luchas intestinas de poder en el Vaticano y, sobre todo, dejan al descubierto la crisis de corrupción que afecta a toda la estructura eclesiástica católica. Desmoronamiento que no se reduce al jaqueado poder central del catolicismo, sino que se extiende a lo largo y a lo ancho del mundo donde cada día surgen nuevas evidencias de casos de corrupción como los ocurridos con los Legionarios de Cristo, los casos de pedofilia, los escándalos sexuales, las estafas y las complicidades en violaciones a los derechos humanos, como acaba de ratificarse en nuestro país. Lo que acontece ahora en el Vaticano es lo mismo que ya denunció Boff hace treinta años y por lo que fue silenciado, acusado de traidor y finalmente obligado a salir de la Iglesia Católica.
La olla se sigue destapando en el Vaticano... y huele a podrido. Y por cierto que Paolo Gabriele, el mayordomo infiel del Papa que se encuentra detenido en una prisión eclesiástica, no parece ser el principal responsable de la situación, aunque finalmente pueda acabar convirtiéndose en el chivo expiatorio. Aunque el vocero Federico Lombardi se obstine en afirmar que “no se sospecha de ningún cardenal, ni italiano ni extranjero”, sería muy ingenuo pensar que el mayordomo Gabriele no es apenas un eslabón menor de una cadena de conspiraciones que, como mínimo, intenta disputar el poder mirando a la sucesión de Ratzinger, enfermo, cansado y con 85 años.
Pero no se trata solamente de una lucha de poder en el interior de la institución católica, sino de las conexiones entre la Iglesia Católica y el poder político y económico en el mundo. Varias son las investigaciones periodísticas que han puesto esto en evidencia. Entre las últimas, el libro publicado hace poco más de una semana por el periodista italiano Gianluigi Nuzzi. El propio Benedicto XVI lo terminó admitiendo cuando decidió destituir hace apenas unos días al presidente del IOR (banco vaticano), Ettore Gotti Tedeschi, sospechado de manejos fraudulentos y de operaciones poco transparentes en relación con el lavado de dinero. Ratzinger procedió antes que el IOR fuera denunciado directamente por las autoridades financieras europeas.
Con la misma lógica, Benedicto XVI actuó nombrando una comisión integrada por el cardenal Julian Herranz (Opus Dei), el cardenal eslovaco Jozef Tomko, ex prefecto (ministro) de la Congregación para la Propagación de la Fe, y por el arzobispo de Palermo, Salvatore De Giorgi, para investigar las “filtraciones”. El portavoz Lombardi aseguró que esa comisión tiene plenos poderes, que reporta directamente al Papa y que puede interrogar a quien decida. Sin embargo, poco se podrá conocer de lo que allí se obtenga. Porque todo seguirá en la misma lógica del secretismo que encubre la corrupción institucional, como ha sucedido hasta el momento con tantos casos de pedofilia o con las acusaciones de corrupción económico-financiera hechas por el arzobispo Carlo María Viganó, cuyos contenidos sólo se conocieron a través de otra filtración después de que el denunciante fue separado de su cargo y “promovido” a nuncio (embajador) en Estados Unidos. ¿Y quién podría dar explicaciones acerca de las revelaciones del ultraconservador cardenal colombiano Darío Castrillón señalando –en una carta privada y personal al Papa– que el cardenal italiano Paolo Romero en su viaje a China se había extendido explicando las disputas entre Ratzinger y su segundo, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado?
Mientras tanto, Benedicto XVI decidió reincorporar con todos los honores a los lefebvristas de la Sociedad San Pío X y está convencido de que la salvación de la Iglesia Católica pasa por la restauración y el cerrar filas hacia adentro, antes que acceder a los cambios propuestos hace ya medio siglo por el Concilio Vaticano II.
La olla se sigue destapando y el mal olor invade los pasillos institucionales de la Iglesia Católica Romana, su jerarquía y sus estructuras de poder por más que sus autoridades hagan grandes esfuerzos por disimularlo y se empeñen en negarlo. Claro está que, como lo ha señalado más de un estudioso de los temas eclesiales, esta institucionalidad eclesiástica en decadencia poco tiene que ver con la fe en Cristo y con la experiencia religiosa de tantos millones de fieles alrededor del mundo. Lo que está en crisis, lo que cruje y se derrumba es una estructura corrupta aliada con el poder económico y político que ejerce hoy la “titularidad” del mundo occidental. Seguramente porque el diablo entró sin golpear... lo invitaron a pasar.
Fuente: Página/12